(Me gustaría conocer tu opinión sobre este blog para orientarme a la hora de tomar decisiones y cumplir el objetivo que me propuse. Si no te importa, te ruego contestes a una pregunta que aparece al margen izquierdo sobre el asunto. Gracias.)
Ahora se cumple el 4º centenario de la muerte del
gran escritor y figura universal de las letras, D. Miguel de Cervantes
Saavedra. Su máxima obra, El Ingenioso Hidalgo D. Quijote de la Mancha, es el
segundo libro en español que más veces se ha imprimido en el mundo, tras la
biblia.
Yo, a modo de homenaje, sin entrar en historias y
debates sobre este o el otro Quijote, el de Avellaneda, y quien era ese tal
Avellaneda al que, por cierto, algunos identifican con Lope de Vega… quiero mirar esta obra suma desde otra dimensión.
Quiero intentar verla desde la perspectiva analítica de toda obra de arte,
viendo lo que en el fondo se pude deducir de tan brillante novela.
Si
el arte tiene algo singular es precisamente su ambigüedad. La ambigüedad para
poder interpretarlo, para proyectarte en la obra y sacar conclusiones en
función de tu personalidad, de tu capacidad interpretativa de la simbología que
parece poner sobre la mesa. Por eso existe tanta disparidad a la hora de
valorar una obra de arte… para unos es insignificante al no saber interpretar o
sacar partido a su propia interpretación de lo que el artista, hipotéticamente,
pudo decir; para otros la cosa está clara y saben lo que la motivó, el mensaje
que el artista quiso transmitir; pero, en todo caso, el observador, o lector, interpretará
con sus recursos y capacidades la simbología de la obra dándole sentido bajo su
perspectiva. Pero hay otros aspectos que, posiblemente, ni el propio artista
valoró en su día. Me refiero al mensaje subliminal que brotó de su interior de
forma incontrolada y que será interpretado por los observadores de la misma.
Habría que interpretar, pues, que el autor la dotó de un contenido manifiesto y
otro latente, escapando este último a su propio control.
En el caso de Cervantes y su D. Quijote se han
derramado ríos de tinta a lo largo de su existencia. Se dieron críticas,
interpretaciones, justificaciones, aclaraciones y desmenuzamiento metódico del
conjunto de la obra por parte de eruditos, de grandes expertos, académicos,
doctores y entendidos, biógrafos y estudiosos cervantinos de su obra y perfil
personal y circunstancias socio-ambientales de su tiempo. Yo, que soy un profano
en la materia, un sujeto limitado por su conocimiento en el campo de la
literatura, ya que mi campo es más de la psicología y el librepensar, me voy a
permitir unas disquisiciones poco académicas que pretenden dar otra visión de
ese D. Quijote, loco de atar, pero caballero generoso, justiciero y “desfacedor
de agravios”.
Se comenta que los que dicen la verdad son los
niños, los borrachos y los locos. Tal vez tengan razón. En ninguno de los casos
se hallan condicionados por esa autocensura que nos limita la expresión a la
gente “sensata” y razonablemente inserta en un mundo de falacias, falsedades y
convencionalismos hipócritas que nos van condicionando la vida hasta hacernos ver,
o hacer ver que vemos, lo que no existe pero es plasmado como una realidad por
los que orquestan la movida social, marcada de moral, ética, credos y asunción
de los principios y valores sociales imperantes. Para romper con ello, los
psicoanalistas dirían que lo prohibido solo se puede expresar desde la simbología
transgresora pero no repudiable, o por sujetos que no estén sometidos al
control social y cuenten con la permisividad de la sociedad en base a su caso
particular… “es un niño, está borracho, está loco…” es decir, no tiene credibilidad para dar valor a lo que dice.
Por tanto, D. Quijote, que es considerado como loco,
es un excelente denunciante de las maldades, injusticias y abusos de la sociedad
que habita, por lo que acaba autonombrándose “caballero andante desfacedor de
entuertos”. Para ello ataca e intenta destruir los elementos que simbolizan esa
maldad e injusticia.
Los molinos de viento son gigantes que representan al
poder amenazante que somete al mundo desde la atalaya, con sus provocadores brazos
que giran y gesticulan ostentando su dominio. Pero como este mundo no funciona
sin el poder del amor, de la belleza y lo sublime, que personifica en la mujer,
crea una Dulcinea idealizada, que va más allá representando la exaltación y la
máxima motivación que orientan los actos de los hombres buscando la verdad y la
bondad, llevando a la simbiosis de las almas a través del amor. Y libera a la
cuerda de presos que marcha a galeras, más que por sus delitos, por la
necesidad que tiene el reino de galeotes. Y he aquí otro momento sublime,
cuando ataca al rebaño de ovejas confundiéndolo con un ejército y siendo
derribado por las pedradas de los pastores… al fin y al cabo ¿hay algo más
parecido a un rebaño que un ejército donde el soldado no piensa, solo obedece?
Siempre alerta en su locura, a caballo de su ansiedad y necesidad de hacer
justicia, de defender a los necesitados y pobres, a los humillados y
desfavorecidos por la vida, busca de forma continuada la revelación y el
descubrimiento de la injusticia que requiera de sus servicios para reponerla.
No son solo sus actos de locura, siempre canalizados
hacia la rectitud, hacia la probidad u honradez, sino sus sabios consejos
cargados de sensatez, donde muestra que, de la locura introspectiva de su
esencia y sus valores humanos, resurge la prudencia de la madurez y el buen
criterio de la sabiduría utópica difícilmente asimilable por el mundo descompuesto
y perverso que le rodea, pues no llegan a comprender, dentro de su
analfabetismo racional, emocional y de principios y valores, el mensaje y preocupación
del caballero andante que pretende la perfección y la excelencia de una sociedad
justa y si agravios. Por eso busca “desfacer entuertos”.
Como un acto excelso de sabiduría, dentro de su
locura orientada hacia la utopía, retomo sus consejos a Sancho Panza, aleccionándole
en el uso del buen criterio, de la justa y recta actitud, que le permitirá asentarse
como un bue gobernante. Si nuestros gobernantes hicieran caso a algunos de
estos consejos todo nos iría mejor:
·
Primeramente, ¡oh, hijo!, has de temer a Dios; porque en el temerle
está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada.
·
Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a
ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del
conocerte saldrá el no hincharte, como la rana que quiso igualarse con el buey;
que si esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda de tu locura la
consideración de haber guardado puercos en tu tierra.
·
Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de
decir que vienes de labradores; porque viendo que no te corres, ninguno se
pondrá a correrte; y préciate más de ser humilde virtuoso, que pecador
soberbio. Innumerables son aquellos que de baja estirpe nacidos han subido a la
suma dignidad pontificia o imperatoria; y de esta verdad te pudiera traer
tantos ejemplos, que te cansaran.
·
Mira, Sancho, si tomas por medio a la virtud y te precias de hacer
hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que los tienen príncipes
y señores; porque la sangre se hereda, y la virtud se aquista, y la virtud vale
por sí sola lo que la sangre no vale.
·
Siendo esto así, como lo es, que si acaso viniere a verte cuando estés
en tu ínsula alguno de tus parientes, no lo deseches ni le afrentes, antes lo
has de acoger, agasajar y regalar, que con esto satisfarás al cielo, que gusta
que nadie le desprecie de lo que él hizo, y corresponderás a lo que debes a la
naturaleza bien concertada.
·
Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener mucha cabida, con
los ignorantes que presumen de agudos.
·
Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia
que las informaciones del rico.
·
Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico
como por entre los sollozos e importunidades del pobre.
·
Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el
rigor de la ley al delincuente; que no es mejor la fama del juez riguroso que
la del compasivo.
·
Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la
dádiva, sino con el de la misericordia.
·
Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún enemigo tuyo, aparta
las mientes de su injuria, y ponlas en la verdad del caso.
·
No te ciegue la pasión propia en la causa ajena; que los yerros que en
ella hicieres, las más de las veces serán sin remedio, y si le tuvieren, será a
costa de tu crédito y aún de tu hacienda.
·
Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de
sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos, y considera despacio la sustancia de
lo que pide, si no quieres que se anegue tu razón en su llanto y tu bondad en
sus suspiros.
·
Al que has de castigar con obras, no trates mal con palabras, pues le
basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas
razones,
·
Al culpado que cayere debajo de tu jurisdicción, considérale hombre
miserable, sujeto a las condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y, en
todo cuanto fuere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstrate
piadoso y clemente; porque aunque los tributos de Dios todos son iguales, más
resplandece y campea, a nuestro ver, el de la misericordia que el de la
justicia.
·
Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus
días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible;
casarás tus hijos como quisieres; títulos tendrán ellos y tus nietos; vivirás
en paz y beneplácito de las gentes, y, en los últimos pasos de la vida, te
alcanzará el de la muerte en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las
tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos. Esto que hasta aquí te he
dicho son documentos que han de adornar tu alma.