Son las 3 menos cuarto. Hora de pensar en comer algo
y, en pleno verano, qué mejor que un buen gazpacho. Yo no creo haya en el mundo
alguien que haga un gazpacho mejor que Loli. Ha conseguido darle el punto justo.
Su densidad, su tono y color, su textura, el sabor equilibrado, su buqué… sí,
su buqué, el gazpacho, como el vino, tiene buqué, aunque se le aplique solo a
las bebidas alcohólicas. Es su aroma y sabor. Esa explosión de sensaciones, de
gusto y deje al paladar que inunda la boca cuando lo degustas.
Sí, el gazpacho es un gran invento, tal vez uno de
los más interesantes del arte culinario de este país, empezando por Andalucía.
Tiene los condimentos adecuados a las exigencias del cálido clima veraniego. Un
arma importante para luchar contra el calor y la deshidratación. Vitaminas,
sales y minerales le dan cuerpo y solvencia para ejercer de buen nutriente. Es
el resultado de esa ciencia infusa que tienen los pueblos, esa capacidad de
hacer lo mejor con lo que tienen a mano, aunque sea poco. Pan, agua y productos
de la huerta, cebolla, pepino, tomate, ajo, aceite, sal, vinagre… De ese
conglomerado bien batido surge el manjar. Pero aún hay más, se puede acompañar
de guarnición.
Ya se sabe que con mínima variabilidad de
ingredientes, surge la porra de la zona de mi pueblo (llamada porra
antequerana), pero que está más extendida con el nombre de salmorejo cordobés.
En mi pueblo el salmorejo es otra cosa; es una especie de picadillo de
productos de la huerta sazonados, con algunos otros ingredientes según el caso.
Pero volvamos al tema. A esta hora, con la boca
hecha agua, me encuentro reponiendo la guarnición de mi gazpacho prometedor.
Tomate, cebolla dulce, pepino, pimiento verde y rojo… todo ello picado finito. Pero,
¿por qué no otra variable? Le suelo poner uvas, melón, melocotón y cualquier
otro fruto dulce. En este caso me lanzo por el melocotón… ¡Qué maravilla!
Mientras tanto, escondidos tras el primer plato, asoman unos macarrones por si
acaso.
Un tazón de considerables medidas ofrece su oquedad
para llenarla (ahora quieren llamarle “bol” o algo así, pero a mí me gusta
seguir con mi tazón, cuando no con mi dornillo). Le suelto la guarnición, la
riego con gazpacho hasta llenarlo y danza la cuchara en su interior al ritmo de
mi mano. Uuummm qué placer!!! Fresco,
sabroso, explosivo en la boca, desprecia la cerveza y gana la partida sin
dudarlo. Cruje la cebolla y el pimiento, mientras el pepino juega saltarín
entre mi boca hasta caer destrozado de un bocado, el tomate impone su tronío y
el melocotón aporta su dulzura. La felicidad no vale tanto, ya que con cuatro
perras gordas se hace un buen gazpacho.
|
Caronte |
En estas estoy, gozando de este encanto, cuando, ¡oh
maldición!, se me ocurre poner la televisión. De golpe sus imágenes hacen
saltar palabras de terror ante mi plato. Miseria, miedo, muerte, destrucción y
sangre en Gaza. Mujeres que lloran, niños muertos por las bombas, casas
destruidas, calles anegadas de escombros y dolor. Las balas y las bombas, los
misiles, no son palomas de la paz que lleven ramitos de olivo anunciando un
nuevo mundo después del gran diluvio, sino buitres satánicos guiados por la
mano de los hombres con sofisticada tecnología de la muerte. Hombres y mujeres
de negra mente, deshumanizados, serpientes venenosas que siembra el desastre y
el drama, invitando a la parca y su guadaña a entregar las almas y los cuerpos
a Caronte, en tránsito a la otra orilla de la muerte, al Hades, al inframundo. Los
muertos son tan pobres que hasta el avaro Caronte desiste de cobrar el
óbolo del pago a su peaje. Seguro que el
infierno al otro lado, será más suave comparándolo con este. No habrá terror ni
bombas, sabrás lo que te espera y el miedo no atenazará las piernas y las
mentes. Satán será más justo para cobrarse los pecados, los hombres no lo son
cegados por el odio que los atenaza.
No veo uniformes ni soldados por las calles de Gaza,
pero luego observo que se acercan poderosos tanques que disparan, rodeados de
soldados en la retaguardia. De ahí salen las balas, los obuses que causan la
desgracia. Son los invasores que, diciendo defenderse, destrozan las casas y
las calles, te ordenan que te vayas antes de disparar sobre tu casa, pero si no
te has ido, la casa, cuando caiga, te aplastará con ella. La culpa será tuya y
no de quien dispara, ellos son buenos y te avisan. Buscan los túneles por donde
pasan las armas de Hamás, los misiles que le lanzan (ya han causado dos muertos
israelitas esos misiles). Ahora bien, los suyos están a buen recaudo, sus
imponentes arsenales, sus bombas atómicas, sus armas, aviones, tanques… Ellos
son el poder y ellos han de decidir lo que se hace, quien tiene la razón, como
usar las armas… Van ganando por 100 a uno. Por cada muerto de ellos han caído
cien palestino… así son las venganzas. ¿Dónde está el ojo por ojo? ¿Es que acaso
un ojo israelí vale cien ojos palestinos? Pobres palestinos inocentes, sometidos
a la intransigente dictadura de Hamás, mientras que para vengarse Israel de ese
Hamás, los acaba masacrando a ellos. Hamás alimentará su odio con sus muertes e
Israel hará de comparsa de ese juego que le permite seguir su expansionismo
bajo el signo victimista de estas amenazas. Perfecto círculo vicioso con el que
pretende Israel justificar sus andanzas, a le vez que demoniza al enemigo intentando
fundamentar estas matanzas.
Y yo, ante el gazpacho, sigo sin comprender. Me viene
a la memoria un amplio cortejo de injusticias que se dieron en la historia. Las
guerras y los odios, las matanzas y muertes de inocentes. El fuerte mata al
débil, el poder se impone con violencia ahogando la palabra y aniquilando
mentes, ideas y pensamientos de hombres libres; ideas que no les interesan si
quieren dominar el mundo.
Y me acuerdo de los hermanos sefardíes españoles
expulsados, que rondan por el mundo sin olvidar las llaves de sus casas, sus
pueblos y su patria. Las expulsión de los moriscos de sus tierras de Granada y
todo Al’Andalus. Del aplastamiento de culturas en nombre de la civilización
europea y cristiana, del terrible holocausto hitleriano, de Stalin y sus
muertes, del fascismo, Mussolini y Franco, Pinochet, Corea del norte, Irán,
Irak y tantos y tantos asesinos que llegan al poder matando, a base de terror,
alienando a la gente.
En pleno siglo XXI, parece que la idiocia se apoderó
del mundo, que no sabemos nada, que no aprendemos del pasado, que seguimos
pensando con las vísceras y no con el cerebro. De nuevo afloran integrismos de
uno y otro bando, predican la muerte y hasta la guerra santa. De aquí no escapa
nadie. Nosotros, los del primer mundo, vivimos a las anchas, sin sentirnos
siquiera impactado por tantas muertes y dolor que se producen usando nuestras
armas. ¿En nombre de qué dios se puede invadir un pueblo, sembrando la muerte
entre sus calles y hablar de democracia?
Irak está más roto que lo estaba con Sadám, enemigo
público de Israel, con bombas y ataques terroristas que causan muertes a diario
en una guerra encubierta entre sus castas… Siria sumida en una guerra civil de
extrañas connivencias que da paso a integrismos de poca confianza. Afganistán
sumido en otra guerra con talibanes integristas y Pakistán bordeándola. Ucrania
va por mal camino llevada por intereses ajenos a su gente y para su desgracia.
El resto de este mundo sumido en la adversidad de un déficit de justicia social
que preserve la vida de la gente y no los intereses de grupos de poder que
mueven los hilos del globo en su conjunto.
Mientras, en esto que comento, seguimos viendo imágenes
de Hamás llamando al martirio de su pueblo, sembrando odio a Israel por sus
matanzas, jurando venganza por sus muertos… a más muertos más venganza. Israel
dándole pábulo a todo ello, haciendo lo que recriminan los de Hamás. Gente en
las playas hebreas gozando de la brisa nocturna de la mar y viendo el
espectáculo increíble de las bombas cayendo sobre Gaza, como si fueran fuegos
artificiales, sin pensar en los niños y la gente inocente que las
sufre. Una representante del pueblo israelita (Ayelet
Shaked, del partido radical israelí Hogar Judío) pidiendo que se
eliminen a los niños y las madres palestinas, pues los niños son serpientes
venenosas que solo se acabarán cuando no existan las madres que los paran. ¡Qué
barbaridad en una representante de un Estado llamado democrático! Me acordé de
Herodes y su matanza. Aún persiste su sangre…
Israel, con todo su aparato militar y
propagandístico tendrá muchas más armas para influir y manipular la opinión
pública, pero cualquier mente racional sabrá apartar las influjos de Hamás y de
Israel para analizar lo que pasa y como alimentan la espiral del odio entre
unos y otros. Mientras tanto, Israel gana, sigue con sus asentamientos,
haciendo y explotando su victimismo histórico y continuando implacable su
política de hechos consumados. Su objetivo del gran Israel está por encima de
cualquier otro interés. Palestina no existe para él…
Lo malo, eso me pienso, es que esto no acaba. Los
judíos con su ejemplo van sembrado más odio, más incomprensión, tensando la
cuerda hasta el extremo de romperla en cualquier momento. Le apoyan las
potencias occidentales y eso, de momento, les salva. Mañana no sabemos, puede
que se vuelque la desgracia y vuelva a presentar otra diáspora que no nos
lleva nada. Si el hombre, en este siglo,
no aprende a convivir con todas sus diferencias este mundo se acaba.
Posiblemente acabe mal, con hiperguerras y matanzas que deje destruido a medio orbe,
y con esto me refiero a la vida de sus habitantes y sus plantas.
Termino de comer y el gazpacho se me agria. Me
quedan pocos años para ver estas cosas que se avecinan, pero quedan mis hijos y
mis nietos que merecen una vida mejor. Espero que al final se imponga la
cordura, el buen sentido, y sepamos reconducir las cosas para llegar a buen
puerto sin sembrar tanto odio, erradicando la codicia de los que quieren mandar
sin importarles la vida de los demás salvo sus economías y su entorno personal.
Tal vez llegue algún día que, antes de gobernar un país, se pueda garantizar
que el gobernante no sea un criminal de guerra, un asesino o dictador, un ser
repugnante al que la vida ajena no le importa nada. Pero para eso han de ser los
pueblos los que sean dignos, sanos mentalmente y no cultivadores de odio y
confrontación, capaces de asumir su responsabilidad en el sostenimiento de esos
gobiernos y capaces de apartarlos en cuanto se manifieste su injusticia. Ojalá
se extingan los Netanyahus y Hamases.
Mañana, cuando coma, no encenderé la televisión… al
menos gozaré de mi gazpacho.