brote de vida imparable,
saca al niño de la yunta
del trabajo deleznable.
Son los cánticos de vida
Que el poeta lanza al viento.
Son la esperanza perdida
Que vuelve como alimento.
Miguel Hernandez cantó,
dentro de su baja cuna,
A los sinos insufribles
Que presentó la fortuna.
Y saltó el niño yuntero
Liberando de su cuello
En un acto de osadía
El yugo de su degüello.
Sacó desde sus adentros
Al león y al toro bravo
Al águila poderosa
En su vuelo idealizado.
Con un esfuerzo de sangre
Fue rompiendo las cadenas
Y a ese yugo despreciable
Que de nuevo le impusieron
Con las flechas lacerantes.
Noches de nuevo vinieron
Noches negras, negras noches
Que sumieron las españas
En pozos tan repugnantes.
Los luchadores murieron
Bajo el flujo de las armas
Y los cantores callaron
Muertas ya sus esperanzas.
La semilla de su canto
Brotó desde la distancia
Y dio nueva vida a todo
Lo que en otrora callara.
En cien años no mataron
Por persistente que fuera
Las ideas de libertad
De Miguel en sementera.
(Antonio Porras, 30/10/2010)
El pasado 28, con motivo del centenario del nacimiento de Miguel Hernández, se le ofreció un homenaje en mi pueblo natal, Cuevas de San Marcos. En la Casa de Cultura se llevó a efecto una actuación con la presencia del catautor Paco Damas que, con el apoyo de un conjunto de vecinas de la villa aficionadas a la poesía, presentó una lectura de poemas y su último disco musicando poemas de Hernández. Cada poema era recitado por una participante previamente a la actuación del catautor que le pone música y melodía al mismo, resultando emotiva y francamente interesante la presentación. El disco Tristes Guerras recoge 12 canciones de otros tantos poemas de Miguel.
Previamente, con el concejal de Cultura del Ayuntamiento habíamos convenido en proyectar un audiovisual, montado por mí, sobre soporte pps, como homenaje del pueblo al poeta. Consta de unas cuarenta diapositivas, que recogen imágenes de su vida y muerte y una breve semblanza de la misma. De fondo suenan dos canciones que elegí como apropiadas para reseñar y destacar la propia evolución de Miguel. Se trata de “El niño juntero”, una premonición del sino que le espera al niño, por haber nacido donde nació, un sometimiento a la explotación y al yugo que le hará esclavo de la vida, arrancando el fruto de la tierra con la pesada carga del trabajo, mientras otros disfrutan del beneficio de ese esfuerzo. En este caso la interpreta magistralmente Serrat, como hace con algunas otras de Hernández. La otra canción es “Vientos del pueblo”. En ella encontré la rebeldía que pregonaba en la primera para librar al chiquillo de ese sino terrible cuando se pregunta:
¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.
Vientos del pueblo es, para mí, una exaltación a la fuerza y voluntad del hombre sometido por la historia y la estructura dominante de los grupos de poder fácticos y reales. Plasma la idea de buscar el león que hay dentro de cada uno para enfrentarse a aquellos que quieren colocar el yugo a ese pueblo, haciéndolo de bueyes. Si se analiza detenidamente, estos dos poemas, nos dan la pauta del conflicto de la guerra civil, nos ubican históricamente en el momento en que se da el contexto de injusticia y explotación del pueblo por parte de unos pocos, ante los cuales, se ha de luchar y morir antes que someterse como bueyes. En contraposición al párrafo anterior de El niño juntero, coloco estos otros de Vientos del pueblo, como apoyo a mi interpretación sobre los hechos históricos y sociológicos que se dieron en aquellos tiempos.
No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
No sé que tiene este país nuestro, que la espada siempre pretende callar a la palabra, que la incultura mata al progreso real y humano, que los poderes fácticos no se bajan del caballo señorial respetando a los iguales, que la sangre del otro vale menos que una idea propia… La España invertebrada los es por no tener la cultura del entendimiento y el respeto, de la justicia social y del encuentro. Esas son las bases para estructurar y vertebrar una convivencia ciudadana que, aún hoy día, vemos deteriorada y vapuleada por intereses de grupo antepuestos al propio Estado y a la voluntad de todos, o de la mayoría, desde la libertad.
Este es mi pequeño homenaje a Miguel Hernández, cuya obra me impresionó extraordinariamente cuando se enterró un conocido joven, que murió de accidente, y leyeron la Elegía a Ramón Sijé. Desde entonces bebí de su poesía...