Fotograma de Un mundo feliz |
He de confesar que no me gusta nada
la actual tendencia y desarrollo de la convivencia en España. Sobre todo en el
sentido de la interacción entre los políticos y, por ende, entre los propios
ciudadanos que hemos iniciado un proceso de confrontación bastante irracional, siguiendo
la ruta que el mundo de la política partidista nos marca. Cada vez observo más
radicalismo y más intransigencia, más enquistamiento del pensar y menos
disposición a analizar las cosas desde una perspectiva amplia, como creo que
debe ser. Cada vez se ven mentas más cerradas con escasa función crítica desde
el sosegado razonamiento constructivo. En lugar de disposición a comprender el
mensaje del otro aflora la idea de imponer el pensamiento propio contra viento
y marea, aunque, en el fondo, carezca de la solvencia argumental que lo sustente.
Eso forma parte de nuestra cultura mesiánica que bebe de los planteamientos
dogmáticos judeocristianos y musulmanes heredados de nuestros ancestros. La
verdad es nuestro marchamo desde ese dogmatismo que nos muestra secularmente
nuestro credo religioso, ciego y sordo a cualquier otra argumentación que lo cuestione…
¡Palabra de Dios, amén! No se admiten controversias, eso es cosa de herejes...
metafóricamente, a la hoguera con ellos, pues son enemigos de la “verdad”. Y
esa actitud se aplica a todo. La escuela de los tertulianos de la TV y radio
nos lo presenta en toda su crueldad. ¡La verdad os hará libres!, pero nos
sometemos a la mentira disfrazada de verdad para esclavizar nuestras ideas.
Lo malo es que, cuando pensamos que
la libertad nos ampara, estamos aprendiendo a ver las cosas desde el canuto que
nos ofrecen los partidos que confrontan y, en lugar de aflorar el sentido común
para neutralizar esa confrontación irracional, desde la visión amplia que
ofrece el entorno con su extensa perspectiva, la alimentamos como hooligans
sumisos renunciando a nuestra libertad de pensamiento, a nuestro derecho a
discernir personalmente para sacar nuestras propias conclusiones. Nos sometemos
sumisos a las ideas que nos proporcionan las opciones políticas en función de
la proximidad que sintamos cada cual. Si eres militante, incluso simpatizante,
de un partido le compras su discurso sin ambages, sin cuestionarlo siquiera… y
miras por el canuto que te ofrecen para ver una realidad sesgada, cuando no
manipulada. Hay que contextualizar ese redondel que ves por el canuto, porque
en el entorno hay elementos que condicionan y conforman esa limitada realidad
que te muestra. La pluricausalidad es la madre de todo movimiento o acto
existencial, si no eres capaz de verla no comprenderás lo que ves por el tubito.
Cuando paso por determinados muros
de Facebook, de gente a la creía solvente e intelectualmente independiente, me
sorprende, en muchos casos, el nivel de insulto y descalificación política que
veo, basado en eslóganes y frases prefabricadas sin fundamente real, salvo el
aspecto emocional que pretenden despertar desde las consignas emitidas con
interés partidista. Eso, al menos, permite conocer mejor sus ideas y poder
ubicarlas en el lugar real que se merecen. Me cuesta, aunque lo intento,
comprender la motivación que puede tener una persona con capacidad de
librepensar para dejarse llevar por consignas, llegando al insulto y la
descalificación de los contrincantes políticos y, con ello, en ocasiones, a
todos los que apoyan o votan al criticado, pues el insulto se generaliza a
ellos. Eso es la antidemocracia, cuando dicen defenderla.
Como forma de entender mejor esta
situación suelo hacer un ejercicio muy sencillo: Cambio al personaje
protagonista. ¿Qué ocurriría si en lugar de Feijóo el que dice esto fuera
Sánchez, o viceversa? ¿Qué se diría si lo que ha hecho el novio de Ayuso fuera
la mujer de Illa, por ejemplo? ¿O si Koldo y Ábalos fueran del PP, o la Gurtel
del PSOE, o si el PSOE hubiera tenido un tesorero como Bárcenas?, etc... Y así,
voy cambiando los actores, hasta sacar mis propias conclusiones, que no son
otras que una actitud destructiva y partidista a ultranza en el mundo de la
política, sin importar sus consecuencias en la convivencia ciudadana;
posiblemente solo pretenden acceder al dominio del poder para hacer de su capa
un sayo, movilizando emocionalmente a un electorado que se somete a la consigna
que se le lanza, a la par que usan todo el poder e influencia en medios de
comunicación y estructuras del Estado.
Así se deteriora la política que es
imprescindible para la buena gobernanza de un país, porque sin política no
existe la posibilidad de una gestión razonable. Esa razonable gestión que
debería someterse al criterio racional del votante en lugar de arrastrarlo a la
insensata confrontación desde el disparate manipulado, sembrando un caos que
facilita y promueve el miedo y la desconfianza, circunstancias ambas que promueven
la aparición de “mesias” salvadores de una patria diseñada y definida en
función de sus intereses absolutistas y dictatoriales.
Es lógico que cada cual arrime el
ascua a su sardina, pero dentro de un orden, de un respeto a las diferencias y
al papel que cada cual ha de ejercer desde su responsabilidad, exigiendo esta
desde la verdad y no desde la manipulación y la mentira o la creación, incluso,
de bulos que dinamitan la propia convivencia social, con tal de obtener
ganancia o ventaja para el partido.
Pero en el fondo siempre ha sido
así, el poder es deseado. Lo malo es que en estas circunstancias habría que
exigir para qué lo quieren utilizar y cuáles son sus verdaderos objetivos
ocultos… El mundo camina hacia una etapa diferente, donde podemos perder mucho
y ganar poco, a la vista de cómo van posicionándose otros de cara a un futuro bajo
el influjo de las tecnologías y la gestión de los datos, eso de la Big Data
manejada por la Inteligencia artificial. No nos engañemos, mientras la gente
anda discutiendo si son galgos o podencos, los otros, los que saben lo que
quieren, andan haciendo su trabajo que, en gran medida consiste en procurar que
se lo hagan los ciudadanos ganándolos para su causa, con su voto, alienándolos
con sus mensajes de desesperanza colectiva, como forma de crear una estado de
opinión favorable para sus intereses... El espíritu de los tiempos, el concepto
de "Zeitgeist", tan interesante en la dialéctica hegeliana, es la
base del cambio, el campo que permitirá pasar de un Estado de soberanía popular
a otro de dominio e imposición del poder de los grandes, de las élites, de los “machos
Alfa” que nos liberarán de pensar asumiendo ellos todo el poder para la
gobernanza… entonces viviremos en un mundo feliz si nos dan el “soma” que nos
induzca a la felicidad sin preocupación alguna.
No sé si es eso lo que queremos…
2 comentarios:
Posiblemente esté entre las personas que dices, pero mi nivel de rechazo a la derecha es tal, que con solo oírlos me pone mala, procuro no insultar, peo no me callo, púes creo que hemos estado demasiado tiempo callados, soy María Mérida, gracuas Antonio.
Seguramente, Mari, el insulto se pueda controlar, pero el rechazo a deperminadas ideas es normal que se tenga.
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