Si bien es cierto que no se han vuelto a dar asonadas cuarteleras de forma clara, no lo es menos que sirvió para frenar el proceso democrático, la descentralización (aún quedan por desarrollar competencias autonómicas), y cualquier intento de pedir justicia por las injusticias cometidas por el franquismo y sus seguidores, tal como aún andamos viendo con la propia ley de la memoria histórica. El ejército se modernizó; es decir, se adecuó a la función de la OTAN, que “de entrada NO”, haciendo que el Sr. González se comiera sus palabras y claudicara para mantener el equilibrio, con el visto bueno de papá EE. UU. y de Europa. Hay C.E.E. si hay OTAN. Y ahí andamos… bueno, en Afganistan, los Balcanes (hasta hace bien poco), el Líbano, etc… como tributo al grupo de pertenencia.
A mí, cada vez que aparece la imagen del energúmeno de Tejero, pistola en mano, irrumpiendo en lo más sagrado que hay para una democracia, como es un parlamente, se me revuelven las tripas. Si a esto se le añade la cara biliosa de Milans con su gorra cuartelera y un conjunto de otras que dan miedo, no por su poder personal, sino por el mal uso que pudieran hacer del poder de las armas que le dimos los españoles para defendernos de agresiones imaginarias, no puedo menos que sentir el pánico de la reversión a tiempos pretéritos.
A parte de la repugnancia personal que sienta por sujetos de tal calaña, que se creen guardianes de valores patrios, y no sé cuantas cosas más, solo se me ocurre decir que son verdaderos traidores a su patria, entendiendo que su patria está formada por su gente, por la gente que la habita, y no por las tierras exclusivamente; la voluntad de esa gente es el valor principal que se ha de defender en sistema democrático de soberanía popular, y no de servilismo al señor. Son concepciones políticas antagónicas, que no pueden ser apoyadas por ningún sujeto que tenga una pizca de sentido común, dándole el sentido de común a todo aquello que se comparte entre gente adulta, responsable y madura que ejercen esa soberanía popular en un Estado moderno.
Ahora, desde el recuerdo de ese ecuador de mi vida, evoco con tristeza, aunque sin miedo, aquellos momentos terribles en que “se querían llevar una” naciente democracia para volver a humillarnos y someternos, cuando ya habíamos cambiado de señor, como se está viendo. Muchas dudas y preguntas siguen en el aire, muchas cuestiones sucias tapadas bajo la alfombra, muchas inquietudes sobre lo que fue, qué pasó y como se resolvió, si hubo o no pactos secretos, etc… No sé si la historia lo alumbrará, pero tengo, como siempre, mis recelos sobre la verdad que cuenta la historia, no por lo que cuenta, sino por lo que calla.
Mi hija cumplía 5 años al día siguiente y mi hijo 6 meses ese mismo día. No se planteó un día de cumpleaños festivo y alegre, sino temeroso y amenazante, aunque al final el mismo 24 respiramos tranquilos. Trabajaba en la UCI, en la unidad de Cirugía Cardiovascular, de reciente apertura, y mientras luchaba contra los drenajes cardiacos para evitar coagulaciones, vigilaba y controlaba el flujo sanguíneo y los ritmos cardiacos, presiones arteriales, estados de conciencia, etc., una auxiliar, militante de Fuerza Nueva, se inundaba de alegría, creando tensión en el ambiente, y se vanagloriaba de los hechos. Por más que los compañeros y compañeras le pedíamos contención ella, exaltada, volaba en su mundo de ominosa fantasía. La radio era nuestro único contacto con el exterior, aunque el teléfono echaba chispas. Fueron horas de preocupación, de miedo y de frustración ante la posibilidad de regresar al pasado y echar por tierra todo un lustro de lucha y avance hacia una concepción unitaria de una nueva España.
Indecisión, inseguridad, miedo, animadversión, repugnancia, hostilidad, fastidio, desprecio, abominación, horror, etc… y, consecuentemente, acopio de alimentos, conforman un conjunto de sensaciones y recuerdos que me vienen a la memoria. Difíciles momento ante el patetismo de las torvas miradas de unos militarse traidores, que recordaban alzamientos bendecidos por otras fuerzas, y que sometieron a España a la vileza histórica de la dictadura. Hoy, treinta años después, se me sigue erizando la piel en el recuerdo, pero con el convencimiento, aunque el ser humano sea el único animal que tropieza con la misma piedra una y otra vez, de que esa historia, lastimera y cruel, no vuelva a producirse a pesar de los herederos del franquismo que quieren seguir enfrentando a las Españas y su gente, desde su idea territorial y del desprecio a la voluntad de sus pueblos soberanos.