Opinión | Tribuna
Publicado
en el diario La Opinión de Málaga el 23 DIC 2024 7:00
https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2024/12/23/guerra-mundos-esperpento-politico-112860311.html
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Aunque el título nos pueda recordar
la novela de H. G. Wells, ‘La guerra de los mundos’, no se trata de una
invasión marciana aunque lo parezca a veces. En todo caso de dos mundos
diferentes que se enfrentan por ganar el futuro, o sea tener el poder sobre el
mismo para orientarlo y dirigirlo como presente de un mañana con ventaja para
esa parte. Lo que parecen escaramuzas de confrontación política, no son más que
verdaderas batallas para gobernar el tránsito de una etapa a otra. La clave
está en alcanzar el poder para orientar el proyecto de futuro partiendo de lo
que hay y contando con lo que se avecina.
Lo que hay es una democracia, al
menos en teoría y con algunos defectos, con una estructura económica liberal
sometida a un Estado social y soberano, que legisla leyes y normas y regula su
aplicación en beneficio de la sociedad mediante una estructura de gobierno
representativo, al que parece que intentan deteriorar para instalar un sistema
más autocrático o plutocrático.
Lo que viene es una era de
tecnología punta, donde el poder basado en esa tecnología será inmenso. Porque
el poder, que puede ser de diferentes tipos, siempre conlleva el dominio,
directa o indirectamente, de los recursos o materias que necesita el otro,
sobre todo en el mundo del mercado que es el motor de la economía, ya sea de
recurso tangibles o intangibles. Si A tiene o controla aquello que necesita B,
entonces, B ha de someterse, en gran medida, a las exigencias de A para
conseguirlo. Esta es una forma simple de explicar donde se sustenta el poder en
el mundo de las transacciones de cualquier tipo, aunque aparezca la competencia
entre proveedores como moduladora.
No quiero entrar en ese debate más
de aplicación empírica que teórica. Hablamos del poder en un hipotético mundo
futuro, cuasi distópico, que se nos presenta como un reto organizativo y
convivencial para la sociedad, encorsetada en métodos clásicos, que requieren
cambios importantes para acoplarse a las nuevas tecnologías y procesos
evolutivos de primera magnitud; léase cambio climático, crisis del ecosistema,
necesidades energéticas, estructuras organizativas, envejecimiento poblacional,
control del mercado, gestión tecnológica, etc.
Plutocracia versus democracia
En todo caso, podemos afirmar que
el sistema de poder establecido anda en crisis, a la vista del galimatías que
nos tienen montado los políticos incapaces de ponerse de acuerdo para gestionar
el futuro, tal vez porque algunos anden jugando, soterradamente, a cambiarlo todo
para beneficiar a determinados grupos que pretenden esa plutocracia, a la que
me refería, en contraposición a la democracia.
Eso se entiende considerando que
las ideologías son las que orientan un pensamiento, mientras los partidos
confrontan sus modelos, en algunos casos irreconciliables, pasando del
calificativo de competidores al de enemigos en la batalla por el poder, con lo
que ya todo vale en esa guerra. Acabar con la democracia pasa por deteriorarla,
denostando aquello que defiende, provocando un cambio de valores sociales, por
ejemplo el concepto de solidaridad, de igualdad de oportunidades, de justicia
social, de redistribución de la renta, de equidad, de respeto y tolerancia con
el diferente, etc. que son factores intrínsecos a la propia democracia.
La aparición de sujetos que dicen
que la justicia social es aberrante y los impuestos un robo, pero obvian el
robo que conlleva la explotación en el mundo laboral, como Milei y su
«anarcoliberalismo» de motosierra, junto al cultivo del odio hacia el
socialismo, desinformando de su propia esencia y demonizándolo con falacias y
argumentaciones tendenciosas y malintencionadas donde los «zurdos» son todos
iguales, junto a un Trumpismo con su eslogan populista de ‘America First’,
usado anteriormente por los nazis americanos de los años treinta, con un Elon
Musk en la sombra como símbolo de la plutocracia (el gobierno de y para los
ricos), asomando la cabeza detrás de la figura de Trump en sus mítines, son los
principales valedores de un nuevo orden donde el Estado se empequeñece en favor
de las grandes corporaciones y fortunas, que ven en la privatización de los
servicios públicos la gallina de los huevos de oro.
La Cuarta Revolución Industrial
Pero yendo más al meollo de la
cuestión, son importantes los cambios que se avecinan tras la irrupción de la
Cuarta Revolución Industrial, definida en 2011 por el economista Klaus Schwab,
fundador del Foro Económico Mundial, caracterizada por la aparición de nuevas
tecnologías que conllevará una profunda modificación en la estructura de la
sociedad y en el modelo económico. Las redes sociales y el acceso a internet,
junto al uso de otros dispositivos tecnológico y la influencia de la
Inteligencia Artificial (IA), la robótica, la nanotecnología, la Big Data, etc.
son los elementos más representativos de esa revolución que ya está caminando y
que puede suponer un empoderamiento del ser humano mediante el uso de las
máquinas. O lo que es lo mismo, el dominio y uso de esas tecnologías como
instrumentos de apoyo para establecer un nuevo sistema de dominación social,
cuasi un feudalismo controlado por las grandes corporaciones multinacionales
dueñas de las mismas.
Por tanto, ante los ojos del
observador avezado, ya están perfilados los dos mundos en guerra para hacerse
con el poder, que se potenciará con la aplicación de las tecnologías de esa
Cuarta Revolución Industrial. Las características esenciales de esos mundos
son:
Por un lado un nuevo orden con un
Estado con escaso poder de decisión en las cosas importantes del mercado, donde
las grandes corporaciones lo acapararían todo. Regímenes cuasi plutocráticos o,
en determinadas zonas, presidencialistas y absolutistas rodeados de oligarcas
asociados al poder, donde todo se privatiza dando prioridad al negocio, con el
incremento de la economía especulativa, incluyendo elementos intangibles como
las criptomonedas para evadir el control fiscal. Pero, sobre todo, el uso y
dominio de tecnologías innovadoras capaces de producir, social y
económicamente, un desequilibrio aún mayor entre riqueza y pobreza, así como su
incidencia en la creación de estados de opinión y alteración de la cultura
social en beneficio propio.
Por otro un reforzamiento del
Estado para realizar políticas de corte más humanista, dejando los servicios
básicos bajo el control y administración de los gobiernos elegidos
democráticamente por los ciudadanos soberanos, además del control normativo del
propio mercado y del uso de las tecnologías, velando por la ética y la
orientación social de los grandes avances tecnológicos, donde la inteligencia
artificial va a desempeñar tan importante papel. Sostiene y mantiene los
derechos y valores de solidaridad, igualdad y libertad soberana del ciudadano
como ejes de su política social.
Concluyendo
Nos encontramos, por una parte un
neoliberalismo que antepone la economía de mercado basada en el consumismo
irracional, y por otra una economía humanista cuyo objeto principal es el ser
humano y su supervivencia y desarrollo en un entorno sostenible. Concretando
más: el primer caso se fomentarían ciudadanos súbditos sumisos al servicio de
la economía y en el segundo ciudadanos soberanos libres a cuyo servicio estaría
la economía.
Por ahí van los tiros de la disputa
en esta guerra soterrada de dos mundos, que nos distrae de la realidad con
fuegos de artificio esperpénticos, mientras se van fraguando los pasos para
alcanzar los objetivos previstos. Al final acabarán alienando nuestras mentes
hasta hacernos votar contra nuestros propios intereses. El ejercer el humanismo
y el respeto parecen andar en decadencia, mientras la confrontación desleal y
el insulto toman auge, pretendiendo instaurar el cambio por las buenas o por
las malas. Para ello ya se anda cultivando el odio… por si fuera necesario
apelar a la confrontación violenta. En estas circunstancias hemos de
posicionarnos cada cual en uno u otro bando, con los matices que se crean
convenientes: ciudadanos al servicio de la economía o economía al servicio de
la ciudadanía.
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