sábado, 18 de octubre de 2025

La verdadera paz viene del consenso

 

Opinión | Tribuna

Por: Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el día 18 OCT 2025 7:01

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/10/18/paz-viene-consenso-122741039.html


La paz impuesta no es paz, sino sumisión del vencido. La paz verdadera es la que consensúa la convivencia en libertad.

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En estos días convulsos, acumulando miles de muertos en Gaza a manos del ejército israelí, tras el atentado de Hamás el 7 de octubre de hace dos años, se vislumbra un alto al fuego, un dejar de matar y destruir Palestina, al menos eso se pretende. Lo ocurrido en Gaza es un genocidio, una forma de hacer pagar a un pueblo, indiscriminadamente, lo que ha hecho su gobierno, en este caso de Hamás, con el deleznable acto terrorista de 2023.

Mas, el Gobierno israelí, formado mayoritariamente por iluminados y fanáticos sionistas, defensores del Gran Israel bíblico, pretenden reproducir la situación de la conquista de la Tierra Prometida por su dios, en la forma que describe el libro sagrado del Deuteronomio, bajo el convencimiento de ser el pueblo elegido por él entre todos los pueblos de la tierra. Ellos tomarán en propiedad esa tierra prometida, sometiendo a sus habitantes o exterminándolos si se resisten, tal como dice su dios, y así lo expresé en mi reciente artículo Genocidio en Tierra Santa.

El lunes trece, asistimos a la firma de un tratado de paz entre Israel y Hamás algo extraño, pues sin contar con la presencia y firma de los interesados, se rubricó en Egipto un acuerdo de paz casi impuesto por el señor Trump para su mayor gloria. Es una paz a conveniencia del pacificador, más que a satisfacción de los interesados y, además, buscada desde la ególatra megalomanía del ‘emperador’ americano. Una vez destrozada Gaza, llena de cadáveres de niños inocentes, sometida a la hambruna y a la humillación continua por un ejército todopoderoso ávido de venganza y destrucción del enemigo, ayudado hasta el final por el gobierno americano de Trump, solo cabe claudicar antes que proseguir con la debacle.

Trump el faraón en Egipto

Trump se baña en multitudes en Israel y se corona rey del mundo en el país de los faraones, donde un nutrido ramillete de jefes de estado y de gobierno asiste al evento en señal de pleitesía. Ya construyó su pirámide virtual para pasar a la historia y se rodeó de la corte faraónica para hacerle grande, autoproclamándose ‘El pacificador’ con poder universal.

Pero en el fondo, este Trump no deja de ser un producto de una opulenta sociedad norteamericana, con una infancia que le marcó y fraguó su cuestionable personalidad, según explica su sobrina Mary Trump, en su libro ‘Siempre demasiado y nunca suficiente: cómo mi familia creó al hombre más peligroso del mundo’, cuyo título ya pone los pelos como escarpias. En todo caso, como mando mayor de la OTAN, se permite dictar a los gobiernos cómo han de gobernar a su conveniencia, bajo la amenaza de los aranceles, pasándose por el arco del triunfo los derechos soberanos de los pueblos. Es decir, que no habiéndole votado para conformar el gobierno de un país, se permite marcar sus políticas económicas con la exigencia del 5% de gasto en defensa.

La paz no se decreta, la paz se cultiva

Pero vayamos a reflexionar sobre el tema de la paz, que es el caso. La paz no es algo que se decreta, sino que se siembra y cultiva en el sistema social, a través de la educación y formación ciudadana, creando hábitos de concordia y empatía. Es algo que arraiga en la mente de cada cual y presenta resistencia a ser subvertida por los beligerantes agresores. Existe una orientación, una actitud de paz, que permite crear el ambiente adecuado para que se desarrolle dentro de un contexto cultural. Mientras más conciencia se tenga de la importancia de la paz, más se establecerán los medios para cultivarla y mantenerla.

Sin embargo, es tremendamente complicado mantener una paz justa entre los pueblos. Las estrategias geopolíticas, los intereses comerciales, la historia y la cultura del poder establecido y el darwinismo social del neoliberalismo, hacen imposible una gobernanza mundial desde la bonhomía, llevándonos a la perversión de la confrontación que beneficia a grupos dominantes.

Estamos sometidos a una cultura belicosa, donde el poderoso es temido y admirado dados los mitos y leyendas, donde los héroes son grandes guerreros, conquistadores y forjadores de imperios. En esta cultura aceptamos la crueldad y el dominio, la imposición y la ambición, como expresión natural del ser humano, asociados al éxito. Pero nuestros héroes han de ser, «aquellos que construyen y trabajan por la paz», como defendía Nelson Mandela, y no los sanguinarios guerreros.

El ‘zeitgeist’ o espíritu del tiempo

La paz debe ser el elemento esencial dominante en el ‘zeitgeist’, el concepto hegeliano del ‘espíritu del tiempo’, que hace referencia al clima, ambiente o atmósfera intelectual y cultural de una determinada era. Quiero decir que el entorno, la filosofía y pensamiento imperante es clave para mantener o dinamitar la paz. Los hechos, que venimos viviendo en los últimos años, nos muestran un proceso evolutivo, o tal vez debería decir involutivo, donde la violencia y la guerra afloran por doquier ante la indiferencia de la sociedad camino de la deshumanización. Soportamos el horror de la guerra de Ucrania y el genocidio de Gaza, donde Israel actúa con absoluta impunidad. Por tanto, para cultivar la paz, hemos de luchar por establecer un espíritu de los tiempos donde se busque esta como un objetivo imprescindible para convivir y conseguir la felicidad de nuestra sociedad.

Decía en el epígrafe: «La paz impuesta no es paz, sino sumisión del vencido. La paz verdadera es la que consensúa la convivencia en libertad». Mientras la paz sea fruto de la imposición bélica, del dominio por las armas, no habrá paz sino odio subyacente del sometido, que es el cultivo de una futura guerra. Solo en un entorno de convivencia consensuada, de equilibrio justo entre las partes, podrá aflorar la paz en libertad y no en sumisión. La paz tiene su fundamento en el equilibrio interior de cada sujeto, en un estado emocional sosegado, de justicia, libertad y bienestar. Todo ello junto a una disposición para cultivarla desde la empatía, el amor y el respeto, mediante actitudes y conductas de colaboración que aboquen en sinergias positivas.

La paz es el camino

No puedo estar más de acuerdo con la frase de Mahatma Gandhi: «No hay camino hacia la paz, la paz es el camino». La vivencia en paz es la mejor forma de mantenerla y cultivarla. Si nos dejamos llevar por la violencia, por el odio, y vemos al semejante como enemigo en lugar de diferente, estamos cultivando el espíritu de la guerra. Hoy, la política irresponsable, siembra ese odio y desencuentro, en el que no debe caer la gente de bien.

Por desgracia, esa conducta canallesca, también se proyecta en algunos medios de comunicación, en los vehementes debates de tertulianos donde se observa el periodismo venal y partidista, pues no buscan el acercamiento y la clarificación de ideas, sino arrimar el ascua a su sardina. Por otro lado, la aparición de las redes sociales (RRSS) ha creado un campo de confrontación, en muchos casos irracional, basado en argumentación poco o nada sólida. En ese caso, es cuando más hace falta criterio preciso para discernir y separar el grano de la paja. Lamentablemente se puede acabar dando el mismo crédito a un científico que a un idiota. Eso crea opiniones poco fundadas en sujetos donde prevalece el deseo de confrontar, defendiendo lo absurdo frente a lo racional, lo que lleva a un irracional desencuentro, donde el dogmatismo del necio se cierra a otras ideas. Por tanto, las RRSS son un campo de cultivo ideal para sujetos de pensamientos enquistados resistentes a la argumentación lógica, provocando el desencuentro en lugar de un acercamiento y la tendencia al conflicto, en lugar de a la paz.

En estas circunstancias, pese al acuerdo, el camino hacia la paz en Palestina es aún complejo. Siguen en el poder demasiados sociópatas, a los que no les importa el sufrimiento humano, sino el beneficio y negocio que deja una guerra ganada para mayor gloria y riqueza del poder y los objetivos del sionismo integrista. Creo que la mejor solución es la creación de los dos Estados, Israel y Palestina, dejando a Jerusalén como ciudad autónoma, bajo mandato internacional, donde cohabiten las tres religiones en paz y libertad. La paz se fragua en la actitud de los pueblos.

 


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