Mira para otro lado, a tu derecha está la miseria. |
En este mundo de Dios, nacer en uno u otro lugar es
una cuestión azarosa que acaba condicionando el sino de cada cual (lo del sino
tiene múltiples connotaciones, incluso de fatalismo, pero me refiero a los
condicionantes sociales en los que te enmarca la familia y el lugar de
nacimiento). No es lo mismo nacer en familia pobre que rica, en instruida que
en iletrada, en la ciudad o en el campo, en un lugar o en otro… también juega
el nivel de inteligencia, lógicamente, pero estará condicionado siempre por el
acceso a recursos que permitan el desarrollo intelectual del sujeto.
Nuestra sociedad industrializada, que sigue su
proceso evolutivo imparable, cada vez es más insolidaria al fundamentarse en
una filosofía de corte felón y perverso donde se prima el éxito desde la
ideología de pragmatismo a la americana: “solo es verdadero aquello que
funciona”; “El pragmatismo consiste en reducir "lo verdadero a lo
útil" negando el conocimiento teórico en diversos grados; para los más
radicales sólo es verdadero aquello que conduce al éxito individual, mientras
que para otros, sólo es verdadero cuando se haya verificado con los hechos”
siguiendo los planteamientos de William James. Otro precursor del pragmatismo,
en este caso desde Europa, fue Federico Nietzsche, quien dice: "la verdad
no es un valor teórico, sino también una expresión para designar la
utilidad." Y según él, sirve para designar el poderío.
Ese toque de pragmatismo es el que reina en nuestra
sociedad, donde lo importante es el éxito; pero el éxito se enmarca siempre en
unos valores determinados, que son los que definen los objetivos exitosos, los
que se ajustan a los términos que se cultivan en esa sociedad. En este mundo
pragmático lo útil se proyecta en lo material, en conseguir los utensilio que
usamos como herramientas u objetos para facilitar la vida y sus cosas en un
ambiente de competitividad exacerbada, lo que nos lleva a obtener el éxito en
tanto seamos capaces de aportar algo en esa dirección de utilidad social dentro
de un mercado de transacciones comerciales materiales. Por tanto en una
sociedad injusta, de engaño y rapiña, el éxito lo obtendrá quien consiga más
dinero, más comercio y transacciones mercantiles, y poder, sin importar
demasiado las formas de lograrlo, al existir una moral y ética laxa que permite
subterfugios alegales para lograrlo. Hace unos días, cuando Trump ganó,
incompresiblemente para los europeos, las elecciones americanas, un amigo
americano me justificaba su elección en que era un hombre de éxito empresarial,
pragmático. La ideología pasó a un segundo orden. Y es aquí, precisamente, donde
está el dilema bajo mi punto de vista. Las ideologías son las que determinan
los principios y valores que conforman la cultura de los pueblos y, por ende,
enmarcan el concepto de éxito en función de esos valores. Si no hay ideología
sino materialismo puro desideologizado, acabaremos sin el soporte o sostén que delimitan
la convivencia y las normas sociales de justicia, solidaridad y fraternidad que
definen a los pueblos y su gente, en suma a los seres humano.
Por tanto, el dilema de nuestra sociedad no está
tanto en pragmatismo sí o no, sino en cuales son los principios que rigen la
convivencia, la justicia y los valores de una sociedad que anda pivotando desde
un concepto de solidaridad a otro de avaricia y codicia personal basado en la
potenciación y cultivo del egoísmo de la ciudadanía en su conjunto, que es
verdaderamente lo peligroso por el poder que se genera en la masa social… y mal
asunto cuando ese pragmatismo va enfocado a esos objetivos. De aquí a pasar de
la problemática de los otros seres o ciudadanos, a mirarse el ombligo y a
fomentar una idea facistoide como valor social, solo hay un pequeño salto. La
justicia distributiva empieza por la igualdad de oportunidades, es decir porque
cada ciudadano tenga la posibilidad de desarrollarse en la misma proporción y
con los mismos recursos. No se trata de subsidiar a nadie, que se ha de hacer
cuando no hay más remedio, sino de apoyar su realización e implicación en el
desarrollo de la sociedad mediante el ejercicio de una actividad acorde con sus
capacidades.
Es aquí donde estamos haciendo aguas, donde la barca
puede hundirse en un mar de egoísmos y de insolidaridad con los propios del
lugar y con los demás seres humanos a los que les fuimos poniendo fronteras a
conveniencia de los grupos de poder. Se juega el marco social del futuro, las
ideologías que determinarán ese marco y la cultura social que los soporte.
Estamos en un momento de especial trascendencia, de crisis estructural… o mejor
dicho, de crisis cultural, de valores, principios y axiomas que determinen qué
tipo de sociedad queremos de cara al mañana.
Hay dos modelos de fondo: uno es el modelo
neoliberal de mercado, materialista y de desarrollo alocado, que siempre
responde con una fuga hacia adelante cuando hay una crisis. Es una bola de
nieve que va creciendo y arrasando todo a su paso. Los recursos de la tierra se
acabarán y esa idea inventará algo para vivir en el desierto, bajo tierra si es
preciso, mediante el uso y abuso de la tecnología. El agua contaminada es un buen argumento de
negocia, pues habrá que descontaminarla y ese asunto dará dinero; el aire contaminado
igual… acabaremos con escafandras para salir a la calle dentro de un tiempo
pero pagando, los alimentos no los dará la tierra sino la química y los
invernaderos, si se colapsa la economía mundial, como es el caso del mundo de
la construcción, se hace una guerra, con su negocio armamentístico, se destruye
lo construido y se vuelve a construir con una tecnología más moderna, total sobra
gente sobre el mundo, y así todo… el negocio, siempre el negocio. El ser humano
es un mero accidente para el pensamiento de los negocios, solo sirve si
construye y consume, si no qué más da, no sirve y no importa lo que ocurra con
él. Alguien dijo que el sistema capitalista y de libre mercado es el enemigo
número uno del desarrollo sostenido por esa filosofía que todo lo fija en el
mercado y en el abuso de recursos y consumo; son los antisistema que acabarán
con el mayor sistema que hay en la tierra, que es la propia tierra en
equilibrio.
Otro modelo, de corte más humanista, es el que
pretende llevar a término un desarrollo sostenido, donde los recursos usados se
repongan de forma natural por la tierra sin mermar sus capacidades de
regeneración, mediante un balance equilibrado entre lo consumido y lo
producido. En este caso, entiendo que se considera más al ser humano que al
negocio; aquí todo está pensado para facilitar la vida de la ciudadanía, para
potenciar su desarrollo personal e intelectual centrando en ello los objetivos
básicos de esa cultura social donde se enmarca la dinámica productiva. Los
valores dejan de ser el egoísmo, que es un valor innato en el sujeto basado en
su instinto de supervivencia, para evolucionar hacia otro de solidaridad desde
la lógica de la inteligencia y no de las emociones. Existe una idea dicotómica
del concepto progreso que lo interpreta a conveniencia, habiendo dos tipos de
progreso, uno material y otro personal o intelectual. Aquí aconsejo que os deis
una vuelta por un artículo que publiqué allá por 2007 en mi blog. Pinchar aquí para
el enlace. En él encontraréis lo que yo entiendo por progreso y el
desarrollo de estas dos acepciones.
Estos dos modelos discutibles tienen defensores acérrimos
en nuestra sociedad y entiendo que cada cual defienda sus posiciones, pues cada
cual tiene sus intereses y su formación, por no decir su personalidad y sus
valores, lo malo es cuando esa defensa se hace de forma irracional, sin considerar
la bondad y la maldad de cada uno de ellos. La producción y el mercado no
pueden ser objetivo de una carrera desenfrenada, sin pararse a pensar qué y cuáles
son las necesidades del ser humano y no las de una empresa de hacer dinero en
ese mercado. Qué macro-objetivos y misión tiene el hombre en este mundo, cuál
en su fin y su desarrollo personal. De aquí se desprenderá si lo importantes es
el ser humano en su conjunto y sus potencialidades o el factor empresa con su
desarrollo económico en un mundo de locura dominado por el dinero.
En todo caso, para luchar contra la marginalidad y
la pobreza que alimentan al cuarto mundo, habrá que pensar en qué dirección enfocamos la economía y las
plusvalías que se generan con la actividad humana. Aquí aflora el concepto de “economía
humanista” al servicio de la sociedad en su conjunto, de la humanidad, en lugar
de al servicio de las corporaciones multinacionales, de las empresas y la banca.
La empresa está condicionada al ser humano y no al revés. Es el trabajo el que
produce, no el dinero, salvo que estemos en la indeseada economía especulativa.
Para concluir, es un problema de valores, de
principios que conforme una sociedad enfocada al ser humano y su desarrollo
intelectual, espiritual, mental o como quiera llamarlo… al SER y no tanto al TENER.
Ese es nuestro reto en un mundo tremendamente complicado, donde el interés de
unos que dominan el poder está en una dirección diferente al de la sociedad en
su conjunto y que lo implementan con el consentimiento de una ciudadanía a la
que acaban alienando mediante el uso de técnicas manipulativas utilizadas por los
medios que tienen a su disposición, desde la propia escuela donde forman
sujetos conformistas y sumisos, hasta el manejo de la información para crear estados
de opinión que les sean propicios, elaborando y potenciando valores de
insolidaridad, codicia, avaricia y, en suma, egoísmo defensivo. Nuestra crisis,
como ya he mencionado en otras ocasiones, no es solo estructural, sino cultural…
y por lo que se ve, tras los últimos acontecimientos, no vamos por buen camino
para solucionarla. Parece que si no tomamos medidas más precisas el cuarto
mundo seguirá creciendo.
2 comentarios:
Qué decirte, Antonio? sueles poner letra a mis pensamientos. Hace tiempo que tengo la sensación que la humanidad se cargó al mundo y ahora éste se desangra por cualquier esquina.
Celebro confluir contigo en esa apreciación. El mundo necesita una verdadera catarsis.
Un abrazo
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