Opinión | Tribuna
Publicado
en el diario La Opinión de Málaga el día 18 OCT 2025 7:01
https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/10/18/paz-viene-consenso-122741039.html
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En estos días convulsos, acumulando
miles de muertos en Gaza a manos del ejército
israelí, tras el atentado
de Hamás el 7 de octubre de hace dos años, se vislumbra un alto al
fuego, un dejar de matar y destruir Palestina, al menos eso se pretende. Lo
ocurrido en Gaza es un genocidio, una forma de hacer pagar a un pueblo,
indiscriminadamente, lo que ha hecho su gobierno, en este caso de Hamás, con el
deleznable acto terrorista de 2023.
Mas, el Gobierno israelí, formado
mayoritariamente por iluminados y
fanáticos sionistas, defensores del Gran Israel bíblico, pretenden
reproducir la situación de la conquista de la Tierra Prometida por su dios, en
la forma que describe el libro sagrado del Deuteronomio, bajo el convencimiento
de ser el pueblo elegido por él entre todos los pueblos de la tierra. Ellos
tomarán en propiedad esa tierra prometida, sometiendo a sus habitantes o
exterminándolos si se resisten, tal como dice su dios, y así lo expresé en mi
reciente artículo Genocidio
en Tierra Santa.
El lunes trece, asistimos a la
firma de un tratado de paz entre
Israel y Hamás algo extraño, pues sin contar con la presencia y firma de
los interesados, se rubricó en Egipto un acuerdo de paz casi impuesto por el
señor Trump para su mayor gloria. Es una paz a conveniencia del pacificador,
más que a satisfacción de los interesados y, además, buscada desde la ególatra
megalomanía del ‘emperador’ americano. Una vez destrozada Gaza, llena de
cadáveres de niños inocentes, sometida a la hambruna y a la humillación
continua por un ejército todopoderoso ávido de venganza y destrucción del
enemigo, ayudado hasta el final por el gobierno americano de Trump, solo cabe
claudicar antes que proseguir con la debacle.
Trump el faraón en Egipto
Trump se
baña en multitudes en Israel y se corona rey del mundo en el
país de los faraones, donde un nutrido ramillete de jefes de estado y de
gobierno asiste al evento en señal de pleitesía. Ya construyó su pirámide
virtual para pasar a la historia y se rodeó de la corte faraónica para hacerle
grande, autoproclamándose ‘El pacificador’ con poder universal.
Pero en el fondo, este Trump no
deja de ser un producto de una
opulenta sociedad norteamericana, con una infancia que le marcó y fraguó
su cuestionable personalidad, según explica su sobrina Mary Trump, en su libro
‘Siempre demasiado y nunca suficiente: cómo mi familia creó al hombre más
peligroso del mundo’, cuyo título ya pone los pelos como escarpias. En todo
caso, como mando mayor de la OTAN, se permite dictar a los gobiernos cómo han
de gobernar a su conveniencia, bajo la amenaza de los aranceles, pasándose por
el arco del triunfo los derechos
soberanos de los pueblos. Es decir, que no habiéndole votado para
conformar el gobierno de un país, se permite marcar sus políticas económicas
con la exigencia del 5% de gasto en defensa.
La paz no se decreta, la paz se
cultiva
Pero vayamos a reflexionar sobre el
tema de la paz, que es el caso. La paz no es algo que se decreta, sino que se
siembra y cultiva en el sistema social, a través de la educación y formación ciudadana, creando hábitos de
concordia y empatía. Es algo que arraiga en la mente de cada cual y presenta
resistencia a ser subvertida por los beligerantes agresores. Existe una
orientación, una actitud de paz, que permite crear el ambiente adecuado para
que se desarrolle dentro de un contexto cultural. Mientras más conciencia se
tenga de la importancia de la paz,
más se establecerán los medios para cultivarla y mantenerla.
Sin embargo, es tremendamente complicado
mantener una paz justa entre los pueblos. Las estrategias geopolíticas, los intereses comerciales, la historia y
la cultura del poder establecido y el darwinismo social del
neoliberalismo, hacen imposible una gobernanza mundial desde la bonhomía,
llevándonos a la perversión de la confrontación que beneficia a grupos
dominantes.
Estamos sometidos a una cultura belicosa, donde el poderoso es
temido y admirado dados los mitos y leyendas, donde los héroes son grandes
guerreros, conquistadores y forjadores de imperios. En esta cultura aceptamos
la crueldad y el dominio, la imposición y la ambición, como expresión natural
del ser humano, asociados al éxito. Pero nuestros héroes han de ser, «aquellos
que construyen y trabajan por la paz», como defendía Nelson Mandela, y no los
sanguinarios guerreros.
El ‘zeitgeist’ o espíritu del
tiempo
La paz debe ser el elemento
esencial dominante en el ‘zeitgeist’, el concepto hegeliano del ‘espíritu del tiempo’, que hace
referencia al clima, ambiente o atmósfera intelectual y cultural de una
determinada era. Quiero decir que el entorno, la filosofía y pensamiento
imperante es clave para mantener o dinamitar la paz. Los hechos, que venimos
viviendo en los últimos años, nos muestran un proceso evolutivo, o tal vez
debería decir involutivo, donde la violencia y la guerra afloran por doquier
ante la indiferencia de la sociedad camino de la deshumanización. Soportamos el
horror de la guerra de Ucrania y
el genocidio de Gaza, donde Israel actúa con absoluta impunidad. Por
tanto, para cultivar la paz, hemos de luchar por establecer un espíritu de los
tiempos donde se busque esta como un objetivo imprescindible para convivir y
conseguir la felicidad de nuestra sociedad.
Decía en el epígrafe: «La paz
impuesta no es paz, sino sumisión del vencido. La paz verdadera es la que
consensúa la convivencia en libertad». Mientras la paz sea fruto de la
imposición bélica, del dominio por las armas, no habrá paz sino odio subyacente del sometido, que es el cultivo
de una futura guerra. Solo en un entorno de convivencia consensuada, de
equilibrio justo entre las partes, podrá aflorar la paz en libertad y no en
sumisión. La paz tiene su fundamento en el equilibrio interior de cada sujeto,
en un estado emocional sosegado, de justicia, libertad y bienestar. Todo ello
junto a una disposición para cultivarla desde la empatía, el amor y el respeto,
mediante actitudes y conductas de colaboración que aboquen en sinergias
positivas.
La paz es el camino
No puedo estar más de acuerdo con
la frase de Mahatma Gandhi: «No hay
camino hacia la paz, la paz es el camino». La vivencia en paz es la
mejor forma de mantenerla y cultivarla. Si nos dejamos llevar por la violencia,
por el odio, y vemos al semejante como enemigo en lugar de diferente, estamos
cultivando el espíritu de la guerra. Hoy, la política irresponsable, siembra
ese odio y desencuentro, en el que no debe caer la gente de bien.
Por desgracia, esa conducta canallesca, también se
proyecta en algunos medios de
comunicación, en los vehementes debates de tertulianos donde se observa
el periodismo venal y partidista, pues no buscan el acercamiento y la
clarificación de ideas, sino arrimar el ascua a su sardina. Por otro lado, la
aparición de las redes sociales (RRSS) ha creado un campo de confrontación, en
muchos casos irracional, basado en argumentación poco o nada sólida. En ese
caso, es cuando más hace falta criterio preciso para discernir y separar el
grano de la paja. Lamentablemente se puede acabar dando el mismo crédito a un
científico que a un idiota. Eso crea opiniones poco fundadas en sujetos donde
prevalece el deseo de confrontar, defendiendo lo absurdo frente a lo racional,
lo que lleva a un irracional desencuentro, donde el dogmatismo del necio se cierra a otras ideas. Por tanto,
las RRSS son un campo de cultivo ideal para sujetos de pensamientos enquistados
resistentes a la argumentación lógica, provocando el desencuentro en lugar de
un acercamiento y la tendencia al conflicto, en lugar de a la paz.
En estas circunstancias, pese al
acuerdo, el camino hacia la paz en Palestina es aún complejo. Siguen en el
poder demasiados sociópatas, a los que no les importa el sufrimiento humano,
sino el beneficio y negocio que deja una guerra ganada para mayor gloria y
riqueza del poder y los objetivos del sionismo integrista. Creo que la mejor
solución es la creación de los dos Estados, Israel y Palestina, dejando a
Jerusalén como ciudad autónoma, bajo mandato internacional, donde cohabiten las
tres religiones en paz y libertad. La
paz se fragua en la actitud de los pueblos.
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