Anteayer, 23 de abril y día del libro, venía de
Cartagena y, como siempre que paso cerca de Viznar, me acordé de Federico
García Lorca, de su muerte en el Barranco de Viznar, donde hay más de 2000
fusilados enterrados, y de la vileza de sus asesinos. Es curioso que en este
día tan señalado también se haya conocido que existe documentación fehaciente
sobre las cusas que indujeron su muerte, aunque ya existían evidencias
suficientes sobre ello. Le mataron por masón, socialista y homosexual… tres
causas que muestran la intransigencia, intolerancia y desprecio a la libertad
que manifestaban sus asesinos y quienes dieron la orden. Esa gente nos gobernó
casi cuarenta años y dejó su semilla ideológica plantada en los campos de
nuestra sociedad, tal como se sigue viendo hoy día.
Cuando me acuerdo de Lorca me vienen a la mente sus
versos, su poesía fresca, sensible, bucólica en muchos casos y dramática en
otros y me incita a escribir. La luna y el olivar, las casas blancas y los
campos de nuestra Andalucía, el mundo gitano, la zambra, el toque y el baile,
la faca, el clavel y la flor roja que siembra la sangre.
Hay que ser imbécil para no darse cuenta del valor
de un poeta y arrebatarle la vida por ser diferente al gaznápiro de turno que,
al amparo de las armas, se sienta en el sillón del poder. El energúmeno solo
puede gobernar a un pueblo si lo embrutece y lo somete por la fuerza de las
armas y de la alienación. ¿Qué va a saber de cultura, de sensibilidad poética,
de creatividad literaria, un palurdo que sigue consignas al amparo de la
intolerancia, de la imposición y del sometimiento? Si solo es un trozo de carne
con ojos para apuntar y dedos para apretar el gatillo a la orden de YA, vil
servidor de su amo… Qué mala es una idea cuando no se permite que surja otra
para contrastarla. Los tiempos de idea única siempre son de dictadores, de
sometimiento y humillación, de frustración y represión de la diversidad.
Este poema fue brotando, como si a la vista del
lugar, surgiera la semilla de su sangre repleta de versos, como si el ambiente
estuviera cargado con su ritmo poético llevado por las musas que impregnan el
etéreo espacio que le vio morir.
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La luna de pergamino
va derramando su alma
al ver a los asesinos
como a Federico matan
y entre los olivos verdes
sombras de sangre y de nácar
van jugando entre las ramas
como si fueran fantasmas.
La noche llora en silencio
el polvo lame la lágrima
al ver que en esta batalla
están ganando las armas.
La voz quebrada se ha roto
y en esta tétrica calma
hay un silencio de muerte
embargando la esperanza
pues la estulticia se ha impuesto
al valor de la palabra.
Noches preñadas de sombra
bailan su danza macabra
mientras entre los olivos
solo queda la esperanza
de que la sangre caída
nos de su fruto mañana.
Autor: Antonio Porras
Cabrera
23 de abril de 2015
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