¿Son compatibles? |
Ahora,
que se acerca la Semana Santa, es un buen momento para reflexionar sobre ella.
Yo no pretendo hacerlo desde la fe, puesto que no la tengo, sino desde el
análisis sociológico e histórico de su significado en esta tierra andaluza, a
la que alguien se le ocurrió llamar de María Santísima, cuando había sido
tierra islámica durante tanto tiempo.
La
religión, que enaltece el dolor y que nos hace pensar en la salvación mediante
el mismo, en tanto Jesucristo lo sufrió para salvar al hombre de su pecado
original, nos anda desquiciando al condenar el placer y glorificar el sufrir. Lo
cierto es que un dios que, teniendo el poder de lavar ese absurdo pecado
original, se permita mandar a su hijo para hacerle sufrir martirio, pudiendo indultarnos
del referido pecado sin mayores complicaciones, no debe ser un buen padre… Eso
no se hace, aunque ya esté acostumbrado a exigir sacrificios de vidas humanas o
animales (humanas lo digo por lo de Isaac y su padre Abraham, que se creyó la
demanda). Para mí no tiene sentido un dios del miedo, del sufrir pena y castigo
si no haces lo que él dice, del chantaje y la coacción hasta someterse a sus
designios. Por eso no creo en el que nos vende la religión. No es compatible el
amor y el perdón con la pena de muerte y los infiernos eternos, ni con la
opulencia insolente de sus ministros en la tierra. No es aceptable el uso del
chivo expiatorio para justificar los errores y pecados de cada cual o del
grupo, como se establece a lo largo de la Biblia; es decir, el sacrificio de un
cordero para satisfacer al dios que anda descontento, para aplacar su ira, para
reconciliarse con él, aunque sea el propio Cordero de Dios. No es un buen dios si le aplaca y satisface la muerte
inocente de un animal y el derrame de su sangre. Esa proyección es tan perversa
que lleva a plantear el sufrimiento del propio dios, de su hijo, que también es
dios mismo según la trinidad, ofertándose a sí mismo como cordero en el altar sacrificial.
¿No tiene esto un cierto componente sadomasoquista? Si disfruta, se aplaca y
enternece con el sufrir ajeno (componente sádico) y, además, con el de su hijo,
que es él mismo (componente masoquista), a uno se le presenta la duda de que
exista un dios así, como nos lo presentan, a no ser que, como digo más adelante,
sea creado por el hombre a su imagen y semejanza. Para mí eso es una rueda de
molino con la que no puedo comulgar. De todas formas me quedo con el que anduvo
en la mar y dejo al de la cruz, como dice Machado.
Pero
no nos desviemos y volvamos al fenómeno semanasantero. ¿Han comparado la
distinta forma que tienen los pueblos de España de vivir la Semana Santa? “El espectáculo de la Semana Santa española
se anuncia como atracción turística. Como las playas, los toros o las casas
rurales. Más que una aventura espiritual, como el Camino de Santiago. Se habla
de la sobriedad de las procesiones castellanas, del colorido de las andaluzas,
de la solemnidad de las norteñas. Y en ningún lugar que no sea España,
Hispanoamérica o Filipinas, se verá algo parecido: esta Semana Santa no parece
pertenecer al común de la cristiandad”. (texto de Crónicas Bárbaras SIC)
Por
tanto, en el norte se observa más fervor, recogimiento, sentimiento religioso,
seriedad y menos espectáculo. En el sur, coincidiendo con la última zona que se
conquistó a los musulmanes, hay más folclore, más exhibición de esa fe, más
espectáculo y, por ende, tiene un importante componente de histrionismo, de
teatralidad. Pero, ¿por qué esa teatralidad, ese histrionismo preponderante en el
sur?
No
sé si convendrás conmigo, amigo o amiga lector/a, en que la religión tiene un
componente ideológico que homogeiniza al grupo de creyentes y, por ende, sirve
como amalgama de sustento y cohesión social. Por tanto, el poder y la religión,
casi siempre de la mano, andan interesados en empapar al pueblo de esa
ideología religiosa para sostener su dominio sobre el grupo. En este sentido se
justifica la guerra de religiones, la expulsión o conversión del infiel y
cuantas actuaciones venga a expandir y consolidar la creencia religiosa y el
poder inmanente. Pero como estrategia de difusión, y considerando que la pertenencia
al grupo social va arropada por manifestaciones de los principios y valores que
conforman ese grupo, cabe plantearse la ostentación mayoritaria de ese credo en
manifestaciones populares de fe y fervor. Lo que implica que cualquier sujeto
que se considere integrado, o que pretenda su aceptación en el grupo, se una a
este tipo de evento y muestre su credo compartido con el colectivo de
pertenencia.
Nuestra
historia tiene en su haber un amplio elenco de eventos de masa religiosos, como
los autos sacramentales, actos de fe inquisitoriales, romerías, rogativas
procesionales, etc. además de las procesiones de Semana Santa. En todo caso
notaremos que la religión se apoderó de las fiestas paganas para santificarlas,
es decir para someterlas a su control y establecer conductas y relaciones con
el mundo religioso. Tal vez haya un par de fiestas que se le escapan, aunque no
del todo, como el caso del carnaval, esa especie de permiso divino para
desahogarse antes de entrar en la flageladora Cuaresma, que vence a don Carnal,
con todo el mensaje que ello conlleva. De más reciente aparición, y evadidas
del control religioso, tenemos los festejos de las Ferias, que tienen su raíz
en las antiguas ferias de ganado donde el comercio y el placer iban de la mano.
280 hombres bajo el trono. Gran espectáculo.... |
Ahora
bien, mi planteamiento solo pretende reflexionar sobre la causa, el porqué, de esa
diferente forma de expresión procesional de la Semana Santa, sin entrar
demasiado en el componente religioso sino, más bien, en algún matiz del
fenómeno sociológico. Elucubrando un poco, a fuer de usar la razón especulativa,
que monta sobre la intuitiva, fraguada a lo largo de la vida y el bagaje de
conocimientos adquiridos, entiendo que, una vez establecido el catolicismo como
religión oficial en nuestro país, pasó a ser determinante en la definición
social, es decir, la raíz que sustenta los principios y valores que rigen en la
comunidad y el Estado o Reino. En ese
sentido, nuestro viejo conocido Aznar, andaba con la intención de incluir ese
reconocimiento en la constitución europea, definiendo a Europa como una sociedad
cristiana, sin entender que la revolución francesa y el laicismo, en teoría, ya
colocaron a la religión en el lugar que le corresponde, en ese sentido también
cabría incluirse nuestra descendencia del imperio romano.
Pero
volviendo al tema, toda manifestación religiosa de este estilo se transforma en
una reafirmación de fe popular, en una ostentación y exhibición del dominio
sobre la masa creyente. Siempre, sobre todo en España, se usó esta técnica
exhibicionista del poder, como ya he mencionado, para controlar al pueblo con
su ejemplaridad, sembrando paradójicamente el miedo, la esperanza, el fervor y cuantas actitudes
pudieran interesar en ese ámbito. O sea, enmarcarlo, encorsetarlo, en esos
preceptos. Esta película tiene dos frentes, uno interior, del sujeto y su credo
y otra exterior, de proyección social, política y de poder. Por tanto, las
manifestaciones religiosas cobran más sentido con la conversión forzada de los
judíos y expulsión de los no conversos. Pero también, con la conquista del reino
de Granada y la obligatoriedad de convertirse los musulmanes, sirvió para
mostrar a los moriscos o mudéjares la predominancia y victoria absoluta del credo
católico sobre el musulmán, a la par que sostener en la fe al huidizo pueblo
incrédulo que cubría, gozosamente, el expediente con estos rituales públicos, volviendo
por sus fueros una vez terminada la pasión y aflorada la resurrección. La clara
estrategia de los vencedores en toda conquista fue montar sus valores sobre los
antiguos, como se manifiesta en la construcción de iglesias y catedrales sobre
las mezquitas, el toque de campana en lugar de la llamada del almuecin y la
exhibición y escenificación del fervor popular y su sometimiento a la fe y al
nuevo credo. España, que anduvo durante tanto tiempo en la lucha armada con
trasfondo religioso, tiene, y ha dejado en sus colonias, una forma singular de
vivir la Semana Santa y sus procesiones, cargadas de teatralidad e
histrionismo, como ya mencioné, atrapa al pueblo en estas expresiones que, como
en todo acto, se divide entre actor y espectador. Sufridos porteadores, romanos,
nazarenos y penitentes dan vida a la
escenografía ofertada al visitante, que, como un reclamo turístico, viene a
disfrutar de tanto colorido y emoción, de tanto exotismo y, para muchos,
incomprensible fervor religioso.
Esta
singular forma de adorar a dios en imágenes raya en el paganismo romano que, al
fin y al cabo, determinó muchas de las cuestiones que diferenciaron al
cristianismo del judaísmo inicial. El ídolo era una forma de representar en
imagen los dioses diversos que jalonaban el credo pagano. La religión católica,
al absorber e integrar a la ciudadanía romana, habituada a estas
representaciones, asume su filosofía y empieza a integrar, también, esta forma
de manifestación religiosa. Hemos llegado a tal punto que hay cristos diversos
y vírgenes a montones que parecen competir por el fervor popular, hasta el extremo
de provocar enfrentamientos entre sus seguidores como si fueran “hooligans”
futboleros… véase la rivalidad entre la Macarena y la Esperanza de Triana en
Sevilla, donde subyace la competencia entre los dos lados del Guadalquivir. En
suma el mundo cristiano está lleno de imaginería, de una rica iconografía que
le otorga al propio dios una figura humana, de hombre (no de mujer), a imagen y
semejanza del ser humano. Como dice Nietzche: el hombre creó a dios a su imagen
y semejanza y no al revés, como se suele decir. De ahí que ese dios tenga
conductas humanas, que caiga en el pecado de la soberbia, del odio y la venganza,
del castigo y ordene dar muerte, como en los casos de la toma de Jericó y otras
muchos conflictos del pueblo de Israel con sus vecinos…
Pero,
volviendo a reconducir esta disgregación mía, podemos concluir que la iglesia
es connivente con esta especie de
procesión pseudoidólatra. Donde el oro, las piedras preciosas, los mantos
bordados, coronas, repujados y arte en general, choca con el mensaje austero
del Jesús que dicen representar, con la idea de pobreza y de reparto de bienes
y ayuda al necesitado. Es connivente, como digo, porque le interesa esta
manifestación, porque con esa arrogancia le da poder, porque consolida su
predominio, porque le avala la tradición, porque le predispone al feligrés a la
siembra de la fe y porque controla y supervisa las cofradías y a sus
integrantes... Lo del “becerro de oro” ha quedado cambiado por el “cordero de
dios”. El otro no pasó y Dios castigó a Israel, pero este, por lo que se ve, sí
va pasando, a pesar de su boato,
fastuosidad, magnificencia, esplendor, ostentación, oropel, opulencia y otros
muchos calificativos de apoteosis megalómana, donde se incluye las pomposas
denominaciones de las cofradías, como por ejemplo:
“Pontificia, Real, Primitiva e Ilustre
Archicofradía Sacramental de la Santa Veracruz y Sangre, Nuestro Padre Jesús de
Azotes y Columna, Santísimo Cristo de la Exaltación, Santísimo Cristo de Ánimas
de Ciegos, Nuestra Señora de Lágrimas y Favores, Nuestra Señora del Mayor Dolor
Reina de los Ángeles y San Juan Evangelista. (Fusionadas, sección Lágrimas y
Favores)”.
O esta
otra: “Fervorosa Hermandad y Antigua
Cofradía del Divino Nombre de Jesús Nazareno de La Salutación, María Santísima
del Patrocinio Reina de Los Cielos, San Juan Evangelista, Santa Mujer Verónica
y de la Santa Faz de Nuestro Señor Jesucristo. (Salutación)”.
En
fin… ¿Cómo se les quedó el cuerpo con estas titulaciones? ¡¡¡Si Jesús levantara
la cabeza!!! De todas formas es un buen reclamo para el turismo y eso deja
dinero, sobre todo ahora que la crisis aprieta…
Imagen de procesión en Málaga |