El 28 de febrero se celebraba el día de Andalucía,
pero siendo sinceros, eso de los días de no sé qué no deja de ser un montaje
convencional para, cuando se considera que hay algo olvidado o no
suficientemente recordado, se le dedica esa jornada para realzarlo y evidenciar ese
olvido o necesidad de mostrar sentimientos que habitualmente no se muestran. O sea,
que si cada día tienes conciencia de esa realidad a la que se homenajea en esa
fecha, vas muy por delante de los demás. Por tanto, para mí, ese día no deja de
ser un día normal, aunque por sistema le dedique alguna cosilla, sea poema, reflexión
o comentario a Andalucía. En todo caso, siendo un día festivo, se puede emplear
en actividades lúdicas o de sociedad para mayor disfrute de la familia y
amigos.
Tanto preámbulo viene a cuento porque este 28 de
febrero sí ha tenido algo especial. Es curioso, pero cuando se es mayor, anda
uno desconectando de amigos y compañeros de escuela o de diferentes situaciones
del entorno social que se daba en la infancia. En este caso, hace unos meses
redescubrí accidentalmente a un antiguo compañero de seminario, allá por los
años 63 al 65, del que, al igual que de otros muchos, me había preguntado dónde
andaría. Pero San facebook nos puso en contacto, como me ha ocurrido con más
gente a los que les tenía perdida la pista y afloran de golpe por estos
andurriales dándote una alegría.
El caso de Paco Bravo, con el que compartía puesto
en la defensa del equipo del curso por ser los dos más altos de la pandilla, ha
sido providencial, pues a través de él he conseguido contactar con otros amigos
de la infancia con los que compartí curso en aquellos años, lo que nos ha permitido
compartir, también, mesa y mantel en este día 28 de febrero. Curiosamente,
cuando te encuentras con aquellos chavales cuya imagen se ancló en un pasado
lejano, contrastas tus hipótesis de evolución de cada cual y te sorprende, cómo
no, su evolución, aunque luego lo piensas y era previsible que acabaran donde
están.
En aquel curso del 63 éramos 104 alumnos en primero,
supongo que todos, con la intencionalidad de ser curas… 104 chavales era una
hornada importante. Pues resulta que ninguno de ellos ha salido cura… caray, os
preguntaréis cómo puede ser eso. En aquellos tiempos el escapar de los campos,
del pueblo y de la condena al duro trabajo labriego al que estábamos condenados
por herencia, era un deseo irrefrenable de muchos niños que queríamos estudiar
y no teníamos recursos para ello. Ir al seminario era una forma de huir de aquella situación y los curas lo sabían. Tal vez por eso, pasado un tiempo,
cada cual se fue decantando por una vocación diferente, que fue surgiendo
conforme ese escape se hacía más patente.
Hoy nos encontramos 5 de ellos, uno catedrático en
Granada, otro en Málaga, otro profesor de filología inglesa, otro… bueno no
viene al caso. Todos hemos ido evolucionando en función de unas circunstancias
diferentes y, a veces, azarosas que han determinado nuestra posición presente. El
hecho es que, independientemente de la ubicación actual nuestra mente se volcó
en el pasado y, dado que yo llevé unas fotos antiguas donde aparecemos en
aquellos tiempos infantiles, todo fueron recuerdos y comentarios sobre los
viejos tiempos, lo que vivimos y cómo nos identificábamos, amén de elicitar las
opiniones o visiones que teníamos los unos de los otros. Detalle tras detalle
fuimos desgranado la historia a través de remembranzas en sus mínimos detalles,
viviendo de nuevo un pasado casi oculto en la memoria retrógrada, cuando se anclaron
y escondieron en nuestros infantiles cerebros. Echamos de menos a algunos, a
los que se había invitado a participar y que, por diversas causas, no pudieron
estar presentes.
Mientras nosotros nos dábamos al recuerdo, nuestras
compañeras fueron encajando y creando otro espacio de encuentro al amparo de
aquella plataforma memorística de nuestra etapa infantil. Ellas se lo pasaron
tan bien como nosotros. Claro que yo era el único novato en el grupo, pues los
demás se solían ver más a menudo y no como en mi caso, que los encontraba tras
52 años de total desconocimiento del cauce por donde fluyeron sus vidas.
Luego, la foto de recuerdo, las despedidas y el deseo
de repetir otro encuentro donde se reviva el pasado, que es una forma de retrotraerse
a estadios anteriores y volver a ser niños. Es curioso como los niños del ayer
siguen presentes en nuestras maduras y racionales mentes de adultos académicos
y forjados en mil batallas de la vida, que afloran nada más rascar en la superficie del recuerdo. Es un placer redescubrir al niño que llevamos
dentro y que la sociedad nos ha ido tapando, resituando o escondiendo a través de la
cultura social que nos condiciona en lo más mínimo. ¡Viva el niño que emana del
pasado para presentificar el ayer y sus vivencias!
Este 28 de febrero ha sido diferente, el día de
Andalucía y el día de unos niños andaluces que vivieron el ayer desde el
presente. Vaya mi agradecimiento a ellos, a mis viejos... o mejor dicho, a mis jóvenes
amigos del pasado. Espero que en otra ocasión seamos más para poder rejuvenecer
juntos. Gracias, amigos, nos vemos pronto…
Vista de Málaga desde el Parador de Gibralfaro |
Todos y todas |
Los jóvenes del ayer |
2 comentarios:
Relatas un encuentro, ya memorable en tu vida. Para mi los recuerdos de la infancia son los más queridos. Éramos felices, sin saberlo, y esa memoria de la felicidad nos alegra mucho. Además de encontrarse con antiguos amigos ya en edad adulta. Ese día de Andalucía ha sido una así una gran celebración. Enhorabuena, Antonio.
Así es amigo Prudencio. La infancia marca, somos esponjas en esa etapa y todo es descubrimientos emocionantes y de impacto.
Un abrazo
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