Esta segunda parte del viaje por Portugal
y el norte de España, lo dedicaremos a la zona española. Habíamos entrado por
Badajoz el día 8 de Julio y, tras 4 noches en el país vecino, pasamos a Galicia por la frontera entre Valença do
Minho y Tuy. Teníamos previsto pasar dos noches en Vigo para seguir luego hacia
A Coruña y visitar a unos amigos, pero los amigos de Vigo, Pablo y Mercedes,
nos dijeron que Chelo y Quique venían en dos días a la ciudad y decidimos
esperarlos allá y darles la sorpresa.
En este texto incluiré enlaces para que, quien
quiera conocer más sobre la zona en concreto, pueda cargar desde internet esa
información. La ruta se inicia con la entrada a España por Tuy para asentarnos
en Vigo, visitando desde allí las Islas Cies, Combarro, la Ribeira Sacra, el
monasterio de Santo Estevo y Allariz, para pasar luego por Puebla de Sanabria y
ubicarnos en Carrión de los Condes, con desplazamiento a Saldaña y aledaños. De
vuelta a casa pasamos por Lerma y Madrid en visita familiar. Pero vayamos por
partes.
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Tuy
Tuy es una ciudad
fronteriza con Portugal al sur de Galicia, de unos 17000 habitantes, cargada de
historia desde los tiempos remotos, que toma especial relevancia con la
separación de Portugal del reino de Galicia y León, allá por el siglo XII.
Siendo fronteriza fue campo de innumerables actos bélicos, tomando especial
relevancia a lo largo de los siglos siguientes. Un detalle significativo es su catedral
almenada, a modo de fortaleza, dedicada a Santa María, que se construyó
inicialmente bajo el estilo románico y fue modificada a lo largo de los siglos apareciendo
importantes aportaciones de estilo gótico. Su portada principal está
considerada el primer conjunto escultórico gótico de la península ibérica.
En realidad solo estuvimos un par de
horas, aprovechando para tomar café y dar una vuelta por sus calles céntricas
cargadas de historia y de una arquitectura y urbanismo propia de los cascos
antiguos de este tipo de ciudades. Vale la pena pasear por ella e ir
descubriendo la peculiaridad de sus rincones e iglesias, como la de San Telmo o
la capilla de la Misericordia.
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¡Cómo ha cambiado Vigo desde la última vez
que lo visitamos hace unos 20 años! En el fondo se ha sometido a esa transición
del pasado al presente a través de la ruta seguida por la mayoría de los
pueblos de España y otros países, pues en Portugal también tuve esa sensación.
Lo vi más limpio, más presentables sus fachadas, con mejor cuidado y desarrollo
urbanístico, con más encanto. Allí nos esperaban Pablo y Mercedes, amigos de
profesión y dedicación a la salud mental. Dejarse aconsejar y recorrer la
ciudad de la mano de sus entendidos habitantes siempre es un placer.
Nos alojamos en el hotel Puerta del Sol,
en la plaza del mismo nombre, a un tiro de piedra del centro, por no decir en
el mismo centro, y del casco antiguo y puerto. Ambiente nocturno llenando las
terrazas de los bares, donde corría la cerveza y los ricos caldos de la zona,
como el albariño o el ribeiro, acompañando siempre un buen plato de pulpo,
mejillones o mariscada, además de otros muchos que integran la rica gastronomía
gallega. Primera noche dedicada al centro y su oferta de ocio y restauración,
con poca cosa más, pues el viaje fue agotador y la cama nos llamaba.
No se olviden pasar por la calle de la
Piedra o Rua da Pedra, para degustar las ricas ostras que se adquieren en unas
mesa de piedra para ser consumidas en los bares aledaños, donde, además, podrás
completar el mantel con otras viandas como el pulpo, los mejillones, navajas, filloas
como rico postre (aunque en este caso las pedimos rellenas de marisco), etc. y
regado todo por un fresco vino de la tierra.
La segunda noche nuestros amigos nos sorprendieron con un
lugar apartado, en las afueras de Vigo (creo que se llamaba restaurante Luis),
al otro lado de la ría, en la ladera de la montaña, panorama pintado con el
verde de sus campos asomados a la ría para ver las bateas de mejillones en
lontananza. Una impresionante mariscada, escoltada por otros platos de
productos substraídos a la mar y deleite del fresco sabor del albariño, nos llamaba
al apetito, pero recordando que la mesura a nuestra edad es una buena consejera
para poder descansar por la noche plácidamente, sin que proteste el tracto
digestivo por el acúmulo de fósforo y derivados del marisco, amenazando con
elevar los valores del úrico y sus consecuencias.
Galicia, además del marisco y el vino de
las cepas de su ribeira sacra, es rica en quesos, de sabor variado, pero
prevaleciendo el de tetilla, que se presentan en forma de mama, o teta. Aunque
el quesero que nos vendió diversos quesos de la zona, nos comentó que “el buen
queso gallego se presenta en forma de disco o lenticular”. Aludió al queso
Arzúa-Ulloa y también nos habló y dio a probar el Queixo do Cebreiro, el San
Simón da costa y otros. Tentación que acaba incitando a cargar con quesos si no
andas con la suficiente mesura.
No quiero olvidar la comida con nuestros
amigos de A Coruña, a los que les dimos la sorpresa cuando llegaron al hotel
Pazo dos Escudos, puesto que no nos esperaban allí. Con Chelo y Quique comimos
y pasamos la tarde, hasta que se incorporaron Pablo y Mercedes. Siempre es un
placer compartir con ellos tiempo, conversación y anécdotas del pasado en los
congresos y en la historia de nuestra actividad profesional. ¡La química en la
amistad es tan importante! y Chelo es un flujo continuo de bondad y humanismo
que trasciende hasta atraparte en esa sensación placentera que provocan
determinados amigos cargados de energía positiva. Nos gustó el hotel Pazo dos
Escudos. Claro un 5 estrellas suele gustar, pero en este caso su arquitectura
de fachada palaciega, sus vistas e instalaciones, justificaban esa sensación.
Pero en Vigo hubo más. También pasamos un
buen rato, una de las noches, compartiendo ronda de tapas y vinos con nuestra
paisana y amiga Julia Senciales, con la que quedamos para vernos en el centro.
Julia hace muchos años que marchó del pueblo, aunque vuelve cuando puede a
revivir sus años infantiles y mozos. En este caso, los revivimos a la par
contando anécdotas y vivencias del pasado, al amparo de la privilegiada memoria
de Julia, que nos sorprendió con su capacidad de recuerdo. Gracias a ti
también, Julia, por el buen rato que pasamos.
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También visitamos las Islas Cies. No
habíamos ido antes y esta era una excelente oportunidad para conocerlas. Tomamos el barco desde Vigo con la intención
de hacer una pequeña excursión por ellas y llegar hasta el faro, pero el cuerpo
ya no es el que era y no responde al esfuerzo requerido para subir montes
aunque sea una tolerable inclinación. Apenas pasamos del camping nos dedicamos
a ver el paisaje, a disfrutar del expectante flujo de peces en la laguna y de
la blanca y extensa playa cargada de bañistas bajo un sol excepcional en
aquellos días. Paseo, pues, por la isla, fotos al canto y una cerveza fresca
cerró nuestra estancia. Es un buen lugar para acampar en su camping y pasar
unos días desconectados del mundanal ruido, solo arrullados por la música de las olas y alguna que otra ave,
prevaleciendo las gaviotas. No hay coches, ni moto, solo el barco que te lleva
y trae. Para subir al camping, cargando con las tiendas y viandas, hay unos
carritos de tracción manual que has de arrastrar a modo de bestia de carga. Los
niños pequeños, sentados en el carrito, mientras sus padres o madres lo
arrastraban, eran felices con aquel invento… se les veía en la cara.
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Anduvimos indecisos entre Combarro y Baiona,
al final nos acercamos a Combarro para pasar un ratito y ver su amplia oferta
de hórreos y sus construcciones en piedra y entorno marinero. Fue de pasada. Os
dejo algunas fotos y enlace a internet a un lugar llamado La gran escapada,
donde encontraréis un interesante reportaje sobre el pueblo.
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La visita a la Ribeira Sacra fue una buena
decisión, ya que incluimos en la ruta el monasterio de Santo Estevo y Allariz.
Hicimos la entrada bordeando el río Sil desde Os Peares hasta el embarcadero
para coger el catamarán. Bosque profundo, carretera estrecha y no apta para
miedicas por la falta de luminosidad y, sobre todo, deslumbramiento solar.
Difícil encontrar el sitio si no fuera por el GPS que siempre es una buena
herramienta para llegar a destino, que era el embarcadero del embalse de Santo
Estevo (San Esteban). Este embalse se construyó en el mismo Cañón del
río Sil, sobre una orografía muy complicada, lo que provocó que su construcción
durara muchos años. Se inició en 1945 y en el año 1956 fue inaugurado. Fueron
necesarios 2000 hombres, de los cuales una parte importante eran presos del
régimen traídos por la Empresa Dragados de Penales do Estado.
El catamarán, a un precio de 13 euros por
persona, remonta el embalse por el Cañón del Sil rodeado de montañas boscosas,
con algún que otro mirador desde las mismas. En la vertiente norte se aprecian
viñedos sembrados en laderas empinadas de acceso muy dificultoso y no menos
dificultosa vendimia pues, en algunos casos, solo se puede sacar la uva a
través del propio río. La vid solo se verá en la falda norte donde disfrutará
la cepa de mayor exposición solar dando una mejor calidad a la uva. La ladera
sur ofrece abundantes castaños, que en este tiempo estaban en plena floración.
El viaje dura una hora y media, algo largo
bajo mi punto de vista, pero merece la pena por la espectacularidad del entorno.
Para garantizar una plaza en el barco se ha de llamar antes por teléfono y
reservarla, incluso pagarla, si se quiere, por internet. La salida hacia Santo
Estevo es menos dificultosa que la entrada por Os Peares y se encuentran
algunos miradores que te invitan a parar y disfrutar de espléndidas vistas del
embalse y los cañones.
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Es un conjunto monasterial católico ya en
desuso, ubicado en el municipio orensano de Nogueira de Ramuin, en la comarca
de la Ribeira Sacra. En la actualidad forma parte de la red de Paradores
Nacionales. Por su aislamiento es un lugar privilegiado para el descanso, la
meditación y el encuentro con la naturaleza. Como todo parador ubicado en monasterio conjuga el ascetismo o sobriedad
religiosa con las comodidades del presente, produciendo una extraña sensación
entre misticismo y confort. Pasear por los claustros mientras se lee es una de
las bondades de estos lugares, o bien contemplar sus arcadas haciendo volar el
pensamiento hacia un pretérito lejano, donde el poder de los monasterios era
absoluto en sus dominios y daba vida a todo un mundo integrado por sus siervos
y vecinos.
Su etapa de esplendor se inicia en el
siglo X, bajo la autoridad del abad Franquila. De forma similar a lo ocurrido
con otros claustros, también sufrió los efectos de la Desamortización de 1835.
En 1923 recibió el reconocimiento de Monumento Histórico-Artístico. Su
estructura y decoración cuenta con elementos románicos, góticos, renacentistas
y barrocos. La fachada, un conjunto de gran interés, pertenece a este último
estilo. Está organizado alrededor de tres claustros. El más antiguo, llamado de
los Obispos, es románico. Los otros dos, también de gran belleza, son
renacentistas.
La iglesia, de origen románico y planta
basilical, tiene dos torres de campanario a los lados. En su interior se guarda
un altar de piedra de gran tamaño que representa a Jesús con los apóstoles,
mientras los retablos, renacentistas del siglo XVI, muestran escenas del Nuevo
Testamento. En el exterior encontramos un cementerio.
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Aparte del enlace que pongo en el nombre
del pueblo, podéis encontrar una excelente información de Victor Gómez en un
artículo sobre el lugar en este otro enlace.
Aunque ya íbamos cansados del viaje y dada la hora y el calor en las
proximidades de Ourense, no podíamos dejar de visitar este pueblo, que te
ofrece una arquitectura y estructura urbana singular y rica, con calles pavimentadas
con grandes losas de piedra, un excelente parque urbano y un río con abundante
agua que impregna de frescor su entorno. Allariz es uno de los pueblos más
bonitos de la zona y de gran patrimonio histórico de componente medieval.
Entramos por el puente románico del siglo XII, con cierta envidia hacia los
chavales que se zambullían en el mismo río o en la piscina aledaña para matar
el calor. En la puerta de la iglesia de Santa María observamos un cruceiro de
los muchos que se ven por esas tierras gallegas, mientras discurríamos por una
calle cubierta por unas frondosas plantas que le aportaban un agradable
frescor.
Su Casco Histórico, fue declarado Conjunto Histórico Artístico en
1971, y restaurado posteriormente, lo que le valió que le concedieran el Premio
Europeo de Urbanismo. Tiene una interesante oferta museística y turística que
es aconsejable conocer de la mano de la chica de Información y Turismo, siempre
atenta e interesada en diseñar la mejor ruta para visitar el pueblo, aunque en
nuestro caso solo pudimos dar una vuelta por sus empinadas calles, ver su
robustas casas de piedra y granito y tomar un café con hielo a la orilla del
río mientras el agua, en un salto de molino, nos arrullaba a su paso dando una
sensación de relax y sosiego. Vale la pena visitar ese lugar, os lo aseguro.
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Puebla de Sanabria era un lugar de
tránsito, pero como teníamos que comer decidimos hacerlo en un restaurante
afamado de esta villa, el Abelardo, que tenía bastante demanda en ese momento,
donde se degusta un excelente pulpo a la sanabresa, buen bacalao, truchas y
otros manjares.
De esta localidad cabe destacar el
conjunto urbano de Puebla de Sanabria, resultado de las múltiples intervenciones
a las que se ha visto avocada en su devenir histórico. Su extremo norte
conserva las principales edificaciones, reflejo de su antiguo poder civil,
militar y eclesiástico. Su recinto urbano se encuentra limitado por estructuras
defensivas de la época medieval que fueron modificadas y reforzadas a partir
del siglo XVII. Destaca el notable nivel de conservación de su patrimonio
paisajístico y medioambiental, de características similares a las del cercano
espacio natural protegido del parque natural del Lago de Sanabria.
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Hablar de Carrión es casi como hablar de nuestra
segunda casa. Hace años que, de la mano de nuestros amigos Pablo y Marisa,
Carrión nos abrió sus puertas, casi nos hizo hijos adoptivos y sembramos la
amistad con mucha gente. Su historia se pierde en la noche de los tiempos. La
vía romana Aquitania, que une Burdeos con Astorga, y que fue construida,
lógicamente, por los romanos, pasa por allí. Durante la Alta Edad Media,
Carrión de los Condes fue una de las ciudades más importantes de los reinos
cristianos y en ella se celebraron cortes y sínodos.
Allá por 1398 nació en la localidad el
famoso militar y poeta Marqués de
Santillana, nombre por el que es conocido Íñigo López de Mendoza, justo al frente del
bar de mi amiga Belén. No hago alusión al tributo de las Cien Doncellas que,
junto con la batalla de Clavijo, no deja de ser un sospechoso mito, y de las
diatribas entre el Cid y los Condes de Carrión, que también anda en cuestión
por su falsedad, solo sustentadas por el Cantar del mío Cid.
Más de una vez lo hemos convertido en
punto de referencia para organizar rutas y conocer la zona. Al estar en el
transitado Camino de Santiago, es rico en arte románico y edificios religiosos
de gran monumentalidad. Especialmente bello es el Pantocrátor del friso de la
iglesia de Santiago. Aconsejo entrar en el enlace para conocer más de esta
interesante localidad (cliquea aquí).
Se ha de resaltar como bien de interés cultural, además de la referida iglesia
de Santiago, la de Santa
María del Camino y el Monasterio de San
Zoilo, sin olvidarse de las iglesias de Belén, San Andrés Apóstol y San
Julián o el Convento de Santa Clara de las Clarisas. Como arquitectura civil
resalto el Ayuntamiento, la Casa de Cultura, el Teatro Sarabia, la calzada y el
puente sobre el río Carrión.
El monasterio de
San Zoilo es en la actualidad un hotel, donde nos alojamos, manteniendo
toda su estructura y monumentalidad. Sus dos claustros, jardines, refectorio,
la iglesia, etc. le dan un toque especial que, con un continuo canto gregoriano
de fondo, te trasporta a otra dimensión. El frescor de su arbolado entorno,
potenciado por la proximidad del río Carrión, hace de él un oasis placentero en medio
del caluroso verano castellano. Su milenaria historia está jalonada de hechos
importantes. Una visita para conocerlo es imprescindible si se pasa por la
ciudad.
Desde allí se pueden visitar diversos
lugares con una estupenda oferta de arte, sobre todo románico, como son Villalcazar de
Sirga; la iglesia del más puro estilo románico, de San
Martín de Frómista; la Villa Romana de la
Olmeda; la singular Saldaña
con su plaza porticada y el cercano restaurante El Molino; Támara
con su impresionante iglesia de San Hipólito el Real donde veréis un precioso
órgano sostenido por una sola columna de madera; o el majestuoso retablo renacentista
de la iglesia de Santoyo.
No me puedo olvidar de recomendar una visita a Palencia
para ver su catedral, a la que llaman la bella desconocida, además de otros
lugares de interés que tiene la ciudad. Tampoco me quiero olvidar de Astudillo, cuyo conjunto monumental fue
declarado Bien de Interés Cultural, con categoría de Conjunto Histórico
Artístico, en 1995. Resalto el Real Monasterio de Santa Clara, fundado a
mediados del siglo XIV por María de Padilla, querida del
rey Pedro I de Castilla.
En otras ocasiones, desde allí, hemos
viajado a Burgos y sus Merindades, a
Aguilar de Campoo, Herrera de Pisuerga, o la zona de los pantanos del norte de
Palencia, Sahagún, los Campos Godos y sus pueblos, norte de Valladolid, León y
un amplio etc. Pero en este caso solo visitamos Saldaña de la que os hablo a
continuación.
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Saldaña, también a orillas del río
Carrión, está algo más al norte. Es el centro comarcal de la comarca de Vega-Valdavia.
Fue la cabecera de más de cien lugares, señorío del Marqués de Santillana y uno
de los centros de formación más importantes del país. La antigua Gili-Zalan,
luego llamada Saldania, se hizo famosa por sus luchas contra Roma, cuya
dominación fue larga y fecunda. Lo atestiguan los alrededores, que son un
inagotable filón arqueológico, en gran parte intacto. En este sentido podemos
visitar uno de los yacimientos más importantes de restos arqueológicos romanos
en España, como es la Villa Romana de La
Olmeda, que, aunque corresponde al municipio de Pedrosa de la Vega, está en
ruta, muy próximo a Saldaña, donde se conservan en una iglesia, a modo de museo
visitable con la misma entrada de la Villa Romana, muchos de los restos que se
fueron encontrando en la citada villa.
Tiene fama la Casa Torcida de Saldaña, que
es una casa solariega de finales del
siglo XVI situada en la plaza del marqués de la Valdavia, en cuya fachada se
observa una malformación de las jácenas del primer piso, por lo que cuenta con
dos teorías acerca de su extraña construcción. La primera es que se trata de un
hundimiento del terreno, la segunda que fue construida a propósito de esa
manera para facilitar la carga y descarga de grano desde el primer piso.
Actualmente la casa ha sido rehabilitada en su totalidad y desde el año 2010
funciona como un establecimiento hostelero, en cuyo restaurante hemos comido en
alguna ocasión.
Me permito copiar unas curiosidades sobre
su plaza Vieja y el entorno: “También
conocida como Plaza de los
Francos, o incluso Plaza
de los Marranos, lo que nos da una pista de su actividad mercantil y
cercanía con la judería de la villa. Declarado conjunto
histórico-artístico desde el día 30 de mayo de 1996. Aunque el conjunto actual
en su mayoría es obra de los siglos XVI al XVIII, sus orígenes
se remontan al siglo X. Su arquitectura es de poste y carrera, con
soportales de madera y algunos con columnas de piedra. En noviembre de 1128, el
castillo de Saldaña fue escenario de la boda real del hijo de la reina Urraca y Raimundo
de Borgoña, Alfonso VII Raimúndez, con Berenguela de Barcelona, hija
del conde de Barcelona Ramón Berenguer III. Para celebrar tan magno
acontecimiento, se celebró una corrida de toros en esta insigne
plaza, la primera conocida en la historia taurina de España”.
En esta ocasión nos sorprendió la
celebración de la Semana de la Villa Romana de La Olmeda. Numerosos vecinos
iban ataviados con indumentaria romana, disfrazados de patricios, doncellas, centuriones,
gladiadores, etc. En la plaza encontramos un mercado a estilo romano, con
alfarero incluido y ambiente apropiado a la celebración. Desfile con carroza y
música y el negocio redondo en bares y comercios. Dejamos el lugar y nos fuimos
a comer al restaurante El Molino, a muy poca distancia de la villa.
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Dice su lema: “La mejor cocina castellana en
el lugar más paradisíaco”. Yo resalto sus carnes de la región y el lechazo
asado. Pero más, incluso, recalco lo de lugar paradisiaco. Es un viejo molino
rodeado de arboleda y canales de agua corriente que le otorgan un frescor y
ambiente singularmente refrescante y sombreado. El único problema son los
mosquitos que, como es natural, habitan la zona.
Buen lechazo, doy fe de ello, y buen
yantar en conjunto. Sombra y brisa que silva entre las hojas acompañando el
sonido del agua cantarina al sentirse liberada del estrecho paso bajo el viejo
molino que le aprisiona en su aceña.
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Parar en Lerma era una vieja aspiración,
pues ya en otras ocasiones pasamos de largo mientras nos llamaba su silueta monumental
desde la colina. En esta ocasión decidimos parar, comer allá y dar una vuelta
por la villa tan renombrada por la fama del que fuera su señor, Duque de Lerma.
Su historia y desarrollo va
irremediablemente unida al mecenazgo de Francisco de Sandoval y Rojas, que fue
el primer Duque de Lerma y valido del rey Felipe III. La villa fue al Valladolid
cortesano (1601-1606) lo que El Escorial a Madrid. Fue
declarada conjunto histórico-artístico en 1965.
Es conocida por ser el principal conjunto arquitectónico
herreriano de España y alberga el único parador de turismo de
la provincia de Burgos, ubicado en el Palacio Ducal de
Lerma, considerado uno de los diez mejores paradores de España (durante la
Guerra Civil se utilizó el edifico como cárcel). En él comimos y lo visitamos
como un ejemplo de esplendor palaciego y monumentalidad. Es recomendable tomar
un café o refrigerio en su patio de columnas para disfrutar de su entorno
esplendoroso.
Transitando por la ciudad se ha de visitar
forzosamente su plaza mayor que es una de las más grandes de España, incluso
que la de Salamanca. Resaltar también el Mirador de los Arcos, el Arco de la Cárcel,
sus murallas y casas medievales y su casco antiguo. La gastronomía castellana
tiene allá un excelente referente.
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Fin de la ruta, pues ya todo el tiempo restante
se dedicó a visitas familiares y volver a casa, que, tras tan largo e intenso
viaje, era nuestro principal objetivo para poder descansar.
2 comentarios:
Estupendo reportaje. Conozco Galicia, justamente
en uno de los lugares que paré fue en Tuy, visitando amigos.
jajaja ahi el auto de alquiler que me tocó en suerte,
era enorme (había pedido uno más pequeño, obvio).
Recorrí muchos lugares, pero veo que tu me muestras
otros por los que no he estado que me apunto.
Buenisimas las fotos,
Muero por ese pulpo saldañés.
Las ilas Cies, que no sabía que existían,
son paradisíacas!
Besos a los dos
Myriam, tienes que volver a esa zona.... Bueno España está plena de lugares recónditos sorprendentes cargados de historia que te están llamando.
Besos
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