lunes, 23 de diciembre de 2024

La guerra de los mundos y el esperpento político

 

Opinión | Tribuna


Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el 23 DIC 2024 7:00

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2024/12/23/guerra-mundos-esperpento-politico-112860311.html

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Aunque el título nos pueda recordar la novela de H. G. Wells, ‘La guerra de los mundos’, no se trata de una invasión marciana aunque lo parezca a veces. En todo caso de dos mundos diferentes que se enfrentan por ganar el futuro, o sea tener el poder sobre el mismo para orientarlo y dirigirlo como presente de un mañana con ventaja para esa parte. Lo que parecen escaramuzas de confrontación política, no son más que verdaderas batallas para gobernar el tránsito de una etapa a otra. La clave está en alcanzar el poder para orientar el proyecto de futuro partiendo de lo que hay y contando con lo que se avecina.

Lo que hay es una democracia, al menos en teoría y con algunos defectos, con una estructura económica liberal sometida a un Estado social y soberano, que legisla leyes y normas y regula su aplicación en beneficio de la sociedad mediante una estructura de gobierno representativo, al que parece que intentan deteriorar para instalar un sistema más autocrático o plutocrático.

Lo que viene es una era de tecnología punta, donde el poder basado en esa tecnología será inmenso. Porque el poder, que puede ser de diferentes tipos, siempre conlleva el dominio, directa o indirectamente, de los recursos o materias que necesita el otro, sobre todo en el mundo del mercado que es el motor de la economía, ya sea de recurso tangibles o intangibles. Si A tiene o controla aquello que necesita B, entonces, B ha de someterse, en gran medida, a las exigencias de A para conseguirlo. Esta es una forma simple de explicar donde se sustenta el poder en el mundo de las transacciones de cualquier tipo, aunque aparezca la competencia entre proveedores como moduladora.

No quiero entrar en ese debate más de aplicación empírica que teórica. Hablamos del poder en un hipotético mundo futuro, cuasi distópico, que se nos presenta como un reto organizativo y convivencial para la sociedad, encorsetada en métodos clásicos, que requieren cambios importantes para acoplarse a las nuevas tecnologías y procesos evolutivos de primera magnitud; léase cambio climático, crisis del ecosistema, necesidades energéticas, estructuras organizativas, envejecimiento poblacional, control del mercado, gestión tecnológica, etc.

Plutocracia versus democracia

En todo caso, podemos afirmar que el sistema de poder establecido anda en crisis, a la vista del galimatías que nos tienen montado los políticos incapaces de ponerse de acuerdo para gestionar el futuro, tal vez porque algunos anden jugando, soterradamente, a cambiarlo todo para beneficiar a determinados grupos que pretenden esa plutocracia, a la que me refería, en contraposición a la democracia.

Eso se entiende considerando que las ideologías son las que orientan un pensamiento, mientras los partidos confrontan sus modelos, en algunos casos irreconciliables, pasando del calificativo de competidores al de enemigos en la batalla por el poder, con lo que ya todo vale en esa guerra. Acabar con la democracia pasa por deteriorarla, denostando aquello que defiende, provocando un cambio de valores sociales, por ejemplo el concepto de solidaridad, de igualdad de oportunidades, de justicia social, de redistribución de la renta, de equidad, de respeto y tolerancia con el diferente, etc. que son factores intrínsecos a la propia democracia.

La aparición de sujetos que dicen que la justicia social es aberrante y los impuestos un robo, pero obvian el robo que conlleva la explotación en el mundo laboral, como Milei y su «anarcoliberalismo» de motosierra, junto al cultivo del odio hacia el socialismo, desinformando de su propia esencia y demonizándolo con falacias y argumentaciones tendenciosas y malintencionadas donde los «zurdos» son todos iguales, junto a un Trumpismo con su eslogan populista de ‘America First’, usado anteriormente por los nazis americanos de los años treinta, con un Elon Musk en la sombra como símbolo de la plutocracia (el gobierno de y para los ricos), asomando la cabeza detrás de la figura de Trump en sus mítines, son los principales valedores de un nuevo orden donde el Estado se empequeñece en favor de las grandes corporaciones y fortunas, que ven en la privatización de los servicios públicos la gallina de los huevos de oro.

La Cuarta Revolución Industrial

Pero yendo más al meollo de la cuestión, son importantes los cambios que se avecinan tras la irrupción de la Cuarta Revolución Industrial, definida en 2011 por el economista Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, caracterizada por la aparición de nuevas tecnologías que conllevará una profunda modificación en la estructura de la sociedad y en el modelo económico. Las redes sociales y el acceso a internet, junto al uso de otros dispositivos tecnológico y la influencia de la Inteligencia Artificial (IA), la robótica, la nanotecnología, la Big Data, etc. son los elementos más representativos de esa revolución que ya está caminando y que puede suponer un empoderamiento del ser humano mediante el uso de las máquinas. O lo que es lo mismo, el dominio y uso de esas tecnologías como instrumentos de apoyo para establecer un nuevo sistema de dominación social, cuasi un feudalismo controlado por las grandes corporaciones multinacionales dueñas de las mismas.

Por tanto, ante los ojos del observador avezado, ya están perfilados los dos mundos en guerra para hacerse con el poder, que se potenciará con la aplicación de las tecnologías de esa Cuarta Revolución Industrial. Las características esenciales de esos mundos son:

Por un lado un nuevo orden con un Estado con escaso poder de decisión en las cosas importantes del mercado, donde las grandes corporaciones lo acapararían todo. Regímenes cuasi plutocráticos o, en determinadas zonas, presidencialistas y absolutistas rodeados de oligarcas asociados al poder, donde todo se privatiza dando prioridad al negocio, con el incremento de la economía especulativa, incluyendo elementos intangibles como las criptomonedas para evadir el control fiscal. Pero, sobre todo, el uso y dominio de tecnologías innovadoras capaces de producir, social y económicamente, un desequilibrio aún mayor entre riqueza y pobreza, así como su incidencia en la creación de estados de opinión y alteración de la cultura social en beneficio propio.

Por otro un reforzamiento del Estado para realizar políticas de corte más humanista, dejando los servicios básicos bajo el control y administración de los gobiernos elegidos democráticamente por los ciudadanos soberanos, además del control normativo del propio mercado y del uso de las tecnologías, velando por la ética y la orientación social de los grandes avances tecnológicos, donde la inteligencia artificial va a desempeñar tan importante papel. Sostiene y mantiene los derechos y valores de solidaridad, igualdad y libertad soberana del ciudadano como ejes de su política social.

Concluyendo

Nos encontramos, por una parte un neoliberalismo que antepone la economía de mercado basada en el consumismo irracional, y por otra una economía humanista cuyo objeto principal es el ser humano y su supervivencia y desarrollo en un entorno sostenible. Concretando más: el primer caso se fomentarían ciudadanos súbditos sumisos al servicio de la economía y en el segundo ciudadanos soberanos libres a cuyo servicio estaría la economía.

Por ahí van los tiros de la disputa en esta guerra soterrada de dos mundos, que nos distrae de la realidad con fuegos de artificio esperpénticos, mientras se van fraguando los pasos para alcanzar los objetivos previstos. Al final acabarán alienando nuestras mentes hasta hacernos votar contra nuestros propios intereses. El ejercer el humanismo y el respeto parecen andar en decadencia, mientras la confrontación desleal y el insulto toman auge, pretendiendo instaurar el cambio por las buenas o por las malas. Para ello ya se anda cultivando el odio… por si fuera necesario apelar a la confrontación violenta. En estas circunstancias hemos de posicionarnos cada cual en uno u otro bando, con los matices que se crean convenientes: ciudadanos al servicio de la economía o economía al servicio de la ciudadanía.

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