sábado, 20 de septiembre de 2025

¿Hacia dónde nos arrastran?

 

Opinión | Tribuna

Por: Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el 20 SEPT 2025 7:01

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/09/20/arrastran-121760637.html

No podemos caer en la trampa. No podemos renunciar a nuestra capacidad de discernir, de pensar y elaborar ideas propias razonables y razonadas

Isabel Díaz Ayuso saluda al italiano Marco Frigo, en la salida de la última etapa de la Vuelta. / l.o.

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Cada vez es más patético el mundo político que nos envuelve. Estamos inmersos en un proceso que nos arrastra irremisiblemente hacia el abismo. Nosotros, los cándidos y bienintencionados ciudadanos de a pie, los que no queremos esta vehemente confrontación que nos ofrecen los políticos irresponsables e interesados, acabaremos siguiendo sus pasos y dinamitaremos amistades, valores democráticos, sentido de la responsabilidad, respeto y consideración hacia el diferente. Potenciaremos el desencuentro hasta llegar a la confrontación irracional del conflicto bélico.

Los sujetos tóxicos a los que les importa un bledo la patria y su gente, a los que solo les interesa la defensa de sus arcaicos pensamientos, siguen sembrando en un campo de cultivo joven y virginal las perversas ideas que otrora nos llevaron a la debacle.

Estamos perdiendo el rumbo

Hemos perdido el rumbo, hemos perdido el norte. Bogar en este mundo sin un horizonte utópico, anclado al humanismo solidario y justo, es ir a la deriva y al amparo de piratas que roban conciencias y alienan al ser humano en beneficio propio.

No podemos caer en la trampa. No podemos renunciar a nuestra capacidad de discernir, de pensar y elaborar ideas propias razonables y razonadas. Son muchos los cantos de sirenas que se escuchan en las redes sociales, demasiadas las ideas alienantes que nos presentan, la forma de sembrar odio y desencuentro, para dar pábulo a sujetos frustrados y necesitados de protagonismo. No se acabó la fiesta, porque la fiesta es la vida. En todo caso, dado el descontento que andan sembrando, lo que se ha de hacer es reconducir la fiesta, desde los propios valores democráticos, para armonizar la vida en paz y progreso buscando el desarrollo individual y social de esta comunidad tan rica en matices humanos. La fiesta, la vida, hay que preservarla sin dejarse arrastrar por los agoreros que nos la quieren amargar llevándonos a lo más terrible, que puede acabar con la propia vida, pues terminarán pidiéndote que la entregues a la causa. Eso os debe sonar de tiempos pasados, no muy lejanos, que pregonaban un amanecer entre muerte y sangre, donde el sol luciría para unos pocos en detrimento de la mayoría. No cabe ponernos cara al sol en mangas de camisa.

Nuestro juicio es esencial, nuestra libre forma de interpretar las cosas, desde la razón, ha de prevalecer ante los intentos de manipulación de grupos extraños y sectarios, que usan el insulto y la descalificación como instrumento para colonizar nuestro propio pensamiento. Que nos muestran la paja en el ojo ajeno y esconde la viga del suyo.

Estos predicadores y sus prédicas rompen todo esquema racional. Exigen a los demás lo que ellos no se exigen a sí mismos. Su maldad la ven en el otro y la rechazan y denuncian con dedo acusador difamatorio. Tal vez, quien indica con su dedo al otro anda desviando la atención para que no le mires a él. Ahí ha de aparecer la razón, el discernimiento, la inteligencia suficiente para separar la paja del trigo desde un sano y justo criterio personal.

Thanks for watching!

Porque no se trata de confrontar vehementemente, de usar la beligerancia exacerbada, de tratar de imponer dogmas y criterios inalienables a los demás, de instaurar un modelo singular y excluyente de patria, sino de hacer buen uso de los valores de la democracia, que son el respeto, el diálogo, el acuerdo y pacto para beneficiar a la gente creando una sociedad de paz y consenso.

Ya nos falta empatía y compasión

Creo que necesitamos un poco de empatía para ponernos en el lugar de los otros sin dejarnos arrastrar por nadie, sin ejercer de correa de trasmisión de abyectos sujetos que se mueven a caballo de la falacia y de la manipulación para alcanzar sus objetivos.

Ante la amenaza de un nuevo conflicto, nos jugamos mucho más que en otras guerras, nos jugamos la supervivencia, no solo de la especie, sino del maravilloso entorno que nos envuelve. Nos jugamos la vida en el planeta, el futuro de nuestros hijos y nietos y de todo ser vivo… ¿Quiénes somos nosotros para arrogarnos el perverso derecho de destruir el mundo, de aniquilar a nuestros hermanos, de matar el futuro de nuestros descendientes? ¿Por qué no tenemos la sensatez de frenar a los inductores del conflicto, a los cultivadores del odio y a los que nos marcan enemigos artificiosos a batir? ¿Por qué no somos capaces de acabar con las guerras, de una puñetera vez, dado el nivel de desarrollo intelectual que hemos alcanzado?

Estamos en un infame proceso de deterioro de valores humanos, que parece orquestado por quienes ocultan sus intereses contrarios a una sociedad solidaria, empática y compasiva. El alma se nos está encalleciendo y nos deshumanizamos manipulados por sentimientos egoístas, cuando no ególatras, hasta tal punto que elevamos al poder a sujetos insensibles con el sufrimiento humano en función de intereses inconfesables, a peligrosos demagogos y sociópatas con armas de destrucción masiva. Nos dejamos atrapar en discursos inconexos, desalmados y generadores de odio hacia quienes propagan una justa convivencia democrática, para entregarnos a los populismos trasnochados que han brotado de esporas enquistadas hace un siglo.

El mundo de la información, navegando en un mar de desinformación, se ha convertido en un campo de batalla donde se dirime el relato, dado que se abandona, en muchos casos, la ética informativa y el ejercicio profesional del periodismo sensato, objetivo y responsable. El tsunami de las redes sociales nos arrastra a través de la simpleza del mensaje y la noticia, que no trata lo esencial que nos aproximaría a la realidad, tan necesaria para ejercer un juicio crítico.

El declive de la intelectualidad

Otrora, el mundo intelectual contaba con el reconocimiento de la gente y se les daba crédito a sus aportaciones cualificadas, científicas y argumentadas. Ahora, en las redes sociales, se le da el mismo crédito a un cantamañanas que a un científico, lo que demuestra el nivel del receptor del mensaje. Nos dejamos llevar por eslóganes, por consignas políticas e ideas que nos pretenden inculcar por medio de las emociones, como son el odio, el miedo, el rechazo. Algunos reclaman los valores anacrónicos de viejas concepciones de patrias excluyentes con sus hijos, que no encajan con los principios que deberían prevalecer en este momento histórico.

En este contexto, y como ejemplo: ¿Cómo es posible que haya tanta gente indiferente ante la masacre y destrucción de Palestina? Todos deberíamos sentir, al igual que lo experimentamos con los atentados perpetrados por Hamas el 7 de octubre, escalofríos al ver Gaza destruida por otros ataques extremistas más terribles aún, cómo dinamitan a conciencia los edificios de la ciudad y las casas de sus habitantes mediante una demolición sistemática, los niños hambrientos, los heridos y muertos por la acción de un ejército excelentemente dotado para guerrear con otros ejércitos. Pero esto no es una guerra, por mucho que lo digan, estos es la masacre de un ejército bien pertrechado sobre una población civil indefensa, a la que tratan como ganado, humillándola y llevándolos de un sitio a otro para preservar su vida, con el miedo a perderla.

Se nos congeló el alma

Mientras tanto vemos a políticos hipócritas defendiendo con artificio la actuación de Israel, negando el genocidio que la propia ONU ya ha calificado como tal. No nombraré a nadie porque ellos mismos se identifican con sus actos, con su cinismo y extravagantes comparaciones. Dejo al lector esa función, pero tengan en cuenta que quien apoya o justifica a un asesino es también culpable. Decía Julio Anguita: “Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”, y yo añado: “y los que las apoyan y justifican”.

Si a cualquier ser humano se le presentan las imágenes de lo que ocurre y no se inmuta o lo justifica, si no siente repelús, desasosiego, rabia, Impotencia y deseos de actuar y condenar estos hechos, creo que ha dejado de ser humano y debería hacer un examen de conciencia.

Lo que ocurre nos es culpa del pueblo judío, sino de sus gobernantes, pero dado que defienden que son una democracia, quienes los han votado son sus cómplices como colaboradores necesarios. Creo que estos hechos, que juzgará la historia, acabarán estigmatizando al conjunto del pueblo judío, como una lacra bien documentada que arrastrarán por siempre. Han atenuado el sentimiento de compasión y apoyo que generó el holocausto en la población mundial.



 

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