Se nota la tensión que maneja Rivera, su cara seria,
inexpresiva, descortés incluso, controlando la libre expresión de sentimientos,
de fastidio contenido. Todo ello, si lo analizamos desde una mínima composición
psicológica, denota un conflicto interno de narices, una inseguridad, a la par
que frustración, que bloquea el normal desarrollo del razonamiento. Tal vez esté
preso de promesas contra la izquierda y sobrepasado por promesas a derecha; es
decir de seguir manteniendo el veto al PSOE y verse obligado a levantar el otro
veto (si es que lo hubo en algún momento) a VOX.
Las cuentas no le salen ni a él ni a los españoles
que buscan el sentido de Estado. Uno no
puede evitar la sensación de que miente, de que está atrapado en una pura hipocresía
donde su confuso discurso se contradice hasta dejarlo en evidencia:
1.
Solicita apoyar a la lista más votada cuando es la de la derecha, y
rechazarla cuando es la de la izquierda.
2.
Negarse a entenderse con la izquierda democrática de Sánchez y abrir su
puerta a la ultraderecha de VOX.
3.
Negar la evidencia de las reuniones con VOX para los pactos a tres de
las derechas, con apoyos explícitos a esa formación para ocupar sillones,
mientras se plasma con rotundidad en los medios el hecho de esas reuniones.
4.
Exigir que no pacte el PSOE con los independentistas mientras los aboca
a ello al negarle, incluso, la abstención para que puedan gobernar si el apoyo
de estos, con la consiguiente pérdida de su visión de Estado.
5.
Argumentar su apoyo el PP en Andalucía, incluso de la mano de VOX, por la
necesidad del cambio, tras tantos años, para airear y limpiar las instituciones
y negarse a hacer lo mismo en otras comunidades como Madrid, Castilla-León,
Murcia, etc. que huelen a podrido tanto o más que la andaluza
6.
Haberse presentado como una alternativa limpia a la política de bloques
y ahora apoyar exclusivamente al PP, sumándose al bloque que antes quería
romper.
7. Y el colmo, defender la presencia de VOX en la mesa de la Asamblea de Madrid por proporcionalidad de votos, dejando fuera a Más Madrid que tiene más votos y diputados que VOX, al igual que pasó en Andalucía. No es, pues, su razón la representatividad proporcional, sino el acuerdo, pactado y ocultado, con VOX para copar el poder.
Todo ello y algunas cosas más que no escapan al buen
observador, dejan de manifiesto su disonancia cognitiva (tal como la definió el
propio Festinger), su conflicto interno a la hora de compaginar credos y posturas, compromisos
y juego de cintura para adaptarse al medio, a
la contingencia del momento, para resolver problemas y no ayudar a
mantenerlos y potenciarlos.
Rivera está atrapado. Atrapado por su propia
fantasía, por su ambición enfocada a liderar la derecha ya fracasada, por su
renuncia al centro, por su ubicación en la derecha formando parte de la
trinidad que se ha generado con el PP y VOX, donde se da una sola derecha verdadera
manifestada en tres derechas diferentes que la conforman. Tenía Ciudadanos la
oportunidad de definirse, de reafirmarse como ente diferente para ocupar el centro
y poder ejercer su justiciera limpieza de la corrupción, que tanto ha defendido
y que le llevó, según decía y ahora dudamos, a apoyar a un PP con decenas de
casos judiciales abiertos por corrupción, de la mano de VOX, para echar a
Susana con la que había pactado un legislatura antes sin taparse la nariz. Claro
que no se le cayeron los anillos para apoyar a un Rajoy en su gobierno, cuando
había afirmado por activa y por pasiva que no lo haría. Ahora con qué cara
apoya al PP madrileño o al murciano, por no decir el Castellano-leones; o con
qué cara niega la abstención a Sánchez. Incongruencia política, difícilmente
explicable a un pueblo crítico y sensato, que solo cuela ante los hooligans
incondicionales.
El señor Rivera, está atrapado, junto con sus
acólitos más fervorosos, como la señora Arrimadas, por un discurso de campaña electoral
que debe ser, sin duda, revisado y adaptado a los propios resultados de las
urnas, tal como ya le indican sus "colegas" Valls, Garicano y otros. Puede que pague caro sus errores, su sumisión a la derecha, su
incongruencia con los pactos, su negativa a seguir los consejos de sus
correligionarios europeos, su pérdida de identidad como grupo independiente, su
asunción de veleta naranja como lo definió el propio VOX, con el que ahora pacta,
dándole la razón por sus derivas, aunque sea solo hacia la derecha.
A veces pienso, amigo lector, que nos fue engañando
y que lo que realmente oculta es su espíritu de la España intolerante, del
sentir José Antoniano del Prime de Rivera (Rivera, Rivera), del rechazo a lo diferente,
a la diversidad enriquecedora, a la que le niega el pan y la sal, en lugar de
desarmarla en su argumento rupturista abriendo y potenciando la concordia que
fijó la propia Constitución.
No, no está bien vista la jugada. No se puede cerrar
la puerta a alguien para que salga por la ventana y luego acusarlo de salir por
ella, cuando lo que pretendía era salir por la puerta que le cerró el propio
acusador. Si así lo hace, hasta el ciudadano de menor inteligencia se percatará
de la jugada y le podrá decir que es el culpable, pues sabiendo que no hay
alternativa viable y facilitarle la
investidura, lo dejó a los pies de los caballos para que fueran otros a salvarlos.
Abandonó el centro, se lo entregó a Sánchez, se sometió al PP jugando al poder
con los de VOX, y el votante pensará que para ese viaje no se necesitaban
alforjas. En la próxima elección se plantearán si no es mejor votar
directamente al PP y volver a los dos bloques.
Tiene un discurso bizarro, yo diría que
excesivamente vehemente, tanto que raya en lo irracional y en la falacia
demagógica con la bajada de impuestos, que afectan mayoritariamente a los más
ricos y van desmontando el Estado del bienestar para entregarlo al libre
mercado. Me permito recordarles, que la función correctora del Estado se enfoca
a la justa distribución del crecimiento, a la preservación de los derechos ciudadanos
que la propia Constitución ampara, a su dedicación al servicio de la ciudadanía
en general para que crezca y mejore su calidad de vida biopsicosocial, al
control del más fuerte para evitar que atropelle a los demás, a la justicia
social.
Concluyo que, bajo mi modesta opinión y a la vista
de mi análisis personal de la comunicación no verbal de su expresión facial y
postural, Rivera está atrapado, con un conflicto interno propio de una disonancia
cognitiva que muestra la no franqueza, profundamente fastidiado por haber
rozado con la punta de los dedos el liderazgo de la derecha y no haberlo logrado.
Pero a la vez, empieza a sentirse huérfano de padres por desobediencia a la
banca, al IBEX 35, a sus hermanos europeos que le aconsejaron, directa o
indirectamente, rechazar a VOX y no poner líneas rojas al PSOE en estas
circunstancias. ¿Perderá el empuje del viento en las velas de su barca al
navegar por mares turbulentos de falsas ideas democráticas? Puede que le falte la inteligente talla de líder.
A Casado se le vio contento en su entrevista con
Sánchez, tras el disgusto mayúsculo del batacazo electoral en las generales.
Parece que el fantasma del sorpasso se esfuma con las municipales y se encontró
relajado y feliz, tal vez por el hecho de ser el último recibido, otorgándosele así el
papel de representante de la oposición. Los pactos, al igual que ocurrió en
Andalucía, pueden paliar la hecatombe de las elecciones generales y salvar su cabeza.
Sigue teniendo en su equipo algunas posturas excesivamente beligerantes como la
de Teodoro Egea, con discurso rayano en los campos de VOX, que requieren mayor moderación para mostrar una posición de
Estado. En su entronamiento, la aparición de Aznar con su trasnochado discurso
de padre protector de Casado, fue un hándicap que le llevó derivando a la
derecha y al fracaso. Aznar ya no es lo que era y tiene la marca indeleble de
sus actos de gobierno. Ahora, intentando centrarse Casado, refrenó su ímpetu a
la vista de los resultados. Le vio las orejas al lobo, le salvó la campana de
las municipales, y busca nuevo espacio, aunque sea expresivo, para reafirmarse.
Algunos barones no se fían y sostienen un sutil tutelaje para que el partido no
se vaya a la debacle en todos sus sentidos, incluido el económico. En todo caso, Casado no deja de ser un novel líder, carente de experiencia propia, que se ha conformado en aprendizajes vicarios a través de sus admirados modelos.
Pablo Iglesias, anda algo perdido, expectante y confuso.
El lastre de pasadas decisiones le puede estar condicionando, al igual que la
pérdida de poder representativo. Le crecieron los enanos, permítaseme el símil,
y le complicaron la jugada con su retroceso. Son muchos los problemas y muchos los errores de cálculo, muchas las incongruencias y las confrontaciones internas... ya está solo con relación a los fundadores, todos se fueron marchando por una u otra causa. Está atrapado en un dilema múltiple:
no tiene fuerza para exigir a Sánchez, al no sumar la mayoría con ellos solos, los grupos
periféricos se han dispersado y, con ello, perdido importantes cuotas de poder, salvo “Kichi”
en Cádiz, que, por cierto, le es crítico… y Sánchez argumenta que según la
implicación de Podemos en el gobierno le negarán el apoyo otros, que con ellos solos
no suma.
No quiere el futuro presidente meter en su gobierno
a sujetos que le puedan plantar cara, cosa lógica si quiere estabilidad. Iglesias lo sabe, pero también sabe, que
si no cobra una buena pieza en esta cacería, pueden estar contados sus días como
jefe de su grupo. La propuesta de Sánchez a la portuguesa, es decir con un
programa pactado, pero sin ministros de Podemos, puede ser una buena solución a
esos temores pero una mala salida para Iglesias. He ahí el tira y afloja… ¿se
puede permitir Iglesias dejar caer de nuevo un gobierno de PSOE, e ir a nuevas
elecciones, cuando tiene 123 diputados, sin pagar un alto precio por ello?
¿Después del batacazo electoral, qué pasaría si no puede ofrecer ningún trofeo
a sus bases? ¿Se convertiría en una fuerza más residual, al estilo IU a la que
ha fagocitado? El futuro de Podemos, para mí, sigue siendo un enigma.
Pero qué decir de Sánchez. He de convenir en que
está en su mejor momento; puede que por una carambola, por una indecisión de
Rajoy, que no dimitió a punto y cedió a Santamaría la llave del Gobierno, lo
que hizo prosperar una moción de censura rayando más en el rechazo al propio
Rajoy que apoyando a Sánchez. Pedro recoge el fruto de su manual de resistencia.
Se vio bamboleado, defenestrado por los suyos, y la suerte le sonrió al final
con su apabullante triunfo en las primarias contra los asaltantes, derrotando a
la candidata del herido aparato. Su tiempo de gobierno, ante la descomposición de un
PP en luchas fratricidas que dejó heridas incurables (Soraya, Cospedal, etc.),
le ha reafirmado ante la gente, Europa y el mundo, de ahí su triunfo. No se
mostró aguerrido, agresivo, sino tolerante y talentoso, y tal vez temeroso,
sabiendo salvar los muebles ante el huracán de las elecciones generales. Con
una derecha derechizada hasta extremos no vistos antes; con un Ciudadanos
ubicado ya en esa derecha sin tapujos, con una izquierda diezmada en sus
conflictos y esperanzada en subirse al corro del triunfo de su mano, solo había
que dejar salir las contradicciones del rival. Acusado de pactar con los
independentistas jugó con la baza del no apoyo de estos a sus presupuestos, lo
que demostraba lo contrario al dejar caer a su gobierno y adelantar elecciones. Por otro lado, el caso andaluz sirvió para
despertar a los votantes de izquierda queriendo cerrar el paso a VOX y buscar
moderación en los discursos políticos, que se mostraban excesivamente pendencieros. Los
ciudadanos, en su mayoría, hartos ya de tanta confrontación, vieron con agrado
la postura del diálogo y rechazaron la acusación de traición, imputada por
Casado, por haber hablado con los independentistas, pues a ningún pensante racional se le escapa que el alma de la democracia es, precisamente, el ejercicio del diálogo. Los hados le han sido
propicios por estas y otras razones y puede que, a poco que sepa hacer las cosas
bien, se convierta, incluso, en el líder europeo de la socialdemocracia… y eso,
a España, le interesa con la que está cayendo.
De VOX se puede hablar y poco. Es el hijo pródigo
del PP, que se ha ido por una pelea doméstica y ahora quiere, desde la independencia de los padres, establecer
una nueva relación de familia. Llama a la puerta de la cosa pública y espera
que sus padres le abran protegiéndolo y apoyándolo para sumar la fuerza de los dos.
Claro está que hay conflicto generacional entre ambos, incluso insultos en la
pelea (que si derechita cobarde, que si eso no me lo dices a la cara, que si
son de extrema derecha, o de derecha extrema o de no sé qué…) pero, al final,
todo queda en casa. El hijo mayor del PP, que para mí es ciudadanos, también
anda a la gresca con el hijo pródigo y no le quiere perdonar su deriva, ni
siquiera quiere hablarle, pero en el fondo, a través de papá o en la cocina,
podrán reprocharse y hablar, hasta llegar a entenderse los tres de la casa
grande.
Nota final:
La objetividad de este artículo está totalmente
sujeta a mi subjetividad y, por ende, condicionada por las ideas que me despierta
un análisis de la situación con el propio sesgo de mi visión de la realidad
social, con base en mis conocimientos existenciales, académicos y profesionales. Por tanto se
enmarca en la libre expresión de un pensamiento propio con el que se puede
estar, o no, de acuerdo, pero que
responde a una reflexión sosegada que pretende la asepsia y la lógica racional
en mi discurso.