Los últimos acontecimientos de la vida política y social dan para meditar y mucho. Sigo creyendo que no se nos enseñó a pensar con precisión y metodología, dejándonos llevar más por las emociones que por las razones. No obstante, en estos momentos, es imprescindible la reflexión sosegada y aséptica para poder comprender a la gente, sus actitudes, conductas y las posibles razones que le puedan mover. Existe un contraste impresionante como base para esa reflexión. Por un lado está el triunfo sin paliativos del PP en las municipales y por otro el movimiento sosegado, pacífico, crítico y cívico del 15-M.
A mí se me escapa la comprensión del resultado electoral, o al menos, se me hace complicado entenderlo desde un razonamiento lógico. Nos quejamos de un gobierno que ha hecho política de derechas, es decir que ha intentado salir de la crisis por la derecha en contra de los intereses del colectivo social y votamos a un partido aún más a la derecha. O lo que es lo mismo, castigamos a un partido por su política dura votando a otro que nos lleve a una política más dura. ¿Será masoquismo social? Creo sinceramente que es producto de la influencia de la opinión mediática, del sunami mediático que arrastra a quien no creó, o se dotó, de lo recursos mentales adecuados para no ser arrastrado desde la emoción y la agitación difamante. Los escándalos al PSOE le salieron caros, mientras que los del PP le valieron más apoyos. ¿Esto cómo se entiende? ¿Es, por tanto, el votante del PP más tolerante y connivente con la corrupción propia que los del PSOE? ¿La derecha, a la que se le llena la boca de patria, si siente dueña de ella para hacer lo que le venga en gana, mientras que las acciones de la izquierda son tenidas como amenazas a la propia esencia de la patria? ¿Es la derecha corrupta por definición de intereses?
No sé, sigo pensando que en un país, donde triunfó el fascismo y gobernó durante años, no es concebible que no exista un partido de esa índole, salvo que esté solapado en otro que lo proteja. Lo que les llevaría a decir que España es suya y el que quiera romperla que se vaya fuera. Por poner un ejemplo: Si un catalán o un vasco, quiere la secesión, que se marche fuera de España, porque España no es de ellos y ese territorio es España.
En este sentido, para mí, existen dos elementos claves en la determinación de la idea de Estado, de Nación, de Patria o como quieran llamarle. Todo cambia si se sustenta en los territorios o, por el contrario, se centra en las personas. ¿España, irremisiblemente, es el conjunto de sus territorios y quien no defienda esta idea es un traidor y no merece ser llamado español? ¿O, por el contrario, es el conjunto de los ciudadanos soberanos que deciden convivir en armonía bajo unas mismas leyes en un espacio territorial común?
Si consideramos que los estados y reinos se fraguaron en la historia de la mano de la conquista y el sometimiento a un rey, se desprende que la idea se ajuste más a los territorios propiedad soberana del soberano, habitada por los siervos y leales súbditos de su majestad. Pero si defendemos la idea de la soberanía popular, estamos centrando la razón y la argamasa de la cohesión del grupo en la propia voluntad de las partes, de los ciudadanos soberanos que la integran. Dos formas muy distintas, pues, de ver el concepto de estado: Son las tierras, o son las gentes. Alguien podrá decir, y yo lo entendería, que lo importante es conjugar ambas cuestiones, pero, para mí, debe tener más peso específico la voluntad de la gente. Pero como, bajo mi opinión, el poder está en la propia inteligencia, una sociedad poco inteligente se somete al más inteligente (clasismo), mientras que otra inteligente reclama para sí las decisiones por entender que está capacitada para resolver sus propios problemas y decidir su futuro.
El tránsito de súbdito sumiso a ciudadano soberano se inició con la llamada edad contemporánea, con la revolución francesa y las consiguientes democracias… un hombre un voto. No obstante el proceso evolutivo de estas ha sido criticable, pues se han tenido que ir ganando derechos con el tiempo y la lucha, sobre todo por parte de las mujeres, que no votaban en un principio, que luego reclamaron la igualdad y se está en ese proceso inconcluso. Otro factor a considerar es que las constituciones se hicieron desde la burguesía, desde los comerciantes y profesionales asociados que buscaron conjugar sus intereses, no tanto desde la inculta y marginal clase trabajadora, que tuvo que realizar su otra lucha para hacerse notar y reivindicar el protagonismo que se merecía, al amparo del marxismo.
Pero el hecho es que ahora, cuando las conciencias empiezan a despertar de nuevo, hay un pueblo, o la semilla de un pueblo si se quiere diferenciar, que pretende, y busca, una nueva forma de entender la vida y la relación, de gestionar la interdependencia, no solo entre los seres humanos, sino entre todas las especies de la tierra. Es absurdo pensar en independencias cuando estamos globalizándonos, cuando los actos de unos inciden sobre los otros sin límites ni fronteras, cuando se gesta la debacle para todos. Creo que el esfuerzo de todos se ha de orientar en una solución global. No es bueno distraer fuerzas y crear conflicto disociativos que sustente el sistema injustamente creado, desde esas confrontaciones, como medio de desarrollo de grupos puntuales.
La independencia no es, ni debe ser, posible en un sistema abierto de carácter holístico, como es la propia vida en su esencia. Lo importante es cómo gestionar la INTERDEPENDENCIA, porque, queramos o no queramos, somos seres interdependientes en un ecosistema. En este sentido las fronteras, a medio y largo plazo, se deben ir a la mierda. El nuevo sistema ha de generar mecanismos de gestión que le acerquen a las bases, al pueblo y la ciudadanía en general, para que cada cual pueda incidir más claramente en los designios inmediatos, en los asuntos más próximos a su grupo social, a sus conciudadanos y vecinos, sin dejar de mirar al colectivo desde una perspectiva humanista de contenido global con responsabilidad solidaria. Por tanto, son necesarios nuevos políticos y gestores de esa soberanía desde una democracia real con un nuevo enfoque cultural.
Estamos en transición, como siempre lo está, o debe estar, el ser humano, salvo que se le amordace desde el poder que creó las fronteras y fraguó las culturas codiciosas, clasistas y encorsetadotas que nos atenazan. Es hora de reflexión sosegada, de paciencia e ideas claras para que no nos confundan de nuevo los tontulianos de la tele, los medios interesados, los canalizadores de emociones futboleras como salida a nuestras propias frustraciones, pero, sobre todo, los políticos y sus poderosos partidos obsoletos, que acaban por autoservirse, retroalimentarse y perpetuarse en el poder practicando el nepotismo.
Este cambio será positivo y sólidamente viable, si se centra en la interioridad de la gente, en la convicción persistente de su necesidad y en la reflexión individual y colectiva para que haya confluencia, a medio y largo plazo, hacia un nuevo mundo, una nueva era, a la que algunos llaman acuario, pero que está reclamando una lógica, también nueva, de relación integral en el planeta, incluyendo todas las especies, las energías y el llamado crecimiento sostenible y no suicida, en el que estamos metidos.
Podría parecer, esta entrada, algo disgregada, pero su línea argumental se centra en cambiar la idea súbdito sumiso por ciudadano soberano, por adquirir otra idea de convivencia sin fronteras, erradicando la miopía de las independencias y constatando las interdependencias y su gestión ideal, hasta llegar a una nueva cultura organizacional que rompa con las ideas del pasado que soportaron y estructuraron la injusticia y la desigualdad que reina en el presente, una visión del ser humano sin parcelas de poder, que generan la codicia y la exploración del hombre y los recursos naturales por el otro hombre, el poderoso.
Corren tiempos de reflexión y todos estamos llamados a participar. Tenemos nuestros blog, de momento, como herramienta de comunicación, pero sobre todo, el ejercitar el librepensamiento con crítica sosegada carente de visceralidad y apoyada en la razón constructiva. Estamos en ello…