“El político que no resuelve los problemas se convierte en un problema…”.
Semana especial la vivida. La
gestión del saldo electoral del día 23 ha resultado ser compleja y de variada
digestión emocional para cada partido.
La demoscopia he fracasado hasta
tal punto que, el denostado Tezanos y el CIS, aún con sus desviaciones de la
realidad final, es, tal vez, el que más ha acertado, si a eso se le puede
llamar acertar. No conozco los tracking de la última semana de campaña, pero
sería bueno saberlos para ver cómo han influido aspectos de interés que
afloraron en esos días finales tan movidos, si bien a la vista del acierto
demoscópico cabría cuestionarse el propio valor del tracking. La resiliencia de
Sánchez y la actitud del PP convencido de su éxito, dieron al traste con las
previsiones… ya se sabe, la teoría de las expectativas hace que un éxito se
convierta en fracaso o en una vivencia insatisfactoria equiparable al mismo.
Hay momentos puntuales que, bajo mi
criterio, han sido determinantes. Entre ellos el cara a cara del debate de los
dos principales candidatos a la presidencia. La técnica utilizada por Feijóo,
con el ”Galope de Gish” dejó casi cao a Sánchez, pero se ha de reconocer que
este hombre es un verdadero “animal político”, como ya demostró en las
elecciones a Secretario General del PSOE tras ser defenestrado por sus
correligionarios. Ese primer debate llevó a Feijóo y los suyos a sentirse
seguros de su victoria, al amparo de los estudios demoscópicos, y descuidaron
los flancos.
Ver a Sánchez grogui, en el primer
asalto tras el envite del gallego, llevaba al PP a un sentimiento de alegría y
satisfacción. Pero tenía cierto riesgo, sobre todo cuando en la moviola se
observa el conjunto de argucias y artificios que sustentaron el discurso de
Feijóo. Creo que esa situación movilizó más a la izquierda, que vio las
acusaciones vertidas como una agresión irracional y fullera.
Por otro lado, al no dar más opción
a otro debate podría entenderse como una forma de huir de él para evitar se
mostrara las contradicciones y falacias del primero. De eso, bajo mi modesto
entender, se encargó Silvia Intxaurrondo, cuando puso de manifiesto algunas
falsedades vertidas en el debate, por no decir mentiras, de Feijóo sobre el
incremento de las pensiones o el expediente judicial del caso Pegasus, entre
otras, en la entrevista en TVE. En este momento se revirtió la acusación de
mentiroso que se había ejercido sobre Sánchez desde el comienzo de la propia legislatura
y fue a parar al terreno de Feijóo, que no supo contrarrestar esta percepción.
Luego afloró la vieja amistad con Dorado y la foto del barco que, al no estar
suficientemente explicada, puso en duda la credibilidad del candidato gallego,
y otras cuestiones arrojadizas que fueron surgiendo.
Se habló poco, en la campaña, de lo
importante para el ciudadano, de la gestión económica habida, de los programas
presentados, de la forma de atajar la pandemia del COVID19, de la guerra de
Ucrania, de la evolución del empleo, de los ERTEs, etc. O sea, de la crítica
razonable a los resultados de la gestión del Gobierno, de la proyección de
futuro hacia el progreso social y la economía sostenida y, cómo no, la justa
redistribución de los recursos y el coste de la vida; que, con todas las
observaciones pertinentes, cabría darle una nota aceptable… En todo caso, cabía
haber asistido a un debate claro entre dos tendencias o formas de gestión, la
enmarcada en las teorías Neoliberales y la “Keynesiana” Socialdemocracia…
Pero volviendo a la estrategia, a
ello hay que sumar otros aspectos, que creo valoró hábilmente Sánchez como
elemento decisivo a la hora de convocar las elecciones. Me refiero a la
necesidad del PP de negociar con VOX, tras los resultados electorales de las
municipales, para acceder al poder. VOX impuso su línea argumental doblando el
brazo, incluso, a la candidata del PP en Extremadura, señora Guardiola. Las
políticas de VOX, que dieron como resultado la censura de obras de arte, la
negación de la violencia machista, la irrupción en cargo de especial relevancia
de personajes de dudosa competencia y actitud democrática para
ejercerlos, pudieron influir más de lo deseado y calculado por el PP. Tal vez,
bastantes votantes de centro que estaban indecisos, se volcaron a la izquierda
ante esta situación, digamos, amenazante.
Existe también un aspecto a
considerar que ha sido de especial importancia; me refiero a la no
participación de Ciudadanos en la contienda electoral, con lo que la mayoría de
sus votantes, o no votaron o lo hicieron por PP y, en menor medida, por el PSOE.
De haberse presentado el porcentaje del voto que hubieran alcanzado sería,
prácticamente, detraído de los resultados de Feijóo, siendo votos perdidos,
dejándole a la par o por debajo del propio PSOE, dado que solo les separaron unos
330.000 votos.
Por otro lado, ya centrados en las
formas, se ha venido demonizando a Sánchez desde el inicio de la legislatura
que, como ya he comentado, ha creado un clima irrespirable, donde el insulto y
la descalificación se han impuesto a la razón argumental de cualquier programa,
cultivando actitudes irreconciliables que, junto a lo ya mencionado, ha ubicado
al PP en una posición muy crítica respecto a las alianzas posibles con otros
grupos parlamentarios o partidos. Resultado: El PP solo puede pactar con VOX,
lo que le deja en evidencia y en una incómoda posición para ejercer el acuerdo,
que es la madre de la acción democrática.
Esto lleva a la paradoja de acabar
pidiendo al PSOE su apoyo para cumplir el programa del PP, o sea auparlo al
Gobierno, que incluía la derogación del “Sanchismo”. Es una situación
irracional pedirle a Sánchez que se haga un harakiri político para dar vida al
contrincante… sobre todo considerando que mientras se pide esto desde el balcón
de Génova, las bases del PP, gritan: “Que te vote Txapote”, incluso, gritos de
apoyo a Ayuso delante de la cara de su líder visiblemente incómodo.
Pero el resultado final es
incuestionable. El PP ha ganado las elecciones por mayoría simple. ¿De qué
sirve eso?, pues de nada si no se tiene capacidad de negociar con otros el
número necesario de apoyos para la investidura.
Y en esas estamos.
Nuestro sistema democrático, o sea
nuestra Constitución, es garantista y defensora del pensamiento libre de todos
y cada uno de los ciudadanos del país, para defender aquello que mejor
interpreten, incluso la propia modificación de la Constitución ejercida por los
cauces previstos en la misma.
Esta situación tan paradójica,
donde se juega quién gobierna el Estado, deja en manos de un partido, que quiere
romperlo, la orientación del mismo. Curiosamente un partido de derechas, como
JuntsxCat, tiene la llave para decidir si gobierna el PP ‒la derecha‒ o el PSOE ‒la izquierda‒.
La Cataluña de hoy no es la misma
de la del 2017, cuando se aplicó el 155, a la vista están los resultados
electorales. PSOE ha arrasado y Sumar
tras ellos, los otros, por debajo de Sumar, son la minoría… ello merece una
serena reflexión. Actualmente el Gobierno catalán está sometido al orden constitucional,
aunque sea a regañadientes, y las negociaciones que puedan plantear con los
partidos que optan a gobernar, sea PP o PSOE, saben que no pueden saltarse ese
orden. A partir de ahí, ellos sabrán que les es más provechoso.
De momento le toca al PP intentar
formar gobierno, lo que a mi entender es incuestionable, dado que es el partido
más votado y, ya se sabe lo que pasó con Arrimadas en Cataluña. Hay que
arriesgarse para dar la cara y la talla en la defensa de su proyecto político… otra
cosa es que consiga o no los apoyos necesarios, dejando la “papeleta” al
segundo partido más votado, o sea el PSOE, de no conseguirlo. En todo caso, es
importante aclarar que nuestra democracia no es presidencialista como la
francesa, por ejemplo, sino parlamentaria como la inglesa, y es el Parlamento el
que elige al Presidente y no directamente los votantes, sino sus
representantes. Lo otro es marear la perdiz y cuestionar el dictado de la
propia Constitución. Si fuera presidencialista habría segunda vuelta con los
dos candidatos más votados.
Un último apunte. Si nuestros
políticos tuvieran una visión compartida de Estado, es decir que el país, su
gobernabilidad y la resolución de sus problemas es lo prioritario, deberían
tomar el toro por los cuernos, haciendo un análisis correcto de la historia y de
la diversidad de nuestra sociedad, para concluir como integrar un proyecto
político compartido donde no sea la independencia el referente sino la articulación
de la “interdependencia” dentro de esa diversidad. Pero eso es otro tema que
requiere un texto, incluso, más amplio que este.
Feliz verano y disfruten ustedes de
este maravilloso lugar donde habitamos… Nosotros hemos cumplido votando, a
ellos les corresponde interpretar nuestra voluntad y obrar en consecuencia.