miércoles, 23 de agosto de 2017

Ante el terrorismo, sentido común


La Fuente de Canaletas. Símbolo de encuentro en las Ramblas.
Los atentados de la Rambla y Cambrils me dejaron sin palabras ante semejante barbarie. Siempre lo mismo, muertos por la intransigencia, por el fanatismo, por mentes alienadas que pierden la razón y se someten a la perversión asesina de otras mentes, que los manipulan y lanzan contra un enemigo imaginario de su fe o de lo que fuere. Los pueblos y credos que viven en paz y armonía, en respeto a la diversidad y la libertad, sin imposiciones, pueden ser llevados a la guerra por unos sujetos que, partiendo de la marginalidad, son capaces de despertar emociones de odio y confrontación, anteponiendo sus delirios y utopías, sus ideas y deseos, a la propia vida y a la ajena, a la convivencia y la paz.

Pero también me quedo sin palabras cuando veo los comentarios tan diversos y dispares, cuando escucho arengas desde púlpitos, cuando observo la utilización partidista de estos hechos que deberían manifestar los valores de unidad y respeto a la vida, cuando surgen los comentarios en este mundo virtual de la gente potenciando, aún más, el desencuentro en el conflicto catalán en lugar del acercamiento respetuoso, cuando se generalizan opiniones o insultos de sujetos dementes cuya expresión es un atentado a la inteligencia y se usan como armas arrojadizas y de confrontación… entonces se me cae el alma al suelo y me digo: “Esta no es mi guerra”. Este debate entre sordos, entre incapaces de establecer un proceso de razonamiento lógico y consecuente con los hechos, no es mi debate. ¿Nos radicalizaremos nosotros también en este camino hacia la oscuridad? Ya pasó en partes de una Europa donde convivían las religiones, donde las razas cohabitaban en paz formando un Estado que acabó en una guerra cruel entre vecinos y amigos mientras se diluía entre la sangre… me refiero a los Balcanes. Pero también se está dando en Siria, Irak, Libia, Afganistán, etc. la primavera árabe puede haberse convertido en un invierno gélido y marchito, que congela las rosas de la sangre de los muertos por la violencia y que arroja a los hijos de la tierra lejos de sus casas.

En todo caso, los incitadores del EI, y los otros ocultos entre bastidores, deben estar frotándose las manos al ver cómo reaccionan muchos ante estos hechos y cómo se crea la confrontación y división entre nosotros, esperando el ataque a sus mezquitas y linchamiento de islamistas para ganar más adeptos victimizando a los creyentes musulmanes y exportando el conflicto a Europa con más virulencia. Ellos quieren confrontar y romper… nosotros debemos establecer estrategias para desmontar sus objetivos y no caer en la trampa. Los musulmanes de buena voluntad deben aliarse de forma activa, en esa lucha contra el terrorismo, de nuestra propia mano y, sus líderes, dejar claro que el terrorismo es un anatema en su religión.

Ahora, vividas y sentidas las emociones que surgen ante la catástrofe asesina, nos toca llamar al sentido común, al análisis de una realidad internacional donde las cosas ya no son lo que eran, donde el mundo se ha globalizado y solo puede ser viable desde los Estados laicos, respetando las religiones que acaten a este Estado. El islamismo debe definirse y luchar codo con codo a lado de la ley, contra el terrorismo y la imposición irracional de sus integristas. El cristianismos debe comprender que Europa es diversa y potenciar el encuentro con otras religiones en lugar de establecer discursos xenófobos en homilías de odio. Europa tiene una larga trayectoria democrática, ha realizado sus revoluciones para poner las cosas en su sitio y no puede volver atrás, sino que los llegados deben asumir el proceso evolutivo de esta sociedad y vivir su credo en un marco de respeto a la diversidad, integrándose en el sistema político de libertades, sin pretender traer teocracias que no caben, o deben caber, en esta cultura social.

En Europa viven muchos cristianos, menos musulmanes y de otros muchos credos. Europa saltó al mundo a “civilizarlo” (lo pongo entre comillas y dejo que cada cual interprete esa actuación desde su análisis de la historia), aunque habría que ver cómo y a qué coste, colonizando esos países que hoy desestabilizan la situación, por haberse desestabilizado antes por cuestiones de geoestrategia de las grandes potencias, dado que Europa y los EE. UU. también han participado en la creación del monstruo (no entraré en ello, pero tenemos interesantes aportaciones sobre cómo y dónde surge el integrismo terrorista).

Concluyo que, si no ponemos algo de sentido común a esto, si no somos capaces de desprendernos del mundo emocional para que aflore el racional, si no comprendemos que la historia nos deja en una encrucijada nueva, que no ha tenido parangón en el pasado, y que requiere una orientación de futuro desde la singularidad del presente que nos ha tozado vivir, acabaremos de nuevo en manos de líderes exaltados, que mueven emociones antes que razones, que sembrarán el odio en el campo del miedo, que se va labrando desde hace tiempo, y que nos llevará a la confrontación y a la guerra desde el renacer de los espíritus del nacismo que nunca se acaba de superar. El miedo es el mejor aliado de los totalitarismos, de aquellos mesías que vienen a protegernos, pero que nos arrebatan la libertad a cambio. Tal vez, en el fondo, eso sea lo que buscan los poderes, que nos sometamos a ellos, que acabemos con un chip bajo la piel, que garantice todo control de nuestras actividades, para evitar que un terrorista se sobrepase, para conseguir erradicar el miedo y sentirnos seguros al ser controlado todo el mundo.

Yo no tengo miedo (¡No tinc po!), le tengo miedo al futuro, a que mañana pierda la libertad a manos de los que decían defenderla, para garantizar esa seguridad. Le tengo miedo a los sujetos tóxicos, a los inseminadores del odio, a los mesías e iluminados patriotas, a los intransigentes e integristas de toda tendencia, a los frustrados y zopencos que solo buscan el protagonismo en su grupo, a los fascismo totalitarios y alienantes, a los que son capaces de matar por una idea en lugar de debatirla o a los que piensan que las ideas se eliminan con las balas… Le tengo miedo a las decisiones que se toman en los despachos de los grandes rascacielos, o en los palacios, a las estrategias de poder del dios dinero y sus lacayos… le tengo miedo a que les arrebaten el futuro a las flamantes generaciones, a nuestros hijos y nietos… Ya saben que el miedo somete, siempre fue así.

Pero, volviendo al tema, ¿acaso la seguridad de la vida se centra solo en los casos terroristas? No es más cierto que se pierde la vida miles de veces más en accidentes de tráfico, en violencia de género, en actos criminales, en accidentes laborales, en enfermedades curables, miseria y hambre, etc… y se hace muy poco, o se le da mucha menos importancia. Solo en EE. UU. murieron en 2014, según el FBI, 11.961 personas por arma de fuego. No contemos los muertos por terrorismo que se dan en los países árabes en conflicto, que son miles, y los heridos. Nuestro cinismo no puede llevarnos al olvidar que el fenómeno de la violencia es de dimensiones mundiales y que tiene su cuna en conflictos y guerras de extraños intereses, en los que, a sus avaladores, la vida humana les importa un bledo si su economía crece. Tengo la impresión de que esta violencia es por desbordamiento de la creada en otros lugares del mundo. La pregunta es: ¿Qué mano mece esta cuna?


Por tanto, si hago esta reflexión es para llamar al sentido común, para que seamos capaces de aparcar las emociones y usar la razón a fin de reenfocar esta situación de convivencia que nos acerque en lugar de alejarnos, que resalte lo común y positivo y que rechace o reconduzca lo que nos pueda dividir… pero claro, esta es mi opinión personal, que solo me afecta a mí y a quienes la compartan.

Todos contra el terrorismo.

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