He de reconocer que ando profundamente preocupado
por los derroteros que pueda tomar este mundo. Siempre me pregunté qué mundo le
vamos a dejar a nuestros hijos. Pero a la vez cabe preguntarse también ¿Qué hijos
le vamos a dejar a este mundo? El problema es que ese mundo puede que no sea,
ya no digo controlable, sino previsible.
Estamos asistiendo a hechos que ponen en cuestión el
futuro. Y lo que es más grave, constatamos la incompetencia e incapacidad de nuestros
políticos para buscar una solución adecuada, para establecer un proyecto común,
que ilusione a la gente implicándola en la conformación de ese futuro que
neutralice las tendencias suicidas y catastróficas de grupos que provocan el
caos, sabedores de que a río revuelto ganancia de pescadores, pues ellos son
expertos en pescar en la inseguridad, el miedo y la confrontación.
Creo que no se gestiona bien la situación y se va
estableciendo una dinámica de “terribilitis”, que es la tendencia a verlo todo
bajo el prisma del terror, del miedo y la inseguridad. Es normal que la gente,
cuando ha confiado en sus gobiernos, paga sus impuestos y cree en la dinámica de
relaciones sociales establecidas, se sienta angustiada, con miedo y sensación de
inseguridad ante los acontecimientos que se escapan del control y evolución normal.
Puede que el mundo esté loco y sin expertos para
curarlo. Pero puede que esos expertos estén jugando a otra cosa y busquen otro
mundo al que se llegaría cambiando este, justificando el hecho en la necesidad
de esa cura. Los cambios sociales se producen con el asentimiento de la propia
sociedad y ésta solo acepta esos cambios si son soluciones a situaciones insostenibles
de crisis, incluso, en sus valores, la ética y las ideologías. Decía José Luis
Sampedro que el miedo es la mejor herramienta para someter a los pueblos. Qué
razón tenía el viejo filósofo y humanista que nos dejó un legado digno de
consideración y conocimiento de la gente responsable y comprometida con el
proceso evolutivo de los seres humanos.
El miedo, como siempre, está siendo usado para
someter a los pueblos. Pero ante el miedo se pierde la razón y los propios
pueblos tienen reacciones incomprensibles basadas en emociones, en la
visceralidad que emana de esa angustia que se aloja en las vísceras. Sinceramente,
y hablo bajo una interpretación subjetiva muy personal, no creo que a los grupos
de poder, que pretenden el gobierno del mundo, les interese mucho resolver
situaciones de agobio o causantes de terror para la población, siempre que sean
controlables.
Desde que se inventó el término “efectos colaterales”
cada día tengo más claro que esos efectos se gestionan y valoran en función de
los beneficios que puedan acarrear los otros actos que los provocan. Si tal
país, reino dictador y antidemocrático, nos proporciona beneficios importantes,
podremos tolerarle sus vilezas y atentados a los valores occidentales mientras
nos proporcione energía que facilite nuestro desarrollo económico. Lo suyo será
un juego de niño travieso mientras no nos cierre el grifo.
Los campos de batalla donde se siembra el odio,
serán necesarios para dar salida a nuestra fabricación de armas a cambio de su
petróleo. Mientras tanto, ellos, con la guerra se seguirán empobreciendo y ese
recurso energético que los podría enriquecer, acabarán empleándolo en armamento
habiendo revertir los dineros del barril en el mundo que se lo compra. Efectos
colaterales los habrá, pues de esas guerras surgen ideologías integristas y
terrorismo que, en el fondo, sirven para atemorizar a la población civil que
acabará entregada y dispuesta a someterse a todo control que fuera preciso para
evitar el terrorismo, incluso, a renunciar a derechos y libertades establecidos
de forma muy consolidada imposibles de cuestionar si no fuera por esa situación
de miedo y terror.
Es más, algunos líderes añorantes y deseosos de
ejercer su dominio de forma dictatorial y someter a la población a principios y
valores inconfesables, juegan con las emociones patrióticas, ideológicas y
religiosas para acabar metiendo en el redil a todo el ganado que puebla su
campo de gobierno. Miedo me da el caso de Turquía, que en un extraño golpe de
Estado ha encontrado la razón para purgar sus instituciones desarrolladas al amparo
de la ideología laica desde hace casi un siglo, de la mano del llamado padre de
la Turquía moderna, Mustafá Kemal Atatürk, el estadista más célebre de la
Turquía del siglo XX. Y aunque siga siendo un modelo a imitar para muchos
turcos seguidores de su filosofía política, otra corriente está ganando fuerza
en el país, se trata del Otomanismo, que con la llegada de Erdogán al poder ha
comenzado el culto a la edad dorada de su nación, tomando como modelo el
imperio otomano. Esta nueva situación me crea la sospecha de un autogolpe o el
consentimiento y utilización de un golpe fallido de antemano, para purgar y
realizar el verdadero golpe de Estado contra las instituciones laicas, llevando
al país a una nueva situación integrada en el islamismo. Militares, jueces,
profesores, funcionarios… eso me suena a depuración, a limpieza y cambio de modelo
con la excusa de la traición a la democracia. Grandes quebraderos de cabeza
deberá causar esta situación a un occidente que se afirmó en aquel territorio
como avanzadilla hacia oriente. El fanatismo bien controlado acaba siendo
sumiso con sus líderes, pierde la esencia de la libertad y grita desde la ética
del esclavo: ¡Vivan las cadenas! Arrasa con la libertad individual y solo
proclama y tolera conductas que se ajustan a sus dogmas incuestionables.
¿HACIA DÓNDE VAS, TURQUÍA?
Luego pasan otras cosas de orden menor y mayor en
este mundo cruel y despiadado, donde la falacia es el instrumento de gestión para
la creación de opiniones públicas. Seguirá la guerra en Irak, en Siria, en
Libia, etc. Esas guerras pueden ser productivas, aunque sus efectos colaterales
sean importantes. Es más, también se podría llevar a Venezuela u otro país de
interés que esté descolgado, o se pueda descolgar, del dominio de las
multinacionales occidentales. Las grandes potencias pueden acabar con cualquier
guerra, incluso, por sofocación, como se hace con el fuego cuando se le priva
del oxígeno, pero yo no veo que lo intenten siquiera.
De todas formas esos efectos quien más los sufre son
los pueblos llanos y solo se estremecen con ellos los otros pueblos llanos que
siente empatía, sabedores de que esa situación puede ser trasladable a su
clase. Esos sentimientos de condolencia, de solidaridad, de identificación,
incluso de culpa, bien manejados y manipulados pueden ser interesantes para
conseguir reorientar el nuevo mundo donde el ser humano no tenga más dominio que
aquel que se le permita desde los medios del poder que lo controlan todo, de
ese Gran Hermano que nos protege del terror y de la miseria si somos sumisos y
obedientes, del Gran Hermano que nos hace niños pequeños para poder decidir por
nosotros como padres nutricios si somos buenos, o padres críticos si somos
rebeldes, siguiendo la teoría transaccional. Al fin y al cabo, eso de la doble
moral, es una constante en nuestra civilización, como lo ha denunciado el mismo
Papa de Roma reprendiendo a quienes roban a la sociedad y luego quieren limpiar
su conciencia haciendo donativos a la Iglesia o a los pobres.
Lo cierto, amigos, es que el mundo de la política
solo se pone nervioso y toma cartas en el asunto, cuando sale a la calle la
gente ante un hecho criminalmente deplorable, cuando el sistema se puede
tambalear por la toma de conciencia de un colectivo importante de la sociedad,
o cuando el estatus establecido corre peligro y su proyecto de cambio hay que
frenarlo para dejar que las aguas vuelvan a su cauce.
El arte de algunos políticos ya no es conseguir la solución
de los problemas existentes, sino conseguir que los que se crean en el tránsito
hacia otra dimensión de su conveniencia, o nuevo orden, no sean detectados o,
en su caso, neutralizar los movimientos reactivos a los mismos dejándolos
dormir, según el caso, hasta reactivarlos cuando la movida sedimente de nuevo.
Negros pronósticos habemus, hermanos de clase. Saben
disimular y si no ejercemos nuestra capacidad de análisis racional y crítico no
tendremos conciencia de lo que pasa. Es más, muchos se dejarán llevar sin la
más mínima resistencia, como el hooligan entregado a los designios del líder de
su grupo o partido, creerá lo que le dicen, votará en contra de sus intereses
sin saberlo, y los defenderá como el fiel esclavo sometía a los otros esclavos
a la voluntad de su señor.
Mientras tanto, seguiremos refractarios a los muertos
de allende, horrorizados por los de aquende, e indiferentes a los otros que ni
siquiera conocemos, como son los producidos por el hambre, la miseria y la
injusticia aquende y allende. Los medios son de ellos, las teles son de ellos y
la política de información la dominan ellos. Te hablan de Venezuela cuando les interesa,
te nombra la injusticia de África cuando quieren, te sacan a colación los
refugiados si es de su conveniencia… Solo nos quedan algunos baluartes donde el
pregón de ciertas ONGs, o sujetos comprometidos desde su ideología o credo,
claman al cielo, aunque al final sea un clamor en el desierto. Adormilar las
conciencias, deshumanizar al ser humano, crear la cultura de las tecnologías,
especializar al hombre para hacerlo más débil y dependiente, despersonalizarlo
hasta poder gestionarlo más fácilmente como un mero elemento de engranaje en
una sociedad ensamblada, donde el ser humano pierde su identidad personal para
convertirse en un elemento integrado en un mundo ajeno a su singularidad.
No crean, amigos, que no me preocupa los actos
terroristas de Niza, Munich, París, Bruselas o EE. UU., claro que me preocupa,
y mucho, como no podría ser de otra manera. Pero sobre todo me preocupa esa
incapacidad de nuestros gobernantes para neutralizar a quienes cultivan a los
alienados sujetos que se inmolan o matan bajo la consigna de un credo o religión,
que debería ser la primera en luchar contra ellos. También, confieso que me preocupa,
la injusticia distributiva de los recursos mundiales, la pobreza, la miseria,
el hambre, el abuso de autoridad, los políticos ladrones y sus prebendas, la
malversación de los dineros públicos, el exceso de parásitos en la
administración, el nepotismo, la marginación, el poder cada vez mayor de la banca,
el desencuentro de los pueblos y su manipulación… y muchas más cosas que son
inherentes al vivir en un mundo como este, que se mueve por el egoísmo desde
sus tiempos remotos a pesar de los valores tan humanos que se dice defender.
En fin, amigos, esto no deja de ser una mera
reflexión desde una perspectiva propia, bajo el conocimiento que la adorna, con
la sola intención de compartirlo en base al derecho de libre pensar y expresar
las ideas. Puede que lo compartas o no, pero al menos permítete pensar en ello
buscando una realidad muchas veces oculta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario