domingo, 16 de diciembre de 2018

Entre los olivos verdes (Poema a Federico)



Ayer se dieron cita grandes rapsodas y algún que otro poeta, a los que me uní por invitación de Ricardo. Francis Portillo, Ruiz de León, Pepi Zea y Ricardo del Pino mostraron sus excelentes dotes de rapsodas. Yo, entre otros, di lectura a mi poema sobre la muerte de Federico García Lorca. Gustó hasta interesarse Portillo en él y pedirme la copia en papel que llevaba. En Uruguay también gustó cuando lo leí en el Encuentro de poetas y narradores de Punta del Este y en el homenaje que le organizamos en ASPROJUMA a Federico por el 120 aniversario de su nacimiento. Hoy quiero exponerlo aquí para vosotros y espero que también os guste. En él intento hacer jugar a muchos de los personajes que integraron su obra, a los que Preciosa (Preciosa y el aire) convoca gritando entre los olivos verdes para que acudan al duelo en la casa de Bernarda (Bernarda Alba). Pero léelo a ver si te gusta con su matiz lorquiano para adaptarse mejor al poeta de Fuente Vaqueros.

ENTRE LOS OLIVOS VERDES
(A Federico García Lorca)

Entre los olivos verdes
marcha la negra guadaña,
buscando va a Federico
para abrirle las entrañas.

San Cristobalón desnudo
desde un caballo de plata
ve pasar la pena negra
acompañando a la parca.

Y hasta el viento que lo lleva
desolado por la  infamia
queda preso de su espanto
al presentir la desgracia.

Ya lo llevan a los campos
en una noche estrellada
con su conjura de muerte
al llegar la madrugada.

Y entre los olivos verdes
brotan golpes y amenazas
hasta escucharse a lo lejos
un disparo que lo mata.

La luna de pergamino
va derramando su alma
al ver a los asesinos
profanar la luz del alba.

Entre los olivos verdes
corre Preciosa espantada
mesándose lo cabellos
gritando desesperada.

Llama a Antoñito el Camborio,
busca por todas las plazas
a Ignacio Sánchez Mejías
y ve a Soledad Montoya
con la faz desencajada
semblando un cuadro de Goya.

Hasta Paquiro y su hermano
dejaron de discutir,
en este mundo gitano,
que es día de luto y sufrir.

Y Preciosa con sus gritos
va llamando en la alborada
para plañir en el duelo
en la casa de Bernarda.

Lloran estrellas fugaces
en lluvia desesperada.
La luna de los gitanos
va gimiendo la desgracia
asomándose al barranco
dejando enlutada el alba.

¡Ay! luna de pergamino,
luna de frígida plata,
escóndete entre las nubes
escóndete entre la jara,
no le des luz a los campos
en esta noche tan trágica.

Tragedia,
Bodas de sangre
en la tierra derramada
que ha dejado de ser Yerma
para preñarse en su savia,
para acoger la semilla
que dé su fruto mañana.

En tanto,
Mariana Pineda,
banderas de libertad
sigue bordando en su casa
sin enterarse siquiera
de tanta y tanta desgracia.

Mientras que en el viento bailan
canciones de amor y pena
suenan guitarras de plata
tocadas por los gitanos
entre zorongos y zambras.

Y entre los olivos verdes
sombras de sangre y de nácar
van jugando entre las ramas
como si fueran fantasmas.

La muerte se fue contenta
y a Federico llevaba,
se lo arrebató a la vida
la fuerza de su guadaña.

Desde entonces en el cielo
suena una zambra gitana,
y de pena y sufrimiento
quedó la tierra preñada.

Entre los olivos verdes
corre Preciosa espantada
mesándose los cabellos
gritando desesperada,
a casa de los ingleses
para ver sí ellos lo salvan…

Federico no se ha muerto
por mucho que lo mataran,
siguen danzando en el aire
sus versos y sus palabras
mecidos por esa luna
en una cuna de plata
mientras le canta una nana
herida de amor y magia.
Federico no está muerto…

Autor: Antonio Porras Cabrera

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