viernes, 25 de julio de 2025

El triste recuerdo de la masacre de Srebenica

Opinión | tribuna

Por: Antonio Porras Cabrera

Publicado en el diario La Opinión de Málaga el día 23 JUL 2025 7:00

https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/07/23/triste-recuerdo-masacre-srebenica-119960843.html

Se cumplen 30 años de la atroz matanza de más de 8.000 hombres y niños bosnios musulmanes a mano del ejército serbio

Se cumplen 30 años de la atroz matanza de más de 8.000 hombres y niños bosnios musulmanes a mano del ejército serbio. / Amnistía Internacional

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Este 11 de julio se han cumplido 30 años de la masacre de Srebrenica. Una atroz matanza de más de 8.000 hombres y niños bosnios musulmanes a mano del ejército serbio de Bosnia, cuya intención era hacer una limpieza étnica, lo que se consideró un genocidio por el Tribunal Penal Internacional de la Haya para la ex Yugoslavia. Para mí hubo dos personajes claves como responsables de la inducción y planificación de aquella matanza, el presidente de la Republika Sprska, Radovan Karadžić (que era psiquiatra, lo reseño por la incongruencia de su locura), que señaló las directrices al ejército, y el responsable de ejecutarlas, el general serbobosnio Ratko Mladić. Ambos fueron condenados por genocidio y crímenes de guerra y lesa humanidad por el referido tribunal de la Haya.

Este pasado fin de semana me he interesado algo más por el tema y removí recuerdos, buscando información al respecto, para profundizar en mi reflexión sobre el proceso seguido en la extinta Yugoslavia, que le llevó a su desintegración como Estado plurinacional, a través del odio que se generó desde la supremacista Serbia, instaurándose, también, en las otras nacionalidades que componían la Federación Yugoslava. La hostilidad estaba garantizada.

La desintegración yugoslava

Me vienen a la memoria aquellos tiempos de mediados de los años 90 del pasado siglo. Una sorprendente guerra civil alimentada por el odio y el desencuentro entre conciudadanos. El predominio serbio, bajo mi opinión, manifestó una clara intención de someter a los diferentes grupos étnicos que cohabitaban en el país de los Balcanes. Esos grupos nacionalistas eran, principalmente: serbios, croatas, eslovenos, bosnios (musulmanes), macedonios y montenegrinos. Tal vez el caso más complejo fuera el de Bosnia Herzegovina, donde cohabitaban mayoritariamente musulmanes y serbobosnios (cristianos ortodoxos), además de grupos católicos de origen croata.

La locura se desencadenó bajo el influjo de los sembradores del odio y el desarrollo de políticas de confrontación inter-nacionalistas, en un Estado plurinacional incuestionable, que se había fraguado tras la primera guerra mundial en formato reino. Luego, tras la segunda gran guerra, se convierte en la República Democrática Federal de Yugoslavia regida por el partisano y mariscal Josip Broz Tito, bajo el paraguas ruso, aunque en un momento dado (1961) fue impulsor del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL). Este movimiento era una alternativa a la bipolaridad este-oeste, una plataforma que promovía la independencia, la autodeterminación y la cooperación entre países reacios a alinearse con ninguna de las dos superpotencias.

Con la muerte de Tito (1980) quedó clara la dificultad para mantener Yugoslavia unida, sin el férreo control ejercido por el Mariscal y sus acólitos. La economía iba a peor, se avivaron las divisiones étnicas, y viejos problemas mal resueltos tras la Segunda Guerra Mundial afloraron de nuevo dinamitando la unión, hasta acabar en la desintegración de la federación en las sangrientas guerras yugoslavas que tuvieron lugar durante la década de los 90.

El dolor de los viejos recuerdos

Viví aquellos momentos con cierto estupor dada la percepción que solíamos tener sobre la situación de la federación yugoslava. Ver pasar de la cohabitación al odio, de la pacífica vecindad a la beligerancia me resultó tremendo. Personas que habían convivido en paz y buena vecindad se convirtieron en enemigos a muerte. La aparición de la crueldad, el frío sadismo de los francotiradores y las estrategias genocidas, llevaron a los momentos más perversos que pueden darse en una sociedad civilizada, desembocando en un proceso de deterioro y degeneración del ser humano. Los sembradores del odio carcomieron la convivencia, la violencia se impuso y la muerte y destrucción asoló los Balcanes, a pesar de la intervención de la ONU, como en este caso.

No sé si se pueden sacar lecciones de aquellos hechos que, indudablemente, son para tomarlas y deberíamos hacerlo. Estamos en momentos insólitos, donde la convivencia en el mundo se complica a caballo de extraños intereses e ideologías transgresoras, que ponen contra las cuerdas a los movimientos humanistas. El sano ejercicio de la concordia y los valores humanos constructivos va en declive y, hasta los sólidos principios cristianos se soslayan, cuando no desacreditan, en beneficio de la violencia contra el diferente. Lo malo es que se hace desde la manipulación y el engaño. Se diseñan estrategias de manipulación, con bulos e imágenes falsarias que solo pretenden la creación de un estado de opinión de intolerancia y confrontación.

Se identifica al contrincante como un agente enemigo al que se ha de destruir, se deshumaniza y se cosifica, desvistiéndolo de los respetables valores humanos que todo individuo, por pura definición, conlleva. Este era el caso de aquella terrible y lamentable guerra fratricida. Donde no solo se dinamitó el sentimiento de hermandad, sino el de amistad y vecindario.

Lecciones a aprender

Precisamente, ya en nuestro propio país, me sorprende y preocupa la aparición, cada vez más persistente, de procesos de deterioro de la amistad, basados en consignas e ideas políticas defendidas desde el hooliganismo integrista, que cuestiona el pensamiento de los propios amigos, desde la falta de respeto al diferente. Estamos inmersos en una espiral peligrosa, donde la amistad se condiciona, en gran medida, a la confluencia de las ideas, rechazando como tal a quien no se ajuste a nuestro pensamiento.

Siempre mantuve que «un amigo es aquel con el que puedes pensar en voz alta». Es decir, que la amistad seria y verdadera es la que permite la comunicación o intercambio de ideas sin miedo al rechazo o la descalificación. Acepta el reconocimiento de la diversidad, desde la actitud abierta y receptiva que nos otorga el conocimiento y análisis crítico de otras ideas, que pueden alimentar nuestro saber y elevar nuestro nivel intelectual y cultural. Difícilmente puedes ser amigo de quien cuestiona tu pensamiento y lo descalifica mediante su propia ideología, pretendiendo colonizar tu mente con sus ideas, cuando ni siquiera intenta acercarse a tus planteamientos y argumentaciones para comprenderlos y empatizar, lo que puede generar miedo o reparo a manifestarte en su presencia.

Cáncer de la convivencia

Estas actitudes críticas y colonizadoras del pensamiento ajeno, empiezan a ser el verdadero cáncer de nuestra convivencia social. Ya no es solo que se vaya generando el desacuerdo o desencuentro, sino que, al ejercer el integrismo dogmatismo de las ideas y pretender imponerlo a los demás, estamos creando trincheras con todo su sentido belicista desde donde enfrentarnos al contrincante y someterlo. A tu hermano lo quieres, a tu amigo lo estimas y respetas, al conciudadano los respetas y/o toleras, pero al enemigo lo cosificas y lo deshumanizas como base justificadora de tus actos violentos contra él, que procuran su eliminación o destrucción.

Los grupos, para cohesionarse, identifican amenazas que los ponen en peligro de extinción, contra las que hay que luchar por mera subsistencia. Esos enemigos pueden ser otras etnias, inmigrantes, ideologías o religiones diferentes, nacionalismos, clases sociales y un amplio etc. que pueda ser considerado como agresor de la esencia que sustenta al grupo. De este modo, ese grupo pasa a ostentar un orden superior al colectivo humano donde, teóricamente, está inmerso y contenido.

Ahora, reflexionando sobre la dinámica social y política que estamos sufriendo, afloran las preocupaciones por las dinámicas que se desarrollan, por su intencionalidad y por la siembra del odio que pudiera llevar a una situación de conflicto y confrontación similar a la vivida en la extinta Yugoslavia. Los valores democráticos se diluyen, los impositivos se refuerzan, la falta de respeto al contrincante se evidencia y se demoniza a quienes no piensan lo mismo, eludiendo la empatía como forma de comprender a los demás.

El odio es mal consejero

Si nuestros corazones se inundan con el odio hacia los seres humanos que, en su rica diversidad, comparten espacio con nosotros, acabaremos, no solo destruyendo al enemigo identificado, sino a nosotros mismo. Perderemos nuestra esencia humanitaria y los valores y derechos humanos que condicionan y enmarcan el espacio donde nos relacionamos, para sumergirnos a otro mundo conflictivo y oscuro. Las libertades sociales, orquestadas para elevar la propia civilización desde el desarrollo del ser humano en sus vertientes individual y social, son la clave del progreso y desarrollo.

Ahora, más que nunca, es necesaria la sensatez y el buen criterio para que el pensamiento crítico y racional nos permita ver el bosque del futuro y no, exclusivamente, los árboles que lo ocultan, para cultivar la paz y la convivencia justa y armoniosa del mañana.

 

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