“En el
pensamiento es donde reside la libertad” decía Hegel (Georg Wilhelm
Friedrich Hegel) el gran filósofo alemán, padre de la dialéctica moderna, que
vivió una de las etapas más importantes de la historia reciente. El siglo
XVIII, llamado Siglo de la Luces por desarrollarse durante el mismo la
Ilustración sembrada en el siglo anterior, tiene en él un importante exponente. Le fascinaron las obras de Platón, Aristóteles, Descartes, Spinoza, Kant,
Rousseau, así como la Revolución Francesa, la cual acabó rechazando cuando
esta cayó en manos del terror jacobino). No confundir Hegel (1770-1831)
con Engel
(1820-1895), ambos pensadores alemanes de reconocido prestigio (os dejo un
enlace en el propio nombre para consultar su biografía y su obra).
Según D'Alembert, la Ilustración «lo discutió,
analizó y agitó todo, desde las ciencias profanas a los fundamentos de la
revelación, desde la metafísica a las materias del gusto, desde
la música hasta la moral, desde las disputas escolásticas de los
teólogos hasta los objetos del comercio, desde los derechos de los
príncipes a los de los pueblos, desde la ley natural hasta las leyes arbitrarias
de las naciones, en una palabra, desde las cuestiones que más nos atañen a las
que nos interesan más débilmente». Interesante tiempo de debate donde se
fraguaron las bases ideológicas y políticas que rigen nuestro mundo.
Pero vayamos al grano, a lo que nos plantea y
sugiere pensar esta importante sentencia: “En
el pensamiento es donde reside la libertad”.
Aceptemos que el pensamiento es libre, que no está
sujeto a la imposición y control de nadie, que podemos ejercer esa actividad
sin censura alguna, cosa que sería discutible. Aceptemos por otro lado que la
frase se refiera al pensamiento como forma de fraguar un contexto de libertad,
como instrumento que lleva a la libertad; en todo caso la reflexión nos puede
llevar a cuestionar esta aseveración.
La clave del cuestionamiento la encuentro en un
planteamiento que, en tiempos de Hegel,
no se había teorizado y estructurado. Fue Freud, a principios del siglo XX, con
la definición de sus tópicas, quien nos proporciona un procedimiento de exploración
muy interesante bajo el psicoanálisis. En su primera tópica habla de consciente,
preconsciente, inconsciente. En la segunda tópica habla del YO (consciente), el
SUPERYO (preconsciente) y ELLO (inconsciente).
Me centraré, a vuelapluma, en las funciones que
tiene cada uno de ellos. El YO mantiene el equilibrio entre el ELLO y el
SUPERYO, coordina impulsos y hace que se puedan expresar en el mundo externo;
el SUPERYO interioriza las experiencias y prohibiciones parentales, los
valores, discriminando lo que está bien de lo que está mal en función de las
normas sociales, es el pepito grillo, el juez interno, el que reprime los
impulsos que rebasan la norma, representa los pensamientos morales y éticos
recibidos de la cultura; el ELLO es totalmente inconsciente, instintivo
(amor, odio, violencia, temor, angustia, visceralidad…), aloja todos los deseos
y su función es lograr el placer y evitar el dolor, su único propósito es reducir la tensión
creada por «pulsiones» primitivas relacionadas con el hambre, lo sexual, la
agresión y los impulsos irracionales.
O sea, que nacemos con el instinto (ELLO) de
satisfacer todas nuestras necesidades sin ningún tipo de reparo, pero he aquí
que a través del proceso de socialización, mediante el cual vamos adquiriendo,
introyectando y aprehendiendo todos los valores culturales del entorno, es
decir, las normas y principios conductuales que nos harán buenos ciudadanos,
buenos hijos, buenos amigos, buenos compañeros, se va modelando al sujeto que
se ha definido como ejemplar en esa cultura social. Para ello le creamos en su
interior un policía, un juez, un ente controlador que le orientará en lo que
debe o no debe hacer en cada momento. Este es el SUPERYO.
Pero ¿qué sería de la pugna entre estos dos elemento
si no hubiera un sujeto intermedio que recondujera el conflicto? Seguramente
estaríamos ante un caos interior, un conflicto perenne que nos llevaría por el
camino de la amargura, de la angustia sistemática y de la frustración a un
desequilibrio emocional, conductual y actitudinal, a un trastorno patológico de
pura “locura”. El ELLO gritaría que quiere hacer tal cosa, el SUPERYO le diría que no y, aunque se reprimiera, en algún momento necesitaría
satisfacer ese deseo y, por desbordamiento de la presión, pasaría por encima
del SUPERYO creando el conflicto social y personal consecuente al romper la norma. Para dar salida
a ese conflicto aparece el YO. Ese sujeto capaz de acompasar los deseos a la
realidad, de sublimar lo imposible a través de lo posible, de jugar con el
sueño para que disfrutes en tus ensoñaciones aquello que no puedes gozar en tu
realidad, dando forma aceptable y sometida a norma a ese goce no permitido. Entonces,
cuando el ELLO plantea que quiere hacer el amor con la madre, el SUPERYO lo
rechaza como algo reprobable, como algo
inmoral, incestuoso; si actúas así serás rechazado por la sociedad y arrojado
del paraíso de tu grupo de pertenencia, serás maldito y estarás manchado por el
pecado y la deshonra. En ese conflicto del yo quiero y el no puedes hacerlo,
aparece el YO diciendo: Esta noche soñarás que haces el amor con una mujer sin
cara visible, no identificable, pero que te producirá el gozo que pretendes…
solo notarás en algún gesto propio de tu madre que pudiera ser ella, pero tú,
al final, la identificarás como otra mujer. De esa forma sublimas el deseo sin infringir
la norma.
Llamo la atención sobre la importancia que tiene el SUPERYO
en el control del pensamiento y de nuestras acciones y manifestaciones en la
vida. De alguna forma, con ese SUPERYO se nos ha introducido un policía que
controla lo que hacemos y pensamos, que nos dice lo que está bien y mal y que nos
hace sentir culpables cuando erramos, cuando atentamos contra esas cormas sociales
y religiosas que se nos han impuesto en el proceso educacional, en la
socialización. ¿Qué está pasando? Pues que se nos está controlando el pensamiento
desde nuestro propio interior, desde esa especie de lavado de cerebro que se nos
ha hecho para eliminar las pulsiones, para frustrarlas, sometiéndonos a la
cultura (principios, valores, credos, ideologías, pautas de conducta, héroes y
mitos que nos orientan, etc.) que impera en esa sociedad en la que hemos nacido
y a la que pertenecemos.
En las religiones ya sabemos que actuar contra el SUPERYO
es pecado, pues es infringir las leyes divinas que han estructurado ese SUPERYO.
El ELLO no tiene cabida y se podrá pecar de PENSAMIENTO, PALABRA Y OBRA. O sea,
que cuidado con lo que piensas que puedes estar fuera de la ley. Si entendemos pecar como
hacer un mal a alguien cabe pensar que el pecado se ha de sustentar en la obra,
escasamente en la palabra y nada en el pensamiento. Por tanto, al pensar no
somos libres y no cabría la frase de Hegel: “En el pensamiento es donde reside la
libertad”.
Pero si damos un giro a esa expresión y la
entendemos como que “es el pensamiento el que nos lleva a la elaboración de la libertad”
colegiremos que todo sujeto que pretenda ser libre deberá alcanzar esa libertad
a través de elaborarla con su propio pensamiento. Que una sociedad que quiera
ser libre, deberá dejar que el pensamiento en libertad haga evolucionar a esa sociedad
en desarrollo intelectual. El pensamiento en sí, mediante un proceso de
razonamiento empírico, a la vista de las formas de convivencia, bebiendo de las
distintas aportaciones, elaborará el marco que determinará un SUPERYO más
racional y justo, donde encaje mejor la libertad de pensar y actuar del sujeto
de forma responsable, para provocar en
sí mismo, y en el colectivo social donde se imbrica, un desarrollo sostenido en
el tiempo, donde el libre albedrio, el razonamiento crítico y dialéctico pueda
elaborar un SUPERYO más racional y libre, menos sometido a los intereses y
dogma, doctrinas, ideologías, etc, de aquellos que sostienen y perpetúan el
sistema y las normas éticas, morales, conductuales.... que nos condicionan la
existencia al amparo de su dominio, de su poder de influencia y control sobre
una sociedad injusta enfocada en beneficio de unos y en detrimento de otros.
Por tanto, y a modo de conclusión, nuestro
pensamiento está sometido al pepito grillo que nos instauran a lo largo de la
socialización, del policía interior que nos controla hasta tal punto que nos “autocondenamos”
cuando cometemos errores y faltas contra la norma, lo que llevaría en muchos
casos al suicidio del sujeto culposo como forma de castigo.
Si ese pensamiento está condicionado y frustrado, no
podrá ser libre. Pero es cierto que a través del pensamiento, de la razón,
vanos construyendo la libertad, renunciando al dogma y a las ideologías
encapsuladas, mientras buscamos la verdad de la existencia, del propio ser
humano y de su facultad irrenunciable a pensar para seguir creciendo en
libertad. Por tanto, bajo mi modesta opinión: “La libertad no reside en el pensamiento,
el pensamiento es la herramienta para lograr la libertad”.
7 comentarios:
En el único lugar y no siempre...Cuando te leo siempre me digo que debías estar de articulista en algún periódico. Un beso
Gracias, Mª Ángeles. Hasta ahora he mandado pocos artículos a la prensa. Hace años, allá por 1988, publiqué 4 en el diario SUR y, en algún caso y de cuando en cuando, colaboro con El Sol Digital. Tal vez debería explorar esa faceta.
Un beso
Hola Antonio, ya sabes que no acabo de creer en la libertad como concepto general sino en diversos márgenes de maniobra conforme circunstancias personales, cada cual según sus parámetros. Estos últimos y la dinámica de los mismos son los que "manejan nuestra barca".
Ahora bien, teorías y filosofías existen para todos los gustos, algunos tienen la suerte de encontrar la teoría afín a su naturaleza y piensan de una manera, otros no, y piensan de otra manera bien diferente, incluso opuesta. Todos están convencidos de su realidad. Así me parece que funciona este teatrito mundano, pero claro, tampoco mi persona resulta ajena a lo que acabo de escribir.
Gracias, emejota, por tu aportación, siempre interesante. El relativismo es un planteamiento sugestivo para conocer el mundo diverso en el que nos movemos. El concepto de libertad, en este caso, no lo toco prácticamente, sino el proceso por el que se puede tender a ella sabiendo, como se desprende de la existencia de ese Superyo, que es una utopía, ya que, incluso, el propio pensamiento está condicionado por el mundo donde vivimos y sus leyes y normas.
Un beso
Muy interesante. Un texto para reflexionar sobre nuestra libertad de conciencia. Creo que la libertad reside en el pensamiento, sí; nadie puede obligarnos a pensar como pensamos, pero la libertad debe implicarse en la acción para que sea una fuerza transformadora.No obstante,me pregunto:¿Pensamos libremente? Para que el pensamiento no se deje mediatizar por las proclamas externas, se necesita un nivel cultural, un espíritu crítico y debate social, cosa que no es lo que ocurre.
Se nos sirven recetas estratégicas para adherirnos a unas u otras doctrinas. Me quedé atónita con la afirmación de P.Iglesias en una entrevista de ayer: "ponemos la estrategia por delante de la ideología". ¡Qué peligroso en alguien que aspira a gobernar el país!
Un abrazo.
Francamente, amiga Fanny, creo que el pensamiento no es libre en su sentido más puro. Está mediatizado por la orientación sobre el bien y el mal, sobre la moral, la ética y los valores de cada cultura social. Es ese superyo el que nos controla y dirige el pensamiento. Se es más libre en tanto se es más crítico, y se es más crítico en cuanto más conocimiento se tiene. A la libertad se va desde el conocimiento y al conocimiento a través de la elaboración mental de la realidad con el pensamiento..
Gracias por tu aportación.
Un abrazo
No tengo estudios, pero mi mente no para. Precisamente sobre este tema. En ocasiones me siento libre porque no quiero seguir a la humanidad, en ningún aspecto. Me siento fuerte y me da igual verme en la calle pidiendo.... Entonces me siento libre. No tengo nada que perder, porque no tengo nada.
Hubo una época no muy lejana en mi vida, en que lo perdí todo...me hundí, me sentía como si tuviera la peste....la gente.... Era como si no existiera. Cuando levante cabeza y pude empezar a VER me di cuenta de que me sentía libre... Empecé a sentirme por primera vez en mi vida feliz FELIZ. No tenía miedo de perder nada,no tenía nada y sin embargo sentía que lo tenía todo. Ahora intento mantenerme con trabajos pasajeros y con lo justo, cada vez que me exijo más empieza el ahogo, la angustia, la desesperación de querer tener,y cuando consigo algo, la angustia de no perderlo. Y hay empieza mi guerra. Que hago? Quieres ser libre o no? Envidio algunos mendigos de la calle. Hablo con ellos en ocasiones... Es duro...pero no pueden explicar esa sensación. Cuando puedo comparto monedas con ellos porque me gusta como viven,aunque el miedo me impide dar ese paso, son grandes maestros. Pero camuflados. La libertad de pensamiento....es muy relativo. Gracias.
Por cierto...supongo que el concepto de loco en este mundo está confundido,dado que la gente llama loco a la persona que tiene una singularidad de las cuales el resto de personas carecen por no entender.
Gracias, otra vez, por compartir tus pensamientos. Solo buscaba donde reside el pensamiento. Ese gran misterio....es maravilloso cuando florece y lo más increíble,es que florece en los momentos más bajos.
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