Hoy
la Constitución cumple 38 años. Durante este periodo no ha ido al médico, a
pesar de presentar, en algunos casos, sintomatología alarmante. Algunos de sus
miembros tienen problemas de circulación por deficitario flujo sanguíneo, otros
presentan desajustes funcionales importantes y la nutrición de sus órganos
vitales sigue siendo la vieja alimentación sin novedades significativas, con
antiguas recetas de cocina que deberían estar superadas a la vista de los
consejos de nutricionistas acordes con los nuevos planteamientos de la ciencia
alimentaria.
La
única vez que fue intervenida lo fue con nocturnidad y, tal vez alevosía, a
escondidas, para quitarle protagonismo y hacerla dependiente de Europa con su
artículo 135 sin que el resto del organismo lo supiera, dejando a sus miembros
anestesiados y al despertar se encontraron que ya estaba todo hecho.
Da
la sensación de que no se ha adatado a los nuevos tiempos, que no entiende de
nuevas tecnologías, sigue sin saber usar adecuadamente la telefonía, los medios
de comunicación y las redes sociales. Se ha quedado anticuada y su ostracismo
bloquea el proceso evolutivo de los pueblos u órganos que la componen. Se ha
mantenido en el conservadurismo político y religioso, con un sistema
educacional tan obsoleto que cuando se ha intentado inyectarle un nuevo enfoque
con la Educación para la Ciudadanía, los propios adoctrinadores religiosos y
conservadores han bloqueado el proceso acusándolo de adoctrinador, como si solo
ellos pudieran hacerlo, sin pensar que una cosa es educar para ser buen
ciudadano y otra inocular un credo religioso partidista o dogmático.
Sí,
hoy cumple 38 años, pero sigue siendo sumisa a sus padres, a los que la crearon
allá en 1978, pero también lo es de sus abuelos, el viejo régimen y la monarquía
anterior. Tal vez cabría pensar, si me permitís el símil, que su padre fue los
hijos del abuelo Franco, el franquismo, y la abuela monarquía, mientras su
madre fue la hija del exilio desheredado y de la II República fenecida, por
tanto un padre cargado de la vitalidad heredada de sus abuelos Franco y
monarquía y una madre huérfana y sufridora con un padre emigrante forzoso, al
exilio, tras la muerte violenta de su esposa republicana arrojada a la cuneta.
Ante esa situación el matrimonio, ese maridaje entre los de dentro y los de
fuera, entre los hijos del franquismo y monarquía, con la hija del exilio y la
fenecida república, no era simétrico, sino machista. Él mandaba y así formaron
a la hija, a la que le llamaron Constitución muy a pesar del padre, desde el
sometimiento de la mujer y el domino del macho heredero del pasado reciente.
Para más inri se quedaron a vivir en la casa de él, en la España “Una, Grande y
Libre” donde todo estaba distribuido y ordenado desde los viejos tiempos y
decorado a gusto de los abuelos paternos.
Ahora,
ante la edad, no se puede negar que empieza a perder fuerza, que necesita
adecuarse a los nuevos tiempos, que se ha de dinamizar para enfrentarse a los
nuevos retos, que las generaciones venideras requieren otra dinámica y demandan
su adaptación más en consonancia con el entorno. Se ha de rebelar contra
las viejas ideas y subir a la barca del progreso social, la igualdad y la
justicia distributiva, pues solo vive lo que evoluciona, lo que crece y se
adapta, lo que encaja en el contexto y cohabita con y en él. Lo que no camina,
lo que se queda atrapado en el pasado, empieza morir o a envejecer hasta quedar
obsoleto y, consecuentemente, sucumbir por innecesario y carente de sentido.
La
Constitución no está muerta, por supuesto, pero sí requiere de una intervención
médica. Decía un médico conocido que a los cuarenta se pierde la garantía… y yo
le respondía: Sí, y a los 50 aparecen las goteras, y a los 60 a quien no le
duele nada es que está muerto. Nos acercamos a los 40 y es bueno que pensemos
en esa garantía, o lo que es lo mismo, en lo que debe garantizar… qué es lo que
garantiza, porque habría que ver si no hay muchas otras cosas que debe
garantizar y no lo hace.
Una
madre, y permitidme que siga con el símil, que pretende educar a sus hijos
siguiendo los viejos esquemas que le aplicaron a ella, no es una buena
educadora, ni buena madre me atrevería a decir, pues no ve que es necesario ir
asumiendo los cambios de esa nueva sociedad donde sus hijos han de bregar el
día de mañana y, por tanto, se ha de preocupar de adecuarse a los tiempos, de
aprender y saber, de ser flexible y permitir una convivencia desde otra
perspectiva, antes de llevar a una confrontación en el proceso de emancipación
de sus hijos que acabe en ruptura familiar.
Es
buen momento, hoy, ahora, de abrir un proceso de debate para el cambio, para
modificar la Constitución y adaptarla a los nuevos tiempos a ver si al llegar
los 40, cuando esté a punto de perder la garantía, la podemos tener sana y
acoplada a la coyuntura. Ese debate es complicado, porque sus hijos, los que
han de modificarla, siguen siendo herederos de viejos planteamientos y no
tienen las mismas sensibilidades. Los mayores, los que tienen más ganancia dentro
de la economía de la casa, se resistirán ante la demanda de los otros, los que
siendo más pequeños reivindican un trato de igualdad y quieren cambiar las
reglas para adaptarlas a una mayor justicia distributiva.
Estos
reclaman una mayor solidaridad, unas garantías de servicios y derecho a una
vida más digna mediante el acceso a una educación de calidad, a una vivienda
decente, a un sistema de salud competente, a una vejez digna que palie sus
necesidades y cuidados cuando son dependientes de otros y a una ayuda social
para aquellos que tengan serias dificultades para subsistir. En suma,
reivindicar de esa Constitución que les garantice la solidaridad y el buen
funcionamiento de un Estado responsable y comprometido con sus ciudadanos en
general y no defensor y apoyo de los grupos de poder que solo pretenden su
enriquecimiento a costa de la ciudadanía.
Quieren
que en la casa reine la armonía, una casa donde quepan todos sin distinción,
reconociendo las diferencias y personalidad de cada uno y estableciendo las
sinergias que nos hagan crecer a todos sin conflictos ni desencuentros,
debatiendo democráticamente y acordando cuales pueden ser las mejores
soluciones para los problemas que se nos vayan planteando.
Por
tanto, el Estado debe quedar comprometido en ella para hacer cumplir los
derechos del ciudadano que, a su vez, han de estar perfectamente explícitos en
su redacción para evitar malas e interesadas interpretaciones: El respeto al
librepensar, a las ideologías y los credos, pasa por no favorecer a ninguno de
ellos, por el pluralismo político, por la laicidad del Estado, por la educación
sin adoctrinamientos religiosos o políticos, salvo la conformación de sujetos
libres, de pensamiento crítico y creativo enfocado a compartir y mejorar el
sistema de vida de la sociedad. Desde esas premisas creo que se ha de tratar la
Constitución para evitar que envejezca, para mantenerla joven y capaz de seguir
criando hijos sanos desde la perspectiva de salud biopsicosocial que solemos
manejar en los sistemas de salud. Hay que modificarla, que renovarla, señores
diputados y políticos. No se nos enroquen, y vayan pensando y consultando a sus
pueblos, a sus representados que son los soberanos en un sistema democrático.
Eso sí, tampoco se han de enrocar los partidos políticos si entienden que los
tiempos están cambiando, pues de esa medicina también han de probar ellos. Si
saben hablar y acordar como deben, evitaremos puñaladas traperas entre
hermanos, cosa, por desgracia, tan establecida por estos pagos y tan
evidenciada a través de nuestra historia… ¿Aprenderemos de una vez a convivir
en paz, en justicia y armonía bajo la protección de una Constitución solvente y
consensuada donde encajemos todos?
2 comentarios:
Feliz aniversario!
Lo que tu digas, y es cierto que puede reformarse previo pactos, etc, etc, pero ni te digo lo lindo que es aterrizar en el "Adolfo Suarez, Madrid Barajas".
Besotes! :-)
O sea, amiga Myriam, aterrizar en Madrid o en España. Eso me gusta, pero ya se sabe que las constituciones se han de adecuar a la evolución de los pueblos cuando es necesario.
Un abrazo y aunque esta no sea tu Pascua, Felices Fiestas.
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