Opinión
| tribuna
Publicado
en el diario La Opinión de Málaga el día 23 JUL 2025 7:00
https://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2025/07/23/triste-recuerdo-masacre-srebenica-119960843.html
Se cumplen
30 años de la atroz matanza de más de 8.000 hombres y niños bosnios musulmanes
a mano del ejército serbio
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Se cumplen 30 años de la atroz matanza de más de 8.000 hombres y niños bosnios musulmanes a mano del ejército serbio. / Amnistía Internacional |
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Este 11 de julio se han cumplido 30
años de la masacre de Srebrenica. Una atroz matanza de más de 8.000 hombres y
niños bosnios musulmanes a mano del ejército serbio de Bosnia, cuya intención
era hacer una limpieza étnica, lo que se consideró un genocidio por el Tribunal
Penal Internacional de la Haya para la ex Yugoslavia. Para mí hubo dos
personajes claves como responsables de la inducción y planificación de aquella
matanza, el presidente de la Republika Sprska, Radovan Karadžić (que era
psiquiatra, lo reseño por la incongruencia de su locura), que señaló las
directrices al ejército, y el responsable de ejecutarlas, el general
serbobosnio Ratko Mladić. Ambos fueron condenados por genocidio y crímenes de
guerra y lesa humanidad por el referido tribunal de la Haya.
Este pasado fin de semana me he
interesado algo más por el tema y removí recuerdos, buscando información al
respecto, para profundizar en mi reflexión sobre el proceso seguido en la
extinta Yugoslavia, que le llevó a su desintegración como Estado plurinacional,
a través del odio que se generó desde la supremacista Serbia, instaurándose,
también, en las otras nacionalidades que componían la Federación Yugoslava. La
hostilidad estaba garantizada.
La desintegración yugoslava
Me vienen a la memoria aquellos
tiempos de mediados de los años 90 del pasado siglo. Una sorprendente guerra
civil alimentada por el odio y el desencuentro entre conciudadanos. El
predominio serbio, bajo mi opinión, manifestó una clara intención de someter a
los diferentes grupos étnicos que cohabitaban en el país de los Balcanes. Esos
grupos nacionalistas eran, principalmente: serbios, croatas, eslovenos, bosnios
(musulmanes), macedonios y montenegrinos. Tal vez el caso más complejo fuera el
de Bosnia Herzegovina, donde cohabitaban mayoritariamente musulmanes y
serbobosnios (cristianos ortodoxos), además de grupos católicos de origen
croata.
La locura se desencadenó bajo el
influjo de los sembradores del odio y el desarrollo de políticas de
confrontación inter-nacionalistas, en un Estado plurinacional incuestionable,
que se había fraguado tras la primera guerra mundial en formato reino. Luego,
tras la segunda gran guerra, se convierte en la República Democrática Federal
de Yugoslavia regida por el partisano y mariscal Josip Broz Tito, bajo el
paraguas ruso, aunque en un momento dado (1961) fue impulsor del Movimiento de
Países No Alineados (MNOAL). Este movimiento era una alternativa a la
bipolaridad este-oeste, una plataforma que promovía la independencia, la
autodeterminación y la cooperación entre países reacios a alinearse con ninguna
de las dos superpotencias.
Con la muerte de Tito (1980) quedó
clara la dificultad para mantener Yugoslavia unida, sin el férreo control
ejercido por el Mariscal y sus acólitos. La economía iba a peor, se avivaron
las divisiones étnicas, y viejos problemas mal resueltos tras la Segunda Guerra
Mundial afloraron de nuevo dinamitando la unión, hasta acabar en la
desintegración de la federación en las sangrientas guerras yugoslavas que
tuvieron lugar durante la década de los 90.
El dolor de los viejos recuerdos
Viví aquellos momentos con cierto
estupor dada la percepción que solíamos tener sobre la situación de la
federación yugoslava. Ver pasar de la cohabitación al odio, de la pacífica
vecindad a la beligerancia me resultó tremendo. Personas que habían convivido
en paz y buena vecindad se convirtieron en enemigos a muerte. La aparición de
la crueldad, el frío sadismo de los francotiradores y las estrategias
genocidas, llevaron a los momentos más perversos que pueden darse en una
sociedad civilizada, desembocando en un proceso de deterioro y degeneración del
ser humano. Los sembradores del odio carcomieron la convivencia, la violencia se
impuso y la muerte y destrucción asoló los Balcanes, a pesar de la intervención
de la ONU, como en este caso.
No sé si se pueden sacar lecciones
de aquellos hechos que, indudablemente, son para tomarlas y deberíamos hacerlo.
Estamos en momentos insólitos, donde la convivencia en el mundo se complica a
caballo de extraños intereses e ideologías transgresoras, que ponen contra las
cuerdas a los movimientos humanistas. El sano ejercicio de la concordia y los
valores humanos constructivos va en declive y, hasta los sólidos principios
cristianos se soslayan, cuando no desacreditan, en beneficio de la violencia
contra el diferente. Lo malo es que se hace desde la manipulación y el engaño.
Se diseñan estrategias de manipulación, con bulos e imágenes falsarias que solo
pretenden la creación de un estado de opinión de intolerancia y confrontación.
Se identifica al contrincante como
un agente enemigo al que se ha de destruir, se deshumaniza y se cosifica,
desvistiéndolo de los respetables valores humanos que todo individuo, por pura
definición, conlleva. Este era el caso de aquella terrible y lamentable guerra
fratricida. Donde no solo se dinamitó el sentimiento de hermandad, sino el de
amistad y vecindario.
Lecciones a aprender
Precisamente, ya en nuestro propio
país, me sorprende y preocupa la aparición, cada vez más persistente, de
procesos de deterioro de la amistad, basados en consignas e ideas políticas
defendidas desde el hooliganismo integrista, que cuestiona el pensamiento de
los propios amigos, desde la falta de respeto al diferente. Estamos inmersos en
una espiral peligrosa, donde la amistad se condiciona, en gran medida, a la
confluencia de las ideas, rechazando como tal a quien no se ajuste a nuestro
pensamiento.
Siempre mantuve que «un amigo es
aquel con el que puedes pensar en voz alta». Es decir, que la amistad seria y
verdadera es la que permite la comunicación o intercambio de ideas sin miedo al
rechazo o la descalificación. Acepta el reconocimiento de la diversidad, desde
la actitud abierta y receptiva que nos otorga el conocimiento y análisis
crítico de otras ideas, que pueden alimentar nuestro saber y elevar nuestro
nivel intelectual y cultural. Difícilmente puedes ser amigo de quien cuestiona
tu pensamiento y lo descalifica mediante su propia ideología, pretendiendo
colonizar tu mente con sus ideas, cuando ni siquiera intenta acercarse a tus
planteamientos y argumentaciones para comprenderlos y empatizar, lo que puede
generar miedo o reparo a manifestarte en su presencia.
Cáncer de la convivencia
Estas actitudes críticas y
colonizadoras del pensamiento ajeno, empiezan a ser el verdadero cáncer de
nuestra convivencia social. Ya no es solo que se vaya generando el desacuerdo o
desencuentro, sino que, al ejercer el integrismo dogmatismo de las ideas y pretender
imponerlo a los demás, estamos creando trincheras con todo su sentido belicista
desde donde enfrentarnos al contrincante y someterlo. A tu hermano lo quieres,
a tu amigo lo estimas y respetas, al conciudadano los respetas y/o toleras,
pero al enemigo lo cosificas y lo deshumanizas como base justificadora de tus
actos violentos contra él, que procuran su eliminación o destrucción.
Los grupos, para cohesionarse,
identifican amenazas que los ponen en peligro de extinción, contra las que hay
que luchar por mera subsistencia. Esos enemigos pueden ser otras etnias,
inmigrantes, ideologías o religiones diferentes, nacionalismos, clases sociales
y un amplio etc. que pueda ser considerado como agresor de la esencia que
sustenta al grupo. De este modo, ese grupo pasa a ostentar un orden superior al
colectivo humano donde, teóricamente, está inmerso y contenido.
Ahora, reflexionando sobre la
dinámica social y política que estamos sufriendo, afloran las preocupaciones
por las dinámicas que se desarrollan, por su intencionalidad y por la siembra
del odio que pudiera llevar a una situación de conflicto y confrontación
similar a la vivida en la extinta Yugoslavia. Los valores democráticos se
diluyen, los impositivos se refuerzan, la falta de respeto al contrincante se
evidencia y se demoniza a quienes no piensan lo mismo, eludiendo la empatía
como forma de comprender a los demás.
El odio es mal consejero
Si nuestros corazones se inundan
con el odio hacia los seres humanos que, en su rica diversidad, comparten
espacio con nosotros, acabaremos, no solo destruyendo al enemigo identificado,
sino a nosotros mismo. Perderemos nuestra esencia humanitaria y los valores y
derechos humanos que condicionan y enmarcan el espacio donde nos relacionamos,
para sumergirnos a otro mundo conflictivo y oscuro. Las libertades sociales,
orquestadas para elevar la propia civilización desde el desarrollo del ser
humano en sus vertientes individual y social, son la clave del progreso y
desarrollo.
Ahora, más que nunca, es necesaria
la sensatez y el buen criterio para que el pensamiento crítico y racional nos
permita ver el bosque del futuro y no, exclusivamente, los árboles que lo
ocultan, para cultivar la paz y la convivencia justa y armoniosa del mañana.
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