domingo, 18 de diciembre de 2016

Navidad de paz… y sin guerra.


Montaje de una calle de Alepo bombardeada con
la iluminación navideña de calle Larios en Málaga
(Si eres pacifista lucha por la paz; pero si eres egoísta lucha aún más por la paz, porque la guerra puede llegar a tu casa y entonces ya será tarde).
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En estas fechas deberían fluir bellas palabras, versos, poemas de amor y solidaridad, canciones navideñas y villancicos que alabaran la figura y venida del Redentor. Deberíamos sentirnos felices de ver lo buenos que somos y las buenas intenciones que tenemos para el próximo año. Pero… el Redentor no nos redimió, fracasó en su empeño, y cada año seguimos demostrándole su error, el de su confianza en el ser humano, donde hasta los creyentes, sean de la religión que sean, se convierten a veces en violentos para defender su credo. Desde hace más de 2000 años, en las religiones, convivió la bondad de muchos de sus fieles con la maldad de otros, de los tolerantes con los dogmáticos intransigentes, de los mesiánicos soberbios con los humildes y mansos. No sé si esto de la Navidad es cuestión de vivirlo desde un credo. Deberíamos usarla para frenar, parar nuestra alocada carrera y, aprovechando el fin de año, hacer como todas las organizaciones, un balance, una reflexión profunda de cómo desarrollamos el proyecto que nos planteamos el año anterior... ¡MEDITAR! esa palabra ausente de nuestra vida, escasa si acaso, que deberíamos usar todos los días al menos durante unos minutos.
 
Gases lacrimógenos para refugiados
Pero puede que hayamos suspendido el examen, que es lo más seguro, que las promesas quedaran en el olvido, por lo que una vez más hay que tener conciencia de nuestra iniquidad como especie humana y, desde el pensamiento libre y analítico, volver a retomar la lucha para instaurar la paz y tantos otros buenos deseos, que vamos manifestando por estas fechas, y quedan en el olvido nada más pasar el Rubicón del fin de año. Podemos cantar villancicos, alegrarnos por la venida del Mesías de los Cristianos, sumergirnos en ese mar de compras en el que se ha convertido este invento y lanzar a los cuatro vientos nuestros mejores deseos limpiando nuestra conciencia con ello. Borrón y cuenta nueva, a empezar de nuevo, porque ahora, de cara al próximo año, seremos mejores… falaz argumento de una mente que solo busca el equilibrio de sus conflictos internos para lavar su conciencia.

Pero seguirán las guerras y la muerte a nuestra puerta y le negaremos el pan al que llama a ella huyendo del horror y la violencia. Nuestra paranoia nos confundirá el justo pensamiento y veremos, en el hambriento y necesitado, un integrista terrorista en potencia del que no nos podemos fiar. Le cerraremos la puerta para que no nos quite o use lo que es nuestro y lo dejaremos a la intemperie. Las viejas ideas de un populismo nacionalista totalitario y excluyente, al estilo fascista o nazi, van impregnando a Europa del rechazo al refugiado bajo la miopía del egoísmo.
 
Refugiados sirios

Las guerras están lejos, se ven en la tele como una de tantas películas que se ruedan en marcos artificiales. Pero estas son reales, el llanto del niño le sale del alma, la sangre le brota, sus miembros destrozados son irreparables, su muerte en los brazos del padre es irremediable. El escenario es real y la guerra, ese maldito jinete del apocalipsis, salta de un pueblo a otro a capricho de uno señores, que ven la película desde sus despachos, que contrabalancea cómo va el negocio, si pierden o ganan. Hoy dan tiros allí y mañana allá, al otro podrá ser aquí. Si eres pacifista lucha por la paz; pero si eres egoísta lucha también por la paz, porque la guerra puede llegar a tu casa en cualquier momento y entonces ya será tarde.
 
Calle Larios en paz

Calle Larios en guerra (montaje de internet)

En este mundo terrible, las guerras se hacen y deshacen a capricho e interés de los poderosos, de políticas geoestratégicas que permitan el dominio de los pueblos y su sumisión a las grandes potencias. Cada vez queda más patente que la vida y el sufrimiento de la gente no importa, que los responsables de esas guerras consideran el padecimiento humano, la muerte y el dolor de los inocentes, como un efecto colateral ante su irrefrenable espíritu de conquista y dominio; como algo que se ha de pagar para conseguir sus objetivos, algo que pagan otros por ellos, donde la población civil puede ser sacrificada en el altar del miedo, del horror, que les lleve a sucumbir, a rendirse ante la desgracia y el mal que se les causa, donde el soldado que mata y muere es un mero peón manipulado, a veces ideologizado desde la alienación, para que ejerza de tropa e instrumento en el gran teatro de la guerra beneficiosa para las Corporaciones Internacionales, los Estados belicosos y los líderes obscenos y miserables que desprecian la vida ajena y usan las armas cuando no son capaces de usar la palabra para el entendimiento; también en beneficio de aquellos que desprecian el respeto y tolerancia a los demás y, en su deshumanización, arrasan con todo hasta conseguir sus inconfesables objetivos, que no son el bien y la democracia de los pueblos, sino el dominio del mercado y de los recursos naturales. Tal vez lo suyo sea la violencia porque solo con la violencia pueden arrebatar el poder y predominio de los otros, sostenido por las armas, para ocuparlo ellos y caiga quien caiga. Es el dominio desde el miedo, desde el temor, se ha de ser temeroso del señor, del que manda, del que nos protege y nos dirige. Está en las escrituras el concepto del “Temor de Dios” como agradecimiento por sus obras, y a ello pretenden tender los tiranos y dictadores; es la ética del amo y del esclavo de Nietzsche… Así ha sido siempre y así será si no revertimos el proceso y cambiamos esta cultura del odio, de la violencia, el desencuentro, del robo de recursos y la eterna explotación del hombre por el hombre, del rico sobre el pobre, del fuerte sobre el débil, del malo y soberbio sobre el manso…
 
Efectos de la guerra
A mí me gustaría cantar bellos poemas hoy, versos de paz y alegría, de felicidad y esperanza. Qué lindo resultaría cantar al amor, a la justicia, al ser humano humanista y solidario. Cuanto me gustaría escribir versos de empatía y de respeto a la diversidad, a la tolerancia y a la libertad. Incluso versos de corte religioso con los angelitos que van a Belén, el pesebre, la mula y el buey y otras lindezas navideñas. Pero mis musas se han ido y esos versos no afloran, porque la sangre y el llanto del mundo (en la actualidad hay 22 países en guerra), simbolizados en Alepo, sellan mi boca. Solo surge un poema de dolor y llanto que, incontenible, va gritando a los cuatro vientos lo que está pasando. Tal vez en Navidad lo más oportuno sea pensar en qué mundo estamos haciendo, en que todos somos mundo y la única forma de cambiarlo es ir cambiando nosotros. Otro día cantare las alegrías de la Navidad, hoy canto el sufrimiento de la guerra porque las musas de lo bello, de la felicidad, me han abandonado y se han ido huyendo del infierno, y yo las comprendo:



¿Dónde están mis musas?
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Las musas se fueron,
puede que se fueran al ver este infierno.
Me dejaron solo sin verbo ni verso
con mente aturdida por tanto tormento.
Huyen de las bombas presas de su miedo
que la negra parca siembra sin remedio.

¿Dónde están las musas que canten al duelo?
Las musas se han ido, las musas se fueron,
las calló el horror de este sufrimiento,
suenan más las bombas, las balas
y el viento de guerras malditas
donde va muriendo la gente inocente
entre la tortura de tanto tormento.

Los versos no fluyen ni encuentran aliento,
callan ante el llanto del niño indefenso,
se ahogan en sangre, en dolor y espanto
de la pobre gente que atraparon ellos.
Ellos, los que tiran bombas,
los que van matando sin remordimiento.

El Mediterráneo, ese gran sarcófago,
guarda los cadáveres de niños y viejos
de gente indefensa
que llama a la puerta de la vieja Europa
que no los asila ni les da consuelo.

Y en cada despacho de los mundos libres
juegan a su juego
como siempre ha sido
al viejo negocio de ganar dinero.

Las musas se fueron
no salen palabras bonitas
canciones o versos
¿Qué música quieres que suene
con este estruendo de balas y bombas
que van destruyendo casas y ciudades
sembrando los campos de muertos?

Las musas se han ido
y yo lo comprendo,
porque hasta las musas
pueden sentir miedo.

Autor: Antonio Porras Cabrera
Málaga 17 de diciembre de 2016




2 comentarios:

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Cuando era pequeña escuchaba la voz de mi abuelo hablar de nuestra guerra, la española; aprendí mucho de sus palabras... Sin embargo hoy en día pienso que la guerra es intrínseca al hombre. Un ser humano perdido, sin creencias, materialista y que no da valor a la vida porque no sabe lo qué significa la palabra paz

Antonio dijo...

Efectivamente, amiga Mª Ángeles, es intrínseca al hombre, como lo es la bondad y todos los sentimientos que se albergan en su interior. La guerra es el fruto del cultivo de los malos sentimientos, del desencuentro, del odio que se siembra con él. Siempre es posible una guerra cuando se entra en el tobogán de los conflictos irresolubles. Mi miedo es si no estaremos subidos en ese tobogán con tanta intransigencia y enfrentamiento político que arrastra a los pueblos al conflicto. El hombre no aprende mucho del pasado que no ha vivido y vuelve acometer los mismos errores si se repite el contexto.
Un abrazo y felices fiestas.

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