Un año más hemos soportado las patéticas y
sanguinarias escenas del Toro de la Vega. Esa especie de “tradición” asesina
donde el ser humano, en su instinto más bajo, encuentra placer. Placer en el derramamiento de sangre animal,
que podría ser humana… ¿por qué no? si es de aquellos que se oponen a sus
deseos. He visto caras de jóvenes y no tan jóvenes, que mostraban odio destructivo
hacia aquellos que se opone a su sentir. Sujetos capaces de alancear a las personas
que no piensan como ellos. Sujetos que se creen con derecho a matar al animal
sin discusión alguna, como si fueran dueños de las vidas ajenas… Miedo me da.
Esos energúmenos, tal como se vio en la agresión a un reportero de TV, son
capaces de herir, incluso asesinar desde el anonimato, a quienes no comparten
su pensar, a quienes hacen una llamada a la civilización y la conciencia,
ausente en este caso.
El violento, el sujeto pedante que se cree con capacidad
de cometer cualquier atropello por una mera cuestión de hábitos o costumbres,
es un descerebrado que no acaba de comprender el progreso de la mente, la
evolución del ser humana hacia una civilización integradora con el propio
entorno. Ese patán, culturalmente analfabeto y gaznápiro, representa a la rémora que esta
sociedad, este país, tiene para evolucionar, a quienes siguen atados a tradiciones
abominables e indignas que degradan al ser humano. Anacronismo ancestral,
primitivismo atávico indolente que me recuerda a Mitra, ese dios pagano y su relación
con el toro y su “divino” sacrificio.
Pero, en el fondo, estamos hablando de unos sujetos
inmaduros, infantiloides que pretenden reafirmarse desde el poder que otorga
el dominio de la vida y de la muerte… Sentirse capaz de matar, de arrancar la
vida a otro ser, es elevarse a la
diestra de un dios que lo creo y decirle: “Mira que poderoso soy, pues tú lo
has creado pero yo lo he destruido”, es el reto del mal, de la muerte, al estado
del bien, de la vida.
Si alguien necesita batir records, superar peligros,
retar miedos y mostrar su valentía para ser mayor, para realizarse, para salir
de su nimiedad, tiene otros muchos caminos para hacerlo sin causar daño a
ningún ser vivo; puede hacer “puenting”, competir en deportes, crecer en sabiduría,
desarrollar su capacidad intelectual o su masa muscular, incluso puede jugar
con el toro a modo de estos recortes que pongo en el video… pero si, para ello,
necesita derramar la sangre de otro ser vivo lo único que demuestra es su vileza,
su inmadurez y su violencia siempre producto de la frustración. Y la
frustración mal gestionada solo lleva al trastorno mental y este, en este caso,
a la pérdida de identidad humana y a la aparición del instinto asesino a
caballo del odio. Hoy vi cara de odio en algunos asaeteadores del toro. Era una
cara de odio hacia aquellas personas que se oponían a su crimen, vi una capacidad
potencial para clavar la lanza en el costado de los antitaurinos.
Hoy, una vez más, ha sido sacrificado en el altar de
la barbarie el pobre Rompesuelas, de la mano de un sujeto miserable que le ha
dado muerte, hablo de un tal “Cachobobo” que no sé si hará honor a su apodo…
Perdón, creo que es Cachobo, pero es igual pues ha de ser bobo de solemnidad quien pretende
su grandeza haciendo barbaridades de esta dimensión.
Ya sé que estamos en un mundo cruel, y no dejamos de
reconocer tanta miseria, tanta iniquidad. Guerras, injusticias, refugiados, muerte,
hambre, desigualdad, tratos inhumanos, vilezas y violencia forman parte del día
a día. Convivimos con ellas con una elevada dosis de indiferencia y puede resultar
chocante, para algunos, que nos centremos en esto cuando hay tantas otras cuestiones
que merecen nuestra atención, pero eso no eximen de tocar este asunto que es un
síntoma más de esa indolencia social, de ese desajuste en la conducta del ser
humano que acaba en su manifestación más terrible, como es el desprecio a la vida
ajena a caballo de la ausencia de valores y principios humanos que nos hagan
evolucionar hacia un mundo mejor.
Señor “Cachobo” y los que actúan como usted, para mí
son unos miserables cobardes que se arman de una lanza para matar
innecesariamente. Aprenda de aquellos que se arman de su habilidad para
competir sin sangre, veo este video de saltos burlando al toro sin tener que
matarlo. Pero tal vez sus neuronas no hayan hecho aun las conexiones adecuadas
para entender estas cosas y su mente carezca de los valores que requiere una
nueva sociedad de concepción panuniversal.
Quien mata a un ser vivo por placer es un sádico asesino en potencia,
solo le paran las normas sociales, pero no su conciencia.
A mí me gustan los toros, pero en un espectáculo
divertido, sin sangre, como este donde es cuestión de habilidad.