viernes, 27 de abril de 2018

La manada y otros animales



Hoy, como es natural, internet es un hervidero donde afloran los cabreos y el rechazo a la sentencia del juicio de la manada. Hay repulsa, enfado, rabia, enojo, cólera, repugnancia e, incluso, amargura ante la sentencia. La justicia, para un importante grupo de españoles y españolas, ha quedado en entredicho y ha dejado de tener el prestigio y la solvencia que debería suponérsele. Tal vez el recurso que, según parece, se va a presentar puede desfacer tal entuerto, pero lo hecho, hecho está. Yo quiero ir algo más lejos, porque lo que está ocurriendo en este país ya pasa de castaño oscuro…

Hay cosas en esta sociedad que chirrían… que chirrían cada vez más, porque siguen siendo anacrónicas, ancladas a ideologías del pasado, incapaces de acoplarse a la evolución social y al desarrollo intelectual de los pueblos. La democracia está obligada a abrirse a las nuevas ideas, a diferentes actitudes, a la evolución de las sociedades, al tránsito sistemático hacia la justicia y la igualdad… La democracia ha de ser dinámica, un sistema articulador de las diferentes sensibilidades, para hacerlas confluir en un mismo sentido, orientado al bien común, no al de unos pocos que ejercitan el poder desde la imposición, el miedo, el chantaje o la coacción; parece que estamos ante una democracia secuestrada y en manos de una mafia política que la laminará.

La ley, aquella que emana del ejercicio de la verdadera democracia, ha ser justa, responder al bien y al sentido común. Las leyes, por desgracia, no son signo inequívoco de justicia, sino el producto de legislar desde la injusticia que conlleva el poder, cuando este no se ejerce como respuesta a la voluntad popular y su mandato.

En estos días estamos asistiendo a los más esperpénticos actos de nuestras clases dirigentes, dentro de los tres poderes que conforman el Estado, el poder legislativo, el judicial y el ejecutivo. Empecemos por el último:
·        El poder ejecutivo tiene un tufo a podrido, a corrupción, a mafia y especulación, que tumba al más pintado. ¿Cómo confiar en políticos que mientes, que trafican con sus influencias, que roban hasta cremas, que esconden los delitos de sus propios compañeros como armas arrojadizas para cuando surja el conflicto, o que usan la hacienda pública para comprar voluntades desde el nepotismo? ¿Qué vileza identifica a un sujeto que se pasa por el forro cualquier acto delictivo, si lo comete alguien de los suyos, pero lo guarda para amarrar a su propio compañero y extorsionarlo, si, dado el caso, fuera necesario?

·        Pero… ¿Dónde está el legislativo? ¿Cómo se entiende que aquellos elegidos democráticamente para representar al pueblo tengan conductas tan antidemocráticas e irrespetuosas con sus rivales, a los que en lugar de verlos como oponentes a los que hay que respetar, los tratan como a enemigos a los que hay que eliminar? ¿Cómo es posible que tantos electos, supuestamente de alta competencia, no legislen de acuerdo a la realidad social y cultural del momento, y debamos someternos a leyes trasnochadas que acaban avalando la conducta criminal de violadores por estar tipificada como abusos, según ellos? ¿Es que una mujer tiene que ser reducida por la fuerza, dejarse pegar, maltratar violentamente e, incluso, asesinar para dejar patente que ha sido violada, forzada al sexo…? ¿No vale, acaso, para evidenciar la violación, que ha habido coacción, o la intimidación de cinco energúmenos, la paralización por el miedo, incluso la reflexión de que es mejor no oponerse para no sufrir más aún y evitar pagar con su vida o el sufrimiento físico si no se deja? ¿No es más lícito pensar que la lógica le ha llevado, racionalmente, a ceder el objeto del deseo del agresor, aunque le esté matando el alma, traumatizando su mente, y violando su mayor intimidad y libertad en el derecho sobre su cuerpo, sus deseos y voluntades, antes que poner en riesgo su propia integridad?
¿A qué esperan esos ineptos legisladores para dejar meridianamente claro, mediante leyes explícitas y rotundas, que es violación sin paliativos cuando una muchacha, en el estado en que se encuentre (esas es su voluntad) es introducida en un portal, penetrada y usada como mero objeto de placer sexual por sujetos que, previamente, han dejado de manifiesto que van de caza y luego se vanaglorien de su proeza? El legislador, que está obligado a legislar justamente, puede cometer injusticia con sus leyes, como puede ser el caso. Entonces son culpables subsidiarios por no haber legislado correctamente para evitar el crimen. Esto se puede dar por omisión, incompetencia o posicionamiento ideológico y a ellos les ha de pedir el pueblo cuentas, puesto que el pueblo es quien los ha puesto ahí.
Y cómo no, cabe preguntarse también: ¿Qué energúmenos hemos formado que en lugar de respetar y proteger a una chica indefensa, aunque pudiera estar o no bebida, cosa que desconozco, la usen como objeto y la dejen abandonada, tirada y sin móvil para denunciar o pedir ayuda tras los hechos, y, además, alguno de los componentes, sean servidor pública encargado, precisamente, de poner ante la ley a los sujetos que comenten esos mismos actos?

·        Y en estas circunstancias viene la aplicación de esta legislación torticera, con unos jueces que deberían ser ejemplares a la hora de interpretar el texto y el espíritu de la ley desde la protección a las víctimas, a los indefensos, a los sometidos por acciones de violencia real o potencial según su percepción, neutralizando el abuso de poder. ¿Cómo es posible que, tras debatir y analizar los hechos entre los jueces, haya tal disparidad de criterios por parte de uno de ellos, que ya no ve ni abuso, sino el goce compartido entre cinco energúmenos de 30 años y una chica de 18 cuyo cuerpo es sometido? ¿Dónde está la empatía que debe ejercitar todo juez para comprender la situación de las víctimas? ¿Tanto le cuesta ponerse él, o a alguna conocida de su entorno, en tal situación para comprenderla? Entiendan todos que la manada no respeta, la manada busca la presa, acecha y ataca cuando la ve vulnerable, por supuesto, sin ser condescendiente, sino que va a lo suyo a cazarla y devorarla, salvo que alguien la descubra y ahuyente a base de violencia o amenaza; si la presa se queda paralizada por el miedo, mejor para el depredador. El propio apelativo “Manada” implica connotaciones de agresividad, de grupo cerrado, de identificación con los instintos animales que hacen funcionar la manada, como es la propia satisfacción de sus impulsos más primarios, entre ellos, y en el caso del hombre, el sexual. Cada vez hay más gente que no cree en la justicia, bien porque entiende que no se legisla adecuadamente y la ley es injusta, desequilibrada y sectaria; bien porque su aplicación es de dudosa equidad con interpretaciones tan divergentes que sonrojan, o porque el cumplimiento de las penas es bastante arbitrario.  A veces da la sensación que no se te juzga por lo que has hecho, sino por lo que eres… si eres un “Tuu” cualquiera vas dado, pero si eres un “Noos” la cosa cambia.

Nuestro país está en un momento crucial: con gobernantes bajo sospecha, con un legislativo incompetente por su incapacidad de entender y obrar de acuerdo a la dinámica democrática y con una justicia muy criticable. En este contexto afloran los desencuentros, la disgregación y la entropía social que nos hace perder la fe en nuestros gobernantes y en todo el sistema político, social y económico que nos rige. En estas circunstancias es dificultoso establecer sinergias que nos hagan converger en un proyecto común, tal vez porque, durante estos cuarenta años, que deberían haber sido de educación política y social para tomar conciencia de una sociedad democrática, su estructura y funcionamiento, no se han educado sujetos involucrados, críticos, pensantes y libres, sino hooligans que aplauden a su equipo “manque pierda” y defienden a los “suyos” aunque sean corruptos.

Mi fe en el futuro pasa por un mal momento, a no ser que seamos capaces, desde el sentido común, de poner en marcha una catarsis social para encontrar y articular el sistema que permita convivir con garantía de justicia, equidad, solidaridad y todos los valores democráticos que ha de defender un Estado de derecho.



miércoles, 18 de abril de 2018

Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873)



Abriendo puertas en el XIX

Hoy quiero compartir en mi blog la presentación que el pasado martes hice de la figura de la escritora y poeta, representante del romanticismo del siglo XIX, Gertrudis Gómez de Avellaneda, dentro del programa que organizan María Isabel Castro y Roberto J. Martín, y que tiene lugar en el salón de actos del Museo del Patrimonio Municipal de Málaga (MUPAM). Lo hago como forma de reivindicar la figura de las mujeres del siglo XIX que lucharon y triunfaron a pesar de las limitaciones que encontraron en el mundo machista y misógino de la época. El siglo XIX, por sus peculiaridades y avatares históricos, fue un campo interesante de desarrollo y debate de la sociedad entre las rompedoras ideas liberales y el anacronismo absolutista.


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Buenas tardes, permitidme que en primer lugar dé las gracias a Maribel y Roberto por haberme invitado a participar en este ciclo dedicado a las voces olvidadas de mujer. Y también, cómo no, a vosotras y vosotros, presentes en este acto.

No conocía yo en profundidad la vida y obra de Gertrudis Gómez de Avellaneda y esta circunstancia, teniendo que preparar su presentación, me ha permitido acercarme a ella y a su biografía. He de reconocer que me ha sorprendido su personalidad, su sensibilidad poética y literaria, su intensidad vital, su pasión y rebeldía ante una estructura social que condicionaba el desarrollo personal de las mujeres del siglo XIX.

María Gertrudis de los Dolores Gómez de Avellaneda y Arteaga, ese era su nombre completo, nació el 23 de marzo de 1814 en Santa María de Puerto Príncipe, hoy Camagüey, en la entonces provincia española de Cuba. Fue la hija mayor del matrimonio formado por Don Manuel Gómez de Avellaneda y Gil de Taboada, un oficial naval español de Constantina de la Sierra, Provincia de Sevilla, y Francisca María del Rosario de Arteaga y Betancourt, una criolla cuyos antepasados provenían del País Vasco y las Islas Canarias. Su padre había llegado a Cuba en 1809 y tenía dos hijos anteriores al matrimonio, y en común tuvieron cinco hijos, pero sólo ella y su hermano Manuel sobrevivieron a la infancia.

Dicho esto y para contextualizar la vida y obra de Gertrudis Gómez de Avellaneda en la España del siglo XIX, me voy a parar unos momentos en aquella realidad social, política y económica, que, en cierto sentido, deriva del llamado Siglo de las Luces, de la Ilustración y el Enciclopedismo, con un lema de este tiempo, según sugería Kant: “Atreverse a conocer”. Y Tula es atrevida, y se atreve a conocer y a vivir.

El siglo XIX es, tal vez, el más convulso de nuestra historia reciente.
  • Una guerra de la Independencia, que pierde España. Ese año (1814) nace Gertrudis en Cuba.
  • El rey Fernando VII el deseado que acaba siendo el rey Felón.
  • Una Constitución de Cádiz, liberal y moderna que sirve de ejemplo en otros lugares, que al final es aparcada
  • Una confrontación entre liberales y absolutistas que convulsiona España, y que queda claramente patente en las expresiones: Viva la Pepa Vs Vivan las caenas.
  • Un trienio liberal (1820-23) y después la década ominosa (1823-33), guerras carlistas fratricidas (1833-40) (aquí llega ella a España), convulsión social, golpes de mano, nepotismo sistematizado, etc. etc.
  • Independencia de las colonias americanas, salvo Cuba, Puerto Rico y las Filipinas.…

En estas circunstancias de confrontación entre lo nuevo y lo viejo, ¿dónde se ubica la mujer?

La mujer sigue siendo marginada y sometida al rol clásico que tiene asignado, aunque hay indicios que permiten ser algo optimistas. Corren nuevas ideas: La Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana es un texto redactado en 1791, texto fundamental de la revolución francesa, que sostiene que “La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos”. Pero no se olvide que Francia perdió la guerra y quien sostenía estas ideas eran los afrancesados, a los que había que ejecutar como traidores a la patria, en un país regresivo y absolutista como era el nuestro.

En este contexto se da un importante movimiento literario, donde la mujer toma más protagonismo. Para confirmarlo nos iremos a la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, donde relacionan a los autores fundamentales de la Literatura castellana, a su criterio. En base a ello, donde he extraído estos datos, os diré que:

Siglo
Hombres
Mujeres
%
Nombres de mujeres
XI-XV
12
0
0

XVI
17
1
5%
Santa Teresa de Jesús
XVII
21
0
0

XVIII
13
1
7%
María Rosa de Gálvez
XIX
20
5
20%
Tula Avellaneda, Concepción Arenal, Rosalía de Castro, Rosario de Acuña y Emilia Pardo Bazán.
XX
26
4
13%
Carmen Conde, la primera mujer en la RAE, Carmen Laforet, Soledad Carrasco y Ana María Matute


En fin, no me quiero ir por los cerros de Úbeda, vamos a centrarnos en nuestra Gertrudis. Pero para hablar de ella y de su obra me voy a remitir, en una primera fase, a un video de la UNED que nos da una visión bastante amplia y más autorizada que la que yo os pudiera ofrecer. En él, la catedrática de Historia de la Literatura, Ana María Freire nos presenta una amplia visión de su vida y obra, que espero sea de vuestro agrado.




Bien, ahora me gustaría hacer alguna reseña sobre lo que ya se ha comentado:

Empecemos por decir que Tula, tal como se le conoce en el Madrid de su época, es el hipocorístico habitual de las mujeres que se llaman Gertrudis. Se usa como diminutivo eufemístico o familiar y parece ser que proviene del alemán. Hay otra Tula famosa, personaje de ficción, la Tía Tula de Unamuno que también se llamaba Gertrudis.

Pero hablemos de ella aunque, en algunos casos, reitere parte de lo que ya se ha comentado en el video.

Su infancia

Su padre, que es oficial naval, muere cuando ella tiene 9 años, no sé si habría superado el complejo de Electra dada su edad, pero debió ser un gran golpe, porque lo cierto es que cuando su madre se vuelve a casar a los 10 meses con otro militar español, ella no lo ve con buenos ojos, y no tiene buena relación con el padrastro, que la llega a calificar de atea.

Ya se nos ha dicho que creció pensando en el teatro, interpretando con sus amiguitas, leyendo obras dramáticas como si fuera una adicción. Al prohibirle su madre que siguiera leyendo… y, al no leer, las escribió.

De pequeña debió ser una niña difícil, segura de sí misma, con un indudable talento y ella lo sabía. Por tanto debió plantear problemas de discusión con los padres.

Su abuelo materno, quizá para meterla por vereda, a los 13 años le arregla un compromiso de matrimonio que ella rompe a los 15 años y el abuelo la excluye del testamento.

Y debió conocer el mundo de la esclavitud bastante bien, tal como se desprende de su obra SAB, de la que hablaremos más adelante.

Cuando tiene 22 años, viene con su familia a España.

Viaje y llegada a España

El viaje a España, en 1836, lo hacen en un velero durante algunas semanas. Y es ahí donde escribe su poema, tal vez el más significativo, titulado Al partir. Es un soneto marcado por el desgarro existencial y que encabezará su producción en el futuro.

Llegan a Burdeos, pasan allí 18 días visitando algunos lugares de su interés y, finalmente, en España se establecen durante dos años, aproximadamente, en La Coruña, donde viven los familiares del padrastro, Gaspar Isidoro de Escalada. Allí escribe seis composiciones: A la poesía, A las estrellas, La serenata, A mi jilguero, etc. Y aquí tiene una relación amorosa con el hijo del Capitán General de Galicia, Mariano Ricafort Palacín, (algunos sostienen que lo conoció en Burdeos) pero el noviazgo se rompe porque el joven no quiere que su novia se dedique a la poesía. Primer novio, primer problema. ¿Poesía o yo? Pues… ¡POESÍA!

Estancia en Sevilla

Posteriormente, dado que Sevilla era la tierra de su padre, que nació en Constantina de la Sierra como ya hemos dicho, allá se fue a vivir en torno a 1838-9 con su hermano Manuel. Allí se integra muy bien de la mano de Alberto Lista y Manuel Cañete, y publica en periódicos de Cádiz y Sevilla bajo el seudónimo de La Peregrina.

Conoce a su primer gran amor, Ignacio de Cepeda y Alcalde, que, tal como se nos ha dicho, estudia humanidades. (Una relación amorosa de la que hablaremos). Para él escribe una autobiografía, que, junto a la gran cantidad de cartas que le remite, nos facilita un amplio estudio de la personalidad de Tula Avellaneda.

Estancia en Madrid

Su llegada a Madrid en 1840 le permite establecer amistad con literatos y escritores. Allí empieza a publicar con gran éxito su obra, tanto poesía, como teatro y novela. Por entonces conoce al poeta Gabriel Garcia Tassara con el que mantiene una relación amorosa complicada, como se ha comentado. En 1847 se encuentra embarazada y soltera, abandonada por este en un Madrid del siglo XIX. En su soledad, amargura y pesimismo escribe “Adiós a la lira” a modo de despedida de la poesía, pero al final no es así, porque vuelve a escribir.

Tiene una hija, María, que fallece a los pocos meses sin conocer a su padre, a pesar de las cartas escalofriantes con los ruegos de ella para que viniera a conocerla y darle su calor.

Por este tiempo, sigue siendo Cepeda su paño de lágrimas, y seguirá siéndolo hasta que éste contraiga matrimonio en 1854. Le escribe: “Envejecida a los treinta años, siento que me cabrá la suerte de sobrevivirme a mí propia, si en un momento de absoluto fastidio no salgo de súbito de este mundo tan pequeño, tan insignificante para dar felicidad, y tan grande y tan fecundo para llenarse y verter amarguras.” Y debía de estar fastidiada, porque ese mensaje de “si en un momento de absoluto fastidio no salgo de súbito de este mundo” cabría hasta especular que deseaba la muerte… ¿Yo me pregunto, si no habría pensado, incluso, en el suicidio?

En 1846 se casa con Pedro Sabater, gobernador civil de Madrid, aficionado a la literatura y adinerado, pero padece una grave enfermedad y fallece al poco tiempo en un viaje, por Burdeos. En su desespero se retira a un centro espiritual y allí escribe el Manual del Cristiano y posteriormente compuso dos elegías que son de lo más destacado de su obra poética.

Elegía I
(Después de la muerte de mi marido)

   Otra vez llanto, soledad, tinieblas...            
¡Huyó cual humo la ilusión querida!              
¡La luz amada que alumbró mi vida               
      Un relámpago fue!                

   Brilló para probar sombra pasada;           
Brilló para anunciar sombra futura;              
Brilló para morir... y en noche oscura           
      Para siempre quedé...            

En 1853, a la muerte de su mentor, Juan Nicasio Gallego, y movida por el éxito de sus producciones, presenta su candidatura a la RAE, pero el sillón Q mayúscula fue ocupado por un hombre, rechazando su candidatura los misóginos académicos de entonces, que se lo otorgaron a Antonio Ferrer del Río. Si dice que Juan Valera, nacido en Cabra, que fue seminarista en nuestra ciudad, y que sería académico en 1862, puso como excusa que “su enorme culo gordo no cabría en ninguna de las sillas”, curiosa misoginia para un sujeto que vivía con su madre. Incluso, al escritor José Zorrilla, se le adjudica una frase más contundente donde dice que la mujer que escribe era “un error de la naturaleza”. Y no fue hasta 1979 que una mujer pudiera entrar en la RAE, Carmen Conde. Antes había quedado también desechada Emilia Pardo Bazán. Y María Molinier, lexicógrafa y autora de su diccionario, tampoco lo fue, pues optando a la letra B mayúscula, se la otorgaron a Emilio Alarcos en 1973. En la actualidad son 8 las mujeres de 44 miembros (18%)

Curiosamente, Tula, escribe con posterioridad en Cuba (Revista El Álbum Cubano, que ella dirige) en una serie de artículos englobados en “La mujer” (1860), en los que se plantea la igualdad intelectual entre el hombre y la mujer, e incluso la superioridad intelectual de las mujeres: “No ya la igualdad de los sexos, sino la superioridad del nuestro”. 

La marcha a Cuba

En 1856 se casa con un político influyente, el coronel Domingo Verdugo. En 1858 se estrena en el teatro “Los tres amores”, otros dicen que fue Baltasar. Alguien tira un gato negro al escenario, se lo achacan a un tal Antonio Riber, y su marido se enfrenta con él en la calle y es herido de gravedad. Para curar las heridas marchan a Cuba, en 1859, donde es acogida con todos los honores y en el Liceo de la Habana es nombrada poetisa nacional. Su marido muere 1863 y se acentúa su espiritualidad y entrega mística a una severa y espartana devoción religiosa.

Regreso y muerte

En 1864 vuelve a Madrid, tras pasar por Nueva York, Londres, París y Sevilla. Muere en 1873, a los 58 años, enferma y sola, ordenando en su testamente sea enterrada en el panteón familiar de Sevilla, y que sean traídos los restos de su esposo desde Cuba para que reposen con ella.

Su personalidad

Creo que es importante destacar algunas características de su personalidad:

Fue una de las mejores expresiones del movimiento del romanticismo. Pero se le identifica también como precursora del feminismo, abolicionista y rebelde, crítica con la sociedad imperante. 

Es de temperamento vehemente, arrolladora, apasionada, entusiasta y tal vez invasiva. Inteligente, segura, asertiva y en muchos aspectos transgresora. Dado su carisma, su personalidad, su belleza física y su pasión desbordante, provocó tal fascinación entre hombres y mujeres que no necesitó más que ser ella misma para lograr el éxito. Sufrió y gozó mucho porque tenía una sensibilidad acusadísima, unida a un carácter dominante y egocéntrico (necesitaba atenciones y ser el centro), tal como se nos ha indicado en el video. Logró el éxito empleando buenas armas: tesón, creatividad, audacia...

En todo caso, ese carácter y temperamento le ocasionó muchos problemas en un mundo machista y misógino.

Sus amores

Respecto a sus amores hay cuatro hombres importantes en su vida, de los que ya hemos hablado, obviando otros de menor trascendencia como Antonio Romero Ortiz, por ejemplo, y son:

Ignacio de Cepeda. Un amor frustrado, entre el Si y el No, que no llegó a cuajar en matrimonio porque Cepeda “la quería tanto como la temía”. Pero viven una atormentada relación amorosa, nunca respondida de la manera apasionada que ella le exige, pero que le dejará indeleble huella. Aunque sí cuajó en una gran amistad y afinidad que permitió que Cepeda fuera su paño de lágrimas, su confidente y soporte en los malos momentos, incluso estando casada, véanse las cartas que se intercambian. Curiosamente esto se acaba cuando él se casa.

Gabriel García Tassara. Poeta, del que deduzco un ego superior. Tassara desea conquistarla para ser más que toda la corte de hombres que la asedian, pero tampoco quiere casarse con ella, solo quiere cobrar la pieza deseada para enaltecer su ego. Está enfadado por la arrogancia y la coquetería de Tula, escribe versos que nos hacen ver que le reprocha su egolatría, ligereza y frivolidad. Pero la Avellaneda se rinde a ese hombre y poco después casi la destroza. Lo curioso es que tras su marcha y abandono de ella y de la hija, a los 7 años aparece y se constata una relación como si no hubiera pasado nada. Se intercambias libros, etc.  Yo me pregunto: ¿Es el orgullo de ambos el que entierra el pasado?

Pedro Sabater. Gobernador civil de Madrid, que se convierte en su primer esposo en 1846. Era un hombre con aficiones literarias, adinerado y algo más joven que ella. Sin embargo, éste padece una grave enfermedad, y los recién casados viajaron a París en el intento por buscar una cura a la dolencia del enfermo, pero el 1 de agosto, regresando, don Pedro Sabater muere en Burdeos en brazos de su esposa.

Domingo Verdugo, su segundo esposo (se casa en 1856), que muere en Cuba en 1863, como ya hemos referido, dejándola sumida en una crisis existencial  

Sus obras

En Madrid se codeó con escritores como José Zorrilla, Fernán Caballero, José Espronceda y Alberto Lista; pero también sufrió las críticas de intelectuales como Marcelino Menéndez y Pelayo, uno de los que influyó para impedir su ingreso a la RAE. Conoció también, en sus viajes por Europa, a Víctor Hugo, Chateaubriand y Lord Byron.

Su poesía manifiesta su análisis de los estados emocionales derivados de la experiencia amorosa. Fue tratando cada vez más asuntos religiosos, especialmente a raíz de la muerte de Pedro Sabater y su enclaustramiento en Burdeos. Esta temática procuraba dar respuesta al vacío espiritual, a la inquietud y el anhelo insatisfecho, ya expresado en un poema anterior a su boda con Pedro Sabater:

Yo como vos para admirar nacida,
yo como vos para el amor creada,
por admirar y amar diera mi vida,
para admirar y amar no encuentro nada.

En este sentido destacan los poemas:
·        «Dedicación de la lira de Dios»,
·        «Soledad del alma» o
·        «La cruz», cuya métrica incluye un acertado cambio del endecasílabo al eneasílabo.

En cuanto a la métrica, en la obra de Avellaneda se encuentran versos de trece sílabas con cesura tras la cuarta; de quince y de dieciséis sílabas, poco frecuentes en la poesía en español. También utilizó un verso alejandrino (de catorce sílabas) cuyo primer hemistiquio es octosílabo y el segundo hexasílabo, o donde el primero es pentasílabo y el segundo eneasílabo.

También cultivó los géneros narrativo y especialmente el dramático. En España escribió una serie de novelas, la más famosa, Sab (1841) que trata la temática esclavista y de amores no correspondidos, considerándose la primera novela antiesclavista de la historia. “Dos mujeres” que supone una invectiva contra el matrimonio y la defensa del divorcio ante una unión no deseada. Su cuarta novela, Guatimozín, reúne una gran cantidad de erudición histórica y se sitúa en el México de la etapa de la conquista. En sus restantes obras narrativas, si bien carecen del vigor de las tres primeras, sigue presente la decidida crítica a la sociedad convencional.

En cuanto al teatro, su obra ocupa un lugar importante en la escena española del periodo 1845-1855, cuando el drama romántico había decaído y aún no había surgido la alta comedia. Leoncia fue estrenada en Sevilla en 1840, tuvo una buena acogida y poseía cierta originalidad. Su primera obra estrenada en Madrid, en 1844, fue Munio Alfonso, ambientada en la corte de Alfonso VII de León y Berenguela de Barcelona, con una producción de dramas históricos de los que son muestras representativas El príncipe de Viana (1844) y Egilona (1846).

Pero sus mayores éxitos en el teatro los obtuvo con dos dramas bíblicos: Saúl (1849) y, sobre todo, Baltasar (1858), considerada su obra cumbre en el ámbito dramático. Los dos muestran aspectos distintos del Romanticismo. Saúl representa la rebeldía, mientras que Baltasar escenifica el hastío vital, la melancolía del «mal del siglo» que será sentida en la segunda mitad del siglo por los poetas simbolistas franceses (Paul Verlaine) y en el modernismo hispánico (Ruben Dario).

Entre sus comedias, cabe destacar La hija de las flores (1852). En 1860 escribe La mujer (conjunto de artículos), a la que ya creo que hemos aludido, donde plantea la igualdad intelectual entre hombres y mujeres.

Y ya se han mencionado en el viedo sus leyendas, de las que destacan: El aura blanca, La dama de Amboto y El Cacique de Turmequé…

Para finalizar, es de justicia acabar esta exposición con una lectura de sus poemas. Por tanto, por mi parte, muchas gracias por vuestra atención y damos paso a esa lectura.



domingo, 1 de abril de 2018

Machismo residual



En estos días pasados se ha hablado mucho de machismo, de la igualdad entre el hombre y la mujer, de unos mismos derechos, de la lacra del maltrato de género con sus terribles consecuencias; cuestiones que se han de enmarcar en la más pura racionalidad de una legislación justa y que se ha de cumplir. Existe una realdad incuestionable respecto a esa desigualdad, suficientemente demostrada, que sigue siendo motivo de reivindicación para los defensores de la paridad legal y real de género.

Todo ello, como siempre, me ha vuelto a llevar a una autorreflexión (digo lo de auto porque me lo he aplicado a mí mismo).Dado que el machismo forma parte de una conducta o actitud social dentro de la cultura de los pueblos o grupos, como es el caso de la nuestra, habría que entender que se transmite por la educación. La educación no es exclusiva de colegios, sino que, en este proceso, se implica y engloba, sobre todo a la familia, a los medios de comunicación, a la formación en la calle y todo un conjunto de lugares y actos donde va aprendiendo el niño los valores que le inculcan. El machismo se da, de una forma anacrónica, en la mayoría de las religiones, también en algunas ideologías, en las culturas sociales y resalto especialmente las microculturas familiares. Nuestro padre puede ser machista, pero también nuestra madre que enseña o exige a la niña conductas diferenciadas de las del niño, mediante unos roles de género ya definidos. Los roles en libertad se han negociar en la pareja, pero en el machismo se definen por pura estructuración social. No seguiré en esta línea argumental dado que es de todos sabido cómo va esta situación y cómo se suele generar.

Pero si hablaré del proceso que hemos vivido, sobre todo en mi generación, la generación de los cincuenta, como yo le llamo. Nosotros fuimos educados en el machismo de una dictadura que proclamaba la sumisión de la mujer al hombre, como si fuera una posesión personal del marido, el cabeza de familia, a veces demasiado cabezón, que desde su ignorancia, en muchas ocasiones, debía asumir esa función. El hombre era libre de hacer y deshacer, podía emborracharse, usar el burdel si era de su gusto, tener amante y ser infiel a su esposa… “es que eso es de hombres”, se decía. A la mujer se le exigía sacrificio, entrega, servir a la familia y administrar la casa en lo cotidiano, fidelidad y obediencia a su esposo, sumisión. El adulterio femenino estaba castigado por ley y, prácticamente, se toleraba el maltrato de la mujer: “Si el marido le ha pegado será porque algo habrá hecho…” En los sesenta había una famosa y popular canción llamada “El preso número nueve”, que hoy sería de juzgado de guardia. La mujer tenía que ser honrada, cristalina, limpia, leal, respetuosa con los principios religiosos que debía inculcar a los hijos… una mujer de su casa, de su misa (sumisa, que era su misión), vamos. El pueblo se encargaba de desprestigiar a aquella que no cumpliera las normas sociales, y era muy habitual que se lanzaran las propias mujeres de la localidad al despiece de la pieza, resaltando sus pecados, porque eso afianzaba las virtudes propias de la criticona. En esos corrillos las feministas eran etiquetadas de marimachos. Hasta el cura en el púlpito, a veces, tenía que amonestar al beaterio que, cargado de frustraciones, eran más papistas que el papa. Hacían un excelente trabajo de control social.

Y claro, con este escenario cómo quieres que no saliéramos machistas los niños y las niñas, si desde pequeño se nos imbuía la cultura machista y se nos inoculaba por la sangre alimentaria del día a día. Los colegios segregados, las piscinas segregadas, los lugares de ocio condicionados al acompañamiento del marido, los roles perfectamente definidos, etc. El Nacional-catolicismo era plenipotenciario y llegaba a extremos sorprendentes como el que me contaba una amiga mía, a la que le hacían duchar en el colegio de monjas con la combinación porque, digo yo, no se sabría bien el sexo de los ángeles y ellos lo veían todo. Qué barbaridad, un cuerpo creado por la gracia de Dios se convertía en demoniaco por la gracia del clero. El pecado era controlado y la desviación, aunque fuera de pensamiento, implicaba la confesión, con lo que se le daba al cura una información precisa sobre cada cual y su capacidad pecadora y los estímulos que la provocaban… (acceso a sus ideas).

Pero antes de seguir me permito abrir un breve paréntesis para resituar mi explicación. En este punto no estaría de más retomar el artículo escrito en mi boog hace 7 años, un artículo llamado “Nuestro sofrware y nuestro hardware” (Cliquer aquí para cargarlo). En él planteo (salvando por supuesto todas las distancias habidas, que no son pocas) el símil del ordenador para el funcionamiento de la mente. Nuestra herencia genética nos proporciona el hardware definiendo la calidad del ordenador que adquirimos, su memoria, la capacidad de su procesador y demás características técnicas; es decir, nuestra salud, inteligencia y soporte de los procesos cognitivos según esta. Por otro están los programas que introducen al ordenado, el sofrware, que ya no los podremos borra de la memoria, al contrario que en el ordenador. Los programas que nos graban son los educativos, la formación y el conocimiento, los valores sociales, principios ideológicos, religiosos y la cultura social, con las conductas aceptadas y rechazadas.

Dicho esto, comentaré también que la generación referida ha vivido, sufrido y realizado los mayores cambios habidos en nuestro país, tal vez, en su historia. Ha transitado desde una dictadura férrea, dogmática y casi teocrática, a una democracia hoy bastante consolidada, aunque manifiestamente mejorable por el factor ideológico residual que permanece. Esa generación de mente abierta, le ha dado la vuelta a la tortilla, sufriendo su propia metamorfosis a caballo de los cambios. Siendo verdad incuestionable que continúan existiendo diferencias y marginación de género, no podemos negar que ha habido una revolución impresionante al calar en una amplia mayoría social el concepto de igualdad de género.

Los chicos y las chicas nacidos en las décadas de los 40 y 50 fuimos educados en una cultura machista, y, habiendo asumido el tránsito hacia la igualdad, permanece en nuestro interior el ramalazo de machismo, en mayor o menor medida, que nos inocularon en la infancia. Esa disonancia cognitiva subconsciente, que conflictúa nuestra relación de pareja y condiciona la introyección del pensamiento igualitario, es producto de la confrontación entre la razón y el impulso latente. Hemos tenido que acoplar nuestro sofrware viejo, que guarda los esquemas de ese impulso latente, a la racionalidad de los nuevos tiempos sin desinstalar el antiguo programa, sino modificándolo para neutralizar el troquelado que nos hicieron. Esto lo hemos tenido que hacer tanto el hombre como la mujer, que ha luchado por la igualdad sin abandonar su compromiso de ama de casa en la mayoría de las veces. En todo caso, lo importante es que en la relación de pareja se pueda haber realizado la transición con acuerdos libres entre las partes, organizando los roles en función de las competencias y deseos de ambos desde un poder igualitario.

Concluyendo: Muy a mi pesar, yo soy un machista residual. Lo soy porque siguen estando, en la más oscura profundidad subconsciente de mi mente, los principios que me inocularon en mi infancia; eso lo sé y esa conciencia es la que me permite controlarlos racionalizando la situación de conflicto entre mis convicciones actuales con los principios que me troquelaron de niño. La vida me ha sometido a un proceso de cambio donde mi conciencia y razonamiento me llevaron a cuestionar lo que me enseñaron de pequeño, mientras esa enseñanza se escondía en las profundidades de mi mente tirando de la cuerda que ataba mi pensar al pasado educacional. Eso, queramos o no queramos, nos ha pasado a todos los de mi generación, en mayor o menor medida. En todo caso, para terminar esta argumentación no estaría de más darse una vuelta por otro artículo que colgué en mi blog, que habla del ajuste de roles en la pareja y que puedes cargar (cliqueando aquí). Está sacado de una conferencia que ofrecía en el Aula de Mayores de la Universidad hace algunos años. Tal vez allí se pueda entender mejor ese tránsito que hemos tenido a lo largo del proceso adaptativo al que me he referido, una visión del camino recorrido.



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