Opinión | Tribuna
Publicado
en el diario La Opinión de Málaga el día 20 ABR 2025 7:00
https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/04/20/reflexiones-semana-santa-116522608.html
Las
procesiones de Semana Santa están tan arraigadas en el pueblo andaluz que han
perdido, en gran medida, su expresión religiosa, para convertirse en una
manifestación de pura cultura popular.
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El Cautivo este pasado Lunes Santo / Álex Zea |
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Todos y cada uno de nosotros
tenemos en nuestra memoria las primeras impresiones y recuerdos que nos
causaron las vivencias de Semana Santa, en mi caso hace ya más de medio
siglo. Afloran en mi mente aquellos momentos de mi infancia donde, por primera
vez, tengo conciencia de haber presenciado los desfiles procesionales en mi
pueblo.
La impresión fue de asombro al ver
a Jesús crucificado, torturado y martirizado con sus heridas sangrantes y
sujeto a una cruz mediante clavos lacerantes que le aprisionaban al madero. La
corona de espinas, anclada a su cabeza mediante púas, daba un toque superior de
dolor a aquella imagen de un Cristo entregado al sacrificio. En mi infantil
mente no cabía la comprensión de tal espectáculo. Mi tierna inocencia no podía
entender aquella manifestación de maldad del ser humano, capaz de torturar y
crucificar al Dios que, desde siempre, me habían mostrado mis mayores. Todo
ello aderezado con el terrible discurso del cura sobre la pasión y muerte de
Jesucristo.
Aquella visión absorbió mi
pensamiento y más aún cuando presencié la procesión del Santo Sepulcro, con
Cristo yacente con una profunda expresión en su rostro, que expresaba a la vez
paz y dolor, quedé aún más conmovido. Me impresionó el silencio, el tambor
marcando el paso y, entre susurros, un rosario con los misterios dolorosos que
se oía en la voz de los penitentes, mayoritariamente mujeres, que acompañaban
al féretro con una vela encendida dando luz al desfile procesional, en muchos
casos descalzas. Difícil era, después, conciliar el sueño con aquella imagen
troquelada en tu mente.
En los desfiles procesionales
impactaban las imágenes de los hermanos cofrades, de los nazarenos, de los hombres
que portaban el trono con suma reverencia, de los sayones verdugos de Cristo,
de los apóstoles bajo caretas que mostraban la faz de cada uno de ellos, donde
Judas se identificaba por una bolsa con las 30 monedas de su traición.
Cornetas, trompetas y tambores marcaban el paso y enaltecían el desfile. El
espectáculo, dentro de la confusión mental que producía en aquel niño, ofrecía
un magnetismo irresistible donde se conjugaba el miedo, el asombro y la
abducción de las sagradas imágenes de Cristo y la Virgen en sus diferentes
manifestaciones. Todas esas vivencias se enmarcaron en una ideología política y
religiosa, ambas fusionadas en el nacionalcatolicismo que definía el entorno de
la Semana Santa y la forma de vivirla.
En mi memoria subyacen también, por
qué no decirlo, aquellos recuerdos gastronómicos de la Semana Santa. ¿Quién no
tiene en su haber evocaciones de sabores propios de estas fechas? Aquellas
dietas especiales a base de potajes, sopas, bacalao, torrijas, buñuelos y otros
postres, que aún hoy se suelen añorar desde la nostalgia de aquel ambiente
familiar.
La sobriedad procesional del norte
Volviendo al tema, no hablaré de
las espléndidas procesiones de nuestra ciudad de Málaga, por ser de todos
conocidas. Pero sí de un par de experiencias vividas en otros lugares más
desconocidos para el andaluz. Me impresionó sobremanera la procesión de la
Soledad del Viernes Santo en Santiago de Compostela, que, partiendo
de la Iglesia de Santa María Salomé, recorría sus calles en un silencio
absoluto mientras un hermano marcaban el ritmo mediante golpes de báculo, o
cetro, sobre el empedrado suelo de sus calles, acompañado de la sonoridad
grave, del golpe seco y resonante, de un solitario tambor.
El silencio era total, la devoción
inundaba el aire y la soledad se vivía por todos los asistentes como forma de
integrarse en el mágico momento del acto procesional. Me trajo a la memoria
nuestra Servita, que procesiona la noche de los viernes santos con las luces
apagadas y en un estricto silencio cargado de recogimiento y oración, como bien
saben ustedes.
El Jueves Santo, en León,
vivimos otra experiencia inolvidable. La procesión de la Despedida, de la
Cofradía del Cristo del Gran Poder, discurría por Calle Ancha, bajando desde la
catedral a la plaza de Santo Domingo. También ofrecía una magnánima expresión
de fe, donde esplendor y sobriedad se conjugan para dejar patente la forma de
vivir la pasión de Cristo del pueblo leonés. En esta ocasión el acompañamiento
musical era absoluto, inundando el ambiente de la ciudad, con trompetas,
tambores y bandas musicales que acompañaban el desfile procesional.
En todo caso, estos dos apuntes
vienen a reflejar dos ejemplos de la diversidad que, en nuestro país, nos
ofrece la expresión religiosa y la forma en que se vive la Semana Santa, más
sobria en el norte y más expresiva en el sur, donde también, según la zona,
aparecen matices en la expresión del sentir religioso de los creyentes.
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La salida de la hermandad de la Sagrada Cena este Jueves Santo de 2025 / Álex Zea |
Fundamento procesional de la fe en la Semana Santa
Hay dos elementos significativos
que, bajo mi criterio, influyen de forma importante en el desarrollo cofrade
como forma de expresión de la fe católica en Málaga. Uno es la necesidad de
expresar la religiosidad en una ciudad recién incorporada al reino de Castilla,
tras la conquista del reino nazarí de Granada. En ese momento, para la
unificación religiosa del reino castellano, eran imprescindibles las
expresiones públicas de fe donde quedara patente la supremacía del credo del
nuevo reino. El mensaje incluía una invitación a la conversión al catolicismo
de los ciudadanos malagueños de credo islamista o judío.
Por otro lado, a partir del
Concilio de Trento, celebrado entre los años 1545 y 1563, cuyos objetivos
fueron definir la doctrina católica y disciplinar a sus miembros condenando la
Reforma Protestante, aparece la necesidad de la expresión del sentido de la fe
católica como oposición a la doctrina luterana. ¿Qué mejor forma de potenciar
esa explícita expresión de religiosidad que mediante la integración en
cofradías y hermandades, haciendo actos públicos de fe? Por ello la Iglesia
impulsa la creación de tallas y su salida a las calles. Mas el principal
objetivo de las cofradías no es sólo procesionar sino también socorrer a sus
hermanos más necesitados y asistirlos, haciendo de las agrupaciones actores
principal a través de sus obras de caridad cristiana.
La saeta, cantar del pueblo andaluz
La expresión del dolor, de la
empatía del pueblo con el sufrir de Cristo en el proceso de crucifixión,
encuentra en la saeta su máxima expresión. Suenan las saetas con sus dolorosas
letras que llegan al corazón. Pero para hablar de la saeta, dado mi escaso
conocimiento sobre el tema, me permito recurrir al libro, de Agustín Aguilar y
Tejera, titulado SAETAS POPULARES, recogidas, ordenadas y anotadas, publicado
en 1929, donde expresa el sentir de aquellos tiempos a través de la saeta.
Donde, en su prólogo, dice: «¿Quién
dio el nombre de saetas -escribe un autor - a esas coplas que el pueblo canta a
Cristo viéndole en la agonía? Ninguna palabra sería más apropiada que ésta para
calificar tales estrofas, que no son sino saetas que van directas al corazón de
la muchedumbre, para abrir en él las hondas heridas de la emoción y de la
piedad. Con toda su dulce ingenuidad, con toda su rústica sencillez, estas
coplas son, acaso, el más rico tesoro que tiene la poesía religiosa en España.
El pueblo da a todas sus expresiones un colorido y una ternura inconfundibles,
y nunca podrán los más altos poetas herir las fibras de nuestro sentimiento con
la prontitud que las canciones volanderas, que van de labio en labio, y de las
que no se sabe dónde nacieron; pero se sabe que ya no han de morir nunca. La
saeta es llana, simple, torpe en las palabras; pero rica en delicadeza y en
emoción, porque mana de las fuentes del sentimiento popular que no se ciegan
nunca.» (Fin de la cita).
Su atracción turística
Concluyo: Las procesiones de Semana
Santa están tan arraigadas en el pueblo andaluz que han perdido, en gran
medida, su expresión religiosa, para convertirse en una manifestación de pura
cultura popular, donde cabe el religioso, el agnóstico o el ateo, incluso, todo
el abanico político, donde cada cual las vive a su manera, desde el que huye de
ellas y se refugia en casas rurales, hasta el que las vive en inmersión
impregnado de su esencia. Es una manifestación ostentosa de carácter sublime,
que acaba encajando en una oferta turística de primera magnitud. Un singular y
asombroso espectáculo que va más allá de lo religioso, como demuestra el flujo
turístico que padecemos en estos días y el ambiente que se crea.
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