Opinión
| Tribuna
Publicado
en el diario La Opinión de Málaga el 06 SEPT 2025 7:00
https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/09/06/enfermo-paciente-121282325.html
Podemos
definir la paciencia como la ciencia de mantener la paz ante la adversidad. Y
en los últimos tiempos el ejercicio de la paciencia es obligado en el paciente
para no perder su paz interior.
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España cuenta con más de 292.700 personas en las listas de espera para los servicios y ayudas para la dependencia. / / ARCHIVO |
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La palabra paciente tiene una doble
acepción, por un lado es un sustantivo con el que se identifica a la persona
que padece una enfermedad, pero, a la vez, es un adjetivo referido a quien
tiene paciencia. Por tanto, quiero otorgar el doble sentido de la palabra al
que sufre una patología y requiere acudir a los servicios sanitarios. De hecho
es un paciente, que padece enfermedad, y un sujeto que ha de ejercer la
paciencia durante el proceso de atención de la misma. De una forma humorística,
si quiere el lector, podemos definir la paciencia como la ciencia de mantener
la paz ante la adversidad. Y en los últimos tiempos el ejercicio de la
paciencia es obligado en el paciente para no perder su paz interior.
Las listas de espera y la
estrategia de la distracción
Pongamos como ejemplo las listas de
espera, que en la campaña electoral se comprometían los listos políticos a
eliminarlas, al menos era una consigna de nuestro amado presidente de la Junta.
La realidad es que se han disparado. No solo se complica el conseguir cita para
el médico de familia, que debería ser inmediata para valorar la emergencia y
gravedad del caso desde el docto conocimiento del facultativo, sino que cuando
te la dan puede que la dolencia se haya resuelto por arte de magia, o sea por
‘autosanación’. De la lista quirúrgica no digamos. En las especialidades,
aunque en la petición de consulta te identifiquen como preferente, la lista se
impone. En pruebas complementarias habría mucho que decir, no solo por la
tardanza en asignarte cita, sino por el desvío a la privada que, como en mi
caso, resultó una praxis cuestionable y hube de acudir a urgencias tras la
gastroscopia. La demora de las analíticas y demás pruebas complementarias de
uso mayor, también dejan bastante que desear…
Dicho esto, parece que haya una
estrategia para distraer a la ciudadanía de los temas de especial interés. El
ruido, los tertulianos que asumen y practican la confrontación política, hace
que nos enfrasquemos en un debate sobre las conductas mediáticas de los
políticos: insultos, exabruptos, descalificaciones, escaqueos de la responsabilidad,
dialéctica de twitter, maldades torticeras, etc. en lugar de hablar y debatir
sobre políticas concretas que afecten a la gestión de recursos y/o las
obligaciones de los políticos.
Lo importante es la política, no el
político
Hablamos continuamente de los
políticos, cuando lo verdaderamente importante es la política a desarrollar y
los programas y responsabilidades enfocados a tal fin. Si hablamos de ellos no
hablamos de ella.
Porque lo substancial que todo
ciudadano ha de considerar son las políticas que se presentan para la
resolución de los problemas, para la justa y honorable gestión de los recursos
públicos y el afrontamiento de las contingencias que se van desarrollando a lo
largo de una legislatura. Hablar de contingencias quiere decir considerar los
diferentes momentos que se muestran en función de un entorno cambiante y
sometido a la permeabilidad que todo sistema abierto tiene. La gobernanza es
una acción dinámica y, en cierto sentido mudable por no decir lábil, dada la
complejidad del entorno, sometido a tantos y variados elementos que lo
condicionan. Por eso es cambiante y requiere una continua adaptación y, a
veces, a toma de decisiones contradictorias por parte de los políticos.
Lo importante en estos casos, son
el mantenimiento de políticas enfocadas al bien común y a la resolución de
problemas en consonancia con ello. Entiendo que nuestra obligación, como
ciudadanos responsables y soberanos con derecho al voto, es analizar esas
políticas que se nos ofrecen y actuar racionalmente, sin dejarnos llevar por la
manipulación de los políticos que pretenden el ejercicio del poder sin dejar
claro para qué. Tal vez cabría decir: «por sus hechos los conoceréis», pero en
el ejercicio del poder… ya se sabe. En todo caso no deberíamos ejercer de hollinan.
El paciente usuario del servicio de
salud
Dicho esto y dentro de ese abanico
de temas importantes en la gestión política, está el servicio de salud, la
asistencia sanitaria que, como ya he mencionado, es muy cuestionada en los
últimos tiempos por su progresivo deterioro y la sospecha de estrategias
espurias para, a través de ese deterioro, potenciar los servicios de la sanidad
privada. Es un tema de interés para el debate y para asumir una realidad que
puede y debe condicionar el voto en apoyo de políticas sanitarias de salud
pública y ausencia de enfermedad.
Ya, de por sí, acudir al médico, o
a cualquier otro servicio sanitario de pruebas diagnósticas, es estresante.
Padecer una enfermedad, ya sea aguda o crónica, causa inseguridad y
preocupación, bien por su evolución o por las limitaciones a que nos somete.
Ello hace que, a veces, no seamos suficientemente considerados con los
profesionales que nos atienden, pero, salvando ese detalle, hemos de ser
exigentes con el tiempo de espera, el trato y acogida que se nos brindan. Es
evidente que hay cosas manifiestamente mejorables, pero requieren de voluntad y
recursos para ello. A eso han de responder las políticas sanitarias sustentadas
en programas e ideologías con contenido de justicia social y solidaridad.
Habiendo sido profesional
asistencial y de gestión del medio hospitalario durante tanto tiempo, es un
tema doloroso para mí en un doble sentido, dado que también soy usuario. El
deterioro asistencial es manifiesto y la ilusión que nos llevó en el pasado a
luchar por un servicio sanitario ejemplar y modélico puede quedar en agua de
borrajas, pues en los últimos tiempos se ha instaurado un deterioro progresivo
alarmante, como ya he referido. En numerosas ocasiones he comentado la
situación con mis excompañeros, que me hicieron saber su descontento y preocupación.
La dependencia del paciente crónico
Los ciudadanos y ciudadanas que,
por desgracia, requerimos el uso continuado de los servicios sanitarios por
padecer una enfermedad crónica, estamos sujetos a actuaciones periódicas por
una dependencia inexorable del sistema de salud. Como ejemplo pongo a las
personas que precisan de analíticas de sangre, estudios radiológicos o
cualquier otra prueba complementaria requerida para sus revisiones. Coordinar
las listas de espera, para agilizar la intervención clínica o médica, es básico
para lograr la eficiencia del sistema. Pero, en toda planificación de política
sanitaria se ha de considerar, además de una estructura organizacional
competente para la gestión, dotar a los servicios de recursos humanos y
materiales para que puedan garantizar el logro de los objetivos previstos.
Tal vez aquí andemos haciendo
aguas. Creo que los recursos, además de insuficientes, no están bien
aprovechados debido a una mala planificación o desidia por parte de la
administración que, en muchos casos, parece tener sus intereses en otros
espacios, como puede ser el desarrollo de la privada y la deconstrucción de la
pública.
El déficit de enfermeras en España
Por lo general se muestra la
insuficiencia de recursos humanos en la propia ratio relacionada con la
población. Mientras a nivel europeo, por ejemplo, la ratio enfermera por cada
1000 habitantes es de 8,5, en España la tenemos en torno a 6,3, lo que nos
lleva a un déficit de 100.000 enfermeras en nuestro país. Como curiosidad diré
que esa ratio en Noruega es 21,68 según el Consejo General de Colegios
Oficiales de Enfermería de España; o sea una diferencia superior a 15 puntos.
El colectivo de enfermeras formadas
en España goza de una excelente reputación a nivel internacional, como lo demuestra
la aceptación que tienen para desempeñar su labor en otros países avanzados de
Europa, donde existe un considerable número de profesionales ejerciendo su
labor. Profesionales forjados en nuestras universidades con cargo al erario
público, en gran medida, y de las que se benefician otros países mientras
nosotros mantenemos ese escandaloso déficit.
Otra cuestión sería cómo se
administran y orientan estos recursos dando preferencia o no a la salud, con el
desarrollo de políticas para su prevención y promoción, o centrándose en la
curación, lo que conlleva un mayor coste e inversión. El dicho popular, una vez
más, muestra la sabiduría del pueblo: «Más vale prevenir que curar».
Concluyo que, indudablemente, en
estas circunstancias, el paciente se ha de cargar de paciencia para afrontar el
proceso de curación. Es decir, ha de ser doblemente paciente. Ojalá se
potenciara la promoción de la salud, sería mucho mejor para todos. La salud
implica un bien social y económico. Mientras tanto, querido paciente, paciente,
le deseo salud y bienestar…
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