miércoles, 7 de abril de 2021

El futuro se siembra y cultiva hoy.


La falacia del neoliberalismo

La libertad para el neoliberalismo es la ausencia de controles del Estado, o la sumisión de este a sus intereses, para que sean la iniciativa privada y el mercado los regidores de la sociedad; o sea, algo parecido al darwinismo económico. Ello implica que los poderosos, los que tienen los recursos, puedan imponer su ley desde la asimetría y el consenso o negociación entre ellos, sin límite salvo el fracaso. Al individuo solo le queda el sometimiento al sistema si quiere sobrevivir en él, lo que implica el servirlos en sus intereses renunciando a su propia libertad, salvo que pretenda vivir en una marginalidad social sin la seguridad que le otorga el sistema. Si les sirve tendrá acceso a todos sus adelantos en el círculo consumista, bajo una nueva concepción de neofeudalismo, donde el señor es la corporación y el siervo el empleado; servirá a su señor y este le otorgará su bendición y amparo para poder acceder, mediante el gasto del sueldo recibido, al consumo de aquellos productos que sus empresas fabrican apoyadas en sus empleados-siervos. Ese podría ser el Nuevo Orden Mundial; una o varias, pero escasas, macroempresas globalizadas, con poder sobre los Estados, dueñas y señoras de los flujos económicos, del conocimiento, de la ciencia y los recursos, con capacidad para hacer caer de rodillas a los gobiernos o gestores de los distintos países, con un PIB inferior al capital que ellos acumulan, mediante el chantaje financiero y la deslocalización de sus empresas de producción, de las que depende el empleo en ese país en concreto, sometido a las leyes del mercado.

 

He aquí el ideal de las grandes corporaciones: globalización, sin Estado con capacidad de legislar en su contra sino sometidos a sus intereses corporativistas, marginando la democracia y su capacidad de modular el sistema, creando una estructura universal por encima de las economías estatales, que quedarían sin capacidad para el control de la moneda (esta desaparecerá, ya estamos viendo el ensayo y auge del bitcoin como ejemplo de criptomoneda, o monedo virtual, sin control de los bancos centrales ni sometimiento al patrón oro de la actualidad) y, en todo caso, estos Estados, tendrán  la función de recaudar impuestos para comprarle a las corporaciones los servicios públicos que le ofrezcan a sus ciudadanos, si bien estas, o las de su holding, se reservarían el poder contratar, directamente con sus empleados, las pólizas y servicios necesarios para su seguridad y subsistencia, como ya se hace en determinadas multinacionales americanas. En resumidas cuentas, un ser humano a la servidumbre de las multinacionales y sus intereses económicos, que generará los recursos para la vida y, por ende, tendrá la capacidad de decidir a quién y cómo se los vende y otorga mediante las leyes de un mercado manipulable por la oferta y la demanda, como ya se puede observar en lo referente a las vacunas de la COVID-19.

 

Ese es el riesgo y ese es el proyecto que se adivina tras los movimientos de la globalización y las nuevas ideologías populistas del neoliberalismo. Se gobierna para la empresa, para la generadora de empleo, para quienes son dueños de los recursos económicos, esperando que se dignen invertir esos recursos para dar trabajo al ciudadano que queda en segundo orden en el entramado productivo, es decir prevalece el dinero sobre el productor o empleado. El objetivo es generar riqueza, pero no la justa distribución de esos beneficios, que se computan como tales en las macrocifras sin bajar al ruedo de la pobreza, generando cada vez más diferencias entre ricos y pobres; decía Balzac que “detrás de toda gran fortuna siempre hay un crimen”, si quieren ustedes cambien la palabra crimen por injusticia social para que sus oídos no se escandalicen, pero la injusticia social es un crimen según la RAE.

 

Desde hace tiempo, a esas empresas, se los otorgan beneficios importantes para que instalen sus fábricas en un país: terrenos, exenciones fiscales, subvenciones, etc. un claro ejemplo lo tenemos en lo que ocurre con ALCOA en Galicia, esa empresa americana, la tercera en producción de aluminio a nivel mundial, que ahora, tras haber obtenido pingües beneficios se larga y deja un regalo emponzoñado.

 

Cuando el neoliberal habla de libertad no piensa en la libertad del ser humano, en el individuo, piensa en la capacidad de decidir de quienes tienen esos recursos para ponerlos en circulación con garantía de obtener unas ganancias suculentas. No se para a pensar en los efectos colaterales, salvo para disimular ante los votantes que le aúpan al poder, en un claro intento de seducirlos con argumentos más o menos estructurados, pero creíbles; la verdad es poliédrica y no se puede conocer con solo ver una de sus cara.

 

Un análisis imparcial, sosegado y desde la reflexión ante los hechos que uno viene observando, te lleva a concluir que podría existir una estrategia, más que menos diseñada, para gestionar el cambia desde el punto de partida hacía el objetivo final. La sociología proporciona datos interesantes sobre las conductas de la gente y los grupos de poder y su influencia social, sobre cómo incidir para controlar el proceso de cambio a largo plazo.

 

Lo primero es controlar los medios o herramientas para hacerlo, como son los políticos a través de los partidos y sus líderes (prácticamente todos son comprables, solo cambia el precio y la forma de presionar), luego establecer acuerdos globales y de libre cumplimiento entre los Estados, con leyes y normas que garanticen una estructuración blindada del sistema; a la vez se ha de aletargar al ciudadano de a pie, que es el votante, y hacerle perder la confianza en el sistema democrático, que acaba desprestigiado, abriéndose el campo a otros sistemas dictatoriales o de sumisión para mejor incidir en la opinión pública, procurando un giro en la localización de la toma de decisiones, pasando de elecciones libres y democráticas a elecciones  condicionadas por las normas y constituciones que se basan en el sostenimiento del sistema neoliberal y en la estructuración ya referida. De eso ya hay bastante evidencia en la actualidad.  Por tanto es necesario controlar, también, a la mayoría de los medios de comunicación y usarlos como poderosa arma para influir en el estado de opinión y en la propia conformación de los valores y principios del ciudadano, reenfocando su atención a nimiedades y cuestiones secundarias, evitando su participación en lo que realmente se cuece. Se sabe positivamente, desde tiempo inmemorial, que es fácilmente manipulable la opinión pública a través de la gestión emocional y la canalización de impulsos. Las falsas noticias y la posverdad amparadas en la disposición al sesgo de confirmación (tendencia a creer aquello que está en consonancia con mi propio pensamiento o ideario) es un buen ejemplo de ello. Decía Goebbels, al jefe de campaña de Adolf Hitler: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Para Goebbels, maquiavélico en sus planteamientos, el acto de mentir no se ha de analizar y evaluar más allá de moralidad con objeto de extraer de él una innegable utilidad: su influencia en la sociedad. O sea que el influjo que se persigue solo ha de ser tamizado, no condicionado, por la moralidad o la ética, su bondad la determinará el pragmatismo de su resultado en función de los objetivos que se persiguen, aunque sean inmorales o amorales, lo importante es el beneficio de la causa.

 

Estamos viendo, en los últimos tiempos, como se va desarrollando este planteamiento que he expuesto, cómo la política deteriora a la democracia, cómo la gente pierde su interés en ella, cómo muchos medios de información abandonan su esencia informativa y se convierten en instrumentos de manipulación, cómo surge una nueva política populista que intenta despertar una nacionalismo excluyente que aglutina pensamientos de tipo “paranoide” contra la migración, los diferentes, potenciando las fobias a la diversidad y todo lo que no sea el propio pensamiento o ideario, incluso pretende imponer su añeja moral, cargada de hipocresía, para condicionar o limitar los propios derechos personales de los individuos (un derecho individual es, para mí, aquel que conlleva una decisión que afecta en exclusiva al sujeto que la ejerce y que no se impone  a los demás como un acto obligatorio sino opcional y al libre albedrío del individuo, y que, además, es reconocido y protegido por el propio Estado y la legislación; el último ha sido la eutanasia). En resumidas cuentas, se pretenderá infantilizar al ciudadano, evitando su madurez y capacidad de pensar y discernir por sí mismo, para procurar que, en ese infantilismo, pida la intervención y protección del padre omnipotente que le saque del atolladero, que decida por él y que le garantice su bienestar, aunque sea a costa de su sumisión filial, porque quedará demostrado que el Gran Hermano es el sabedor, quien tiene toda la sabiduría y capacidad para decidir en función del dominio de los “Big data”, que le otorga ese conocimiento sostenido en la inteligencia artificial de sus grandes y poderosos ordenadores y la clase tecnológica que los maneja.

 

Una nueva era se aproxima. Yo la vislumbro, aunque no la veré en todo su apogeo, pues ya son pocos los años que me quedan, pero viene como el rayo, a velocidad inusitada, como nunca evolucionó antes la ciencia. En un futuro volverá el alfabetismo, no como el de ahora sino el funcional, pues la tecnología requerirá de conocimientos especiales solo asequibles a aquellos que los desarrollen, quedando una masa ingente sin capacidad de juicio o maniobrabilidad para conseguir la información necesaria para la toma de decisiones, lo que implica un analfabetismo funcional.

 

Entrarán en una dinámica de alta tecnología, de consumo egoísta, exacerbado e irresponsable de recursos, de insolidaridad y aislamiento individual y de especie, de ruptura con el equilibrio ecológico, como ya se va observando… El hombre se creerá un dios menor con capacidad para gestar recursos y afrontar todos los imprevistos a través de la ciencia, del conocimiento de los secretos cósmicos que generan la vida, se consolidará el cambio climático, la desforestación, el deshielo, los tsunamis, alteraciones sísmicas, etc.  hasta que se quede sin nada más que la nada, hasta que lo haya consumido todo, hasta que la propia vida se extinga y se desertice el planeta sin agua, sin flora, sin fauna, sin la armonía de un ecosistema que garantice la vida, hasta que se vaya reduciéndola población al último superviviente. Entonces, una espora hibernada será el testigo mudo de lo que hubo, esperando mejor ocasión para volver a dinamizar el ciclo de la vida a través de miles de años de nueva evolución, si la tierra se regenera.

 

Al cabo de centenares de miles de años, habrá otra civilización que intentará hacer aquí lo que pretendemos nosotros en Marte, explorar y comprender la historia y evolución de este planeta, ya desierto. Descubrirá que fue un planeta azul, de belleza inusitada, un paraíso para vivir en armonía, para disfrutar de un rico ecosistema generador de emociones y de vida; y se preguntará como fueron tan idiotas sus habitantes para acabar con el paraíso que les fue otorgado por la naturaleza o, si usted es creyente, por Dios; en ese caso, me atrevería a decirle que el paraíso terrenal que Dios le otorgó a Adán y Eva fue la Tierra y solo le puso como condición que la cuidara y la gobernara con acierto y respeto, equilibradamente, de lo contrario cometería el pecado original y perdería su esencia de paraíso, teniendo que cultivarla con el sudor de su frente hasta devastarla con su irracionalidad.  

 

“Somos lo que somos por lo que fuimos y será lo que sea por lo que somos. El futuro se siembra y cultiva en el presente”. Con este aserto solo quiero aludir a que, ese mañana que he dibujado anteriormente, ya empieza a vislumbrarse en el mundo de la política, de la tecnología, de la economía y de la propia cultura global. Es una hipótesis, pero que puede ser otro en función de lo que hagamos hoy. Recordemos que, como decía Machado, se hace camino al andar… y si andamos alocados, de forma irreflexiva, egoísta e irresponsablemente, obviando la herencia recibida del pasado y dejada a las generaciones venideras, esa hipótesis que planteo puede prosperar.

 

Por tanto es el momento de pensar más antes de perder el derecho al voto, hemos de saber a dónde nos conduce una u otra política y cómo deberíamos reconducir la situación desde nuestra soberanía popular actual, antes de perderla, para que los lobos disfrazados de corderos, los cantos de sirenas, no nos engañen y lleven a confundir nuestra propia libertad con la de aquellos que nos quieren someter a sus intereses; esa es la batalla, esa es la contienda por la supervivencia en libertad, equidad e igualdad entre los seres humanos. En el humanismo sigue estando vigente la trilogía de la sociedad libre: igualdad, fraternidad y libertad.

 

Pero… estamos perdiendo la batalla, ya nos tienen bastante controlados mediante la tecnología, el iphone y todos los medios que acumulan nuestros datos, que completan el Big Data para que el Gran Hermano los compute y seamos permeables y descifrables mediante complejos sistemas de análisis matemático a través de los, no menos complejos, algorítmicos que utilizan (El Big data es un término que hace referencia a conjuntos de datos tan grandes y complejos que precisan de aplicaciones informáticas no tradicionales de procesamiento de datos para tratarlos adecuadamente). Por tanto el enemigo lo tenemos en casa, entró como un canto de sirena a través de las tecnologías, la tele, el iphone, las alexas, los canales privados de TV, los facebook, twiter, instagram, blog, etc.  se nos regala la autovía para circular por ella, pero los sensores van conociendo nuestra ruta y nuestra forma de conducir, nuestras fortalezas y debilidades, nuestros deseos y frustraciones; el mercado usará esos datos para vender aquello que nuestro propio subconsciente no nos aflora o para controlar o crear estados de opinión que nos atrapen…  y yo, ahora mismo, lo estoy utilizando para el engorde de mi ego; me facilitan decir lo que digo, para saber lo que pienso y eso les permite tener conocimiento de las tendencias de opinión que surgen y que pueden ser prevalentes o maleables para reconducirlas. No es una paranoia, sino un razonamiento desde el conocimiento limitado de cómo funciona el sistema en el que yo, tú, aquel, somos, individualmente, nimiedades pero integrantes de un todo que tiene el poder de la masa. De momento se nos censuran cosas en Facebook que chocan con nuestra forma de ver las cosas, pero que reconducen la conducta hacia un tipo de actuación modelado por otros, tal vez un intento de adoctrinamiento impositivo que no ha sido consensuado con nosotros mismos sino con la moral y la ética de quien lo impone como dueño del medio que utilizamos… como diciendo: “si lo quieres bien, y si no lárgate, que esto no es tuyo”. El palo y la zanahoria de la teoría motivacional de Jeremy Bentham, acoplada al momento evolutivo.

 

Tal vez, el único recurso que nos quede, sin saber hasta cuando, es el voto responsable mientras sirva para algo, si es que sirve aún. Por eso sería bueno que supiéramos leer entre líneas para descubrir el pastel que nos quiere vender cada uno con sus ofertas. El progreso que estamos generando no es malo, en todo caso es peligroso, pero por el uso que le puedan dar aquellos que lo dominan. La tecnología es un instrumento de utilidad impresionante, pero es el objetivo que se persigue con su uso el que puede desacreditarla o hacerla nefasta, pues ella es neutral. El Big data nos permite complejos análisis de datos que nos pueden llevar a increíbles conclusiones en favor de nuestra evolución y desarrollo, pero puede ser mal usada por intereses espurios de sujetos o corporaciones en función de quien y para qué pueda utilizarlo. En todo caso, yo me quedo con que la democracia no es la confrontación irracional sino el intento de entenderse todos con respeto a la mayoría, sabiendo que esa mayoría mantendrá el respeto a la minoría y libertad, para gobernar con sentido de Estado. Mas, a la vista de determinados planteamientos de confrontación, en políticos o “políticas” siempre en campaña, la esperanza se pierde y se adivina que el objetivo de sus actuaciones no son las personas sino el poder en sí mismo para ejercerlo en beneficio de sus grupos de pertenencia y alcanzar intereses personales, ególatras y megalómanos en muchos casos.

 

Nuestra libertad radica en nuestro libre pensar y, el respeto a esa libertad, ha de permitir que el pensador puede ejercerla sin cortapisas ni condicionantes, salvo las justas leyes del humanismo que neutralizan el daño que unos puedan ejercer sobre los otros. Somos metes interconectados que se nutren en comunión del intelecto y esa vía debe considerarse como el instrumento básicos que establece las sinergias que nos permiten evolucionar desde ese humanismo.

 

Concluyo que en política todos tienen razón limitada al mirar solo una parte de la realidad, la cara de ese prisma que mencioné, que tienen más próxima a sus ojos, pero hemos de considerar que esa miopía solo nos permite ver esa cara y desconocer las demás que integran el todo, nuestra obligación como seres pensantes es acercarnos a la comprensión del todo para que no nos engañen viendo solo un cara del prisma.

 

Yo sigo devanándome los sesos para conseguir tener mi propio pensamiento libre de injerencias y manipulaciones, y no lo consigo con la nitidez que quisiera… pero lo intento. El futuro se siembra y cultiva hoy, de lo que hagas hoy dependerá, en gran parte, el mañana.

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Me embarga el estupor ante los hechos

  Opinión | TRIBUNA Antonio Porras Cabrera Profesor jubilado de la UMA Publicado en La Opinión de Málaga el 10 FEB 2024 7:00  ======...