Opinión | Tribuna
Publicado
en el diario La Opinión de Málaga el 02 JUL 2025 7:00. Enlace:
https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/07/02/europa-otan-trump-119254088.html
Europa
necesita redefinirse desde su autonomía económica y militar al no haber sabido,
o querido, hacerlo, lo que le deja en una situación comprometida
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El secretario general de la OTAN, Mark Rutte. / Matthias Schrader / AP |
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Seguimos recibiendo latigazos
informativos. El mundo continúa presentando hechos preocupantes. Por ello, hoy
debemos escribir sobre lo que está pasando a nivel nacional e internacional. Es
de rigor tratar temas actuales que nos sirvan para enfocar la realidad y buscar
posibles soluciones o, al menos, toma de conciencia de una situación
preocupante, dado lo que ocurre en todo el orbe: guerra, muerte, peligro,
abismo, chantaje, lawfare, violación del derecho internacional, crímenes de
guerra y genocidios, política canalla y cínica, posverdad y manipulación,
siembra y cultivo del odio y de la ignorancia en el camino a la sumisión, etc.
Todo ello inmerso en una estrategia de darwinismo social, que, en esencia,
postula que los fuertes ven aumentar su riqueza y poder, mientras que los
débiles lo ven disminuir. Todo ello a través de la lucha por la supervivencia
en un marco social de confrontación donde vence el más fuerte. No entro en
mayores disquisiciones sobre este concepto apoyado en las teorías evolucionistas
de Darwin, pues merece, per se, una reflexión exclusiva.
El espectáculo de La Haya
En todo caso, la gota que ha
colmado el vaso y que, de alguna forma, me lleva hoy a enmarcar el tema de mi
texto, es el espectáculo dado por Trump y su sumiso, por no decir pelota, Mr.
Rutte, secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte,
que nos obsequió con el bochornoso espectáculo de su rendido vasallaje ante el
jefe en el encuentro de La Haya.
Ya queda claro que la OTAN no es una
alianza inter pares, entre estados soberanos, sino una herramienta de
sometimiento de tipo imperial o, tal vez, colonial, desde la asimetría del
poder. Es evidente que los Estados que la integran lo hacen bajo el imperio
norteamericano, aunque, en el paripé, su secretario general sea un europeo; eso
sí, su carácter ha de ser sumiso y rendido ante el gran jefe que Manitú, desde
el árido oeste americano, ha decidido imponer, eligiendo para ello a un
descendiente de colonos inmigrantes, dado que sus hijos naturales, los
milenarios indígenas, ya están fuera de circulación, cuasi extinguidos.
Sánchez sale respondón
La postura de Sánchez, dentro de la
ambigüedad que permite el propio tratado, ha sido opositora a ese 5% de
inversión en defensa y de obligado cumplimiento, que hay que aceptar porque lo
dice el jefe. Estamos en un mundo que se mueve entre pactos y acuerdos
sometidos a presiones, amenazas y miedos, como viene a demostrar la conducta de
Trump, carente del mínimo sentido diplomático y de respeto a la diversidad y
soberanía de los pueblos, dada su ‘imperial’ megalomanía. La posición que ha
tomado Sánchez, aunque, de momento, solo sea testimonial, puede despertar
conciencias como ya se está viendo en algunos países europeos, cuya población
es tremendamente crítica con la política impositiva de Trump y su eterna
amenaza de fanfarrón de patio de colegio.
A veces hay actos que traen a la
memoria momentos singulares que se asocian a los pactos de la mafia y las
negociaciones del acuerdo desde el poder del padrino. Cabreo, descalificación,
amenaza, inducción del miedo y, si acaso, el típico farol de juego del Póker.
No sé si fue en ‘El padrino’ donde escuché aquella frase: «Te voy a hacer una
propuesta que no podrás rechazar», o algo similar. Todo ello tan propio del
cine americano y de su forma de hacer negocio.
Posicionamientos políticos en la
línea de Sánchez
Ya he visto algunas declaraciones e
intervenciones en parlamentos europeos donde se alaba la actitud de Sánchez al
exponer, al menos, esa postura reivindicativa del derecho a decidir cada país
su política económica desde el ejercicio de su libertad soberana, mientras se
respeten los compromisos militares adquiridos, pues cada Estado ha de gestionar
sus propios recursos, según su mejor entender, en beneficio de su ciudadanía.
Tal vez estemos ante el inicio de una oposición a la influencia de Trump en
Europa, lo que conlleva una reivindicación del proyecto europeo más allá de los
acuerdos que puedan plantearse con los EEUU y la defensa global que representa
la OTAN.
Europa necesita redefinirse desde
su autonomía económica y militar al no haber sabido, o querido, hacerlo, lo que
le deja en una situación comprometida para establecer una hoja de ruta que le
lleve a esa situación de independencia. Pero, Europa no es un país, ni un
Estado, sino un conglomerado de países unidos por un acuerdo de tipo comercial,
económico, social y político, que sigue haciendo aguas por las costuras mal
suturadas que se abren forzadas por la tensión. Tal vez fuera necesario usar
otro tipo de pegamento o argamasa, incluso una soldadura estanca que permitiera
unificar los intereses de esa diversidad que la conforma.
Europa, o mejor dicho la UE, está
enferma, puede que de gravedad dados los síntomas. Cabe un buen diagnóstico y
un buen tratamiento para yugular la crisis, aunque deban intervenir los
cirujanos para extirpar algunos males. Puede, incluso, que haya que soltar ese
lastre interesado que bloquea su desarrollo integro, incluyendo principios y
valores incuestionables que se deberían legislar y exigir en su conjunto.
La Europa centrípeta versus
centrífuga
Existen dos fuerzas opuestas en
esta Europa, una centrífuga y otra centrípeta. La centrífuga acabará
diluyéndola en la nada, en el conglomerado de Estados o Naciones clásicos que
se fraguaron en la historia. El poder se diluye, las viejas naciones ya caducas
y con sueños imperiales de un ayer de guerra y confrontación autodestructora,
de un pretérito ya fenecido, pretenden nadar contracorriente para revivir ese
sueño, esa quimera en un mundo llamado al fracaso en el presente, dado el
contexto internacional. El mundo ya no es lo que era…
La fuerza centrípeta buscará
cohesión, aunque exigiendo sacrificios de soberanía nacional a fin de
canalizar, en un gran parlamento, las decisiones que afecten al conjunto de los
ciudadanos de las viejas naciones, homogeneizando su legislación. La cuestión
está en determinar si se va hacia más o menos Europa.
La realidad se impone. El nuevo
orden mundial va calando machaconamente en el proyecto de futuro, que ha dejado
de ser una distopía para ir vislumbrándose como una posible realidad de
pesadilla. La democracia muere y la plutocracia nace… He ahí el dilema. Los
plutócratas atacan desde el poder que siempre manejaron, aunque los Estados
condicionaron su ejercicio. Ahora pretenden acabar con esos Estados o, al
menos, minimizar su influencia, para ostentar un mayor poder a través de los
medios que la tecnología pone a su disposición, para, en el marco del referido
darwinismo social, poder desplegar toda su habilidad e influencia en beneficio
de las grandes corporaciones y fondos de inversión que, guiados por la IA
(Inteligencia Artificial) en el futuro próximo, por no decir actualidad, les
lleve al dominio de la economía y, con ello, a condicionar el desarrollo de la
humanidad, no solo económico sino social y cultural.
Un giro estratégico
Pero volviendo al tema, si EEUU se
muestra amenazante y pretende la sumisión europea a sus intereses económicos,
como parece desprenderse de esa exigencia del gasto militar para salvar su
economía de la industria de la guerra, Europa debería valorar los acuerdos con
Norteamérica, sus vínculos con Israel y el conjunto de su geoestrategia. Lo
malo es que andamos con la duda sobre si este es el momento adecuado y si tiene
capacidad para desarrollar un proyecto común independiente. Esa duda es un
lastre a la hora de tomar decisiones desde la libertad y para la libertad. El
miedo sigue estando presente. La amenaza rusa es una espada de Damocles que
pende sobre el futuro.
Tal vez, nuestra Europa, libre de
vasallaje, debería plantearse si no es mejor iniciar un proceso de paz y
entendimiento con Rusia, incluso acabar en un entente mínimo pero suficiente,
que lleve a una alianza beneficiosa para el conjunto de los países europeos y
la instauración de una paz basada en conciertos de mutuo beneficio.
Da la sensación de que Trump se
está ubicando a la altura de Putin en el uso del poder coercitivo y amenazante.
Siembra el miedo para cobrar la protección ante el mismo. Un extraño tufo
suelta esta amenaza que nos pone contra las cuerdas: «o estás conmigo o contra
mí», lo que obliga a la sumisión y pérdida de libertad, o sea de independencia.
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