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No, no es solamente un juego de palabras
con el apellido del tan cuestionado ministro Wert. La ley que ha fraguado tiene
mucho que ver con la ideología y el adoctrinamiento, con la segregación y el
sistema neoliberal que defienden en el gobierno y su partido. La ley Wert
cuestiona muchas cosas cuestionables, pero no da soluciones a ellas, sino que
las pueden complicar; es decir, si bien es cierto que el fracaso escolar en
España es de tinte cultural, o sea, que está instalado en las conductas y
formas de actuación de la ciudadanía, en su tolerancia y el asentamiento de los
valores de la diferencia de clases (cultura para el de arriba, ignorancia para
el de abajo), no es menos cierto que es imprescindible una salida consensuada a
esta situación, pues seguimos estableciendo modelos educativos a conveniencia
de cada partido que llaga al poder, lo que nos garantiza que cuando lleguen
otros volveremos a sumirnos en el caos de otro cambio como este. Evidentemente
ello es porque no se tiene en cuenta el interés en un modelo educativo libre y
enfocado a las personas y su capacidad de desarrollo intelectual.
El problema de la educación en
España no es el valor de una ley, que acaban pasándosela por el forro las
partes implicadas, incluyendo a los padres que ya fracasaron en su
escolarización, sino crear la cultura educacional que siembre la semilla en el
niño desde su casa a la escuela, desde la calle a la TV, desde los amigos al
ocio, desde la lectura al debate… Eso es cambiar esa cultura social, hacer a
los sujetos más libres, no adoctrinarlos en valores religiosos, credos y dogmas
opresores de la mente, sino en el desarrollo del libre albedrío responsable, en
el discernimiento y la razón, en la investigación y el cuestionamiento
sistemático de todo lo palpable, en la búsqueda de la verdad y de la ciencia.
No vayamos de nuevo a dejar en
manos del clero ese adoctrinamiento, al que solo ellos se sienten llamados a
realizar, al que solo ellos pueden proceder. Si dejamos en la escuela la
religión, esta o la otra, la católica o la musulmana, la evangelista o
adventista, la judía o la budista (me es igual), estaremos sirviendo a
intereses espurios de cualquier creencia. Y si alguien considera que con el
dinero de la comunidad tiene derecho a que le formen en su fe, está cometiendo
un error de bulto, pues la siembra colectiva de la fe se ha de dar en los
lugares diseñados para ello, en las iglesias, en las mezquitas, en las
sinagogas o en los salones del reino. Las escuelas no han de estar, bajo mi opinión,
para adoctrinar en religión, sino para formar ciudadanos con principios y
valores desarrollados desde la laicidad, desde los órganos de poder
democráticos establecidos por la ciudadanía en las propias constituciones de
los países. Sí es bueno, y lo defenderé invariablemente, que el ciudadano tenga
un conocimiento de las religiones, de su historia y sus credos, de sus
estructuras y funcionamiento, siempre bajo el sentido del respeto a las
creencias ajenas. Pero la religión es patrimonio del creyente nada más y no ha
de hacerse proselitismo institucional desde los órganos del Estado. Que
evangelicen ellos con sus misiones…
Si llevamos la educación al campo
religioso, si sometemos a valores doctrinales y dogmáticos la enseñanza, podremos
acabar como el mundo musulmán, formando a la gente es las madrazas y
estableciendo un tipo de sharia católica, donde ellos establecen la moral, las
conductas, las reglas, lo que está bien y está mal; en suma, lo que se debe
hacer… Y eso ya está lejos de nuestra civilización, ya quedó atrás, desbancado
por la democracia, que tiene su sentido en un pueblo adulto y capaz de
discernir… Tal vez por eso no quieran llevar la educación hacia el campo de la
libertad y persisten en su adoctrinamiento. Y ojo, que no estoy en contra de
que cada cual intente decir su verdad, sino al contrario, pero sí lo estoy de
imponerla con el adoctrinamiento. La constitución es de todos, la religión de
unos pocos. Si se ha de “adoctrinar”, de educar en valores sociales, estos han
de ser los derechos humanos, los derechos constitucionales, cívicos, de las
personas, sean de la religión que sean, sin importar la raza, su credo o procedencia.
En suma, educar en el humanismo laico y respetuoso, que sume y no reste, que
incluya y no excluya, que ponga al ser humano, en su desarrollo personal, por
encima de intereses de grupo, un humanismo laico que no busca la destrucción de
la religión, sino el respeto y la libertad de pensamiento. Si alguien cree o no
cree que sea por convicción personal.
La fe y la ciencia, diga lo que
diga el señor Rouco, no son muy compatibles. La fe es ciega, emanante de un
credo, de una convicción intangible, de una verdad hipotética; la ciencia es luz que se desprende de la razón,
de contrastar y evaluar hipótesis, de la experiencia y la experimentación, de
leyes contrastadas. La ciencia es empírica, la fe la podemos definir como “la aceptación de un enunciado declarado por
alguien con determinada autoridad, conocimiento o experiencia, o como la
suposición de que algo reflexionado por uno mismo es correcto aunque falten
pruebas para llegar a una certeza sobre ese algo”. La fe va de la mano con
la confianza, la ciencia de la contrastación.
Por tanto, la ciencia no es
adoctrinamiento sino enseñanza, formación y desarrollo del conocimiento. A ello
deben llevar las asignaturas que se den en las escuelas, a ello debe tender el
proceso educativo. El adoctrinamiento es un proceso manipulativo del sujeto
para formarlo en unos valores sociales, para socializarlo, para integrarlo en
la sociedad a la que pertenece y que se sustenta en esos valores. Los valores
de una sociedad moderna no son los de las religiones, que quedan para los
propios creyentes, sino los que emanan de una evolución social de proyección hacia
un futuro más justo y humano, en armonía y convivencia, en paz y alianza para
establecer sinergias.
No señor Wert, el problema no lo va
arreglar, sino complicar. Esta involucionando, yendo hacia atrás. Fusionando
viejos intereses de corte religioso, con los de corte social, que nos recuerdan
años pretéritos. La religión debe salir de la escuela y que cada credo se lo
monte como mejor vea. Usted es el responsable de forjar sujetos racionales,
ciudadanos justos, críticos, respetuosos y comprometidos con la sociedad, no de sembrar
dogmas y credos. Para ello es necesario un consenso final entre partidos políticos
para que, de una vez por todas, se despolitice la enseñanza y se piense en las
personas y no en los idearios de partidos ni los credos, de unos contra otros.
Los españoles tenemos derecho a ser educados desde la asepsia, desde la
limpieza y nitidez de las cosas, sin sentirnos manipulados en ese proceso por
sus ideas e intereses. Es la única forma de acabar con las dos Españas, esas
que se siguen enfrentando, dándose la espalda, cambiando leyes con cada llegada
al poder. Hay leyes que se han de sostener en el tiempo para que den su fruto.
Si hay fracaso escolar es porque ustedes no saben organizar la educación,
porque son unos incompetentes y siempre andan echando pelotas fuera… la culpa
siempre es de los demás. Pero a la hora de hacer otra ley no consideran la opinión
de esos demás, lo que garantiza el fracaso, la interinidad de esa ley y, lo que
es peor, la continuación y siembre de las dos Españas enfrentadas. Una centrípeta,
centralista, impositiva, dictatorial, tradicionalista y retrógrada, en alianza
y al amparo del palio religioso; otra centrífuga, descontenta, inconformista, con
ansias de libertad, de corte humanista y laico… Ustedes quieren un tipo de
ciudadano, ellos otro… Mientras, en ese bamboleo, todos perdemos y nuestros hijos
son proclives al fracaso escolar, los padres andan despistados, el profesorado
desorientado y ustedes, y los otros, verdaderos incompetentes y responsables
del desaguisado, dando palos de ciego, cuando no de idiota por no comprender lo
que realmente pasa.
No señor ministro, por ahí no vamos
bien, es más, vamos al fracaso y la perpetuación de las dos Españas; o lo que es
lo mismo, sembramos la desmembración y la falta de identidad común; eso sí, si
somos obedientes y sumisos ganaremos el cielo que, al fin y al cabo, es lo
importante, la salvación del alma, aunque la miseria, el sometimiento y el
sufrimiento del pueblo sea el precio a pagar; a pagar por el pueblo, claro… ¿No
cree?
Hagamos una sociedad justa, leal,
menos corrupta, con sujetos libres y responsables, solidarios, respetuosos,
empáticos, comprometidos con el buen funcionamiento del Estado, críticos y
constructivos, más racionales, ecuánimes y lógicos… más humanos. Así tendremos mejores políticos, mejor cuna para que nazcan ustedes con menos fracaso profesional, por el bien de la sociedad... Pues esto es
lo que hay que Wert, señor ministro.
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