El gran debate |
Notición que, por
su impacto, no dejaba de ser esperado. El rey ha abdicado… que no es lo mismo
que dimitir. En este caso no es cuestionable quien le sustituirá, ya está
definido y lo hace convencido de que da los bártulos y arreos de matar
(permítaseme el símil taurino) ha su heredero. El cargo se ocupará, no por designación
de elección democrática, sino por derecho de sangre. En fin, eso es lo que establece
la tan vapuleada Constitución.
Pero vayamos por
partes. La intención u objetivo, más o menos encubierto, debe ser rearmar la
corona, hacer una transición política que obligaría a determinados cambios constitucionales
para dar respuesta a la crisis que estamos viviendo. Tal vez una nueva, o
modificada, constitución donde cupieran las aspiraciones de los pueblos que
integran el Estado español. El rey andaba lacrado por los negocios y presuntas
corrupciones de su yerno, por la sospecha de connivencia sobre la casa real, por
el “perdón y el ya no volverá a suceder más”… y un amplio etc. que ha ido
deteriorando el prestigio y la imagen del rey y la casa real, a la vez que se
amplía el deseo republicano entre la ciudadanía.
Felipe VI (eso
suena a anacrónico) podría representar el papel de su padre en la primera
transición. Ahora, con el desencuentro ante determinadas comunidades, se
produce una situación que demanda cambios importantes y que se ofrecen al nuevo
rey como carta de presentación, como forma de consolidarse en su reinado con
estilo propio, dejando en la cuneta la vinculación al pasado de su padre y la
primera transición. Ser el artífice de un nuevo encuentro entre los distintos
pueblos del Estado le daría fuelle para reivindicarse como garante de esa
entente cordial entre las fuerzas políticas que representan, en mayor o menor
grado, a la ciudadanía. Si, además, esa nueva situación se consolida mediante
un referéndum, la monarquía se fortalece.
Han sido
especialmente meticulosos en mantener la imagen del príncipe impoluta, libre de
implicaciones en los tejemanejes de otros miembros de la casa real de los que procuraba
apartarse mostrando su rechazo, en presentarlo como un hombre más cercano al
pueblo, que se casa con una plebeya, que ha ido haciendo oposiciones al puesto
de forma sistemática mediante viajes, actos y apariciones en busca de la
aprobación del ciudadano. Ahora, lo que, bajo mi opinión, se oferta es la
asunción, de nuevo, del papel aglutinador, de catalizador de las distintas
posiciones y salvador del sistema, enfocando la situación hacia esa entente que
refería.
No sé, por
supuesto, al menos de momento, cual ha sido el detonante real de la decisión a
pesar de lo que se diga, pero sigo pensando que un análisis serio de la situación,
desde el punto de vista político, económico y social, acabará por despertar el
olfato de cualquiera, llevándolo a valorar la influencia que ha tenido el batacazo
de los dos grandes partidos, defensores de la monarquía, en las elecciones
europeas; la demanda reiterada del Sr. Más y adláteres en el derecho a decidir
como alternativa al desprecio del gobierno central a sus intereses; el
conflicto vasco, donde persiste el lastre de ETA y sus presos (interesante
situación para dar una amnistía a los presos, condicionada por la aceptación de
una constitución y modelo nuevo de
relación entre Euskadi y el resto de España); la salida de la crisis
económica y la reafirmación de la llamada marca España, tan deteriorada por la
corrupción en general, que toca a la propia casa real y, por último, la amenaza
de cambios importantes en la tendencia política de la ciudadanía, que ha
sorprendido elevando a Podemos a los alteras de la representación.
Pero, también,
una vez abierta la caja de pandora, abierto el melón, es normal que cada cual quiera llevarse
su tajada… o lo que es lo mismo, que quieran plantear su derecho a decidir
sobre el sistema o estructura democrática que prefieram para la gobernanza del
Estado. Se aproximan tiempos convulsos, tiempos de debate, de encuentros y
desencuentros, de confrontación política entre el modelo monárquico y el
republicano para la jefatura del Estado e, incluso, del modelo de contrato
social, aunque este anda muy condicionado a nuestra pertenencia a la UE. Ahora
depende de lo que quieran plantear en el Congreso, de hasta dónde esté
dispuesto a mover ficha D. Mariano y su habilidad e inteligencia para hacerlo. Y
surgen las preguntas:
- ¿Modificamos los Estatutos y la autonomía en función de la historicidad y las peculiaridades de cada una?
- ¿Eliminamos o potenciamos el Senado?
- ¿Reconocemos o no el derecho a decidir de la ciudadanía respecto a su vinculación con el Estado?
- ¿Cuestionamos el derecho de la monarquía?
- ¿Hablamos de las listas abiertas y del sistema de representatividad?
- ¿Se cerrará la herida de la guerra civil y se reconocerá y se honrará a los muertos que lucharon por la democracia, o sea por el régimen que tenemos ahora, o seguiremos traicionándolos?
Todo ello se
presta a un debate democrático profundo, que veremos cómo lo articulan los representantes
políticos en su conjunto y el gobierno de turno en particular. Tiempos
convulsos, pues, pero apasionantes. Esperemos que sean sosegados, responsables,
clarividentes, con sentido de Estado y preservando y reforzando el papel de la
soberanía popular.
Ahora solo queda
esperar a que vayan moviendo ficha…
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