jueves, 28 de diciembre de 2017

Los santos inocentes



El día de los Santos Inocentes viene a conmemorar la dramática matanza de niños ordenada por Herodes… pero Herodes, que fue un rey cruel como pocos, nunca mandó matar a tales niños, sin embargo, este episodio, fue tomado como real por muchos exégetas. Aunque parece haber otra causa en base a las festividades paganas en las que se aprovechaban estas fechas invernales para revertir el orden establecido. Las saturnalias o fiestas en honor al dios Saturno tenían ese carácter burlesco, que inevitablemente se heredó en el mundo cristiano a través de festividades como las mojigangas navideñas, las danzas grotescas de Nochebuena o el risus paschalis, una costumbre interesantísima que encajó a la perfección en el mundo cristiano. Además, el cristianismo tuvo la habilidad de ir incorporando todos los fastos paganos para conseguir una mejor asimilación de la religión cristiana por parte del  pueblo, convirtiendo en fiestas religiosas las ya instauradas desde el paganismo. Eso mismo lo vuelve a hacer al incorporar, como propias, determinadas manifestaciones del mundo precolombino, convirtiendo a la población a la fe católica con mayor facilidad.  

Pero, volviendo al tema, ¿por qué se gastan bromas y engaña a la gente en este día de los Santos Inocentes? Parece ser que, ese engaño, se fundamenta en la habilidad que determinados padres tuvieron para engatusar a los soldados de Herodes y poder salvar a sus hijos de la muerte. De ahí el engaño al inocente, que, en este caso, no era el niño, sino el soldado que iba a matarle.

Por tanto, hoy, día de los Santos Inocentes, debería ser el día de la risa, de la inocentada, del fácil engaño, de la inocencia que todo se lo cree. Vale la pena, pues tras un año serio, de trabajo y formalidad, un día de relajación y cachondeo es reparador. Pero en este país las cosas ocurren al revés, el engaño es lo habitual y hoy debería ser un día de repaso a esas inocentadas y falsedades que nos han ido colocando a lo largo del año, sobre todo desde el mundo de la política y las finanzas con sus medios de comunicación.

A mí, la expresión “Los santos inocentes”, puede que por deformación de lector, me recuerda a la novela de Miguel Delibes, llevada a la pantalla por Mario Camus, donde en un entorno rural de la Extremadura profunda, una familia sencilla vive sometida a la tiranía del señorito, que, con sus escasos medios, mantiene valores propios del sufrido pueblo, que cultiva el compromiso familiar, la dignidad, el esfuerzo, el trabajo, la ética, la verdad… principios y valores ausentes en el señorito déspota amparado en el poder que le otorga su ideología política, su riqueza y su hipocresía. Deslealtad con sus servidores, bajeza moral, explotación de los inocentes, prepotencia, despotismo y carencia de valores humanos, definen el carácter de esa clase dominante que se permite, al amparo del pasado, seguir sometiendo al pobre, al sumiso, desde su dictado. En esta novela encuentro una de las expresiones más claras y precisas sobre la diferencia de clases, sobre la España estigmatizada por el pasado y sometida al anacronismo del poder establecido. Es la expresión de la filosofía de una clase dominante que persiste, con los cambios de matiz que se quieran, en mantener un status quo de poder e influencia en beneficio propio.

Dicho lo anterior y volviendo a mi propuesta de lo que debería ser esta fecha como análisis del año y sus inocentadas o engaños, podríamos decir que el pueblo español, incluido el catalán por supuesto, ha sido engatusado, engañado y manipulado un año más. Los pueblos, o sea la gente que conforman los pueblos, tendemos a la convivencia, al encuentro y a la amistad, salvo cuando se nos coloniza el pensamiento, se nos idiotiza aprovechándose de la inocencia, de la buena voluntad y la propensión a dar crédito a las cosas que nos dicen nuestros líderes de opinión, o de la candidez enraizada en la bondad innata de la gente sencilla, para confrontarnos, manipularnos y despertar emociones que matan la razón y nos llevan al conflicto que, casi siempre, oculta otra verdad vergonzosa de aquellos que nos manipulan.

Para ocultar la verdad se crea la posverdad, ese término que la RAE ya introduce y define en su diccionario como: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Este año ha sido el año de la posverdad. Se han despertado creencias y emociones para crear una opinión pública de confrontación, de tal forma que absorba la razón y el pensamiento crítico de la gente, dejando fuera del debate la otra gran verdad que no les interesa a los políticos que surja, la verdad de la corrupción, del paro, de la brecha entre ricos y pobres, de instauración definitiva en la crisis, de la pérdida de derechos del ciudadano, de la insolidaridad que practica el propio Estado, de la necesaria defensa de la paz y el entendimiento entre los hombres y mujeres del mundo. Han sembrado la desconfianza entre la gente, el desencuentro que lleva al distanciamiento, a la fractura social y la segregación, manipulando las mentes y su pensar hasta convertir al ciudadano en hooligans del partido en lugar de un sujeto crítico, racional y pacífico que tiende a compartir la verdad para progresar solidariamente.

Por tanto, insisto, en este año de la posverdad, nos han vendido lo impresentable como verdad absoluta, dejando en la cuneta a la otra gran verdad, la verdad verdadera; se nos ha hecho creer:
  1. Que la crisis se ha superado, cuando nos hemos instalado en ella definitivamente.
  2. Que la economía remonta, cuando los que remontan son los ricos.
  3. Que la corrupción se ataja, cuando cada día se ve más claramente que persiste y se desarrolla.
  4. Que hay independencia poderes, cuando el gobierno pasa del parlamento y sigue intentando tutelar a la justicia.
  5. Que la democracia real existe, cuando se sigue manipulando al pueblo y no se respeta la diversidad y opinión ajena.
  6. Que España es un país fascista, como discurso del independentismo que cataloga de tal guisa a quien no apoya sus ideas de democracia.
  7. Que la democracia son las urnas, cuando las urnas son solo un instrumento para implementar la democracia establecida por la ley.
  8. Que España nos roba, obviando la solidaridad interterritorial y las balanzas fiscales y comerciales.
  9. Que la independencia tendría reconocimiento y apoyo internacional continuando en la UE sin más.
  10. Que las empresas no se irían de Cataluña.
  11. Que la decisión de la DUI es democrática, cuando más del 50% de los catalanes la rechazan, mientras el rodillo de los diputados de la ley d’hont se pasaba por el forro, de forma unilateral, las  leyes fundamentales que eran el soporte y razón de la existencia del propio Parlament.
  12. La otra posverdad es el propio referéndum del 1-O, una expresión importantísima de la voluntad de parte del pueblo catalán que no debe caer en saco roto, pues se confirma en las elecciones del 21-D, pero que no tiene validez democrática alguna, ya que no responde a un proceso homologable democráticamente, al no haber participado el conjunto de la ciudadanía catalana, dado que la mayoría no se sintió llamado e implicado en el mismo, como también se ha visto el 21-D. Ampararse en ese pseudoreferendum, convocado, gestionado y evaluado por una de las partes, para cambiar leyes sin consenso, para desconectarse de las leyes del Estado y proclamar la DUI, es un atraco democrático, digan lo que quieran sus defensores.
No deja uno de pensar que los pueblos siguen siendo arrastrados a la lucha de intereses de los que ejercen el poder, a través de esa habilidad que caracteriza al influyente líder, para hacerles ver una priorización de intenciones no siempre sometidas al interés general de los pueblos y de la gente, sino de los propios partidos o grupos de poder. Las fronteras se crearon para eso, para delimitar el cortijo del poder, para sensibilizar al pueblo en defensa de un nacionalismo que les hace diferentes y que, llevado al extremo, dificulta la convivencia con otros pueblos. Si usted quiere cambie cortijo por patria, pues esa patria que venden al pueblo, los poderosos la consideran su cortijo.

Resumiendo, este año ha sido el año de la falacia manipulativa, de la posverdad, de los engaños e inocentadas sostenidos en el tiempo, de la burla distractora para desviar nuestra mirada de lo importante, centrándonos en un conflicto potenciado a conciencia en lugar de la crisis económica y convivencial. Situación que, llegados  a este punto, es de difícil solución si siguen en sus puesto los que la han creado y alimentado; su pundonor, orgullo y la amplia dosis de soberbia que caracteriza a los políticos son hándicap difícilmente superables para entenderse.

Solo queda la esperanza de que el pueblo llano, el que debe decidir sobre quien los representan, tengan la clarividencia para distinguir la verdad de la posverdad, el interés general del interés partidista, el desarrollo humanista de la ciudadanía que facilite la convivencia desde el respeto a las diferencias… de lo contrario la inocentada, el engaño, se mantendrá en el tiempo y nosotros seremos nuevamente “Los santos inocentes”.

Y tú, Milana bonita, arranca el vuelo para ver desde las alturas esa verdad que te niegan, esa visión que te permita valorar lo que no ves, para descubrir la verdad entre esas posverdades que te venden al amparo de tus emociones patrias, de tus credos e ideales, obnubilando tu pensamiento y velando tu criterio hasta entrar en confrontación con la gente de tu propio pueblo, que conforma la humanidad simple y llana...




viernes, 1 de diciembre de 2017

La vieja foto y mi recuerdo


Año 1954. Aldea de los Pérez
Hoy ha caído en mis manos esta vieja foto de mi infancia. Ha sido la llave o el resorte que me ha trasladado al pasado, como una nave del tiempo. Tal vez tenía, entonces, tres años, y posaba junto a la mayoría de niños de la aldea donde vivía. Eran los escalones de la ermita, justo al lado de la escuela, lo que nos sirvió de grada para posar en la foto.

Es curioso cómo estas imágenes generan sentires y sensaciones que parecen olvidadas, cómo fluyen los olores, la brisa y el aire que acariciaba la cara, el olor de la tierra y su contacto, el canto de los pájaros, la sombra del granado y el sabor de su fruta madura, la higuera por la que trepábamos para hurtarle el fruto, o el olivo con su grueso tronco y el ramaje que acogía los nidos de las tórtolas, a las que desahuciábamos arrebatándoles su casa como desalmado banco acreedor, los huevos o los polluelos para criarlos en cautividad, desde la maligna inocencia infantil (aunque suene a oxímoron eso de inocencia y maligna).

Las travesuras infantiles, los juegos peligrosos impensables hoy, las pueriles luchas y combates de guerreros imaginarios, el gélido colegio en el invierno, la monotonía de la maestra repitiendo sus enseñanzas a ritmo de canciones, la casa carente de agua corriente, de servicios y de luz eléctrica; el alimento pobre, aunque suficiente, sin grandes manjares, pan y aceite, fruta del tiempo, garbanzos, lentejas a expurgar, alubias y potajes, por lo general, viudos de carne… tomate conservado en la botella con el arte y la habilidad que mostraba la madre para garantizar alimento en el invierno… la vieja chimenea donde chisporroteaba la húmeda leña soltando su nube de vaho, que impregnaba el ambiente, mientras las morcillas colgadas se iban, poco a poco, ahumando, resecando para mantenerse sanas y comestibles.  

El recuerdo del patio trasero, su muladar, la porqueriza y la cuadra, el gallinero y las conejeras, que dejaba patente una fuente más de suministro alimentario; eran las piezas claves del reciclaje, los animales que convertían los desperdicios en nuevo alimento a través de los huevos o el sacrificio de su propia carne, mientras el resto de orgánicos acababan en el muladar convertidos en abono natural para los campos.

Y cómo no, escasa ropa, cargada de remiendos que alargaban su vida hasta límites insospechados, sandalias de verano que pasaban el otoño con buen uso y solo era el mal tiempo la causa de su desecho para cambiarlas por calzados más acorde a los fríos inmisericordes del invierno, trajecito o ropa limpia de domingo para ir a misa. Paciencia maternal peinando lentamente nuestro pelo para erradicar los piojos y las liendres que ibas cosechando en el colegio. Vida pobre de recursos, pero plena de cariño; dura en su expresión, pero fortalecedora en el espíritu; maestra en la calle para curtirte en el combate, para conformar los grupo, identificar los roles y papeles de líderes y gregarios; una forma de socializarse desde las diferencias de clase que reinaban en aquel tiempo.

Pero sobre todo, me viene a la memoria, el contacto con la tierra. Cómo se hundía el pie dejando huella, su olor según el tiempo, seca o húmeda, polvorienta o embarrada, terrones que se deshacían con la pisada o charcos que invitaban a chapotear en ellos… y a la vista el olivar, ese inmenso ejército alineado marcialmente que parecía subir por la ladera para morir en la batalla del horizonte, con sus camadas cubiertas por la hierba que iniciaba la cadena alimenticia con los insectos, dando alimento a los pájaros que pululaban en bandadas.

Recuerdos de las trampas con sus danzarinas alúas que atraían a los pájaros quedando atrapados para engrosar nuestra mesa. Las hazañas y aventuras infantiles haciendo de cazadores furtivos de perdices, a las que cansábamos corriendo tras ellas para, desde el agotamiento, rendirlas hasta cogerlas con las manos como el que coge una gallina del corral. El espectáculo de los buitres leonados carroñeros, comiendo los cadáveres de los cerdos afectados por la peste porcina, mientras esperábamos que llenaran su estómago para acometer contra ellos y ver cómo les costaba levantar el vuelo ahítos de carne… o el singular espectáculo de la nevada de 1954 con las calles y campos blancos en una tierra siempre ausente, aunque anhelante, de nieve.

Y cómo olvidar la búsqueda por los campos de hierba para alimentar a los conejos, de ramas y raíces para el fuego, de brezo para hacer escobas rama, de nidos para hurtar los huevos de las aves, o de espárragos para completar la exigua dieta alimentaria de la familia. El campo era para el niño un extenso mundo a explorar que ofrecía la aventura de su tránsito, el descubrimiento de su orografía, de su flora y de su fauna silvestre, de los mares del trigal, del olivar inhiesto y ordenado, de las huertas y del río, del frutal y de las plantas que cultiva el hortelano… o de ese mundo mágico cargado de vida donde sorprende una serpiente que impresiona con su reptar sigiloso, el conejo que te salta en el camino, la perdiz que levante torpemente el vuelo, el zorro vigilante para batirse en retirada a la menor señal de amenaza, o el vuelo majestuoso de las aves rapaces explorando, con su vista penetrante, los campos en busca de la presa… albercas para el riego cubiertas por su verde manto de cama de rana donde escuchabas el concierto de múltiples croares, senderos abrigados de follaje y de zarzales y canales de agua fresca que marchaba en pendiente buscando las eras de las huertas para darle savia a la hortaliza. Una universidad de la naturaleza donde se cursaban los estudios de la vida, comprendiendo los principios y fundamentos que alimentan la existencia.


Hoy, cuando se ven las viejas fotos, afloran los recuerdos que nos fueron forjando para ser lo que ahora somos, porque somos lo que somos debido a lo que fuimos. Tal vez en el mañana serán de otra manera, no fraguados en connivencia con la naturaleza, sin haber sentido el contacto con la esencia de los campos, sin experiencia y compresión de los ciclos de vida que van marcando las estaciones: el nacer y florecer en primavera, maduración y recogida del fruto en el verano, languidecer en el otoño con las ramas desvestidas de sus hojas e hibernación en el invierno para dejar la semilla que siembre la esperanza de otro ciclo venidero… las fases de la vida se repiten tenazmente, mientras la mano del hombre no lo trueque y lo acabe destrozando todo. Mas eso solo podrá evitarse si el ser humano ama a la madre naturaleza, si se educa en ese amor y respeto comprendiendo que forma parte de un todo sostenido que, al romperse, solo puede conducir al caos y a la muerte.


miércoles, 29 de noviembre de 2017

Crimen y castigo. Una reflexión


Esto de releer las obras que de joven se leyeron aporta un verdadero placer, no solo por lo que traiga de recuerdo de aquellos tiempos, sino por lo diferente que resulta la interpretación de una novela leída con 20 o menos años, de lo que ahora se descubre en ella. Durante los últimos tiempos he participado, y sigo en ello, en diferentes clubs o grupos de lectura, de la mano de mi amiga María Jesús Albarracín, en el Ateneo o en el que en estos momentos estamos organizando dentro de las actividades de ASPROJUMA, un libro fórum coordinado por Juan Francisco Romero.

Supongo que a vosotros os pasa algo parecido. Cuando se es joven y no se tiene el bagaje y la trayectoria vivencial que se arrastra en la madurez, las cosas se ven de forma diferente. Al releer una novela ahora descubres cantidad de matices e interpretaciones que antes se pasaron por alto o no llegabas a comprender. El análisis de los personajes, el entramado y sus componendas motivacionales, la génesis de las conductas, la personalidad y la complejidad psicológica de los protagonistas, una mejor y más justa imaginación del contexto y los matices de vestuarios,  y la mayor comprensión de la biografía del autor. En suma una percepción más completa de la obra y de sus mensajes en conjunto.

En esta sesión última de libro fórum, hemos tratado la novela de Fiódor Dostoyevski, Crimen y castigo. Es esa historia alucinante desarrollada en el San Petersburgo del XIX, capital de la Rusia Zarista. Curiosamente coincide con que este agosto visité la ciudad, por lo que, muchos pasajes de la novela, los situaba con mayor precisión en sus calles y plazas. El río Neva y sus canales, la avenida de Nevsky, el palacio Imperial (actual museo Hermitage), la catedral de San Pedro y San Pablo, etc.

Pero yendo a la novela, no deja de ser una historia intrigante, con conductas difícilmente comprensibles, cargada de personajes marcados por la miseria y necesidad para su subsistencia, con una amplia representación de las diferentes personalidades que puebla la ciudad y, sobre todo, el barrio. Los protagonistas: Rodión Raskólnikov, es un estudiante fracasado que subsiste como puede, incluso empeñando sus pertenencias, o mediante el dinero que le remite su madre, Pulkeria,  pensionista y su hermana Dunia con su trabajo; la usurera, Aliona Ivánovna, que se aprovecha de la pobre gente para llenar sus arcas, mientras su hermana, Lizaveta, es una santa mujer; Marmeládov, un exfuncionario alcoholizado y caído en la miseria que arruina a su familia mientras su hija, Sonia, se dedica a la prostitución para ayudar a la familia; el pretendiente de su hermana, Piotr Petróvich Luzhin,  sujeto enigmático, frío y trepa, que significa la salvación económica de la familia pero implica el sacrificio de ella por esa causa y, además, se promete sin contar con su consentimiento hiriendo su orgullo; el perverso Svidrigáilov que representa la maldad y la corrupción cargado siempre de sospechas; el Juez Porfirio que mantiene interesantes debates con Raskólnikov; Razumijin, amigo de Raskólnikov y sobrino del juez Porfirio… y sobre todo Semiónovna Marmeládova, mejor conocida simplemente como Sonia, que es la otra protagonista de la historia sobre la que recaen las desgracias, incluido el ejercicio de la prostitución, y sigue, desde su sumisión, entregándose a los demás, hasta llegar a enamorarse de Raskólnikov y seguirlo a su destierro, ofreciéndole una nueva vida en su compañía; vida que se adivina al final de la novela cuando Rodión toma conciencia de su amor por Sonia y ve la salida a su existencia conflictiva y psicológicamente traumática.

La trama tiene su esencia en la convicción de Rodión de que es lícito el crimen ejecutado por seres superiores, por líderes y mentes privilegiadas, que lo cometerían para salvar a la sociedad de una situación deleznable, de injusticia, o procurarles una mejor vida. Los grandes líderes, los Napoleones, han cometido asesinatos y crímenes bajo el convencimiento de que era un mal menor para conseguir un objetivo superior. Esa idea, descrita por él en un artículo publicado por una revista, parece que cuaja en su mente y, ante la miserable y usurera prestamista, él se siento autorizado para eliminarla y salvar al mundo de una arpía, por lo que decide matarla, tras visitarla en numerosas ocasiones y humillarse ante ella para conseguir empeñar, lo mejor posible, sus prendas, entendiendo que es justo que él le arrebate su dinero.

Lo consigue, y escapa, a duras penas, sin sospecha del crimen, pero antes ha tenido que dar muerte a la hermana de la usurera, que se presenta en la casa, para evitar ser denunciado. Lizaveta es una buena mujer que muere como un efecto colateral indeseable y así lo entiende él, pero eso le hace trastornarse aún más con este hecho. A partir de ese momento entra en una crisis cargada de suspicacias, de elementos autorreferenciales, sospechando que saben que él es el asesino. Por ello decide ocultar lo robado bajo una gran piedra en un solar descampado.

En todo este maremágnum emocional, de crisis existencial y de conflicto interno ético y moral, acaba descolocado, enfermo y trastornado su pensamiento. No es el superhombre que tenga derecho a cometer un crimen, sino el ser normal que ha de gestionar su culpa y, como culposo, requiere reparar el crimen. La llegada de su madre y su hermana, el cuidado y preocupación de su amigo Razumijin, el conflicto con el pretendiente de su hermana, las conversaciones con el juez Porfirio, la aparición del pérfido Svidrigáilov, la muerte de Marmeládov y el contacto con su familia y su hija Sonia, conforman un entramado intrigante que mantiene la atención y la ávida lectura. Resalto su confesión del crimen a Sonia, por la que ya se encuentra atraído, y la siembra del amor mediante el acto de ayuda y entrega de sus ahorros para dar sepultura a su padre, crea un vínculo especial. La confesión a Sonia lleva aparejada la culpa por la muerte de Lizaveta, a la que conoce Sonia y de la que conserva un crucifijo que le entrega a él como un talismán para que le proteja, lo que abre, aún más, la puerta del remordimiento por su asesinato.

Decide entregarse, tras ver como iba a ser condenado un inocente que se inculpa del crimen, y someterse al castigo reparador para purgar su culpa que asume sin paliativos, siendo enviado a Siberia a cumplir 10 años de reclusión y trabajos forzados. Sonia le sigue, pues su madre, tuberculosa, ha muerto y sus hermanos han sido ingresados en orfanatos con un importante donativo del perverso Svidrigáilov, que en un acto final ha dejado su fortuna a los necesitados y se ha suicidado. Mientras, su madre,   Pulkeria,  que piensa que se ha marchado al extranjero, aunque en el fondo sepa la verdad oculta, ha quedado en San Petersburgo junto a su hermana que se casa con su amigo Razumijin.

La bondad de Sonia se evidencia con los presos a los que ayuda escribiendo sus cartas y haciendo de correo en el exterior, lo que lleva, al final, a Rodión, a tener conciencia de su amor por ella y empezar a soñar con un futuro juntos, quedando en el aire, pero sobreentendido, que cuando termine su condena formarán un hogar.

Del autor dijo Friedrich Nietzsche: «Dostoyevski, el único psicólogo, por cierto, del cual se podía aprender algo, es uno de los accidentes más felices de mi vida». Luego, Nietzsche, elaboró su teoría del superhombre que tiene una coincidencia con el planteamiento que manifiesta Rodión Raskólnikov en el artículo que había escrito un tiempo antes del crimen en la revista y al que ya me he referido. También queda manifiesta esa idea cuando Rodión le dice a Sonia: “Y ahora sé, Sonia, que tiene poder sobre las personas quien es más fuerte por su inteligencia y su espíritu. Para la gente, el que se atreve a mucho es el que lleva la razón. El que más cosas menosprecia se convierte en su legislador y el más atrevido es el más escuchado. Así ha ocurrido hasta ahora, y así será siempre. ¡Sólo un ciego no lo vería!”

Yo destacaría como elementos más significativos desde un punto de vista psicológico, la joven personalidad de un soñador que va a estudiar a la universidad con el deseo de triunfo, pero que se ve atrapado  en un mundo de pobreza, miseria y de bajos fondos. Es esa exaltación megalómana que le precede en su proyecto inicial de vida, la que le provoca su idea de superhombre, de la justificación del crimen en función de la bondad resultante, eliminar a la usurera es un acto de justicia social en el mundo ruso prerevolucionario del siglo XIX. Luego, la miseria de su entorno, su incapacidad para ser insensible ante el dolor y sufrimiento ajeno, el afloramiento de su bondad ayudando a la familia de Marmeládov para pagar su entierro, el proceso de razonamiento que establece con el juez Porfirio, la toma de conciencia del mal causado y las diferentes manifestaciones de los otros protagonistas, le hace ver en su subconsciente que él no es un ser superior, sino uno vulgar, que no está exento de culpa ante un crimen y aflora el sujeto culposo, el que entiende la justicia desde la verticalidad donde el pobre hombre que infringe la ley ha de pagar por ello para redimirse, tal como describiría Freud con su segunda tópica y la figura del superyó años más tarde. Tal vez, como ya he dicho antes, una circunstancia incontrolada pueda haberle despertado esa culpa, esa ejecución injusta de Lizaveta que le tira por tierra el planteamiento. Ya no es la usurera la que muere para liberar a la sociedad de esa arpía, sino la buena hermana, la inocente, la bondadosa y trabajadora. Ello le enfrenta al fracaso del superhombre que se pensaba, al fallo de su objetivo y despierta el remordimiento.


De la fase de creerse superhombre, pasa a otra fase de verse como un pobre sujeto que ha cometido un crimen, que ha privado de la vida a Lizaveta y que, para más inri, hay un sujeto inocente que va a pagar su crimen. Quiso escapar de la normalidad, de la sociedad a la que pertenecía, pero surge de su interior la personalidad oculta que le corresponde por su procedencia relativamente humilde y le muestra que su delirio de superhombre no es más que eso, un delirio, y que no podrá vivir en paz bajo la culpa, sometido siempre a la suspicacia y la paranoia de ser perseguido y descubierto por el juez y la policía. Tal vez se dé un fenómeno de reubicación existencial, un proceso de maduración, dejando atrás los delirios juveniles para caer bajo el peso de la realidad social, ética y moral de donde viene. Enamorarse de una chica joven, pobre, que ejerce la prostitución para ayudar a la subsistencia de su familia, le despierta su propia sensibilidad en su entorno de referencia. Ese trastorno existencial, esa búsqueda de su esencia como ser humano, le ha tenido absorto, desconectado de su ambiente familiar y social, abstraído en su pensar y en su lucha interna por identificar y comprender su propia existencia que le permita salir de ese estado confusional. Cosa que consigue cuando un día, tras no venir a verle a la prisión por estar enferma su amiga Sonia, aflora el sentimiento del amor para conducir su pensamiento hacia un proyecto de futuro estable junto a Sonia, ejemplo de bondad y constancia en su dedicación y principios, eso sí, una vez que haya purgado su culpa…



jueves, 12 de octubre de 2017

La tolerancia a la frustración


Hay luz en el horizonte
(Hay luz en el horizonte)

Podemos entender la frustración como la imposibilidad de satisfacer una necesidad o un deseo; o sea, cuando no conseguimos lo que queremos o cuando nos suceden situaciones no deseadas y, a su vez, como un sentimiento de tristeza, decepción y desilusión que esta imposibilidad provoca. La prolongación de este sentimiento puede llevar a la depresión, a la apatía, condicionando el estado anímico de la persona y su felicidad, en función de su capacidad de gestionar esas emociones. Nuestra reacción ante la situación vendrá condicionada por factores de personalidad y habilidades de afrontamiento, lo que nos llevará a sentir enfado, angustia, ansiedad, etc. si bien, tras racionalizar el escenario, se produce una acomodación donde la disonancia cognitiva no nos atormente y quepa la inteligente adaptación al medio en un equilibrio entre nuestro deseo frustrado y la realidad que se imponga. Ese es el continuo devenir de la existencia humana y lo que fragua las conductas y socialización del sujeto a lo largo de su vida. La teoría freudiana lo enmarcaría en el conflicto entre el superyó y el ello, entre la norma social y el deseo o pulsión con su base subconsciente.

La tolerancia a la frustración resulta de la capacidad o habilidad que tenga el sujeto para soportar esa situación frustrante en función de su análisis y adaptación al medio. Esa tolerancia se suele incrementar con la madurez personal, dado que, a través de la experiencia, el sujeto percibe una realidad compartida con el entorno, con los semejantes, donde los propios deseos chocan con los de los demás y deben encajar en un marco de respeto, compartiendo el todo con ellos en un justo equilibrio de igualdad, al menos de igualdad percibida. Los niños suelen tener poca tolerancia a la frustración, cuestión que se va modulando con la madurez psicológica, que no es lo mismo que la madurez cronológica, o sea la edad. Por tanto, bajo mi opinión, a mayor madurez psicológica mayor tolerancia a la frustración, y mayor frustración ante la inmadurez incapaz de gestionar las emociones.

La sociedad, sistemáticamente, nos va frustrando desde la infancia desde un proceso educacional que nos identifica las conductas y hábitos aceptables y reprobables; establece reglas y normas de convivencia y respeto hacia los demás en función de la cultura social donde nos encontremos y en la cual los principios y valores que la conforman tienen un papel fundamental. Ello no quiere decir que, desde un punto de vista razonable, esa cultura sea ejemplar y la más apropiada para el desarrollo del individuo como persona, por supuesto, sino que es el resultado de un proceso histórico cultural que ha ido definiendo sus valores según el poder y dominio social que se haya impuesto, donde las religiones son elementos claves como amalgama que cohesiona y consolida la sociedad (no entro en valorar el papel de las religiones, con las que me siento muy crítico en tanto son encorsetadoras y dogmáticas).

Los conflictos, pues, están servidos al colisionar esos valores impuestos con otros que emanan de las ideas nuevas, de los pensamientos transgresores que surgen de mentes librepensantes, no sujetas al encorsetamiento del marco social o grupos de presión, por tanto rompedoras. Luego vendrá la gestión del conflicto, la necesidad de dar respuesta a esas nuevas ideas y la posibilidad de cambiar o modificar los viejos valores para adaptarlos a las razonables aportaciones del nuevo pensamiento, rechazando los planteamientos quiméricos y aceptando los que puedan redundar en un desarrollo del conjunto de la ciudadanía, así como el coste de esos cambios desde el punto de vista del conflicto y su gestión. Cabe, pues, un debate sosegado, desde la madurez y el respeto, capaz de comprender y entender que el objetivo final es el progreso de la humanidad desde un punto de vista biopsicosocial, aceptando lo nuevo y modificando lo antiguo.  Así progresó el mundo y así deberá seguir haciéndolo. Tal vez, lo primero que deberían enseñarnos, en el colegio y en la sociedad en su conjunto, es a debatir sosegadamente, con mente abierta y la receptividad suficiente para identificar y aceptar, razonadamente, lo que los demás aportan de bueno y rechazar lo malo, con base argumental claro está. Pero se nos enseña a aceptar sumisamente los valores sociales establecidos, las ideas, principios, héroes y mitos de la cultura que sustenta la sociedad, sin dar demasiado chance al espíritu crítico. Se potencia el condicionante de los prejuicios, que son una forma de pensamiento único que, al generalizar, nos evita el ejercicio de pensar discriminadamente, condicionado por el bulo y las etiquetas: los andaluces son vagos y solo están de juerga, los catalanes tacaños, los vascos brutos, los madrileños chulos, etc. Lo cual es una mentira puesto que en todo lugar hay de todo. Si bien las culturas pueden establecer matices de orientación en un sentido determinado con los hábitos que inoculan en su sociedad.

Dicho esto a modo de encuadre, también diré que, bajo mi opinión, lo que está sucediendo en España, en estos momentos de crisis, es precisamente una confrontación política o de poder, más que social o cultural, una lucha de intereses de grupos ideológicos, económicos y políticos que trasciende, en buena medida, a la sociedad, embarcándola en una confrontación donde se juega con las emociones y se usan los prejuicios y etiquetas para marcar y demonizar al contrario. Para segregar hay que hacer patentes las diferencias, romper los puentes, aflorar los agravios, descalificar al contrario marcándolos como fascistas o represores, o bien como separatistas insolidarios y egoístas que quieren romper lo establecido en beneficio propio obviando los derechos de los demás.  Esto requiere de diálogo y de saber que todos podemos perder o ganar según se establezca la solución. En todo caso, traerá frustraciones, para unos y otros, que se vivirán, en mayor o menor medida, en función de esa tolerancia referida. Posiblemente, y eso sería lo ideal bajo mi punto de vista, una mayor frustración para los vehementes intervencionistas y para los antisistema pues ambos rompen la convivencia con mayor descaro, dejando una menor dosis para el resto de la sociedad madura que puede acabar encontrando, en ese proceso de acercamiento, la posibilidad de compartir un proyecto alternativo al existente, consensuado y beneficioso para todos. La solución que se dé no va a ser, seguramente, la que proponen uno y otro extremos, sino la que más le interese a los poderes económicos y políticos del entorno, no solo localizados en Cataluña o España, sino en el conjunto de Europa con quienes tenemos lazos económicos y políticos difícilmente quebrantables dadas las circunstancias que definen el marco europeo. A nadie le interesa, en estos momentos de incertidumbre, salir del paraguas para caer bajo la lluvia, sería un caos costoso para hacer una catarsis de utopía. Vienen tiempos difíciles y es mejor afrontarlos desde la unidad y desde la conciencia ciudadana común, o sea desde el sentido común.

Yo propongo: Entierren el hacha de guerra y hablen con la intención de articular la convivencia, la interdependencia, mientras fuman la pipa de la paz. Si de partida quieren que el otro asuma sus deseos sin más, poniéndolos como condicionantes irrenunciables, serán unos insensatos y volveremos a la frustración y el fracaso. De todas formas, vayan con la idea de que tendrán que poner en juego su propia tolerancia a la frustración, porque de toda negociación se desprende frustración y eso es bueno, compartir la frustración implica que no hay vencedores ni vencidos. 

domingo, 1 de octubre de 2017

La posverdad y la política.


Hoy es jornada de reflexión. Para mí lo es siempre, porque mi reflexión la gestiono yo y, en este caso, aunque no estoy llamado a reflexionar al no tener que ir a votar, creo que deberíamos hacer esa reflexión propia, todos, para clarificarnos un poco.

Uno ya no se sorprende de nada en esta era de la posverdad, esa especie de verdad falsa que todo el mundo da por buena a base del machaqueo y de la presión social, por muy increíble que sea. La RAE, que próximamente la incluirá en el diccionario, parece que la definirá, según ha comentado el director de la misma, como “la información o aseveración que no se basa en hechos objetivos, sino que apela a las emociones, creencias o deseos del público". La posverdad se sitúa en el campo de la especulación, en la creación de falsas verdades que se acaban asumiendo como ciertas por estar en consonancia con nuestros principios, ideas o convicciones políticas o religiosas y vamos arrimando el ascua a nuestra sardina sin quemarnos. Creer en la posverdad, por tanto, sería un acto visceral o emocional. Tiene relación con la evitación de la disonancia cognitiva, según mi entender, pues no me causará conflicto interno aquello que no me los cuestione y además me los afirme. De esta forma damos por buenas afirmaciones tendenciosas, falaces y manipuladoras que tienden a conformar los estados de opinión en que uno se mueve.

Es aquí donde hemos de pararnos a reflexionar para que no nos arrolle la marabunta. Para que podamos discernir la verdad de la posverdad, para escapar del machaqueo que nos separa de la razón y nos ubica en la emoción.

Asumimos como verdad absoluta que las urnas son la democracia, pero la democracia la conforma la ley y las urnas solo son un instrumento para cuantificar la voluntad de la ciudadanía. Las urnas son, pues, un elemento imprescindible para su ejercicio, pero, per se, no son nada… las llegan a utilizar los dictadores para sus referéndum de confirmación, junto a las presiones para votar y el control del sentido del voto de los llamados a ejercerlo. Las urnas sin una ley emanada democráticamente del pueblo a través de sus representantes legítimos no valen para nada. Las urnas sin la libertad y la participación de todo el ideario que representa al pueblo en su diversidad, no tiene nada que ver con la democracia, más bien al contrario, introduce variables distorsionadoras que pueden acabar asociando, exclusivamente, la democracia a la urna en lugar de a la ley que la desarrolla. Para que la urna sea un instrumento de la democracia, se ha de apoyar en una ley democrática. Porque la urna sin ley no es democracia y la ley sin urnas tampoco lo es. La democracia, pues, es la expresión libre de la voluntad de la ciudadanía regulada por leyes emanadas del propio pueblo, mediante sus legítimos representantes, de acuerdo a un marco legal establecido, o ley mayor, como son las constituciones.

El problema viene cuando se discute y rechaza la ley y no se consensua otra que la supla. Entonces, ningún referéndum, ninguna urna, por mucho que se diga, tiene el marchamo de democrática. En este sentido, en el caso catalán, esta consulta llamado referéndum, carece de la legitimidad democrática, como vengo sosteniendo, pues se realiza apoyándose en leyes “ilegales” y obviando los derechos de los otros ciudadanos sobre los que también recae el derecho a decidir según la ley vigente, y cuando digo los otros ciudadanos no me refiero exclusivamente al resto de españoles, sino al resto de ciudadanos catalanes que piensan diferente y cuyos representantes en el parlament no han participado en el proceso de elaboración de esas leyes por no ajustarse al derecho constitucional que avala a la propia cámara.

El derecho a decidir, bajo mi criterio, se ejerce en cada votación democrática de acuerdo a la ley que se desarrolló al efecto. De ahí pueden deprenderse los desacuerdos sobre cuales son las materias en que el elector es competente para decidir. Por ejemplo y en estas circunstancias: ¿El derecho a decidir sobre la separación de Cataluña es exclusivo de los catalanes o del conjunto del Estado? Según el marco constitucional español no se posibilita la secesión y, en todo caso, correspondería al conjunto de la ciudadanía ese derecho,  y según el independentismo, como no podría ser menos, esa ley no es justa y reclaman para sí, para la ciudadanía de Cataluña, en exclusividad, ese derecho.

¿Cuál es la verdad y cual al posverdad? En la política hay más posverdad que verdad. España va bien, el milagro económico del PP con sus reformas, el crecimiento económico, la posverdad de Rajoy, de Montoro, de la Fátima, etc. Pero también la manipulación de la historia, de la información de los medios, del referéndum democrático, de la España nos roba, de toda España es del PP, de generalizar actitudes fascistas como el vergonzoso “a por ellos”, de objetivar de fascista a quien no vote, etc. Cada cual usa esa posverdad para apoyar un objetivo superior, engatusando al ciudadano desde lo emocional más que desde lo racional, lo cual es dudosamente democrático.


Parece que las verdades son, o no son, según la visión de cada cual, la mía es esta que expongo. Las demás las respeto aunque no las comparta, ni acepte que me las impongan. Pero para mí, la gran verdad está en que hay una parte considerable del pueblo catalán que anda harta de la situación al igual que una inmensa mayoría de españoles, que Rajoy la está cagando en la gestión de la crisis desde el mismo momento en que empezó a recoger firmas contra el nuevo estatuto catalán, hace ya años, y que ahora, una alternativa, es prepararse y aglutinar poder para la negociación de un nuevo marco de convivencia que tiene que venir por narices y cuyo resultado es de difícil previsión. El “referéndum” es una buena baza para medir fuerzas y cargarse de razones para negociar.

sábado, 23 de septiembre de 2017

Son tiempos de sensatez


Cuán difícil es pensar libremente hoy, cómo escapar a las influencias manipuladoras, a las mentiras y medias verdades para centrarse en la verdad, o cómo sortear los influjos de estereotipos, de prejuicios y tópico, o las influencias solidarias de cálidas y fraternales amistades que condicionan ese librepensar. Tal vez deberíamos comprender que la verdad no existe, o hay tantas como personas. Por lo que reencontrarse con la verdad propia, con la congruencia personal desde el sentimiento humanista universal, de mente abierta, desde la sensatez y el sentido común desprovisto de los aspectos emocionales que la nublan, sea lo más aconsejable. La gran verdad se construye confluyendo las pequeñas, o parciales, verdades de cada individuo.

Hoy, más que nunca, la gente adulta, madura psicológicamente, sensata y racional, con criterio razonable y un discernimiento clarividente, que permita el análisis holístico de la situación en todas sus dimensiones, debe aflorar para neutralizar una deriva que, a caballo del sinsentido y la alienación, nos lleve a la debacle. Para ello, desvestidos de las emociones, volando en ala delta sobre la cordillera, observando todas las partes de la montaña, podamos otear el cauce de los ríos y los caminos por donde debemos transitar para llegar al entendimiento. Desde arriba, alejado de influencias manipuladoras, puede que, al sentirnos más libres, seamos más críticos con todo, incluso con nosotros mismos, y podamos llegar al encuentro, o al compromiso de convivencia, dentro de esa diversidad que siempre, por suerte y para bien, debe existir, sin encerrarnos en nuestra parcela.

La sensatez y el buen juicio se alejan de los enrocamientos, de las intransigencias y de los dogmas irrefutables. Convivir, democráticamente, conlleva respeto a la diversidad, no imponer nada y moverse en un marco normativo consensuado de entendimiento flexible, para poder adaptarlo a cada momento histórico sin romper la convivencia. No se trata de la independencia, sino de articular la interdependencia en este mundo global.

Estamos en un momento crítico, donde los extremismos, los intransigentes, se están adueñando del campo de debate, que esperemos no sea de batalla, camino del precipicio. Debemos estar alerta para que, en cuanto aparezcan las orejas del lobo fascista que anda aullando ahí afuera, en el frío invierno de la confrontación, neutralizarlo… ese fascismo que puede aflorar en cualquiera de las partes. Sabemos por experiencia de la historia reciente que el nacionalismo sembró el fascismo en Europa y España y nos llevó a una guerra mundial y, en nuestro caso, a un conflicto fratricida hace ahora 81 años. Las vivencias del pasado deben ser rememoradas para aprender de las viejas experiencias y evitar el llanto y el dolor de lo irreparable.

Pero, lo que es peor, cuando aflora la sensatez o la crítica a alguna de las posiciones integristas del combate, se coloca al crítico en el campo de la intransigencia del contrario. Ya hace tiempo que se inició la batalla. En un principio la guerra es de los medios de comunicación buscando crear opinión, formar y conformar las filas y batallones para la batalla dialéctica y ganar la guerra de la propaganda mediante el influjo y manipulación de los datos, según convenga, para movilizar a la gente. Hoy se gritaba algo así como “prensa española manipuladora”, como si la catalana no lo fuera. Si descalificamos a los medios contrarios los desarmamos y su influjo no tendrá efecto... es una buena y obligada estrategia. Eso forma parte de la guerra, despojar al enemigo de credibilidad. Después, si es necesario, cuando parte del pueblo ya está atrapado en una dinámica de confrontación, en un tobogán imparable del que nadie pueden bajarse sin ser catalogado de traidor, podrá aflorar la violencia por los agravios y desagravios habidos, imaginados o exagerados, y este, ofuscado y beligerante, mostrará su vehemencia hasta en la batalla violenta. Ojalá no llegue ese momento.

En estos momentos, si dices que este referéndum no tiene sentido o validez, por no dar las garantías que debe tener todo referéndum, tal como han dicho algunos catalanes de prestigio como Serrat, te pueden ubicar en el campo de Rajoy y su PP, incluso catalogarte, por algunos, de fascista; si dices que el derecho a decidir desde una concepción de soberanía popular se debería regularizar con una ley de claridad, te colocan en el mundo de los separatistas y traidores a España; y si pides aclaraciones sobre eso del derecho a decidir, sobre qué se puede y se debe decidir, cada cual establece un marco: el constitucional para unos y rupturista para otros, sin entrar en un verdadero debate donde el decidir sea una forma de ejercer tu soberanía en los asuntos que te afecta, en función de la convivencia y de los intereses compartidos con los demás.

Bajo mi criterio, se empiezan a alzar voces de sensatez, acalladas por los intransigentes, donde se pretende el sosegado debate de un nuevo marco relacional, sin ruptura que cause heridas sangrantes en ninguna de las partes. Pero, para eso, tal vez haya que apartar a los embravecidos contendientes que acumulan excesivas bravatas y siguen berreando desde sus trincheras. España en su conjunto, y en especial con Cataluña, deben entenderse. Creo, y no es la primera vez que lo digo (ya lo dije en mi blog cuando Felipe VI asumió el reinado), que esta generación requiere hacer su propia transición sosegada, una segunda transición responsable en base, o no, a la Constitución actual, que se ajuste a una nueva realidad y que enmarque otros cuarenta años de convivencia. Pero nuestros políticos no están a la altura. La corrupción, los intereses de partido, la hipocresía y la deslealtad a sus propios programas y votantes, siguen descalificándolos.

Siéntense los políticos a hacer política y no a crear problemas, a buscar soluciones democráticas, si es que saben y no están actuando por intereses espurios con sus Gurtel, sus 3% y sus reformas y recortes, por decir alguno. Hablen en nombre del pueblo y no lo engañen ni manipulen para llevarlo a la confrontación, al desencuentro, a la enemistad entre vecinos de toda la vida, a la pérdida de confianza entre amigos, a la segregación y a la confusión del horizonte humanista y universal que debe tener presente todo ser humano. Si no saben, que se aparten, que permitan una etapa de debate político con el objetivo claro de acercar posturas y revisar el marco convivencial en una nueva transición hacia el encuentro.

Este conflicto, abanderado por la idea independentista, ha sido alimentado, en gran medida, por la incompetencia de Rajoy y su prepotente partido que, con parte de sus bases ancladas en el pasado, estableció la beligerancia buscando votos donde podía cosecharlos, a sabiendas, al menos eso me parece, que la confrontación era inevitable, aunque, tal vez, pensando que no se llegaría tan lejos. La imagen de Rajoy y sus muchachos recogiendo firmas contra el nuevo estatuto de Cataluña y llevándolo al Constitucional, sigue estando presenta y fue uno de los desencadenantes de esta situación. Su torpeza manifiesta y la obstinación del independentismo han bloqueado las salidas. Si se hubiera firmado ahora no estaríamos viviendo ni hablando de esto.

CONCLUYO: En Cataluña hay una alta dosis de inteligencia en determinadas esferas. Ahora se trata de cultivar esa inteligencia para que tome protagonismo en una nueva etapa donde, bajo mi criterio, deberían pasar el relevo los que han demostrado su incompetencia y su orientación hacia el desencuentro. Es el tiempo del diálogo y del reencuentro. Yo así lo siento, por mis 10 años de vivencia en Cataluña, donde mi casé, por mi familia y mis amistades catalanas, porque Cataluña impregna al resto de España y el resto de España tiene muchos intereses y lazos con Cataluña y porque llevo a Cataluña en mi más profunda identidad personal. Allí sigue mi hermano, mis sobrinos, mis primos, mis amistades antiguas y nuevas, los restos de parte de mis antepasados y una parte muy importante de mi juventud… Señores, lleven el asunto con la sensatez y la delicadeza que se requiere para no tener que arrepentirse de nada… y no olviden que todos somos ciudadanos del mundo, lo que nos lleva a articular nuestra interdependencia.


miércoles, 23 de agosto de 2017

Ante el terrorismo, sentido común


La Fuente de Canaletas. Símbolo de encuentro en las Ramblas.
Los atentados de la Rambla y Cambrils me dejaron sin palabras ante semejante barbarie. Siempre lo mismo, muertos por la intransigencia, por el fanatismo, por mentes alienadas que pierden la razón y se someten a la perversión asesina de otras mentes, que los manipulan y lanzan contra un enemigo imaginario de su fe o de lo que fuere. Los pueblos y credos que viven en paz y armonía, en respeto a la diversidad y la libertad, sin imposiciones, pueden ser llevados a la guerra por unos sujetos que, partiendo de la marginalidad, son capaces de despertar emociones de odio y confrontación, anteponiendo sus delirios y utopías, sus ideas y deseos, a la propia vida y a la ajena, a la convivencia y la paz.

Pero también me quedo sin palabras cuando veo los comentarios tan diversos y dispares, cuando escucho arengas desde púlpitos, cuando observo la utilización partidista de estos hechos que deberían manifestar los valores de unidad y respeto a la vida, cuando surgen los comentarios en este mundo virtual de la gente potenciando, aún más, el desencuentro en el conflicto catalán en lugar del acercamiento respetuoso, cuando se generalizan opiniones o insultos de sujetos dementes cuya expresión es un atentado a la inteligencia y se usan como armas arrojadizas y de confrontación… entonces se me cae el alma al suelo y me digo: “Esta no es mi guerra”. Este debate entre sordos, entre incapaces de establecer un proceso de razonamiento lógico y consecuente con los hechos, no es mi debate. ¿Nos radicalizaremos nosotros también en este camino hacia la oscuridad? Ya pasó en partes de una Europa donde convivían las religiones, donde las razas cohabitaban en paz formando un Estado que acabó en una guerra cruel entre vecinos y amigos mientras se diluía entre la sangre… me refiero a los Balcanes. Pero también se está dando en Siria, Irak, Libia, Afganistán, etc. la primavera árabe puede haberse convertido en un invierno gélido y marchito, que congela las rosas de la sangre de los muertos por la violencia y que arroja a los hijos de la tierra lejos de sus casas.

En todo caso, los incitadores del EI, y los otros ocultos entre bastidores, deben estar frotándose las manos al ver cómo reaccionan muchos ante estos hechos y cómo se crea la confrontación y división entre nosotros, esperando el ataque a sus mezquitas y linchamiento de islamistas para ganar más adeptos victimizando a los creyentes musulmanes y exportando el conflicto a Europa con más virulencia. Ellos quieren confrontar y romper… nosotros debemos establecer estrategias para desmontar sus objetivos y no caer en la trampa. Los musulmanes de buena voluntad deben aliarse de forma activa, en esa lucha contra el terrorismo, de nuestra propia mano y, sus líderes, dejar claro que el terrorismo es un anatema en su religión.

Ahora, vividas y sentidas las emociones que surgen ante la catástrofe asesina, nos toca llamar al sentido común, al análisis de una realidad internacional donde las cosas ya no son lo que eran, donde el mundo se ha globalizado y solo puede ser viable desde los Estados laicos, respetando las religiones que acaten a este Estado. El islamismo debe definirse y luchar codo con codo a lado de la ley, contra el terrorismo y la imposición irracional de sus integristas. El cristianismos debe comprender que Europa es diversa y potenciar el encuentro con otras religiones en lugar de establecer discursos xenófobos en homilías de odio. Europa tiene una larga trayectoria democrática, ha realizado sus revoluciones para poner las cosas en su sitio y no puede volver atrás, sino que los llegados deben asumir el proceso evolutivo de esta sociedad y vivir su credo en un marco de respeto a la diversidad, integrándose en el sistema político de libertades, sin pretender traer teocracias que no caben, o deben caber, en esta cultura social.

En Europa viven muchos cristianos, menos musulmanes y de otros muchos credos. Europa saltó al mundo a “civilizarlo” (lo pongo entre comillas y dejo que cada cual interprete esa actuación desde su análisis de la historia), aunque habría que ver cómo y a qué coste, colonizando esos países que hoy desestabilizan la situación, por haberse desestabilizado antes por cuestiones de geoestrategia de las grandes potencias, dado que Europa y los EE. UU. también han participado en la creación del monstruo (no entraré en ello, pero tenemos interesantes aportaciones sobre cómo y dónde surge el integrismo terrorista).

Concluyo que, si no ponemos algo de sentido común a esto, si no somos capaces de desprendernos del mundo emocional para que aflore el racional, si no comprendemos que la historia nos deja en una encrucijada nueva, que no ha tenido parangón en el pasado, y que requiere una orientación de futuro desde la singularidad del presente que nos ha tozado vivir, acabaremos de nuevo en manos de líderes exaltados, que mueven emociones antes que razones, que sembrarán el odio en el campo del miedo, que se va labrando desde hace tiempo, y que nos llevará a la confrontación y a la guerra desde el renacer de los espíritus del nacismo que nunca se acaba de superar. El miedo es el mejor aliado de los totalitarismos, de aquellos mesías que vienen a protegernos, pero que nos arrebatan la libertad a cambio. Tal vez, en el fondo, eso sea lo que buscan los poderes, que nos sometamos a ellos, que acabemos con un chip bajo la piel, que garantice todo control de nuestras actividades, para evitar que un terrorista se sobrepase, para conseguir erradicar el miedo y sentirnos seguros al ser controlado todo el mundo.

Yo no tengo miedo (¡No tinc po!), le tengo miedo al futuro, a que mañana pierda la libertad a manos de los que decían defenderla, para garantizar esa seguridad. Le tengo miedo a los sujetos tóxicos, a los inseminadores del odio, a los mesías e iluminados patriotas, a los intransigentes e integristas de toda tendencia, a los frustrados y zopencos que solo buscan el protagonismo en su grupo, a los fascismo totalitarios y alienantes, a los que son capaces de matar por una idea en lugar de debatirla o a los que piensan que las ideas se eliminan con las balas… Le tengo miedo a las decisiones que se toman en los despachos de los grandes rascacielos, o en los palacios, a las estrategias de poder del dios dinero y sus lacayos… le tengo miedo a que les arrebaten el futuro a las flamantes generaciones, a nuestros hijos y nietos… Ya saben que el miedo somete, siempre fue así.

Pero, volviendo al tema, ¿acaso la seguridad de la vida se centra solo en los casos terroristas? No es más cierto que se pierde la vida miles de veces más en accidentes de tráfico, en violencia de género, en actos criminales, en accidentes laborales, en enfermedades curables, miseria y hambre, etc… y se hace muy poco, o se le da mucha menos importancia. Solo en EE. UU. murieron en 2014, según el FBI, 11.961 personas por arma de fuego. No contemos los muertos por terrorismo que se dan en los países árabes en conflicto, que son miles, y los heridos. Nuestro cinismo no puede llevarnos al olvidar que el fenómeno de la violencia es de dimensiones mundiales y que tiene su cuna en conflictos y guerras de extraños intereses, en los que, a sus avaladores, la vida humana les importa un bledo si su economía crece. Tengo la impresión de que esta violencia es por desbordamiento de la creada en otros lugares del mundo. La pregunta es: ¿Qué mano mece esta cuna?


Por tanto, si hago esta reflexión es para llamar al sentido común, para que seamos capaces de aparcar las emociones y usar la razón a fin de reenfocar esta situación de convivencia que nos acerque en lugar de alejarnos, que resalte lo común y positivo y que rechace o reconduzca lo que nos pueda dividir… pero claro, esta es mi opinión personal, que solo me afecta a mí y a quienes la compartan.

Todos contra el terrorismo.

sábado, 5 de agosto de 2017

Angustia matinal


Huir del pensamiento
Se suele decir, y con verdad, que cuando se empieza a dormir uno o en el momento de despertar, se anda desconectado del mundo real y afloran las ideas raras, descontextualizadas. El superyó anda relajado. En esos instantes los pensamientos y razonamientos pierden la identidad de racionales para convertirse en incontrolados. Yo, al menos, lo vengo comprobando desde hace mucho tiempo. En todo caso, no es mala cosa ver y analizar el vuelo de esas ideas y pensamientos para conocer algo mejor nuestro subconsciente, al modo de un autopsicoanálisis, si se me permite usar ese palabro.

Pero vayamos al caso. Siempre me resultó poco atractiva la personalidad histeriforme y/o histriónica tal como reflejo en otra entrada en mi blog de hace 5 años (ver enlace cliqueando sobre histriónica). Es, por tanto, manifiesto mi rechazo a las manifestaciones histéricas y a la teatralidad que busca la llamada de atención. También me resultaron molestas las personas hipocondriacas, que se adjudican enfermedades a su antojo subconsciente y que andan sistemáticamente reclamando atención a sus dolencias, que, por definición, no curan nunca; o sea, lo que es un enfermo imaginario de cura imposible. Pero no me negaréis, amigos, que existe una similitud entre ambas manifestaciones enfocadas al clamor de la atención por parte del entorno.

En todo caso, subyace esa demanda de atención que podría basarse en una infravaloración del yo y la necesidad de recibir afecto y cuidados por parte de los demás, antes que una indiferencia manifiesta. Pero por qué no pensar también que son sujetos con un matiz narcisistas que usan la enfermedad o sus conductas histriónicas como estrategia para exigir una atención y reconocimiento de su protagonismo, como reafirmación de su poder sobre los otros, a los que someten desde una demanda calculada por el subconsciente para ser la estrella o centro sobre el que giran los demás. Puede que lo del narcisismo aplicado a estos casos sea hilar demasiado fino, pero el matiz podría estar latente, bajo mi opinión.

Por tanto, para mí, siempre resultaron desagradables esas manifestaciones y conductas, por lo que me fue especialmente complicado el establecimiento de estrategias adecuadas para, lo que en psicología y psiquiatría se llama, la gestión de la transferencia y contratransferencia. Tal vez, y no lo descarto, pudiera haber una proyección mía donde aflorara mi propia histeria y/o hipocondría, provocándose un conflicto intrapersonal, en mi interior, al confrontar una realidad negada, dado que nunca tuve conciencia de estar inmerso en esas manifestaciones. O el rechazo podría venir, incluso, de vivencias infantiles que observaron, desde la asimetría del poder entre hombres y mujeres de aquellos tiempos, reacciones histéricas como escape a problemas que requerían soluciones o a demandas insatisfechas. Concluyo, pues, que las manifestaciones histéricas e hipocondriacas podrían sustentarse en conductas infantiles no evolucionadas hacia la serena manifestación de la madurez psicológica, reclamando la expresión afectiva mediante la atención, lo que produce cierta disonancia cognitiva en el espectador al tratar con adultos de actitudes infantiles.

Bueno, cuando empecé a escribir, no pretendía alargarme en estas consideraciones, pero dado que pueden servir para contextualizar mejor mi reflexión matinal me he permitido extenderme algo más. El caso es que esta mañana, casi entre sueños y mientras me despertaba, dado que había tenido algunas molestias o malestar a lo largo de la anoche, mi mente empezó a dar vueltas en absoluta libertad, descontrolada de mi razonamiento lógico, y, en mi fantasía hipocondriaca, fui pensando que algún mal incurable me afectaba, como una afección de riñones, dado el dolor en la zona lumbar que me había despertado en la madrugada.  

Ya empecé a verme adosado a una máquina, dializándome por un fallo renal; o tal vez, las molestias que se irradiaban al estómago fueran por un cáncer, que me llevaría a un acorta vida y a un sufrimiento, obligándome a, en un corto espacio de tiempo, hacer todo lo que me quedaba por realizar en esta vida según mi opinión que, por cierto, en esos momentos, andaba por el limbo del razonamiento. Inmediatamente tomé el control del pensamiento y empecé a reírme de tal dislate. Al racionalizar el pensamiento, al exigir una cierta cohesión argumental de mi ideación, fui desmontando los fantasmas del amanecer, del despertar desde un más allá soporífero y de ensueño, para tomar conciencia de la realidad del momento y de los mecanismos que me habían llevado a desvariar desde el miedo y no sé qué más condicionantes.

El asunto viene a colación, y por eso lo expongo, para comprender cómo el pensamiento vuela en libertad irracional hasta que lo domeñamos, hasta que lo sometemos a la racionalidad. Claro que ese pensamiento es la ideación de una mente que, mediante un proceso cognitivo, trabaja en una línea de computación con los estímulos que recibe, incluyendo las emociones, los miedos y las preocupaciones que nos abordan. Si no controlo esa preocupación de mi mente y concluyo con ella en que estoy sintiendo los síntomas de determinada enfermedad fatal, acabaría yendo al médico o a la urgencia inmediatamente para yugular el mal de mi enfermedad imaginaria. Por lo que si sigo dándole más importancia a la percepción de síntomas, más o menos ficticios, que a mi propio razonamiento lógico, mi hipocondría me llevaría a la amargura y a la vivencia de ese malestar como enfermo imaginario. Luego llegué a la conclusión de que el Albariño y el pulpo de anoche pudieron atacar de forma cruel mi aparato digestivo y hacer de las suyas en el tránsito hacia el lugar de fuga definitivo, y que el dolor de riñones no era más que una mala postura adquirida durante la siesta en el sillón.

Todo esto lo vengo a comentar por si les sirve a aquellas personas que se angustian de forma irracional ante cualquier síntoma, para quienes se imaginan padecer enfermedades sin contrastarlo debidamente, o para quienes dejan volar su pensamiento sin someterlo a una reflexión argumentada. El hipocondriaco, posiblemente, no tenga técnicas adecuadas para racionalizar su sentimiento, pero sería bueno que empezara a discernir entre lo imaginario y la realidad contrastable, para escapar de esa trampa que él mismo se tiende de forma subconsciente y que le amarga la vida. La proyección en uno, de los síntomas que tienen los demás, siempre suele ser falaz, o sea mentira. Si uno se escucha, sobre todo en el silencio de la noche, seguro que encontrará molestias, dado que está vivo y el organismo es un ente activo, cargado de terminaciones nerviosas, que mandan continuamente información al cerebro sobre cómo va funcionando la máquina… no confundamos esa información con alertas irracionales de dolor, pero si existe alguna molestia habrá que filiarla, es decir identificar su causa, y meterla en el cajón de los olvidos si no tiene importancia, siguiendo los criterios técnicos del personal médico cualificado.

Al levantarme he pensado que sería bueno compartir esa forma de eliminar el asomo de angustia que me atacó al despertar y por eso lo escribo, para que lo lean quienes estén interesados. No deja de ser una cuestión de afrontamiento personal, que se sustenta en mi forma de ver y razonar las cosas y que, tal vez, no sea aplicable para otros muchos, pero ahí está…



viernes, 28 de julio de 2017

Corrupción democrática

  
El otro día, si no recuerdo mal, un político en el congreso acusó a otro de corrupción democrática. Lo sorprendente es que acuse al otro sin mirarse al espejo. No sé lo que entiende ese hombre por corrupción democrática, pero a mí me ha obligado a pensar e intentar clarificar mis ideas respecto a ello. Yo había escrito hace unos días que “este mundo lleva una marcha vertiginosa hacia la mierda. Y cuando digo mierda me refiero a las heces que están cubriendo el mundo de la política. Esas heces que están corrompiendo el sistema democrático” hasta acabar con el mismo. Tal vez ese sea el objetivo final, el modificar el sistema para entregar el poder a los grupos económicos y financieros a los que andan sirviendo algunos, por no decir muchos o casi todos, de los implicados en la gobernanza del mundo democrático. La crisis se ha instrumentalizado para un mayor desarrollo del poder de las multinacionales y de la ideología neoliberal. El ser humano pasará en el futuro a formar parte de un todo, perdiendo su individualidad y teniendo que acoplarse a un macrosistema globalizado que todo lo controlará mediante el uso de las altas tecnologías que ya se están desarrollando y que se ocultan a la comprensión del ciudadano de a pie. Existe un gran peligro en el uso de los adelantos en psiconeurofisiología y la capacidad de influir sobre el cerebro de la gente y sus conductas, dando paso y mayor protagonismo a la inteligencia artificial. Las tecnologías pueden liberar a la gente o pueden someterlos, según el uso que se les dé, dependerá de qué intereses tienen los responsables en la toma de decisiones y en el proceso legislativo que condicione su uso.

Mi personal impresión es que todo lo que está pasando tiene un sentido analítico experimental, que lleva a conclusiones aplicables a los cambios sociales y estructurales que se avecinan. La tolerancia de la ciudadanía con los cambios se va visualizando y en función de ella se progresa en dirección al futuro. No se extrañen que dentro de poco andemos con chips incorporados en lugar de los DNI, donde figuren un cúmulo de datos sobre nuestra situación biopsicosocial, para evitar o neutralizar el miedo a los atentados terroristas, o para tener acceso a determinados servicios, para circular por las calles con garantía, para poder manejar los vehículos de última generación o para tener reconocimiento social. Renunciaremos al derecho a nuestra intimidad para sentir la garantía de la seguridad y la imbricación en un nuevo sistema de relaciones sociales y estructura funcional.


Nuestro poder de reacción está siendo analizado por los psicólogos, sociólogos y otros muchos expertos, como es natural en todo sistema orientado al conocimiento científico, y de esas respuestas se concluirá cómo actuar e influir sobre las masas, cómo crear estados de opinión y manipular actitudes e ideas en beneficio del nuevo orden. Estarán pensado a ver hasta dónde tragamos. Seguro que interesa en qué nivel de corrupción tenemos el umbral de tolerancia y cómo se amplía o modifica ese umbral para conseguir revertir el mando desde el sistema democrático a un sistema nuevo, manipulativo, donde se vota y opina, pero condicionado por los medios de comunicación y por el efecto hooligan, siendo permeable a las nuevas tecnologías de la comunicación y educación o proceso formativo.  He aquí el gran dilema: cómo se coordina la aplicación de las nuevas tecnologías respetando las esencias del ser humano para evitar someterlo a esas tendencias. Con esta línea argumental, que a alguno le pueda parecer conspiranoica, dado que se fundamenta en apreciaciones subjetivas, con una alta dosis de interpretación intuitiva, solo pretendo alertar sobre un potencial devenir que condicione un futuro sin democracia, con Estados y Gobiernos impotentes y la toma de decisiones en manos de corporaciones o grupos donde el ciudadano no tenga ni voz ni voto.


Ahora, volviendo al análisis del concepto inicial, me quedé pensando en esa nueva acuñación de: CORRUPCIÓN DEMOCRÁTICA y si es compatible con esa afirmación mía a la que aludí al inicio. Corrupción democrática, al menos para mí, sería alterar el sistema democrático, apartándolo de su objetivo, para usarlo con pretensiones espurias y desvistiéndolo de las bases o principios que lo sustentan y definen. No hablo, ahora de las elucubraciones o disquisiciones que he planteado sobre el proyecto soterrado que pudiera estar llevándose a efecto para un nuevo orden, del que tanto se habla y ha hablado, sino de la realidad palpable que vivimos en el día a día.


Si democracia es “el sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes”, entiendo que hay tres elementos importantes en todo funcionamiento democrático: uno es la incuestionable soberanía popular; otro el derecho a elegir libremente, bajo unas condiciones homogéneas para todos los partidos, a quienes quieres que te gobiernen en función de un programa o compromiso político; y finalmente la capacidad de controlar eficazmente a los gobernantes para exigirles el cumplimiento del pacto electoral, es decir hacerles cumplir los compromisos que han adquirido con la ciudadanía, o lo que es lo mismo, el buen uso del poder que le han delegado los electores.

Cualquier alteración de estos principios básicos, que enmarcan la democracia, podría considerarse corrupción democrática, bien sea desde un punto de vista operativo o ideológico. Por tanto, entiendo que podríamos encuadrar, en este término de corrupción, estas y algunas otras conductas que suelen practicar muchos políticos y/o partidos: 
  1. No cumplir el programa votado alterando, con cualquier excusa, lo establecido.
  2. Jugar con ventaja en los procesos electorales bien por financiación o por trato especial a alguno de los contrincantes.
  3. Sustraer a la voluntad del pueblo las decisiones que le corresponden como soberano, modificando leyes de rango superior o del derecho internacional, sin someterlas a su criterio.
  4. No respetar e intentar influir en las decisiones de los otros pilares de la democracia, como son: el judicial, el legislativo y el ejecutivo.
  5. Usar en beneficio propio, o de sus afines, las estructuras del poder o pervertir el sistema administrativo para sacar ventaja partidista.
  6. Establecer redes clientelares, desde el gobierno, beneficiando a sujetos adeptos al partido, actuando con nepotismo.
  7. Mentir al ciudadano para eludir el control sobre la actividad que se desarrolla.
  8. El uso del cinismo y la mentira, de la manipulación y desinformación, para generar estados artificiales de opinión en la ciudadanía, que favorezcan al partido.
  9. Desde la concepción ideológica, alentar el golpismo para controlar la situación e imponer gobiernos o estructuras afines.
  10. Justificar dictaduras y gobiernos absolutistas que atenten contra los principios democráticos.
  11. Ser conniventes con los delitos de lesa humanidad, fueren donde fuesen cometidos.
  12. Substraer al debate público las cuestiones trascendentes mediante maniobras de distracción con temas de importancia secundaria o ajena a los intereses inmediatos de la ciudadanía.

Estos 12 parámetros pueden ser significativos, incluso formar una especie de baremo con el que medir el nivel de corrupción y/o de limpieza democrática.


Existe, bajo mi punto de vista, otra variable de estudio sobre los niveles de corrupción democrática existentes en un Estado. Me refiero a la cultura democrática del pueblo que ejerce de elector y soberano. Mientras mayor tolerancia hay respecto a los grupos políticos corruptos menor nivel de esa cultura encontraremos. Es deseable que un Estado democrático se sustente sobre una sólida cultura democrática de su pueblo, que cada ciudadano sea capaz de analizar y discernir para valorar correctamente al poder político, no renunciando, en ningún caso, a la responsabilidad que conlleva el ejercicio de la democracia, como es la exigencia de ejemplaridad al mundo de la política y la preservación de su soberanía en consonancia con el resto de ciudadanos que conforma el Estado. Renunciar al ejercicio de la política, es renunciar a la propia soberanía, a la libertad sobre la toma de las decisiones que te afectan. El hecho de existir políticos corruptos es producto de nuestra inactividad y tolerancia. No es cuestión de huir del problema, diciendo que todos los políticos son iguales, que es el discurso de los defensores de los absolutismos dictatoriales, sino tomarlo por los cuernos y reconducirlo hacia la buena praxis, en ética y conductas políticas.

Cuando un Estado o país está gobernado por gente de moral y acción corrupta y ese gobierno es avalado por el voto mayoritario de la ciudadanía, nos encontraremos ante un supuesto de déficit de formación y conciencia democrática del pueblo votante. En este caso, el votante es cómplice del corrupto y realiza un perjuicio sobre sus conciudadanos al obligarlos a padecer gobiernos que ejercen la corrupción. Entiendo que hay mucho hooligan en esto de la política, que nuestra sociedad cultiva una irracional pertenencia al grupo, al que se le perdona todo por ser de los nuestros, pero, aún con estas matizaciones, hay un punto donde el ser humano, el sujeto pensante, ha de poner límite y denunciar determinadas actividades ilegales o ilegítimas de su grupo, sobre todo, por el bien y conservación del propio grupo.

A modo de conclusión, sugeriría el uso de esa relación de 12 conductas corruptas que atacan la democracia para valorar e identificar a los partidos que nos representan. Sería interesante ver ese ranking de corrupción y en función de ello tomar conciencia de una realidad que nos envuelve, de la que nos quejamos desde un victimismo irracional, dado que tenemos la solución en la mano al ejercer el derecho del voto. Si están ahí es porque se les ha votado. Tal vez, si piensas libremente, obviando esa faceta de hooligan, o de hincha futbolero, podrás valorar e identificar ese nivel de corrupción para escapar de la responsabilidad, o culpa, de apoyar, como cómplice, a quien la ejerce.

Por cierto, se me olvidaba decir que el parlamentario que acusó al otro de Corrupción Democrática fue Rajoy a Pablo Iglesias. Claro ejemplo de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio.


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