miércoles, 22 de enero de 2025

La sociedad líquida

 

 Opinión | Tribuna

Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el día 22 ENE 2025 7:00

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/01/22/sociedad-liquida-113590767.html

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"La base o argamasa que consolida una sociedad se fundamente en su propia cultura social"

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Me gusta, de cuando en cuando, deambular sin rumbo fijo por la ciudad. Málaga, con su excelente clima, su entorno urbano y luminosidad, es un estupendo escenario para gozar del paseo, para caminar sin rumbo por sus calles. En ese libre y relajado ejercicio se cultiva el pensamiento entre estímulos varios y van aflorando ideas, recuerdos, sensaciones y emociones. Estando en ello, reflexionaba sobre la volatilidad de esta sociedad, donde la solidez del pensamiento clásico se iba diluyendo en una vertiginosa dinámica de desarrollo y cambio, no solo tecnológico, sino ideológico y, consecuentemente, social, me vino a la mente Zygmunt Bauman, que fue un sociólogo, filósofo y ensayista polaco-británico de origen judío. Para él la “sociedad líquida” es definitoria del mundo actual, que se caracteriza por su estado fluido y volátil. Ésta es una sociedad en la que la incertidumbre, por la vertiginosa rapidez de los cambios, ha debilitado los vínculos humanos. Lo que antes eran nexos potentes ahora se han convertido en lazos efímeros y frágiles.

Cultura social

La base o argamasa que consolida una sociedad se fundamente en su propia cultura social, en la que se establecen las formas de afrontamiento de los cambios requeridos por el proceso evolutivo, ajustando sus sistemas al espíritu de los nuevos tiempos, o zeitgeist hegeliano, mediante un proceso homeostático. En nuestro entorno la cultura política se fundamenta en el ejercicio de la democracia, que le otorga una solidez relativa, pero suficiente, para acometer el afrontamiento de los cambios, cuando se ejerce con el respeto y la lealtad que esta demanda.

Mas esa solidez se va diluyendo. Los avances tecnológicos crean un escenario nuevo y, por tanto, los intereses de grupos de poder cuestionan el ejercicio de la propia democracia. Estos grupos toman cada vez más fuerza potenciando las oligarquías que dominan el mercado y la economía mundial, entrando en colisión con los intereses ciudadanos que los Estados deben defender. Lo que implica que se cuestione, por parte de ellos, al propio Estado y su función normativa, llegando a la confrontación con la intención de debilitarlo, cuando no domeñarlo… y en ello andan.

Sin solidez

Observamos, pues, una disolución de la cohesión de grupo, la pérdida de nexos identificadores comunes en un entorno mediatizado por redes sociales que crean estados de opinión de escasa solidez argumental. La esencia del pensamiento filosófico como elemento racional para acercarse a la realidad, a la verdad, pierde protagonismo para dar paso a la posverdad, que, según la RAE, es la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Por tanto, podemos colegir que la demagogia es el arte del manejo de la posverdad y que el uso motivacional de las emociones crea una sociedad más confusa, más diluida, más líquida y manejable… menos racional.

De esta forma se rompe la sociedad regida por respetables normas, para dar paso a un nuevo orden mundial de principios volátiles, donde lo importante es el resultado final, una especie de pragmatismo americano, al estilo del surgido en el siglo XIX, donde todo vale si el fin es adecuado y se consigue un beneficio. O sea, pretende un objetivo principal y sencillo: “sustituir la búsqueda de verdades absolutas típicamente filosófica por la necesidad de aplicar la ontología a la satisfacción de las necesidades humanas”; perfecto planteamiento para el consumismo mercantilista en detrimento del desarrollo intelectual.

En realidad se está produciendo un tremendo choque entre la razón y la emoción como dinamizadores de actitudes y conductas sociales. La razón, propia del ejercicio intelectual, anda perdiendo la guerra. Dado que el campo de batalla se da en las redes sociales (RR. SS.), más que en los medios clásicos de comunicación sujetos a la comunicación veraz, al menos en teoría. A los medios clásicos accede un colectivo más instruido y racionalmente crítico que a las RR.SS., donde se vuelcan todo tipo de barbaridades, falacias, teorías conspiratorias y planteamientos variopintos, dando pábulo a embaucadores y transgresores o cualquiera que pretenda asomarse a esa ventana. Por cierto, en estas redes ya no se exige pleitesía a la verdad por parte de sus gestores, como X, Facebook, Instagram, etc.

Campo de batalla

Por otro lado, la ingente cantidad de información que pulula por las redes es agotadora y, muy posiblemente, una gran mayoría, no acostumbrados al análisis de ella, acaba dando crédito al emisor, creyendo lo que lee, antes de contrastarlo como verdad dado el esfuerzo intelectual que requiere el ejercicio del contraste, lo que lleva a tragarse lo más inverosímil. Lo descorazonador es que las RR. SS. son el campo de batalla para ganar el relato.

Mas, si partimos de que, tal como ya defendí en mi artículo La guerra de los mundos y el esperpento político, publicado en este mismo diario el pasado 23 de diciembre, estamos inmerso en un conflicto entre la oligarquía que pretende la Plutocracia en oposición a la Democracia, tal vez podamos comprender mejor ese tránsito de una sociedad sólida a otra líquida. Para llevar a cabo los cambios que se requieren, con objeto de establecer esa plutocracia oligárquica, es decir, el gobierno ejercido por el grupo de los ricos, es necesario romper o debilitar los nexos o argamasa que la hacen sólida, como son los principios y valores sociales que conforman la cultura de la democracia, para lo cual se ha de establecer una estrategia precisa que cambie ese espíritu por otro más receptivo con la plutocracia, donde los sólidos valores se tornen en líquidos y amoldable. Dicha estrategia se viene percibiendo desde hace algún tiempo y, sinceramente, creo que deberíamos tener la capacidad de identificarla para no dejarnos arrastrar al conflicto.

Desafecto

Yo me atrevería a fijarla en determinadas conductas y actitudes e intencionalidades que la dejan de manifiesto. Entre otras estrategias podemos observar: Deslegitimar el sistema; crear desafecto en el mundo de la política; gestionar las emociones a través del demagógico uso de la posverdad; convertir al oponente político en enemigo estableciendo una táctica de beligerancia en lugar de respeto y consenso; dominar los medios de comunicación como instrumentos de manipulación, en lugar de información veraz, mediante el uso del bulo, la mentira o medias verdades para desinformar y crear estados de opinión; radicalizar al militante y/o simpatizante en la vehemencia del debate aflorando el sentimiento de odio; cuestionar los principios del Estado democrático como son los impuestos y la gestión de los derechos constitucionales, ya sean educación, sanidad u otros servicios públicos; desvirtuar el sentido de la libertad para enfocarla en el ejercicio de un libre mercado desde la concepción neoliberal; judicializar la política de forma torticera (aconsejo la lectura del artículo de Miguel Hernández en La Opinión de Murcia, titulado “Hurtado y Peinado: Dos jueces y un destino” (cuyo enlace es: https://blogs.laopiniondemurcia.es/miguel-hernandez/2025/01/15/hurtado-y-peinado-dos-jueces-y-un-destino/ ) y, finalmente, la elaboración de relatos creíbles para engatusar al votante con un pensamiento afín a los intereses de los oligarcas y plutócratas defendidos por partidos políticos afines.

Se juega, pues, el sistema de gobierno del futuro, la forma de gestión de los avances tecnológicos, del uso de la IA y la Big Data. El dominio de ello otorgará el poder y en eso se anda, y en cómo eliminar la oposición a ese proyecto plutocrático para conseguir la gobernanza de un nuevo orden mundial.

En estos momentos, tal vez, siguiendo el símil usado, lo que se necesite no sea una sociedad sólida y resistente al cambio o líquida y volátil, sino una sociedad de densidad intermedia, gelatinosa, que permita la gestión el cambio sosegadamente desde el ejercicio de la democracia.

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