Opinión | Tribuna
Publicado en La Opinión de Málaga el 28 AGO 2024 7:02
Varios hombres salen de un Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes en
Ceuta. / EP
La migración, ¿problema o solución?
La migración ha dejado de ser un problema humano para
convertirse en una herramienta política, en un instrumento de confrontación de
intereses
Lamentablemente estamos asistiendo a un
bochornoso espectáculo donde la insidia y la difamación sobre el tema
migratorio nos hacen sentir vergüenza ajena. No es solo el esperpéntico y
tendencioso comentario de Albiol, apoyado por sus afines en su partido, o la
gratuita imputación o correlación entre el asesinato del niño de Mocejón con la
acogida de inmigrantes en la localidad, difundida en las RR SS con aviesas
intenciones, es un todo orquestado que va más allá y que cada vez cala en una
parte importante del abanico político como estrategia para subvertir los
valores sociales de este y otros países.
La migración ha dejado
de ser un problema humano para convertirse en una herramienta política, en un
instrumento de confrontación de intereses, donde la esencia del mismo dejó de
ser el humanismo solidario para dar paso al racismo y a la confrontación
partidista desde la que se manipula las mentes y principios que deben
caracterizar a todo ser humano.
Qué curiosa es esta
Europa nuestra, que adoptó su historia de conquistadora, de colonizadora del
mundo, que al gestionar las colonias imponía su civilización a cambio de los
recursos para engordar su economía y desarrollo hasta convertirse en imperios
dominantes del orbe conocido.
La historia es
irrefutable, como las hemerotecas. Si miras hacia atrás verás cómo los blancos
europeos, adueñándose del mundo, iban a buscar esclavos a África. Eran ganado,
mulos de carga, criaturas sin alma para que la conciencia del esclavista no
quedara atrapada por el credo religioso. El negro era una mercancía animal. En
cierto sentido, era un movimiento migratorio impuesto.
El número de personas
esclavizadas procedentes de África que arribaron a América entre los siglos XV
y XIX se estima en 12 millones. Las grandes economías europeas se consolidaron
con la esclavitud, incluida España, para explotar las riquezas de sus colonias.
Tal vez por eso sentenció Honoré de Balzac: «Detrás de toda gran fortuna
siempre hay un crimen».
Atroz fue la actitud
de Europa con el mundo africano sometiendo a la esclavitud a su gente. Pero
también lo fue su intento posterior de colonizarlo e incorporarlo a su imperio,
de evangelizarlo y acercarlo a esa cultura que ahora les llama. Siempre tuvo el
objetivo de captar riquezas desde su mayor capacidad intelectual, industrial y
de poder militar para potenciar su desarrollo. Luego, tras las dos guerras
mundiales, se produjo la descolonización al perder su poderío y lo dejaron todo
hecho unos zorros, como ejemplo Ruanda con dos etnias enfrentadas, los Hutus y
los Tutsis. Ahora, en pleno siglo XXI, marcado por los hechos de la historia,
estamos viviendo las consecuencias racionales de aquello.
Pero la deslumbrante
Europa, el primer mundo, atrae a la gente, la antigua metrópolis sigue teniendo
imán. Cuando alguien vive en la miseria, rodeado de violencia o de guerra,
sometida su libertad a otros mediante dictados religiosos o políticos, cuando
la supervivencia resulta altamente dificultosa, aparecen los sueños, los
paraísos imaginarios para alcanzarlos… es la necesidad de huir del infierno.
Los descubren las televisiones, las películas, los paisanos que viven allá… y
la gente se lanza a la aventura. Son los más fuertes, los más arriesgados, los
más temerarios o los más desesperados los que lo hacen, jugándose la vida. El
recorrido es largo, selvas y desiertos, agresiones, violaciones, riesgo de
detención, incluso esclavitud, para, al final, enfrentarse a un mar que se ha
de atravesar sabiendo que es una gran tumba de miles de otros que ya lo
intentaron. La vida pende de un hilo, se arriesga en el día a día, la ruta es
peligrosa, las mafias engañan y prometen hipotecándote la vida, la vuelta atrás
inviable, pues es el deshonor y el fracaso.
Es curioso. ¡Cuánto ha
cambiado la vida! Antes, los negreros los buscaban en las selvas para
esclavizarlos, para someterlos al trabajo forzado. Ahora vienen solos, a
trabajar por cuatro ochavos. La peor vida aquí es mucho mejor que la vida de
allá. Vienen buscando la tierra prometida, aquella que sus colonizadores le
mostraron mientras los iban ‘civilizando’.
Nuestra sociedad, que
está muriendo de egoísmo, se debilita, se extingue, no procrea, envejece y no
tiene conciencia de que una nación que no procrea tiene que importar nuevos
ciudadanos para que suplen a los que se marchan al otro ‘barrio’. Para que
mantengan la actividad productiva, sostengan la economía y el sistema de
servicios públicos, incluyendo las pensiones; en suma, que prosigan y hereden
la nación.
¿De dónde podrán salir
esos nuevos ciudadanos, esos trabajadores que garanticen el sistema? Está claro
que si no los creamos, si no nos reproducimos, habrá que importarlos. Pero si
somos inteligentes no habrá que ir de nuevo a buscarlos y forzarlos a venir,
sino que solo habrá que entreabrir la puerta e ir acomodándolos para que se
incorporen a la organización, para que trabajen y consuman, para que creen
riqueza y garanticen el funcionamiento de las cosas, de los servicios, las
pensiones, las ayudas sociales, etc.
Tal vez la solución
esté en acoger a la gente que viene y adaptarla, darle la oportunidad de
integrarse social y productivamente para que cubran la necesidad de población
que se presenta de cara al futuro. No estaría mal que fuéramos aceptándolos y
adaptándolos en una cultura de fusión desde una política racional y
transparente.
Mientras tanto, hay
algunos irracionales xenófobos que se dedican a crear bulos, a desacreditar a
los migrantes creando paranoias contra ellos, a ir sembrando el racismo y el
rechazo a quienes, presumiblemente, vienen huyendo de la nada para poder
sobrevivir en un mundo de esperanza, ese que una vez fue a su tierra a
colonizarla.
En un continente con
una sociedad que envejece la inmigración nunca ha de ser un problema, sino una
oportunidad para rejuvenecerla, para mantenerla y proyectarla hacia el futuro
mediante esa fusión cultural que se produce en todo proceso homeostático cuando
un sistema abierto recibe nuevos elementos que lo amplían. Seamos sensatos,
tenemos un problema de envejecimiento de cara al futuro inmediato, articulemos
la solución con la integración racional de la inmigración, el que arriba viene
con la intención de integrarse y buscarse una vida mejor, ganémoslo para la
causa del futuro.
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