sábado, 11 de octubre de 2025

El razonamiento contrafáctico

 

Opinión | Tribuna

Por: Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario la Opinión de Málaga el día 11 OCT 2025 7:00

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/10/11/razonamiento-contrafactico-122501863.html

“Nuestra vida está cargada de cruces de caminos en los que hemos tenido que decidir cuál de ellos tomar”

Cruce de caminos. / James Wheeler

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La psicología tiene la mala costumbre de ponerle nombres raros a las cosas. Bueno, aclarémoslo, se trata de ese razonamiento hipotético que hacemos cuando decimos ¿Qué habría sido de mí, o habría pasado en mi vida, si en lugar de tomar aquella decisión hubiera tomado otra resolución alternativa en aquel momento? Es decir, si en lugar de casarme con mi esposa o esposo lo hubiera hecho con aquel o aquella chavala tan maja que me andaba a la zaga, por poner un ejemplo. Aunque podemos hablar de todo tipo de decisiones importantes que marcan la existencia. Por tanto es un razonamiento contra un hecho determinado que condicionó tu vida, ya que podría haber sido diferente si hubieras tomado otra decisión o actitud, si se hubiera producido otro hecho, que tenías como alternativo en ese momento.

Nuestra vida está cargada de cruces de caminos en los que hemos tenido que decidir cuál de ellos tomar. Nos casamos con una persona, estudiamos o no una carrera, resolvemos coger un trabajo u oficio, optamos por vivir en una ciudad, nos rodeamos de amigos, etc. En suma, diseñamos y elegimos un proyecto de vida que, a la larga, nos gratifica, o no lo hace; estamos contentos con la evolución de las cosas, o no lo estamos; nos sentimos felices con nuestra existencia o desgraciados… o, en todo caso, podemos estarlo a medias tintas.

¿Qué habría pasado si…?

Ciertamente, cuando nos hacemos esa pregunta sobre cómo habría sido nuestra vida si tal cosa se hubiera dado… nos podemos imaginar una evolución de los hechos que vamos controlando o imaginando, puesto que nuestra mente es la encargada de montarse la película que nos interesa, partiendo de la situación ideal o añorada que se daba en ese momento. En este caso, somos nosotros los dueños y gestores del pensamiento y lo modulamos y orientamos hacia donde nos pueda interesar, tal vez idealizando el proceso alternativo que vamos fraguando in mente. Asunto falaz, pues no es objetivo ni puede serlo, aunque podamos, incluso, valorar otras informaciones complementarias. Por ejemplo, en el caso del novio o la novia que se quedó en la estacada, podemos recabar información y analizarla, cruzándola con nuestra propia evolución, y deducir cómo hubieran ido las cosas. Pero seguimos idealizando el asunto, sobre todo cuando la vida no nos va todo lo bien que quisiéramos, aunque también puede ser un sano ejercicio comparativo inducido y producido por la mera curiosidad especulativa, sin más.

El hecho es que, ese razonamiento, es totalmente falsario y, por ende, escapa a la realidad que pudiera haberse dado en las circunstancias que imaginamos. Parece como si, anclados en aquel momento, diseñamos y manipulamos nuestra hipotética historia para llevarla a donde nos interesa colocarla y satisfacer esa curiosidad. Pero no la sometemos al crudo contacto del día a día, a la necesidad de confrontación de ideas, de evolución personal, de resolución de conflictos… en suma a la convivencia diaria, o sea a la prueba del nueve. Y es ahí donde está la clave, en la gestión de esa convivencia diaria. No podemos establecer una hipótesis con garantía de veracidad sobre un supuesto que no se ha vivido. El proceso evolutivo en la relación de pareja, por seguir con el ejemplo, es desconocido y sometido a vaivenes inimaginables dada la gran diversidad de casos y causas que podemos vivir concatenando una relación, en cierto sentido, bastante imprevisible y sujeta al azar y el influjo de circunstancias muy vinculadas al entorno y a la propia personalidad de cada cual.

Proceso evolutivo convergente versus divergente

Es decir que el proceso evolutivo personal y de pareja, si bien deberían ir de la mano, no han de ser forzosamente equiparable, pues cada cual debe fraguar su propia evolución en base a sus expectativas existenciales personales y a su propia idiosincrasia, aunque si es en pareja bien avenida, puede ser paralelo o convergente, mientras que si se dan conflictos y choques conlleva divergencias que pueden deshacer la pareja o llevar a una convivencia menos gratificante o a la infelicidad. Es aquí cuando puede aflorar ese razonamiento contrafáctico que busca, desde un punto de vista imaginario, una presumible alternativa gratificante que se desechó en su día, como forma de escape de la desagradable situación presente, que no deja de ser producto de una determinada gestión de la relación habida, tal vez, poco inteligente.

Lo curioso es que solemos recurrir, por lo general, a ese ensayo imaginario cuando las cosas no van bien, cuando esa gestión no ha dado sus frutos y parece que buscáramos en nuestro interior otra oportunidad fantaseada para, inconscientemente, escapar de esa situación, inventando alternativas falaces o ficticias. Craso error. Si nuestra vida empezó a fraguarse en el ayer, ese ayer ya no existe, ni somos los que éramos, ni estamos donde estábamos, ni las otras personas siguen esperándonos. Nuestra vida es la actual, con nuestras bondades y miserias, con los resultados obtenidos a lo largo del tiempo, nuestra casa, nuestra familia, nuestros amigos, nuestro trabajo, nuestros errores y nuestros aciertos… nuestra esencia como ser humano evolucionado a través de las vivencias; en suma, nuestra evolución personal en interacción con el entorno que nos fue dado. En contraposición está otra imaginaria evolución que, como tal, es irreal y fantasiosa.

Valora lo que tienes

Mirar hacia atrás en plan anhelante es puramente ilusorio. La clave, bajo mi punto de vista, está en saber valorar lo que se tiene, donde se está en este momento y cuáles son las alternativas que se pueden estimar en la toma de decisiones, si de ello se trata, incluso la ruptura, pues no siempre el gratificante, digna y respetuosa la situación. En todo caso, cualquier buena evaluación de una situación pasa por apreciar lo positivo y como reconducirla hacia el lugar adecuado. Hacer hipótesis de fantasías ilusorias es contraproducente, pues, en todo caso, lo que hará será separarnos más de la realidad que nos rodea y situarnos en un mundo irreal, ficticio y carente de solidez para resolver el conflicto o la cuestión que nos planteemos.

Es cierto que la fantasía es una forma de vivir la vida en plan “sueño despierto”, de sublimar el trauma que castiga al inconsciente. O bien un sistema íntimo de llenar los espacios vacíos, que nuestras vivencias nos han ido dejando, después de haberse abierto la puerta a esa experiencia. Es bueno porque hay que matar el deseo y satisfacer esa fantasía para abolirla, pero el riesgo está en que no la dominemos y nos lancemos a una búsqueda imaginaria de situaciones idílicas que nos separe de nuestra vida real, con su cierto nivel de insatisfacción y descontento.

La ilusoria fantasía

Por tanto, piensa en tu viejo amor si quieres, pero no fantasees con que las cosas te habrían ido mejor, pues no tienes ni idea de cómo habrían resultado las interacciones que la convivencia te hubiera deparado. Valora lo que tienes y obra en consecuencia, porque puede que sea tu incompetencia, en el devenir diario, la que te ha llevado a esta situación de insatisfacción personal o fracaso. Si es así, también es posible un fracaso en el próximo intento y solo te resultará satisfactorio el imaginario y fantasioso, el inventado, porque tú dominas tu pensamiento y lo diriges hacia el resultado que te apetece, y eso es jugar con trampa. No mires para atrás, salvo para aprender y usarlo en el futuro. Desde el presente, mira hacia delante, que es lo que te espera y lo que has de gestionar… hoy, como ayer, la decisión es básica en cualquier cruce de caminos.



domingo, 5 de octubre de 2025

Ceder el asiento y otras menudencias

 

Opinión | Tribuna

Por: Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el día 04 OCT 2025 7:01

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/10/04/ceder-asiento-menudencias-122252790.html

Autobús con historia. / Álex Zea

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Hoy ando hastiado de las actitudes y conductas que se nos ofrecen en el mundo de la política. Estoy muy preocupado por cómo se van desarrollando determinados acontecimientos, sometidos a la manipulación y tergiversación, que se nos vienen planteando por sujetos y sujetas afines al ‘trumpismo’, así como la inseminación del odio y el caos como forma de llevarnos al conflicto y la deconstrucción del sistema. A la vista de ello, hoy, he decidido escribir sobre cosas más cercanas, más vulgares y triviales, aunque no exentas de importancia social, como es ceder el asiento y otras menudencias.

Cuando me desplazo por la ciudad suelo hacerlo en los medios de transporte municipales. Tenemos, bajo mi punto de vista, un buen servicio de transporte público en Málaga, ya sea bus o el propio metro que nos ofrece un buen nivel de diligencia y puntualidad. Recuerdo que de joven, cuando habitaban en Barcelona y viajaba en el bus, el tranvía o metro, no solía sentarme, dejando los asientos a las personas mayores, a mujeres embarazadas o que tuvieran alguna dificultad. Eso me enseñaron mis padres y así lo asumí. Es un acto solidario y de justicia dejar el asiento a quienes lo necesitan más que uno.

Habilidades que se van perdiendo

Luego, mientras circulaba, iba haciendo equilibrios, sin agarrarme a sujeción alguna, retando al movimiento más o menos imprevisible de un bus sometido a las leyes de la circulación, con sus frenazos, giros y demás inesperadas incidencias. Lo tenía como una especie de deporte intentando acompasarme con el azaroso circular por la vía pública. Después, con el tiempo, estas habilidades se fueron perdiendo y empecé a preferir viajar sentado para evitar incidentes desagradables, dada mi inestabilidad.

Un día, ya mayor y usando un bastón, una joven me ofreció su asiento. Me supo mal, lo reconozco, porque, con su gesto, me decía que era mayor y yo me resistía a serlo. Le agradecí el detalle y seguí de pie asido a la barra. Mas, con el tiempo, me fui concienciando de la realidad; mi incapacidad para mantener el equilibrio, mi deficiente tono muscular para asirme con firmeza a la barra y otros detalles, dejaban de manifiesto que mejor ir sentado que de pie y sometido al vaivén del vehículo. Desde entonces prefiero el asiento y agradezco que alguien me lo ceda.

Ello hace que me fije en esos detalles, en quiénes tienen la amabilidad de ceder su asiento a las personas mayores. La realidad es que no todos los jóvenes suelen hacerlo, aunque te vean con un bastón y cierta dificultad para mantenerte en pie, pero muchos lo siguen practicando. Hoy, viajando en el metro, me lo cedió una señora de mediana edad, que me insistió en que lo usara. Alrededor había un buen número de jóvenes, posiblemente estudiantes, dado que circulaba por la línea que atraviesa el campus universitario. La mayoría de los que estaban sentados mantenía la mirada fija en su móvil, abducidos por aquello que reclamaba su atención, y esquivos a ver el entorno, lo que le eximía de culpa a su distraída conciencia. Puede ser una buena estrategia: yo voy viendo mi móvil y, si acaso, ya alguno, no distraído en este quehacer, se percatará de cuando aparece alguien con necesidad de ir sentado para cederle el lugar. En realidad, casi en todo lugar, es muy habitual que los individuos sentado o de pie anden manipulando el móvil, absortos en su mundo.

Viaje a Uzbequistán

En ese trance recordé mi viaje a Uzbequistán con un grupo español de edad media. Estando en la capital, Taskent, tomamos el metro. Nada más entrar al vagón, como un resorte, se levantaron unos jóvenes para cedernos amablemente el asiento con una sonrisa y ruego de que ocupáramos su lugar, iniciando una conversación sobre nuestra procedencia, preocupados porque la estancia nos fuera agradable.

Indudablemente, existen variables educacionales muy significativas y también actitudinales; es decir, muchos jóvenes se han formado en casa bajo la hiperprotección de los padres y abuelos, hasta tal punto que sus mayores han sido sus servidores, dándole o permitiéndole caprichos y tolerando conductas insolidarias. Eso los ha hecho cómodos y con sentido del derecho a ser servidos en lugar de servir.

Echamos en falta, por qué no decirlo, una educación ciudadana básica. Se nota hasta en el ejercicio profesional, donde muchas veces un trabajador o servidor público no tiene, o no quiere tener, conciencia de la cola de gente que mantiene, mientras su actitud indolente le hace perder tiempo en nimiedades, o el propio cliente le distrae con minucias, sin considerar a quienes están esperando detrás de él. Yo suelo calcular que cada minuto que se pierde en fruslerías se ha de multiplicar por el número de clientes que hay en la cola de espera, dado que todos ellos tienen otras cosas para ocupar su tiempo.

Hay detalles que te irritan y solo la tolerancia y represión del impulso hace que no entres en colisión con la persona maleducada, pensando que no vale la pena. Sin embargo he visto en determinados lugares cómo un ciudadano le llama la atención a otro por su conducta incívica. En Viena, por no ir más lejos, subiendo en una escalera mecánica del metro la gente pasiva se coloca a la derecha dejando el lado izquierdo para aquellos que quieren ir más rápido y subiendo por sí mismos. En una ocasión vi cómo un señor con prisa apartaba, con cierta violencia, a otro que ocupaba, parado, el lado izquierdo.

Ensuciar menos

Por otro lado, hablando de otra cuestión cívica, mantener la ciudad limpia no es limpiar más, que también, sino ensuciar menos. Eso forma parte de la cultura de los pueblos y se ve en cada lugar que visitas, incluso se diferencian barrios, en algunos casos semiabandonados por el servicio de limpieza… y ya se sabe, la suciedad llama a la suciedad y la limpieza genera conductas de limpieza: «Donde fueres haz lo que vieres». Sin ir más lejos, en nuestra ciudad podemos ver ese fenómeno; un centro limpio y cuidado y determinados barrios en casi abandono. En los últimos tiempos venimos observando, en Málaga, algunos movimientos ciudadanos de barrio que reivindican con firmeza una mayor dedicación del servicio de limpieza municipal.

Aun siendo complejo conseguir una homogeneidad de actitudes y conductas, ya que cada cual «es hijo de sus padres», o sea tiene su nivel de educación, cabría, a la par que mejorar el servicio de limpieza, elaborar y llevar a término programas educativos, sin desalentarse por fracasos, hasta conseguir el objetivo de crear actitudes ciudadanas de conductas cívica.

La educación ciudadana es un compendio de conductas y actitudes que se dan en una sociedad determinada, a la que no es ajena su idiosincrasia, donde se incluye desde dejar el asiento a los mayores hasta no tirar una colilla al suelo o recoger los excrementos de los animales de compañía, apoyados por un buen servicio público de limpieza que ejerce de ejemplo y exigencia.

Decía Herzberg en su teoría ‘bifactorial’ sobre la motivación laboral, que el trabajo bien hecho, y el reconocimiento consiguiente, era uno de los principales elementos motivacionales. Esa misma teoría creo que es aplicable a la conducta ciudadana. Solo hace falta reconocer y premiar las conductas adecuadas de todo ciudadano, entendidas como ejemplares, sin olvidar actuaciones educativas y algunas acciones punitivas. Yo, cuando hago las cosas bien me siento reconfortado y supongo que eso le ocurre a todo el mundo, o… tal vez no. En todo caso, deberíamos tomar conciencia de que compartimos espacios con los demás y hemos de respetarlos, pues son la casa común que nos acoge.



 

El razonamiento contrafáctico

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