Llevamos algunos días dándole vueltas a esta engorrosa cuestión del amor. Engorrosa, digo, por la dificultad de hablar en los mismos términos, entendiendo todos a que nos referimos cuando usamos las palabras. Yo parto de la base fundamental de las opiniones que vierto en mi reflexión: Relación objetiva vs. relación objetal, que colgué el pasado 10 de enero en la que decía: “
Querer tiene la acepción del deseo por necesitar una cosa, es pues una relación objetal, pretendemos un objeto que nos satisfaga esa necesidad. Deseamos y queremos el objeto que nos satisface, pensando en nuestra propia felicidad básicamente. No pensamos en el amor, que tiene otra interpretación basada en la relación objetiva; es decir, sabemos que nos relacionamos con otro ser que tiene su propia proyección y que nosotros podemos ayudarle, si así lo estima, en su desarrollo personal, a la vez que él nos enriquece a nosotros. En este intercambio libre, de emociones, experiencias, vivencias y, en suma, de vida, crecemos ambos”. (
http://antoniopc.blogspot.com/2009/01/relacin-objetiva-vs-relacin-objetal.html). Por tanto, estos dos elementos a veces se confunden y se dan como sinónimos. Ello es debido a que, efectivamente, son compatibles y necesarios en la relación de pareja. La cuestión estaría en cual debe primar sobre el otro y en qué casos. Para respaldar mi reflexión y el proceso argumental que la sustenta recurriré a la pirámide de Maslow que, a buen seguro, muchos conoceréis.
Como sabréis (ver imagen, se puede ampliar cliqueando en ella) Maslow formula en su teoría de la motivación una jerarquía de necesidades humanas y defiende que conforme se satisfacen las necesidades más básicas, los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados. En el primer estadio se dan las necesidades fisiológicas, junto a las que garantizan la supervivencia y la seguridad. Aquí hablamos de querer, queremos lo que no tenemos, lo que necesitamos para subsistir, lo que nos permita satisfacer estas necesidades básicas.
Si la relación de pareja la enmarcamos en esta teoría, encontraremos que inicialmente y como elemento imprescindible, la motivación se enfoca a cubrir esas necesidades y el sujeto quiere o desea aquellas cosas u objetos que le ayuden a ello, prevaleciendo el querer sobre el amar. Vista la cuestión desde la evolución histórica, esto me recuerda los matrimonios de conveniencia y de alianza entre familias, sin contar con el consentimiento o asentimiento de los interesados; más bien al contrario, se les exigía ese sacrificio por el bien de la familia y su seguridad, por el mejor futuro de sus hijos. “No te preocupes, le decían, la convivencia y el roce crean el cariño”.
La afiliación iba inherente, aunque la intimidad sexual, que Maslow incluye en este tercer nivel, no buscara la satisfacción de la mujer, sino que su objeto era la reproducción y el placer del hombre, dentro de un orden. Era habitual que los hombres recurrieran a otras mujeres, mujeres de la vida, para implementar sus fantasías sexuales, respetando a su señora, bien por convencimiento o bien por la negativa de esta a realizar prácticas pecaminosas propias de prostíbulos. Por tanto, muchas mujeres, toleraban e, incluso, agradecían esta práctica.
Subiendo a los niveles superiores de la pirámide, el reconocimiento y la autorrealización no se entendían como un proyecto personal e individual, de unicidad, sino como la integración en un proyecto común dónde los principios religiosos y sociales no eran cuestionables. Había, pues, que renunciar a tu unicidad, salvo el clero que no se casa en la religión católica, para sumergirte en la colectividad mediante la formación de la familia bajo los principios estructurados y aceptados por todos. La obligación estaría por encima del deseo y de la proyección intrínseca, puesto que la estructura social, los principios y valores, la religiosidad y el cumplimiento de su doctrina, eran incuestionables. No cabía el pensar de forma autónoma, hecho reservado para algunos solamente, siempre que lo hicieran dentro de los cauces y para defender los posicionamientos convencionales. Si pensabas fuera de ese campo y se te ocurría cuestionarlo, eras reprobado por hereje o disidente. Por tanto, pensar libremente estaba prohibido. La idea de sacrificio, exaltación del sufrimiento, la entrega a los demás, etc. formaban parte del compromiso social y religioso. El placer era pecado y por tanto, los deseos debían ser inhibidos. De aquí al conflicto interno solo hay un paso, pues la represión del deseo generará el enfrentamiento entre el ello y el superyo, parafraseando la segunda tópica de Freud, que se canaliza en un yo condicionado por la estructura social de valores, normas y principios castrantes. La mujer no decía al marido “hagamos el amor”, sino “tómame cuando te apetezca pues el matrimonio te da derecho a ello” pero no me pidas las prácticas pecaminosas a que hemos hecho referencia.
Los roles estaban definidos (ver post “Ajuste de roles en la pareja”:
http://antoniopc.blogspot.com/2009/02/ajuste-de-roles-en-la-pareja.html) y el matrimonio podría, incluso, convertirse en un sacrificio, pero nunca se podría disolver puesto que estaba bendecido por Dios. Existía verdaderamente una relación de asimetría, de sumisión y entrega de uno sobre otro, de ella a él. Ese era el juego o estructura de roles, que persiste en muchas sociedades actuales de corte religioso integrista o de política reaccionaria. Por tanto, la relación de pareja no era, por lo general, el medio de la realización personal para alcanzar la última etapa de la pirámide y, salvo excepciones, el amor no existía, aunque sí el cariño y el querer. Con esta situación de asimetría el amor maduro es incompatible, tal como mantengo en la primera y tercera frase que cuelgo en el post anterior (Frases para la reflexión y soneto de amor). Por tanto, hasta ahora, hubo poco amor y mucho querer y necesitar.
En este sentido, dominado por la religión y los principios judeo-cristianos, se ha desarrollado nuestra cultura y, solo con gran esfuerzo a lo largo de los últimos tiempos, se ha ido instaurando una libertad de pensamiento que ha permitido elevar al ser humano a sujeto pensante, sin que nadie lo cuestione en función de intereses partidistas e intentos de dominación, que es mucho decir por lo que estamos viendo en los elementos reaccionarios que nos pretenden condicionar. La tecnología (este medio es un ejemplo de ello) nos ha dado la posibilidad de llegar a los demás sin censuras y compartir el pensamiento y las ideas, permitiendo el debate y el enriquecimiento personal.
Otra cuestión es si el pensamiento desarrollado es el apropiado para fomentar o estructurar otra sociedad más justa y adecuada a la convivencia. Estamos atrapados en un flujo de información que difícilmente controlamos y, menos, procesamos con éxito; donde el intento claro de manipulación de los medios de comunicación al servicio de los intereses del capital, está sustrayendo y condicionando, cuando no ordenando, el pensamiento de masas. Solo cuatro locos nos lanzamos a bloggear y compartir, con ánimo de crecer, nuestras ideas. Pero, una vez en ello, podemos descubrir en nuestro interior las potencialidades que nos empujan al entendimiento social en tolerancia, que permite la convivencia bajo el respeto y la libertad, que nos hace beber de otras fuentes para nutrir nuestro desarrollo.
Pues bien, volviendo a Maslow, una vez satisfecho el nivel 1, entramos en ir satisfaciendo los demás niveles por orden de prioridad ascendente, lo que nos permite, conforme vamos subiendo de nivel, ir entrando en la era del pensamiento libre, de una sociedad creativa, del desarrollo personal en base a la espiral de potencialidades que cada uno lleva en su interior, al discernimiento responsable con ánimo de crecer, a la mente abierta y crítica, buscando la autorrealización.
Para mí la autorrealización solo se puede conseguir en libertad, cuando no hay elementos externos que te condicionan. Cuando en la relación de pareja no existe esa libertad para progresar en tu autorrealización y las exigencias objetales de esta te están condicionando para mantenerte en la situación inicial, que es como te aceptó tu pareja en el contrato matrimonial, bien mediante el continuo llamamiento al compromiso inicial, bien mediante el chantaje emocional y la amenaza de pérdida de haberes comunes, estamos ante un claro caso de querer, egoístamente, pero no de amar.
Cuando, manteniendo los compromisos que llevan a satisfacer las necesidades que emanan de la relación, se respeta la evolución individual de forma igualitaria, cuando se ayuda a la otra persona a encontrarse a sí misma y se apoya la búsqueda de la autorrealización, cuando estamos en disposición de compartir libremente ese desarrollo personal, cuando procuramos el bien y el crecimiento de lo que amamos, respetando su libertad sin renunciar a la nuestra, aún a riesgo de perder a la otra persona, estamos amando, bajo mi opinión.
Por tanto, amar y querer son compatibles y necesariamente han de ir juntos. Lo que no puede ni debe imperar es la propiedad de uno de los miembros sobre el otro, los condicionamientos e imposiciones, la asimetría, la anulación de una de las partes, buscando el sometimiento aprovechando su disposición amorosa a servirnos. Eso garantiza el conflicto continuo y el desencuentro que solo es sostenible por la resignación y el estancamiento, con un déficit de permeabilidad que evita el flujo del desarrollo personal de una al otro y lleva a la evolución divergente.
Finalmente, la base de la pirámide de Maslow implica querer y el vértice amar. Pero la pirámide es toda una, donde el querer y el amar se han de dar la mano sin estorbarse por los egoísmos de cada cual.