Tras mi entrada anterior y los comentarios tan interesantes que se han escrito por parte de los visitantes, me atrevo a continuar con mi reflexión personal sobre el tema. He comentado en alguna ocasión que la crisis de nuestra sociedad es de valores culturales, por lo que la entiendo como “Crisis cultural” en su sentido más amplio. También he dicho que sería importante establecer un proceso de catarsis social donde se pusiera en entredicho todo el sistema en el que se fundamenta la educación y formación de los sujetos, lo que implicaría reconsiderar los principios y valores que sustentan nuestra cultura y estructura de gobierno y relación social. Es, pues, un sano ejercicio, bajo mi punto de vista, poner patas arriba todo el conglomerado social que nos hemos dado y repensarse hacia dónde vamos y cual es el camino por el que debe transitar el ser humano en su proceso evolutivo personal y social.
El principal problema, según entiendo, estriba en que la educación no se fundamenta en el desarrollo responsable del ser humano individualmente, como un elemento a cultivar, integrado en un sistema social que se nutre de la aportación intelectual de todos y cada uno de los miembros de dicho sistema, sino del sometimiento del hombre a una estructura productora que solo pretende la creación de riqueza material, usándolo como mera herramienta o instrumento productivo y consumidor de bienes.
Pero vayamos a lo que yo entiendo la base o intríngulis del asunto. El ser humano, per sé, solo, no es nada, no es capaz de subsistir en un entorno hostil, por lo que ha tenido que recurrir a los demás, a las alianzas y la creación de grupos donde se sumen capacidades, competencias y habilidades, que solo son funcionales bajo una estructura organizacional adecuada. Pero, a la vez, tiene un componente individual por definición. Es un elemento singular que tiene sus potencialidades en una espiral que habría que desarrollar mediante su proceso de formación y evolución. Por tanto, el quid está en cómo conjugar estas dos necesidades.
Libertad y sumisión. Libertad para desarrollarse individualmente y sumisión al grupo para colaborar en el sostenimiento del mismo. La cuestión está en definir cuales deben ser los objetivos que definan al grupo, por qué causas ha de luchar y que pretende conseguir con esa organización social.
Hasta ahora y desde siempre, en nuestra cultura judeocristiana, el poder ha ejercido su influencia buscando el beneficio de las clases dominantes, reyes, jefes, milicias, sacerdotes, acaudalados, etc… Ese beneficio, que no solo era material, sino que implicaba la satisfacción de la codicia y avaricia personal, la erótica del poder y otros factores intrínsecos de la personalidad dominante, no ha considerado suficientemente la individualidad, si bien, cuando alguno despuntaba, se le intentó reconducir en el provecho de las estructuras establecidas, basadas en el yo mando y tú obedeces, aunque, para ello, se recurriera a la artimaña del endiosamiento de los gobernantes, cuando no a la compra material de voluntades.
Podemos decir, por tanto, que nos movemos en una dicotomía tremenda entre libertad y sumisión, como decía. De ahí surgen dos tendencias ideológicas que determinarán la propia estructura social y las relaciones intersujetos, a la par que los principios, valores y conductas que deben ser transmitidas a los individuos en el proceso de socialización. En esa tesitura siempre andaremos cuestionando que debe prevalecer, si nos excedemos en la exigencia de sumisión o si toleramos un exceso de libertad.
Desde un punto de vista racional, las sociedades tienen un proceso evolutivo muy dinámico que las sitúa, en cada momento, en un estadio diferente y, por tanto, requieren distintas actitudes, conductas e implicaciones de los sujetos que las integran para sostener su desarrollo. Hay anacronismos religiosos, ideológicos, políticos y económicos que condicionan la evolución del ser humano, defendiendo el inmovilismo, hasta anular sus capacidades personales y someterlo a una estructura caduca, mientras se renuncia a otra dimensión nueva que dé respuesta a una era donde el sujeto sea el eje y objeto del desarrollo, donde lo material se condicione a la persona y no esta a lo material.
Por tanto, se enfrentan dos modelos sociales y, por ende, educacionales, que solo tienen cabida en una sociedad defensora y cultivadora de lo que hemos llamado en otras entradas el “espíritu de los tiempos”, dos formas distintas de ver las cosas, de entender al ser humano, de organizar y conducir las estructuras y el llamado contrato social, dos Zeitgeist contrapuestos. Ese es el conflicto que se nos está generando... ¿Cuál será el que prevalecerá en el tiempo, el de la libertad o el de la sumisión?
Crear y conformar seres sumisos al grupo implica educarlos desde la represión, desde el premio y el castigo ejercido por el poder, desde el condicionamiento conductista, sea clásico o instrumental u operante. En este caso prevalece más la idea de formar herramientas o instrumentos, que seres humanos… sujetos incompletos que requieren del discernimiento de otros seres superiores, de mayor capacidad y autoridad, para entender si su conducta es correcta y si debe actuar de esta u otra forma. Lo que se traduce, en gran medida, en fraguar sujetos inseguros.
Cuando hay un exceso de represión, o el sujeto toma conciencia de que está siendo sometido en exceso, se acabará rebelando y demandando la libertad que le es negada. Una vez rotas las cuerdas que tensaban el péndulo hacia el lado represivo, este cae libremente y pasa al lado contrario en un acto de libertad descontrolada, entendiendo que libertad es el opuesto de represión y confundiéndola con el libertinaje. Esa decir, hemos pasado de la concepción de grupos sociales organizados y controlados desde el poder a sujetos nada gregarios, que rechazan el componente de sometimiento que conlleva esa forma de organización social. En esa dinámica oscilatoria nos hemos movido a lo largo de los tiempos, en mayor o menor medida, siendo la ética humana el único elemento regulador y sabiendo que esa ética es variable en función de los grupos de poder y la cultura imperante.
El gran error que se plantea, bajo mi opinión, es que el concepto de libertad se entiende como inverso al de sumisión, sin comprender que el ser humano, como ya he comentado, tiene esa dualidad de social e individual. La idea social implica cierta sumisión a normas y la individual reclama el propio desarrollo personal.
A modo de conclusión me atrevería a decir que la libertad, que es la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, siendo responsable de sus actos, no tendrá sentido sin esa responsabilidad. Por tanto educar en libertad es educar en responsabilidad, tanto social como universal y personal. Educar en responsabilidad implica, a su vez, enseñar a razonar y valorar nuestros actos entendiendo que somos sujetos inmersos en un sistema donde debe prevalecer el bien común, a la par que el propio, y que se nutre de la aportación de todos y cada uno de los integrantes del mismo, compartiendo, en justicia, todo lo que se crea. Ese es nuestro compromiso, sacar todo lo positivo que llevamos dentro para ponerlo al servicio de la especie y del entorno para conseguir una mejor vida y evolucionar hacia metas de perfección y desarrollo personal y social.
La cuestión es quien le pone el cascabel al gato. En una sociedad dominada por los defensores de la sumisión, donde el adoctrinamiento implica dogmas incuestionables, principios inamovibles, valores irrefutables, a la par que conformar sujetos de mediocridad evidente, resulta, cuanto menos, desanimador ver como nos estrellamos contra un muro una y otra vez, mientras la tele, los poderes fácticos y determinados grupos dominan el sistema e interfieren con su adoctrinamiento para seguir en la línea de sujetos sumisos, despreocupados y obedientes al orden establecido. Pan y circo, que no necesita grandes esfuerzos para discernir ni alardes filosóficos y críticos, pues ya hay quien piense por nosotros… Lo que es evidente, es que el garrotazo y tente tieso solo lleva a la sumisión y coarta el desarrollo de la libertad responsable, al menos bajo mi modesta opinión…
Siento, una vez más, haberme explayado en exceso, pero aún creo que queda tema para rato y que siempre se deja uno cosas en el tintero por falta de tiempo, espacio y capacidad de mantener la atención y argumentar adecuadamente.