miércoles, 13 de febrero de 2013

Dharma



A veces encuentra uno palabras, conceptos, que dan sentido a lo que uno piensa, que reafirman ideas que andaban pululando por la mente y que sirven como elemento de profundización en esa reflexión. Hoy os presento una, tal vez algo compleja, queriendo resaltar la libertad y responsabilidad del ser humano en su compromiso evolutivo con la propia sociedad. 

Hace tiempo que vengo pensando que cada uno, dentro de las diferencias y los diversos atributos que le adornan, tiene la obligación de orientar su vida hacia un fin que llene su existencia, que le plazca y le motive, que le desarrolle y realice como ser integral, singular y único que enriquece al conjunto de la sociedad con su propia evolución.

Según algunos pensadores, no científicos diría yo, en todos y cada uno de nosotros se da un microcosmos, una síntesis de la existencia energética que hace moverse el mundo, una conjunción de leyes funcionales que desarrollan la vida y su evolución. Según las religiones, también todos y cada uno formamos parte de ese dios al que veneran, bien como vástagos suyos, bien como una proyección que, en algunos casos, purgan y se pulimentan en el desarrollo de la propia vida para elevarse hasta la perfección, que será cuando se fusionará con la divinidad absoluta.

Para un agnóstico, como yo, esto no deja de ser hipótesis no contrastables, por lo que aceptarlas forma parte de una posición de fe más que de razón. No obstante, siguiendo una lógica de sentido común, es aceptable que podamos considerar a los seres humanos como entes similares, no mimetizados, pero sí con una inmensa semejanza que abarca valores, objetivos y motivaciones desde los puros instintos que le hacen funcionar.

Dicho esto, entraría en juego el concepto "DHARMA", que proviene de la filosofía y la concepción hindú de la vida. En el hinduismo, el "dharma" es la ley universal de la naturaleza, ley que se encuentra en cada individuo lo mismo que en todo el universo… y hace referencia, según mi deducción, a la ley o principios que nos mueven a cada uno en la relación con el entorno. Por tanto implica la conjunción de esos principios que nos orientan a un fin personal.

Llevándolo un poco a la práctica vital cotidiana sería el estado de armonía que se da mediante el cumplimiento de nuestra gran misión en esta vida, que cada cual la define en función de sus motivaciones, si bien puede haber deterministas que la vean fijada de antemano, antes de la propia existencia del sujeto equiparándola al “SINO”. Yo no la sitúo así y prefiero decir que cada cual nace con unas características que le avalan para desempeñar una función social, humana y personal que le conforma su propia misión vital. El "dharma", pues, sería esa misión en relación a su entorno humano y ecológico que le llevaría a la autorrealización.

Existe una misión universal para los seres humanos y todo ser viviente que es la reproducción y perpetuación de la especie, pero en el caso humano, dotado de inteligencia superior, caben otros cometidos complementarios e individualizados que diferencia la misión de cada cual para perpetuar y evolucionar la especie hacia un orden superior.

Luego viene el sistema educativo y condiciona todo el proceso de formación del sujeto que, de alguna forma, modifica y reorienta al ser humano hacia metas condicionadas por la cultura y el orden establecido, pudiendo apartarlo de su misión y del desarrollo integral de sus potencialidades, lo que le llevaría a desperdiciar, en gran medida, esas capacidades mediante elementos represivos de su espontaneidad, frustrando así su mayor aportación al sistema evolutivo social y su propia autorrealización.

Si el proceso educativo se dirige, desde una visión holística, hacia la libertad responsable y sinérgica, es decir tendencia sumatoria del esfuerzo de todos y cada uno de los seres humanos, acabaremos facilitando el mayor desarrollo de la especie y entendiendo la vida como una complementariedad entre todos los seres vivos. Esto llevaría al entendimiento, a la comprensión de que el amor es buscar el desarrollo máximo del otro facilitándole dicho desarrollo, a la par que vamos acrecentando el propio y compartiendo las aportaciones de los demás como un enriquecimiento común no competitivo ni excluyente.

Por tanto, la armonía que da el cumplimiento del "dharma" lleva a la paz interior y cuando existe esa paz interior se garantiza la exterior por la ausencia de violencia. Si desprendemos este mundo de las agresiones impuestas, de los modelados a conveniencia, de las orientaciones hacia intereses espurios, etc. podremos empezar a pensar en que cada uno pueda desarrollar sus potencialidades libremente y aportar ese desarrollo al conjunto de la sociedad y al suyo propio. Eso llevaría a la elevación del ser humano como ser intelectual y/o espiritual dentro de un conjunto armónico de convivencia con su entorno.

Por tanto, cabe preguntarse qué podemos aportar en esta vida al conjunto de la humanidad y desarrollar la actividad para conseguirlo. Ese es el "dharma" o equilibrio armónico de energía con el entorno y sus leyes universales. Esa es la autorrealización y la elevación del sujeto a mayores niveles evolutivos. El gran cambio que se ha de producir en la nueva era, que alude a la espiritualidad, debe ir, bajo mi punto de vista, por esa vía. Un cambio profundo a nivel individual hacia su propio "dharma" que repercuta en el conjunto de la sociedad desde la perspectiva holística de un sistema interactivo.


4 comentarios:

emejota dijo...

Efectivamente es una buena forma de interpretar el dharma. Bss. familiares.

Antonio dijo...

Emejota, celebro su apreciación. Besosss

Antonio dijo...

Muchas gracias, mister Anónimo. Visitaré su página.
Saludos

Ana Márquez dijo...

Casi todas las religiones tienen un nexo común, un precepto en el que están de acuerdo todas (un precepto que, dicho sea de paso, casi ninguno de sus "cabezas visibles" suelen llevar a la práctica, aunque sí muchos de los seguidores de estas religiones que, más humildes, no son visibles). El precepto es: "trata al otro como desees que te traten a ti". A la luz de la filosofía del dharma, este precepto también adquiere un significado nuevo: si haces el bien, ese bien se te devolverá multiplicado. Por tanto, haz el bien por la cuenta que te trae :-)

Imagnínate, Antonio, que todos siguiéramos este principio hasta sus últimas consecuencias... No habría malhechores, políticos corruptos, yernos "reales" aprovechaos, sacerdotes pederastas, pederastas en general, ladrones, violadores, abogados, perdón, esto último es broma :-D... En fin, que esto sería Jauja.

Por desgracia, todavía nos queda mucho todavía (y yo me meto en el saco) para saber llevar esto a la práctica :-((

Un buen artículo sobre un tema distinto a los que sueles tratar :-), lo he disfrutado. Besazos!

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