Por Antonio Porras Cabrera
Publicado en:
https://21noticias.com/2024/11/28/la-mision-por-antonio-porras-cabrera/
https://xornaldegalicia.es/opinion/la-mision-por-antonio-porras-cabrera
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Algunas de las preguntas que
sistemáticamente nos hemos planteado los seres humanos hacen referencia a qué
pintamos en este mundo, cuál es nuestra misión, qué mueve nuestra existencia y
hacia dónde vamos o debemos ir. Yo me atrevería a identificar la conservación
de la especie como esta gran misión. Llevamos un mensaje genético (instinto de
conservación) que nos orienta hacia la mejora del linaje a través de uno mismo
y de su “inteligente complejidad”.
Un sujeto tan indefenso como el ser
humano no podría haber subsistido sin la inteligencia, sus depredadores le
habrían eliminado a las primeras de cambio. Debió sentirse muy acorralado y,
ante ello, desarrolló algo que le distinguió de las demás especies: el análisis
de lo empírico. Ese recorrido desde lo inductivo a lo deductivo y viceversa, le
permitió la creación de instrumentos para suplir sus carencias y deficiencias,
a la vez que percatarse de la necesidad de asociarse para defenderse del
agresor. Esto le llevó a la socialización como medida de “solidaridad de
conveniencia”. Sabía que por sí mismo no podía resolver su problema de
supervivencia y necesitaba de los demás para sobrevivir, tanto en lo relativo a
la nutrición, como a la reproducción. Por tanto, hablaríamos de una tríada de
instintos que garantizarían la especie; es decir, que consolidarían la gran
misión de conservarla: nutrición, socialización y reproducción.
Podemos entrar en la dialéctica de
cuál es la motivación central que permite esa actuación, pero no podremos negar
que el celo conservacionista lleva, en último caso, al egocentrismo, siendo
este una de las bases motivadoras. El primer objetivo es mi propia
conservación, pero si para ello he de asociarme con otros lo haré, incluso en contra
de aquellos de mi propia especie que pongan en peligro mi existencia. Por otro
lado, mi poder garantizará mi independencia y libertad, y mi elección en la
reproducción estará mediatizada por la competencia del compañero/a de
procreación.
Por tanto, ese equilibrio entre el
egoísmo hedonista instintivo y la necesidad de los demás para sobrevivir (en
psicoanálisis nos llevaría a estructurar el ello, yo y superyo), es la razón
del procedimiento de socialización; un equilibrio dicotómico entre puedo por mí
mismo y necesito de los demás. Es el proceso de intercambio social en las
relaciones humanas. Evidentemente, mientras menos necesitemos de la ayuda de
los demás, más libres y autónomos seremos, pero el autoabastecimiento total es
imposible y contrario a los principios que han permitido nuestra propia
evolución.
Mi impresión es que en cada uno de
nosotros existe un microcosmos donde se conjugan todos los elementos que
integran y definen la existencia universal. Solo es necesario despertarlos en
su justa medida para conseguir de cada sujeto aquello que se pretende. La
socialización es el proceso por el que se instauran esos valores o principios,
que pretendemos universales, y que conforman la vía de desarrollo personal
dentro del grupo al que pertenecemos. Su objetivo final sería nuestra
autorrealización en un marco, muchas veces conflictivo, dentro del entorno
social. Nuestro intelecto nos ha de llevar al convencimiento de que la mejoría
de la sociedad solo se dará mediante una comunión de principios sembrados y
aceptados libremente. Es una nutrición en vasos comunicantes. De aquí que,
todos y cada uno, debamos tener conciencia de aportar lo más y mejor posible al
desarrollo social en la vía hacia la excelencia.
Esa especie de búsqueda asintótica
de la perfección, se plasma en la tendencia a la autorrealización, estadio
final del vértice de la pirámide que Maslow nos propone. Es un camino complejo,
donde vamos subiendo peldaños conforme cubrimos los anteriores, total o
parcialmente: el gran reto u objetivo de nuestra vida.
La inteligencia nos ha permitido,
desde nuestros ancestros, forjar instrumentos y herramientas para evolucionar
en la satisfacción de las necesidades. La complejidad del sistema nos ha
llevado a la especialización, como mejor forma de estructuración funcional. El
problema, bajo mi punto de vista, radica en la dificultad de visión total u
holística; en la cantidad de elementos que escapan a nuestra comprensión y
capacidad de respuesta ante una circunstancia determinada. El afrontamiento de
esas situaciones, en la cotidianidad, representa el esquema básico de
instrumentalización de las soluciones, hasta tal punto que debemos fraguar un
repertorio de técnicas y habilidades que nos garanticen, lo mejor posible, el
éxito de dicho afrontamiento.
Es evidente que mientras más y
mejores recursos tiene un sujeto para enfrentarse a su entorno, mayor capacidad
y poder ostentar para superar demandas conflictivas y estresantes. Yo diría que
es más libre y autónomo, menos dependiente y con más capacidad de control sobre
su propia evolución. De aquí, un justo uso de la inteligencia como continente
del poder y el conocimiento. No podemos olvidar que, en gran medida, “mi poder
es mi inteligencia” en la relación con mi entorno.
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